Daniel Innerarity: ¡°El gran riesgo es que la pol¨ªtica llegue a ser irrelevante¡±
Te¨®rico de la pol¨ªtica y siempre con un ojo en el futuro, Innerarity fue en las ¨²ltimas elecciones auton¨®micas el ¨²ltimo en la lista de Geroa Bai que encabez¨® Uxue Barkos En esta entrega de la serie 'As¨ª pasen cien a?os', el fil¨®sofo reflexiona sobre c¨®mo ser¨¢ la pol¨ªtica en el siglo XXII
Es posible que a Daniel Innerarity los libros le salgan solos. Pondr¨¢ en marcha una grabadora, hablar¨¢ durante horas¡, y directo a la editorial. No habr¨¢ que corregirle ni una coma, porque aunque habla mucho, much¨ªsimo, siempre lo hace con un riguroso orden en el pensamiento. Te¨®rico de la pol¨ªtica y siempre con un ojo en el futuro, tambi¨¦n ha pasado de las musas al teatro: en las ¨²ltimas elecciones auton¨®micas era el ¨²ltimo en la lista de Geroa Bai (s¨ª al futuro, en euskera) que encabez¨® Uxue Barkos.
Nos domina la pol¨ªtica, pero creemos poco en ella. ?Habr¨¢ pol¨ªtica y pol¨ªticos en el siglo XXII? ?C¨®mo ser¨¢ la organizaci¨®n social? El gran riesgo que corremos, con esta inercia en la que ahora estamos, es que la pol¨ªtica llegue a ser algo irrelevante. Esa es la gran amenaza. Es decir, que las cosas se autoorganicen sin ninguna intervenci¨®n expresa intencional de los seres humanos. Y el gran desaf¨ªo es c¨®mo conseguimos que la pol¨ªtica pase de una l¨®gica de la reparaci¨®n a una l¨®gica de la intervenci¨®n, incluso de la anticipaci¨®n. Eso en estos momentos resulta muy dif¨ªcil porque las cosas van a gran velocidad. Yo creo que la aceleraci¨®n en la que vivimos en el mundo contempor¨¢neo nos est¨¢ llevando a un sistema en el cual estamos muy poco en el presente. Eso que Paul Val¨¦ry llamaba el r¨¦gimen de sustituciones r¨¢pidas. Est¨¢s muy poco tiempo en el presente porque las cosas se vuelven obsoletas enseguida. La l¨®gica de la moda ha invadido la l¨®gica pol¨ªtica y lo que tenemos son productos de temporada. Por tanto, tambi¨¦n los tiempos de la decepci¨®n pol¨ªtica se han acelerado dram¨¢ticamente. El tiempo que tarda alguien en decepcionarnos, el carisma en agotarse, la percepci¨®n de inutilidad, se reduce. Y eso nos conduce a una paradoja. Si yo pregunto a mi abuelo: ¡°?Qu¨¦ te evoca la palabra futuro?¡±, ¨¦l me dir¨¢ que una cosa muy alejada en el tiempo, seguramente unos cien a?os o algo as¨ª, el tiempo que usted me plantea. ?Pero qu¨¦ pasa hoy d¨ªa? Pues que la palabra ¡°futuro¡± nos evoca a algo inmediato, lo que tarda en caducar nuestro iPhone, un a?o y medio m¨¢s o menos. El futuro es 2016.
