La pol¨ªtica de la queja
En Catalu?a, el victimismo es utilizado como una argucia del poder no solo para no hacerse cargo de sus propios actos, sino para endos¨¢rselos, en caso de que hayan generado efectos negativos, a otro u otros
Podr¨ªa ser una vi?eta de El Roto. En la esquina de arriba, un representante del poder, un tipo grande y gordo, se dirige, amenazador, a un hombrecillo que desde el rinc¨®n inferior del cuadro no se atreve, atemorizado, a abrir la boca: ¡°?que te calles!, ?te tengo dicho que no quiero ni o¨ªr hablar de la espiral del silencio!¡±, le increpa a voces. Podr¨ªa ser una vi?eta humor¨ªstica, pero desgraciadamente tambi¨¦n es real. Quienes han mencionado, con esa misma o con otra expresi¨®n, la existencia de una intimidaci¨®n a quien discrepa de las ideas hegem¨®nicas hoy en el espacio p¨²blico catal¨¢n, se ha encontrado, de inmediato, con toda la artiller¨ªa del oficialismo (desde los desmentidos sin contenido alguno a las burlas, pasando por las insidias ad hominem).
De un tiempo a esta parte, no obstante, se ha a?adido a ese tipo de argumentos otro, que se pretende m¨¢s elaborado. Es el que se podr¨ªa sintetizar en la afirmaci¨®n de que el victimismo ha cambiado de bando. Ahora, razonar¨ªan los ide¨®logos del nuevo t¨®pico, los antiguos victimistas habr¨ªan abandonado su antigua condici¨®n de adictos al agravio para mutar en esperanzados ciudadanos que, llenos de alegr¨ªa, habr¨ªan rechazado continuar anclados en la negatividad y habr¨ªan emprendido, decididos, el camino hacia la felicidad colectiva representada por la independencia.
Otros art¨ªculos del autor
El lugar que ellos hab¨ªan dejado vacante lo habr¨ªan ocupado los antiguos autores de los agravios, que, siempre seg¨²n este peculiar razonamiento, se estar¨ªan dedicando ahora a aparecer, de manera interesada, como las nuevas v¨ªctimas. En consecuencia, cualquiera de las cr¨ªticas que estos victimistas sobrevenidos pudieran formular al poder soberanista, incluida la de la intimidaci¨®n, deber¨ªan entenderse bajo esta clave, a medio camino entre el oportunismo y la psicopatolog¨ªa del que tiene mal perder o vive atenazado por la man¨ªa persecutoria.
Dejemos al margen que tales argumentaciones en ocasiones parezcan m¨¢s pr¨®ximas a la autoayuda que a una teorizaci¨®n de la presunta utop¨ªa disponible, con ese empe?o en considerar la alegr¨ªa y la felicidad que exudan las personas reunidas en grandes concentraciones de masas como un valor pol¨ªtico fuera de toda duda (por cierto, ?qui¨¦n dijo lo de la ¡°Espa?a alegre y faldicorta¡±?), o como si la b¨²squeda de ese estado de ¨¢nimo que en la jerga autoayudesca se denomina ¡°positividad¡± constituyera un fin ¨²ltimo indiscutible.
Durante los a?os de Pujol la gran ausente de la esfera p¨²blica fue la cr¨ªtica pol¨ªtica
Pero lo criticable del victimismo como actitud pol¨ªtica no es tanto que quien se presenta como v¨ªctima exagere los agravios de los que es objeto, o incluso se los invente para obtener un r¨¦dito electoral. El victimista se define por el hecho de que sistem¨¢ticamente, ocurra lo que ocurra, se coloca en el lugar de la v¨ªctima, lo que deja fuera de la definici¨®n a quien se lamenta o protesta por un particular da?o recibido. Desde esta perspectiva, lo aut¨¦nticamente grave es lo que escamotea la permanente instalaci¨®n del victimista en la queja o, si lo prefieren, lo que esconde el constante alarde de la condici¨®n de v¨ªctima, que no es otra cosa que la asunci¨®n de responsabilidades.
