Doulas y embarazadas: el huevo o la gallina
?Qu¨¦ lleva a una mujer a pagar por los servicios de una desconocida, cuya formaci¨®n profesional no est¨¢ reglada, en algo tan delicado como el parto?
Cuando hace unos meses, confirmado el embarazo, mi pareja y yo coincidimos con una doula en casa de una amiga, mi primer impulso fue acosarla a preguntas. Ella hablaba con ese tono de quien pretende arrullarte con argumentos amables, aunque sin ofrecernos directamente sus servicios. Y enseguida me fui percatando de que no trataba de venderse, sino de enterarse cu¨¢nto sab¨ªa mi pareja acerca de la maternidad, y si estaba psicol¨®gicamente preparada para enfrentarse al proceso.
No se me hab¨ªa pasado por la cabeza que parir generase enfoques ideol¨®gicos, y que en torno al proceso hubiera tantas posibilidades de posicionamiento. Entonces me hice la pregunta m¨¢s simple, que, como toda pregunta elemental, produce dolores de cabeza: ?qu¨¦ lleva a una mujer a pagar por los servicios de una desconocida, cuya formaci¨®n profesional no est¨¢ reglada, en algo tan delicado como el parto?
Salta un dato relativo a Estados Unidos, que es un indicador muy ¨²til ya que siempre llevan la vanguardia en torno a obsesiones sociales: en el a?o 1994 hab¨ªa 31 doulas en todo el pa¨ªs, y ahora cuentan con m¨¢s de 2.000. Espa?a, aunque no posee muchedumbres de doulas pululando por las calles, refleja una tendencia al aumento: 20 centros de formaci¨®n en todo el pa¨ªs y 547 doulas ejerciendo.
Cuando d¨ªas despu¨¦s nuestra casi amiga doula se ofreci¨® en cuerpo y alma, aunque rechaz¨¢bamos a priori toda posibilidad, intentamos razonar apelando a los riesgos de un parto asistido en casa. Y ella nos opuso unas estad¨ªsticas que se sab¨ªa de memoria, y que luego he verificado: un estudio publicado en la revista Enfermer¨ªa Comunitaria, que proviene de expertos de la Universidad de Alicante y m¨¦dicos de amplia trayectoria, revela que la mortalidad infantil en casas es casi id¨¦ntica en bajos ¨ªndices a la de hospitales. O sea, que por ah¨ª no pod¨ªamos desautorizar a nuestra interlocutora.
Cada vez que veo un fen¨®meno de oferta y demanda en auge, y a polemistas demoniz¨¢ndolo, intento averiguar qu¨¦ pasa con el cliente. Y en este caso el cliente potencial era mi pareja, y m¨¢s all¨¢, toda mujer embarazada. Si cada d¨ªa hay m¨¢s doulas, no es porque sean una especie de secta can¨ªbal que enga?a a mujeres tontas. Sino porque hay un vac¨ªo emocional e informativo en torno a la maternidad que no parece preocuparle a mucha gente, salvo a las posibles clientes de las doulas.
Con el paso de las semanas ¨Cuna embarazada cuenta el tiempo en semanas¨C fuimos comprendiendo que a una doula no la define una sola cosa. Se mueve en un terreno ambiguo no solo con respecto a sus competencias, sino en funci¨®n de la mujer que demanda sus servicios. Algunas embarazadas buscan compa?¨ªa espiritual pura y dura, otras poseen veleidades naturistas, y muchas no saben c¨®mo afrontar el proceso y sus maridos poco aportan, en el caso de que est¨¦n cerca. Aunque parezca que el problema es la doula, a quienes les preocupe su proliferaci¨®n deber¨ªan pensar en el cliente. A fin de cuentas, si hacen falta doulas para que los profesionales, los maridos y la sociedad afronten mejor el embarazo, todos salimos ganando. Las doulas solo desaparecer¨¢n, si acaso, de manera natural.
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