Pues no, yo le pregunto por el siglo XXII¡ Lo s¨¦, lo s¨¦. Yo preveo una evoluci¨®n de la humanidad positiva hacia f¨®rmulas de gobierno m¨¢s inteligentes y en las cuales haya una cooperaci¨®n entre quienes tienen que regular y quienes tienen que ser regulados. ?Por qu¨¦? Pues porque los riesgos a los que estamos abocados en materia financiera, en materia medioambiental, de intervenci¨®n gen¨¦tica, solamente se pueden arreglar o prevenir introduciendo el saber de los expertos, la legitimidad de los representantes pol¨ªticos y la opini¨®n de la gente. Y eso es lo que tenemos que conseguir. Al mismo tiempo yo creo que los partidos y los sindicatos tienen un gran problema¡
Ya nunca va a haber un poder absoluto, sino que estar¨¢ repartido¡±
M¨¢s de uno, dir¨ªa cualquier observador. Desde luego¡ Todas las instituciones que establecen una mediaci¨®n, me da igual que sean las escuelas, las religiones, los partidos, los sindicatos, los profesores, est¨¢n sometidas a una exigencia renovada de legitimaci¨®n, y toda mediaci¨®n que no aporte un valor nos la vamos a llevar por delante. En ese panorama, los partidos son una instituci¨®n muy pesada porque responden a lo que a m¨ª me gusta llamar la l¨®gica del contenedor. Es decir, la l¨®gica seg¨²n la cual los partidos no se limitaban a representar ciertos intereses, sino que, de alguna manera, los partidos cl¨¢sicos estructuraban sectores enteros de la sociedad y estabilizaban identidades sociales y pol¨ªticas. Los trabajadores votaban a la izquierda; los empresarios, a la derecha; los de aqu¨ª, al partido de aqu¨ª, etc¨¦tera. Bueno, en una democracia de partidos cl¨¢sica, esa democracia correspond¨ªa a una geograf¨ªa s¨®lida. Hoy lo que tenemos es m¨¢s bien un panorama difuso. [Zygmunt] Bauman dec¨ªa que l¨ªquido, yo m¨¢s bien creo que es gaseoso, el mundo en que estamos es m¨¢s bien un mundo gaseoso. Y esta fluidificaci¨®n o este estado gaseoso del mundo afectan a los electores y a las organizaciones.
?Y c¨®mo puede uno enfrentarse a lo gaseoso, tan difuso como indica su propio nombre? Dice usted que afecta a ambas partes¡ Desde luego. A los electores, en la medida en que les hace muy imprevisibles. Lo hemos visto en Espa?a en las ¨²ltimas elecciones. El porcentaje de indecisos en el ¨²ltimo momento ha sido alt¨ªsimo. Pero es una caracter¨ªstica general de las democracias occidentales. Lo digo tambi¨¦n para que comprendamos la dif¨ªcil tarea de los partidos en el mundo actual. Interpretar lo que quiere la gente no es tan f¨¢cil como algunos dicen. En este estado gaseoso, por ejemplo, se ha debilitado enormemente la idea de programa electoral. ?Qu¨¦ sentido tiene un programa electoral cuando el mundo cambia a una enorme velocidad, y los compromisos que un partido puede adquirir chocan con la realidad de la imprevisi¨®n, del futuro, de que realmente no sabemos lo que va a pasar en cuatro a?os?
Y a¨²n ser¨¢ m¨¢s complicado si ese poder hay que compartirlo con otras fuerzas, como en un Gobierno de coalici¨®n o, por lo menos, sin mayor¨ªas absolutas. Es que ya nunca va a haber un poder absoluto. El poder cada vez est¨¢ m¨¢s repartido. El poder se ha transformado, se ha horizontalizado, si se me permite la expresi¨®n, y constituye un modo de poder pol¨ªtico que ha venido para quedarse. Absolutamente. Esa es otra de las caracter¨ªsticas evidentes de ese mundo gaseoso del que antes habl¨¢bamos. Ese fen¨®meno de dispersi¨®n ya se da ahora, pero se ver¨¢ mucho m¨¢s agudizado dentro de cien a?os. Por tanto, ?qu¨¦ racionalidad estrat¨¦gica pueden tener las instituciones, los partidos, los sindicatos u otras organizaciones cuando el mundo se ha vuelto tan imprevisible? El gran desaf¨ªo de la pol¨ªtica es desarrollar una racionalidad estrat¨¦gica que no sea dogm¨¢tica, que no choque con la evoluci¨®n de una sociedad que va a velocidad acelerada.
?Y qu¨¦ se puede hacer frente a este v¨¦rtigo? Pues, entre otras cosas, no disolver la pol¨ªtica en una amalgama de partidos instant¨¢neos o en esa fugacidad y ese carrusel de promesas imposibles de cumplir en el que se ha convertido la pol¨ªtica hoy d¨ªa. En estos momentos, el eje dominante es el de lo nuevo y lo viejo frente a otros ejes a los que est¨¢bamos acostumbrados. Yo creo que para los partidos y las organizaciones, el gran desaf¨ªo que se plantea es c¨®mo actuar en entornos que ya no est¨¢n regidos por la l¨®gica de la f¨¢brica fordista. Hay que desarrollar una inteligencia adaptativa, recomponer su capacidad de representar y gobernar en una sociedad que se ha vuelto m¨¢s exigente, que controla m¨¢s celosamente las delegaciones de autoridad. Eso es un gran desaf¨ªo, eso es una enorme dificultad.