Pero si esta es la naturaleza profunda del victimismo, entonces habr¨¢ que decir que la cr¨ªtica a la actitud victimista tendr¨¢ desigual importancia, seg¨²n los casos, resultando en alguno de ellos particularmente necesaria y justa. ?En cu¨¢les? En aqu¨¦llos en los que el victimismo es utilizado como una argucia del poder no solo para no hacerse cargo de sus propios actos, sino para endos¨¢rselos, en caso de que hayan generado efectos negativos, a otro u otros.
Eso es precisamente lo que busc¨® el nacionalismo catal¨¢n durante la larga etapa de gobiernos de Jordi Pujol. La gran ausente de la esfera p¨²blica catalana a lo largo de aquellos a?os fue la cr¨ªtica pol¨ªtica, sustituida de manera sistem¨¢tica por un pseudodebate respecto a qu¨¦ formaci¨®n o partido estaba en mejores condiciones de negociar con (o plantar cara a, el lenguaje depend¨ªa del momento) Madrid, como si dentro de Catalu?a no hubiera nada que criticar o lo que hubiera fuera en ¨²ltimo t¨¦rmino responsabilidad del gobierno central siempre. En todo caso, no puede decirse que la asunci¨®n de responsabilidad, en su variante de rendici¨®n de cuentas, haya hecho mayor acto de presencia en la segunda etapa en el poder del nacionalismo, ahora reconvertido al independentismo. A fin de cuentas, si algo qued¨® claro en la campa?a electoral del pasado 27-S es que Artur Mas no estaba dispuesto a hacerse cargo de la gesti¨®n de su propio gobierno en la anterior legislatura.
El discurso soberanista se ha empe?ado en empujar hacia el silencio al discrepante interior
?A qu¨¦ viene entonces que quienes todav¨ªa no han conseguido sacudirse el victimismo (y si hicieran falta pruebas complementarias, bastar¨ªa con recordar la sobreactuada reacci¨®n de los soberanistas tras conocerse recientemente la imputaci¨®n de Artur Mas) pretendan proyectar la actitud victimista sobre el adversario? Es probable que dicha proyecci¨®n constituya la ¨²ltima vuelta de tuerca de un discurso soberanista empe?ado en empujar hacia el silencio al discrepante interior con diferentes argumentaciones, todas por completo descalificadoras, desde las morales (¡°a partir de ahora, de moral solo hablaremos nosotros¡±, ?recuerdan?), a las econ¨®micas (ese ¡°Espa?a nos roba¡± que situaba autom¨¢ticamente en el bando de los simpatizantes, si no c¨®mplices, con los ladrones a cualquier que osara cuestionar la gesti¨®n de los recursos p¨²blicos que hac¨ªa el nacionalismo), pasando por las pol¨ªticas (¡°en estas elecciones no hay m¨¢s opci¨®n que la independencia o la extrema derecha¡±: palabras recientes de Artur Mas en la ¨²ltima campa?a que consagraban la etiqueta habitual de facha que en Catalu?a se le coloca por menos de nada a cualquiera que no comulgue con el soberanismo). Descalificado de esta manera rotunda y absoluta el discrepante, ?que pod¨ªa resultar m¨¢s f¨¢cil que desactivar la importancia de todas sus quejas tipific¨¢ndolas como un ejercicio de victimismo?
Pero considerar victimista a cualquier v¨ªctima, sin introducir ning¨²n criterio para distinguir quien incurre en dicha actitud para escapar de sus responsabilidades y quien denuncia, cargado de justicia y raz¨®n, el da?o del que es objeto, acaba siendo un argumento que solo puede resultar de utilidad al poderoso, cuyos posibles errores, arbitrariedades o tropel¨ªas, podr¨ªan quedar sistem¨¢ticamente neutralizados a base de endosar la etiqueta de victimista a quien protestara por haberlas padecido. Piensen ustedes en las im¨¢genes de los mayores horrores de los ¨²ltimos tiempos, a esas expresiones de dolor y sufrimiento que m¨¢s les puedan haber impactado. ?Conciben mayor cinismo que el de que, en una situaci¨®n as¨ª, los causantes de tanto da?o le espetaran a sus v¨ªctimas un ¡°venga, hombre, no me seas victimista¡±? Pues a la escala que sea, apliquen ese mismo razonamiento y extraigan las conclusiones correspondientes.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Contempor¨¢nea en la Universidad de Barcelona.
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