Tolerar lo ilegal
El dise?o de nuestra econom¨ªa ha sido masacrado por los abusos
Los espa?oles cometemos un pecado sectorial, entre algunos otros m¨¢s veniales. Solemos mirar con desprecio los problemas de profesiones ajenas a la propia y as¨ª las reivindicaciones laborales solo nos parecen justas cuando son las nuestras. En la reciente guerra de los precios de la leche, muchos espa?oles se han encogido de hombros ante las angustias de nuestros vaqueros y han mirado hacia otro lado. La leche ha sido uno de esos productos que han completado un panorama perfecto de c¨®mo funciona la econom¨ªa irracional en la que estamos enfangados. Mientras nuestros medios de comunicaci¨®n se rinden admirativos ante las grandes corporaciones que manejan el comercio en la Red, sin reparar en sus trampas fiscales y el da?o irremediable a la creaci¨®n de empleo, la batalla de la leche sonaba a antiguo. La denuncia de los productores, acosados por unos precios de adquisici¨®n intolerables, sonaba solo a reclamaci¨®n de mayores subvenciones.
Por eso quiz¨¢ sea bueno detenerse un instante en el informe de la Comisi¨®n Nacional de los Mercados y de la Competencia en el que se avala la pr¨¢ctica comercial de la venta a p¨¦rdida en el sector alimentario. Seg¨²n el organismo supervisor, en determinadas ocasiones esta pr¨¢ctica apoya la competitividad. La venta a p¨¦rdidas es un mecanismo para reventar a la competencia y su ¨²nica estrategia se cifra en el tiempo. Quien es poderoso puede soportar un periodo de p¨¦rdidas si el beneficio de esta acci¨®n se resume en hacer descarrilar al vecino. Se trata de generar una presi¨®n comercial de tal calibre que la ¨²nica perspectiva del rival sea aguantar tambi¨¦n las p¨¦rdidas o finalmente cerrar por fuga de clientela. Porque hay clientes que prefieren pagar m¨¢s por un producto en raz¨®n de la fidelidad a un local e incluso hay algunos que ante una mercanc¨ªa puesta a disposici¨®n gratis siguen insistiendo en comprarla a su proveedor habitual, pero van quedando pocos.
Gracias a esa venta a p¨¦rdidas hemos visto cerrar peque?as tiendas de fabricaci¨®n cuidadosa y someter al campo a una ley salvaje donde solo se pod¨ªa sobrevivir con trampas. El comercio particular ha sido incapaz de soportar la presi¨®n de los gigantes de la distribuci¨®n. El dise?o de nuestra econom¨ªa ha sido masacrado por los abusos y frente a los pa¨ªses que mejor disciplinan el libre mercado con las regulaciones imprescindibles para que sea de verdad libre, nosotros hemos sido unos alumnos vagos y corruptos, convencidos de que la protecci¨®n es un delirio antimoderno y que cualquier sector profesional distinto al nuestro no merece ni un gui?o de solidaridad.
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