Y de acuerdo con todo eso, ?en 2150 vamos a tener unos partidos m¨¢s d¨¦biles, m¨¢s fuertes o quiz¨¢ ocurra que ya no existan los partidos pol¨ªticos? ?Y los sindicatos? Habr¨¢ partidos.
?Pero c¨®mo? Yo creo que los partidos tienen mucho que decir en cuanto a la clarificaci¨®n de las opciones y como lugar de formaci¨®n y participaci¨®n. Tambi¨¦n en el control de los electos, por supuesto. Otra cosa es que lo est¨¦n haciendo bastante mal, y probablemente los sindicatos tambi¨¦n. ?Pero hay algo peor que malos sindicatos? S¨ª, un mundo sin sindicatos. ?Hay algo peor que malos partidos? S¨ª, un mundo sin partidos.
?Y se llamar¨¢n partidos pol¨ªticos? Seguramente les llamaremos de otra manera, aunque no estoy tan seguro. De hecho, me acuerdo cuando una vez en la escuela de verano del Partido Democr¨¢tico Italiano, Luigi Bersani, que entonces era su secretario general, me dijo que ¨¦l se empe?¨® mucho en que el Partido Democr¨¢tico se llamara partido. Italia en ese momento estaba llena de olivos, margaritas, Forza Italia. Bersani insisti¨®: ¡°Vamos a llamarnos partido¡±. Y tuvo una gran oposici¨®n.
Tambi¨¦n en Espa?a¡ Exacto. Los dos partidos emergentes en Espa?a no se llaman partidos. Han preferido Podemos, Ciudadanos o las plataformas electorales de nombres variados. Han omitido el nombre de partido, pero, si me puedo poner un poco a contracorriente de la ola que tenemos, creo que la palabra ¡°partido¡± es muy precisa, implica entre otras cosas aceptar que la representaci¨®n de la gente es plural y que nadie la representa en su totalidad. Somos una parte, es una parte.
?Y Parlamentos? Al comienzo dec¨ªa usted que¡ Los Parlamentos tienen una gran dificultad, y es que tal y como existen en las democracias contempor¨¢neas son una instituci¨®n que requiere el espacio lento de la deliberaci¨®n pol¨ªtica. Pero el actual tiempo r¨¢pido de los cambios sociales se escapa completamente de ese tiempo lento de la deliberaci¨®n. En estos momentos, pensar que los Parlamentos controlan a los Gobiernos es un anacronismo. Los Gobiernos controlan a los Parlamentos. Es decir, se cumple el principio de Gregory Bateson de si la calefacci¨®n regula el termostato o el termostato regula la calefacci¨®n. M¨¢s que por los Parlamentos, creo que esa funci¨®n de control pol¨ªtico la ejercer¨¢n en el futuro una multitud de foros, de espacios de debate, espacios deliberativos h¨ªbridos, en los que se realice una cierta parlamentarizaci¨®n, pero m¨¢s informal, de las decisiones colectivas. Estoy pensando en las comisiones, en los foros, en los comit¨¦s de expertos, desde los espacios locales, municipales, hasta el Comit¨¦ de Basilea, donde se toman las grandes decisiones de la regulaci¨®n financiera. Lo que s¨ª deber¨ªa preocuparnos, y hay que evitarlo a toda costa, es que desaparezca esta funci¨®n de control, que se hurten a la discusi¨®n p¨²blica decisiones fundamentales que afectan profundamente a la vida de los ciudadanos.
?Y ser¨¢ posible controlar otro tipo de decisiones, como las econ¨®micas y financieras? Pues yo creo que el gran desaf¨ªo que tenemos para el siglo XXII es c¨®mo conseguimos que el sistema pol¨ªtico sea m¨¢s inteligente que aquello que tiene que regular. Me explico: mientras el sistema econ¨®mico financiero, por ejemplo, sea m¨¢s inteligente, es decir, m¨¢s flexible, m¨¢s adaptativo, m¨¢s r¨¢pido, m¨¢s innovador que el sistema pol¨ªtico con toda su lentitud y su pesadez, se escapar¨¢ de la legitimaci¨®n colectiva de las decisiones.
Y en el futuro, esos foros¡ Tendr¨¢n todav¨ªa m¨¢s presencia. Mucha m¨¢s, por supuesto. El problema que tendremos entonces ser¨¢ c¨®mo resolver la agregaci¨®n de todas esas presiones colectivas. La reinvenci¨®n de la pol¨ªtica tiene que ser eso. Una agregaci¨®n sin ninguna l¨®gica, sin ning¨²n criterio de legitimaci¨®n, puede producir en la interacci¨®n resultados muy poco deseables.
