Casas que devuelven la dignidad
El proyecto H¨¢bitat, que combate la exclusi¨®n de sin techo ofreci¨¦ndoles una vivienda, hace balance de su primer a?o de implantaci¨®n en Espa?a
Son las personas que est¨¢n peor. 38 hombres y mujeres que hab¨ªan olvidado la palabra casa. Llevaban a?os en la calle hasta que, al menos por una vez, tuvieron un golpe de fortuna. As¨ª consiguieron un sitio donde vivir. Entraron en el programa H¨¢bitat, una iniciativa de RAIS Fundaci¨®n que sigue la filosof¨ªa del Housing First (primero la vivienda). Este modelo naci¨® en EE UU para atender a las personas sin hogar con la idea de evitar un interminable paso por albergues, centros de acogida, comedores sociales¡ En su lugar, se les ofrec¨ªa de arranque una vivienda. Los primeros experimentos funcionaron y muchos pa¨ªses europeos implantaron programas similares. En Espa?a acaba de cumplir un a?o con un balance esperanzador: todos los participantes han conservado su nuevo techo. Algunos relatan lo que es volver a sentir cuatro paredes como propias en el v¨ªdeo superior, un fragmento de uno m¨¢s extenso preparado para el aniversario.
¡°Son las personas con m¨¢s a?os en la calle y con m¨¢s problemas¡ a quienes ve¨ªas tirados en la Gran V¨ªa entre cartones¡±, explica Jos¨¦ Manuel Caballol, director general de RAIS (Red de Apoyo a la Integraci¨®n Sociolaboral). La fundaci¨®n pidi¨® a instituciones que atend¨ªan a gente sin techo que les enviaran a personas con m¨¢s de 3 a?os en la calle y problemas de salud mental, discapacidades o adicciones. A quienes llegaron les explicaron las condiciones: visita semanal de un trabajador social, aportar el 30% de sus gastos mensuales si se dispone de alg¨²n ingreso y respetar las normas de convivencia (¡°en eso no hemos tenido ning¨²n problema con nadie¡±, precisa Caballol al tel¨¦fono). Solo dos personas se negaron a participar. Entre el resto, se hizo un sorteo: 38 entraron en el programa H¨¢bitat y los 62 restantes se quedaron con la asistencia tradicional. Peri¨®dicamente se eval¨²a ambos grupos para ver las diferencias entre ellos.
Tras 12 meses de funcionamiento, desde RAIS Fundaci¨®n aseguran que su modelo es eficaz y adem¨¢s eficiente. Cada plaza en el programa H¨¢bitat cuesta 34 euros al d¨ªa, similar a lo que cuestan los albergues, aunque Caballol reconoce que es muy dif¨ªcil calcular esto ¨²ltimo por las diferencias que hay de unos sitios a otros: ¡°Nosotros por ejemplo gestionamos un albergue en Madrid que cuesta alrededor de 50 euros por plaza y d¨ªa¡±. Con todo, asegura el director de la entidad de iniciativa social, ¡°el mayor ahorro viene por la v¨ªa de los recursos sanitarios¡±. Mejor estar domiciliado e ir al m¨¦dico que vivir en la calle e ir a Urgencias. En Francia, por ejemplo, el programa han reducido los ingresos psiqui¨¢tricos a la mitad en cinco a?os. Un ejemplo es Libia, una de los protagonistas del v¨ªdeo, quien recuerda como agua pasada sus frecuentes visitas al hospital: ¡°Desde que tengo piso no he estado ning¨²n d¨ªa¡±.
Ante tanta ventaja, ?por qu¨¦ no se adopta el modelo m¨¢s r¨¢pido? ¡°La red de recursos est¨¢ montada de una determinada manera ¨Cresponde Caballol- pero las Administraciones no se resisten a adoptarlo, lo est¨¢n mirando con inter¨¦s¡±. M¨¢s del 90% de la financiaci¨®n es p¨²blica, principalmente al Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y a los tres Ayuntamientos implicados (Madrid, Barcelona y M¨¢laga).
El director general de RAIS conf¨ªa en el futuro del proyecto y se?ala como reto inmediato gestionar 100 viviendas y extenderse a Valencia, Sevilla o Zaragoza. Su propuesta no es un jaque a los albergues actuales porque ¡°ambos sistemas pueden coexistir¡±. Y pese a que comparten por ejemplo que la vivienda es un derecho, deja claro que su caso diferente a los desahucios. ¡°No es una buena pol¨ªtica sacar a la gente de sus casas porque eso supone m¨¢s gasto y yo creo que hasta las Administraciones y los bancos lo est¨¢n viendo ¨Cse?ala- pero nosotros no estamos dentro del debate general sobre vivienda en Espa?a porque esto es para gente que est¨¢ muy muy mal¡±. Algo s¨ª, asegura, como un enfermo terminal al que ser¨ªa inhumano dejar tirado a las puertas de un hospital. En la calle.
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