La realidad est¨¢ en el ojo de quien mira
?Fue Enriqueta Mart¨ª un monstruo sanguinario o una v¨ªctima del sensacionalismo?
Siguiendo una investigaci¨®n sobre personas desaparecidas, me encuentro con el caso del secuestro de Teresita Guitart y con el personaje de Enriqueta Mart¨ª, su secuestradora. Apodada La Vampira del Raval, Enriqueta Mart¨ª fue acusada de secuestrar, prostituir y asesinar a ni?os para extraerles la sangre y el tu¨¦tano y elaborar con ellos ung¨¹entos m¨¢gicos para la eterna juventud. Corr¨ªa 1912 en Barcelona y el esc¨¢ndalo ¨Ccomo es de esperar¨C conmovi¨® a la sociedad catalana.
La informaci¨®n la extraigo de un documentado art¨ªculo (La vampira del carrer Ponent) del a?o 2006 en el que el periodista Pedro Costa aporta datos que parecen confirmar las acusaciones. Internet me permite a continuaci¨®n acceder a otro art¨ªculo del a?o 2014 (Enriqueta Mart¨ª, la vampira que no fue) firmado por la periodista N¨²ria Escur en el que la hip¨®tesis es diferente. Seg¨²n esta versi¨®n, no se trat¨® m¨¢s que del sensacionalismo period¨ªstico de la ¨¦poca, que gust¨® de convertir un simple secuestro en una versi¨®n local de Jack el Destripador. Enriqueta Mart¨ª no habr¨ªa sido m¨¢s que una pobre perturbada que, afectada por la muerte de su ¨²nico hijo, secuestr¨® a Teresita Guitart ¨Cla ni?a apareci¨® sana y salva a los pocos d¨ªas¨C y carg¨® por ello con la culpa de otros muchos secuestros y abusos de ni?os ocurridos por ese entonces.
Sigo indagando y descubro otras tantas voces que apuntan en una y otra direcci¨®n, adem¨¢s de los comentarios de los lectores que aportan sus propios argumentos. Internet pone de manifiesto la multitud de puntos de vista que puede haber sobre un mismo hecho.
Que la construcci¨®n de la realidad depende del punto de vista es algo que los escritores sabemos desde hace tiempo. La historia de un adulterio narrada por el amante o por el c¨®nyuge traicionado resulta radicalmente diferente. Madame Bovary contada por Charles Bovary ser¨ªa un libro muy distinto del que conocemos. Pero en ese caso estamos hablando de una ficci¨®n. ?Qu¨¦ pasa cuando nos trasladamos a la realidad, a la realidad tangible, esa que determina ¨Cpor ejemplo¨C la forma del mundo f¨ªsico?
Consulto con un amigo f¨ªsico y me explica que, atendiendo a los postulados de la f¨ªsica de part¨ªculas, no hay algo ah¨ª afuera a lo que podamos referirnos tan alegremente como la realidad, sino que lo que hay es un c¨²mulo de probabilidades que s¨®lo colapsa en una posibilidad concreta frente a la mirada concreta que un observador ponga en juego. Antes de que esa mirada entre en escena, la realidad, literalmente, no existe.
Manifiesto mis reparos ante semejante afirmaci¨®n y mi amigo me confirma que se han elaborado m¨¦todos para comprobar la presencia de una part¨ªcula ¨Cde una misma part¨ªcula¨C en varios sitios al mismo tiempo, de manera que si un observador declara haberla visto en el punto A y otro en el punto B, ninguno estar¨ªa mintiendo.
?D¨®nde est¨¢, pues, la realidad? ?Fue Enriqueta Mart¨ª un monstruo sanguinario o una v¨ªctima del sensacionalismo de la prensa? A m¨¢s de un siglo de distancia debemos conformarnos con los distintos puntos de vista a los que podamos acceder. Por lo pronto sabemos que muri¨® en la c¨¢rcel, apalizada por sus compa?eras reclusas o v¨ªctima de un c¨¢ncer de ¨²tero. Dependiendo de quien lo cuente, existen diferentes versiones al respecto.
elpaissemanal@elpais.es
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