Esta frase es suya: ¡°Lejos de convertir la pol¨ªtica en un anacronismo, la t¨¦cnica (mejor dicho, sus fracasos sonados o sus riesgos potenciales) ha reforzado el prestigio de la pol¨ªtica¡±. Es de hace alg¨²n tiempo, s¨ª¡ Mi hip¨®tesis es la siguiente. Situ¨¦monos en los a?os sesenta. En aquella ¨¦poca, a derecha e izquierda, se pensaba que la pol¨ªtica iba a ser completamente sustituida por la t¨¦cnica. Unos lo entend¨ªan en un sentido amenazante; otros, en un sentido esperanzador. Era el momento de los tecn¨®cratas, pero tambi¨¦n era el momento de la planificaci¨®n tipo sovi¨¦tico, todos los instrumentos de gesti¨®n p¨²blica que nos promet¨ªan un mundo indiscutible de hecho, de fantas¨ªas, de tecnolog¨ªas que resolv¨ªan problemas pol¨ªticos. Como consecuencia de todo ello, fue un momento de gran despolitizaci¨®n que coincidi¨® con la Guerra Fr¨ªa. Y yo creo que gener¨® una ilusi¨®n de politizaci¨®n de la sociedad que no era verdad. La sociedad estaba profundamente despolitizada porque estaba convencida de que la t¨¦cnica iba a ser, iba a convertir la discusi¨®n pol¨ªtica en algo superado. ?Qu¨¦ es lo que tenemos hoy d¨ªa? Hoy lo que tenemos es un mont¨®n de tecnolog¨ªas que han fracasado, que no han sido exitosas y respecto de las cuales la pol¨ªtica trata de reparar los da?os. La imagen de Barack Obama en el golfo de M¨¦xico tras el terrible vertido de petr¨®leo de BP de 2010 ilustra a la perfecci¨®n el momento del mundo en el que estamos ahora. Ese cambio de aguja de la historia me parece extraordinario y muy ilustrativo, porque se?ala que en estos momentos la pol¨ªtica es la ¨²nica instancia posible, muy d¨¦bil desgraciadamente, pero es la ¨²nica instancia posible, para reparar, prevenir, anticiparse frente a las cat¨¢strofes de la tecnolog¨ªa financiera, energ¨¦tica, etc¨¦tera.
?Se mantendr¨¢n los ejes izquierda-derecha? S¨ª. Pero habr¨¢ m¨¢s ejes. El eje izquierda-derecha ha tenido una preponderancia exagerada en la configuraci¨®n del antagonismo democr¨¢tico y ya comienzan a hacerse visibles otros ejes que complican el panorama. Por ejemplo, el eje razones tecnol¨®gicas y razones democr¨¢ticas o, si se quiere, el eje definido en sus sistemas por tecnocracia y populismo. Que es un eje que no coincide exactamente con el de izquierda-derecha, sino que tiene otra inclinaci¨®n. Y que permite variaciones; por ejemplo, hay tecnocracia de derechas y tecnocracia de izquierda, populismo de izquierdas y populismo de derechas. Existir¨¢ tambi¨¦n el eje definido por las identificaciones nacionales, sobre todo en Estados compuestos, como es el caso del Estado espa?ol. Y existir¨¢ tambi¨¦n otro eje que hemos visto ahora en Espa?a irrumpir de una manera muy particular entre lo nuevo y lo viejo. Entonces mi hip¨®tesis es que va a haber una multitud de ejes de identificaci¨®n¡
Daniel Innerarity
Bilbao, 1959. Es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Pol¨ªtica y Social, investigador en la Universidad del Pa¨ªs Vasco y director de su Instituto de Gobernanza Democr¨¢tica. Profesor invitado, entre otras universidades, en la Sorbona (Paris I), en el Robert Schuman Centre for Advanced Studies del Instituto Europeo de Florencia o en la London School of Economics and Political Science. Es director de estudios asociado de la Maison des Sciences de l'Homme, en Par¨ªs, y titular de la c¨¢tedra Davis en la Universidad de Georgetown. Varios de sus libros han sido premiados en Espa?a y traducidos en Francia, Reino Unido, Portugal, EE UU, Italia y Canad¨¢. En Galaxia Gutenberg publica ahora La pol¨ªtica en tiempos de indignaci¨®n.
