?Qu¨¦ hace la abuela de la Nouvelle Vague rodando para Miu Miu?

Hace a?os, la cineasta Agn¨¨s Varda perdi¨® un chal mientras rodaba en Alemania. "Todav¨ªa lo echo de menos. No es que est¨¦ muy apegada a la moda o las prendas de vestir, pero odio perder cosas. Me paso la vida buscando objetos que voy dejando por ah¨ª", dice la artista belga tras proyectar en Venecia su ¨²ltimo cortometraje, Les 3 Boutons. Se trata de un fashion film con tres botones perdidos, una ni?a que no puede ir a la escuela porque tiene que trabajar y tres cabras. No son elementos muy usuales en un g¨¦nero cinematogr¨¢fico ideado para promocionar prendas de alta costura. ?C¨®mo ha terminado la casi nonagenaria autora de Los espigadores y la espigadora y de Cleo de 5 a 7, que a menudo busc¨® fusionar documental y ficci¨®n para darle un sentido m¨¢s social a sus trabajos, rodando para Miu Miu?

"Miuccia Prada me lo pidi¨® en persona. Es alguien a quien admiro porque invierte su dinero ganado con la moda en cosas que nada tienen que ver con los vestidos, como la cultura o el dar opciones a las mujeres cineastas para rodar", explica ella misma en el Festival de Cine de Venecia, donde presenta un cortometraje englobado dentro de la colecci¨®n de pel¨ªculas femeninas Women's Tales y que, a pesar del contexto, es una prolongaci¨®n de su obra.

Hace 20 a?os ganaba el Le¨®n de Oro del certamen con una de sus pel¨ªculas Sans toit ni loi y en 2003 fue la misma ciudad la que la vio renacer como artista conceptual, a los 75 a?os, durante la Biennale de Arte. Ahora, Varda se reinventa de nuevo en la ciudad de los canales, convertida en autora de un fashion film que ya se puede ver en Internet. "Pienso en la moda como en una utop¨ªa. Este cortometraje es una oportunidad de mostrar las contradicciones entre la vida real y la moda, tambi¨¦n las que hay entre mi trabajo art¨ªstico y esa industria", dice la directora, quien solo cubre la mitad inferior de su canosa melena con un tinte rojo.

A pesar de ser un icono del cine independiente y de haberse vanagloriado de sacrificar el presupuesto de sus producciones a cambio de una casi total libertad narrativa, la belga no es ajena a las colaboraciones con las firmas de lujo, como la Fundaci¨®n Cartier, que ha financiado en el pasado alguna de sus exposiciones y sus proyectos en cine. Ella argumenta la aparente contradicci¨®n: "La gente ya no va tanto a las salas de proyecci¨®n. Y los m¨¢s j¨®venes viven conectados a los aparatos electr¨®nicos. A ra¨ªz de mis pel¨ªculas y de las personas que he conocido en ellas me he dado cuenta de que el aprendizaje es un privilegio. No soy precisamente una celebridad mundial y, gracias a haber encontrado los socios adecuados, mis trabajos han llegado incluso a la gente de campo en China".

De joven era considerada la madre de la Nouvelle Vague, "pero desde hace tiempo, me llaman la abuela de la Nouvelle Vague", bromea la artista, quien nunca ha sentido que el club de Truffaut y compa?¨ªa existiera como una realidad. Lleva toda la vida ignorando la etiqueta y m¨¢s ahora que su fashion film para Miu Miu est¨¢ disponible en cualquier tableta.