?Se da usted cuenta de que est¨¢ diciendo que la pol¨ªtica ser¨¢ mucho m¨¢s complicada? Es que las sociedades cada vez son, y ser¨¢n, m¨¢s complejas. ?C¨®mo es esa canci¨®n de Leonard Cohen que dice: ¡°Qu¨¦ grande era el mundo cuando no hab¨ªa espacio sin izquierda y derecha¡±? Era una gran simplificaci¨®n. Y es que la manera que tenemos los seres humanos de orientarnos en el mundo es simplificando la realidad. Pero la realidad resiste poco esa simplificaci¨®n y enseguida protesta y as¨ª intervienen otros factores, ?no? Las democracias se mejoran haci¨¦ndolas m¨¢s complejas, no simplific¨¢ndolas.
?Y dentro de un siglo seguir¨¢ igual de vivo el debate entre igualdad y libertad? Sin duda ese ser¨¢ uno de los grandes debates, con el agravante de que esa cuesti¨®n la hab¨ªamos domesticado en el seno de los Estados nacionales e incluso hab¨ªamos conseguido el llamado compromiso social democr¨¢tico a partir del cual surgieron los dos grandes partidos de la posguerra. Ahora mismo la igualdad y la desigualdad son categor¨ªas globales. La gente no se est¨¢ comparando con sus vecinos y con sus compatriotas. Se est¨¢ comparando con las oportunidades que ve en lugares muy remotos del mundo a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n. Con lo cual las categor¨ªas de comparaci¨®n son mucho m¨¢s amplias.
?Encontraremos la soluci¨®n? ?Cu¨¢nto habremos avanzado en el siglo XXII para lograr unas sociedades con una mejor distribuci¨®n de la riqueza? Ahora mismo es una fuente de inestabilidad brutal. Por ejemplo, con la inmigraci¨®n. Nos hemos hecho la ilusi¨®n de que es un fen¨®meno que se puede detener con muros y verjas, y la inmigraci¨®n solo se detiene equilibrando espacios en los que no haya tantas altas y bajas presiones, porque esto es un fen¨®meno meteorol¨®gico. Es pura f¨ªsica. La tremenda desigualdad que vivimos va a producir una serie de reacciones inevitables si no logramos acabar con ella.
?Habr¨¢ fronteras, habr¨¢ muros? Que no es lo mismo¡ Por supuesto que no es lo mismo. Habr¨¢ fronteras, pero no muros, porque la frontera es un espacio de delimitaci¨®n que no cierra. Es un espacio de comunicaci¨®n que permite el paso y que no estigmatiza necesariamente al for¨¢neo. Pero no habr¨¢ muros porque se habr¨¢ hecho patente su inutilidad. Los muros solo sirven para reconfortar ilusoriamente a una poblaci¨®n que tiene miedo.
?C¨®mo ser¨¢ la inmigraci¨®n en el siglo XXII? Porque a esas alturas ya estaremos todos muy mezclados¡ Ya lo estamos. Ahora mismo las poblaciones mestizas son m¨¢s numerosas que las poblaciones mono¨¦tnicas. La mayor parte de la gente es pluriling¨¹e en el mundo. Lo que es una rareza es el monoling¨¹ismo. Estoy encantado de vivir en una sociedad biling¨¹e, incluso pluriling¨¹e, y ojal¨¢ eso sea una realidad. Dentro de unos a?os pensaremos en el monoling¨¹ismo y la etnicidad cerrada como una rareza. Lo cual no nos impedir¨¢ valorar una lengua propia y unas costumbres y unas tradiciones. Pero las entenderemos dentro del contexto de flujos y de contaminaciones. De hecho, si examinamos la mayor parte de nuestras costumbres, tienen un origen for¨¢neo. Hay cantidad de costumbres que nos parecen el colmo de lo aut¨¦ntico de nuestra cultura, y a veces es rotundamente falso. La trikitixa en el Pa¨ªs Vasco, por ejemplo, que es una especie de acorde¨®n peque?o que todos asociamos con lo m¨¢s t¨ªpico nuestro, lleg¨® con los tiroleses que en el siglo XIX vinieron a construir el ferrocarril y tocaban un instrumento que sonaba muy raro y que los habitantes de aquel mundo rural vasco llamaban infernuko soinua, el sonido del infierno. Pues hoy d¨ªa nos parece que es una cosa de toda la vida¡
?Hay algo peor que malos partidos? S¨ª, un mundo sin partidos¡±
?Tendremos una gobernanza mundial? ?Necesitaremos una ONU? Lo que Ulrich Beck llamaba la sociedad del riesgo es una sociedad que presiona hacia la cooperaci¨®n. Nos est¨¢ obligando a cooperar, y esto significa que tenemos que entender la nueva gram¨¢tica de los bienes comunes cuando venimos de una vieja gram¨¢tica de los bienes privados o de los bienes estatalmente articulados, gestionados y defendidos. Estamos m¨¢s bien acostumbrados a relaciones de fuerza no cooperativa. ?C¨®mo pasamos de una gram¨¢tica a otra? Pues nuestra manera de pensar m¨¢s habitual es trasladar las categor¨ªas del Estado-naci¨®n al plano global. Eso no va a funcionar nunca. Lo que habr¨¢, creo yo, ser¨¢n m¨²ltiples instituciones regionales que actuar¨¢n aut¨®nomamente para resolver problemas comunes. Por simplificar las cosas, iremos a una multiplicaci¨®n de espacios de cooperaci¨®n intensa del estilo de la Uni¨®n Europea. La UE es el experimento pol¨ªtico m¨¢s interesante de los ¨²ltimos a?os. No hay ning¨²n precedente en la historia de la humanidad de unos Estados soberanos que renuncian a una parte de su soberan¨ªa para dotarse de una institucionalizaci¨®n com¨²n. As¨ª que no habr¨¢ Gobierno mundial, sino m¨¢s bien un sistema de gobernanza formado por acuerdos regulatorios, institucionalizados por procedimientos que exijan determinadas conductas a quienes forman parte de ellos sin la presencia de Constituciones escritas o de poder material. Esta yo creo que va a ser la gran innovaci¨®n, un sistema complejo que tenga la capacidad de que se hagan ciertas cosas sin la capacidad de ordenarlo. Ya s¨¦ que es una paradoja. No habr¨¢ una autoridad en el sentido estatal de la palabra, soberana, pero habr¨¢ ciertas capacidades a trav¨¦s de incentivos, saber experto compartido, identificaci¨®n de bienes comunes, que de alguna forma obligar¨¢n a los agentes pol¨ªticos.
?Y qu¨¦ ser¨¢ de los nacionalismos? Hay dos tipos de nacionalismos que requieren una cierta explicaci¨®n. Por un lado, los nacionalismos de las naciones-Estado: Alemania, que mira solo sus intereses; Espa?a, que rechaza la cuota de migraci¨®n; Francia con Jean-Marie Le Pen. Pero yo creo que el rechazo de los Estados nacionales de avanzar en la integraci¨®n que se da en Europa en estos momentos responde m¨¢s a que las poblaciones se sienten socialmente desprotegidas que a una l¨®gica nacional. Y todav¨ªa identificamos, excesivamente a mi juicio, los espacios nacionales con el lugar de la protecci¨®n. A m¨ª me parece que en este mundo, las naciones sin Estado, las regiones, las ciudades, esos espacios de entre unos seis y diez millones de habitantes que pueden ser Baviera, Catalu?a, Pa¨ªs Vasco o Escocia, lo que tienen que desarrollar es una inteligencia adaptativa y aprender mucho con mayor rapidez.
?Qu¨¦ idea del progreso tendremos en el siglo XXII, una vez vistos los adelantos que hoy ya nos asegura la ciencia? Tendremos progresos, pensaremos m¨¢s en progresos que en progreso. El progreso era una enorme simplificaci¨®n que establec¨ªa un eje en virtud del cual orden¨¢bamos el mundo en una l¨ªnea en la cual en un extremo estaban los progresistas y en otro los reaccionarios, y en estos momentos no es exactamente as¨ª. No porque no haya progresistas y reaccionarios, sino porque hay muchas m¨¢s cosas. Pensemos que cierta derecha es m¨¢s modernizadora que cierta izquierda que tiene un lenguaje e incluso unas actitudes tremendamente conservadoras. Esto ha complicado mucho el panorama. Probablemente declinemos la palabra ¡°progreso¡± en plural. Y entenderemos que puede haber progreso en lo econ¨®mico pero que haya retroceso en lo social, que puede existir un progreso tecnol¨®gico que implique un retroceso en cuanto a los valores ¨¦ticos¡ Tendremos que hacer un sudoku de esas l¨ªneas. Cada civilizaci¨®n, cada sociedad democr¨¢tica, acertar¨¢ si sabe hacer la s¨ªntesis adecuada. Solo quienes sepan resolver ese juego tendr¨¢n su lugar en la pol¨ªtica del siglo XXII.
elpaissemanal@elpais.es
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