?Tequila existe, carajo!
La localidad que produce el licor m¨¢s famoso de M¨¦xico fue invisible durante a?os. Hoy es un enclave abierto al turismo
Al pie de un volc¨¢n, un pueblecito ha estado durante a?os escondido entre carreteras secundarias que parec¨ªan desembocar en ninguna parte. Tequila, la localidad mexicana que produce la bebida, era m¨¢s una referencia mitol¨®gica que una coordenada exacta de Google Maps. De aqu¨ª part¨ªan cientos de camiones cargados de botellas con destino a cualquier lugar del mundo, pero regresaban vac¨ªos y sin nadie a bordo. Las calles estaban sin asfaltar. En la entrada se vend¨ªan, de contrabando, garrafas del brebaje que sab¨ªa a matarratas. Los beodos que hab¨ªan tenido la maldici¨®n de nacer al borde de la marmita yac¨ªan arrumbados en las esquinas, como los inmortales de Borges.
Sin embargo, en los ¨²ltimos a?os, este agujero negro en los mapas est¨¢ recibiendo el impulso de las principales compa?¨ªas del sector para ser convertido en un sitio alegre y colorido, de visita obligada para aquellos que gusten de las bebidas fuertes y el paisaje monta?oso y solitario. Los que despu¨¦s de tres caballitos se abrazan a un desconocido o a una farola al grito de ¡°?Viva M¨¦xico, ?cabrones!¡±.
Una telenovela, protagonizada por la esposa de Pe?a Nieto, populariz¨® el pueblo
El camino a este rinc¨®n del pa¨ªs tiene algo de viaje al pasado, de visita a un mundo que ya no existe. Un tren de ¨¦poca parte los s¨¢bados por la ma?ana de la antigua estaci¨®n de ferrocarriles de Guadalajara, la capital de Jalisco. El recorrido del Jos¨¦ Cuervo Express, una vieja locomotora del siglo XIX revestida de negro, dura unas dos horas aproximadamente. Mariachis y una barra libre de margaritas de lim¨®n acompa?an al viajero durante el trayecto. Se puede caminar por los vagones bar; picar comida t¨ªpica de la regi¨®n, como la torta ahogada, o charlar con el barman. Cuando el tren est¨¦ de vuelta y ya se haya hecho de noche, cada uno de los que inici¨® la aventura, m¨¢s o menos, habr¨¢ bebido media botella de tequila.
Al trote lento del tren, a trav¨¦s de la ventanilla, se sucede el tono verdoso de las hojas de los agaves, distribuidos en perfectas filas, alineados como un ej¨¦rcito a punto de invadir un pa¨ªs. Este paisaje fue declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco. El peregrinar por estas tierras de Juan Calero, un alba?il sevillano que se incorpor¨® como fraile franciscano a las expediciones de espada y crucifijo de los conquistadores, tuvo que ser m¨¢s modesto que este. El religioso fund¨® esa ciudad que se ve al fondo hace casi quinientos a?os. Un cartel anuncia que estamos a punto de llegar a destino: Tequila.
El boom de la bebida espirituosa m¨¢s popular de M¨¦xico tuvo lugar a mediados de los a?os noventa del siglo pasado. En esa ¨¦poca, pese a que el pa¨ªs trataba de salir de una profunda crisis que hab¨ªa supuesto la devaluaci¨®n de su moneda y una ca¨ªda del 6,2% del PIB, la industria explot¨® con la producci¨®n y comercializaci¨®n masiva de la variedad azul del agave. Gracias a ese fen¨®meno, en los bares de cualquier lugar del planeta puede encontrarse una botella de tequila. Mexicanos de la zona que hab¨ªan emigrado a Estados Unidos regresaron con unos buenos d¨®lares en el bolsillo para plantar lo que comenz¨® a conocerse como oro azul. En 1991 hab¨ªa 31 empresas y en el a?o 2000 ya eran 73 las registradas ante el Consejo Regulador del Tequila, seg¨²n un estudio de la Universidad de Guadalajara.
El tequila comenzaba a darse a conocer por todo el mundo, pero el pueblo donde se produc¨ªa continu¨® en el anonimato. ¡°No ¨¦ramos conscientes de lo que ten¨ªamos entre manos. Plant¨¢bamos, lo vend¨ªamos a las empresas que lo destilaban y no nos preocup¨¢bamos m¨¢s. Apenas ven¨ªa alg¨²n g¨¹ero para ver c¨®mo trabaj¨¢bamos, pero era cosa rara. ?La verdad? S¨ª me da gusto que los turistas quieran venir ahora a vernos sembrar y cortar y a darse una vuelta por la f¨¢brica. ?Tequila existe, carajo!¡±, dice un viejo campesino, ya retirado. El a?o pasado, la localidad recibi¨® a 294.000 visitantes.
El paisaje de los agaves de los que se extrae la bebida es patrimonio de la humanidad
Uno de los impulsos m¨¢s importantes para el pueblo lleg¨® a trav¨¦s de la televisi¨®n. Televisa adapt¨® en 2007 la novela Caf¨¦ con aroma de mujer. La trama, en vez de desarrollarse en las zonas cafeteras colombianas, ten¨ªa lugar en Tequila y, como fondo, su principal industria. La protagonista era Ang¨¦lica Rivera, la esposa del hoy presidente de M¨¦xico, Enrique Pe?a Nieto. A su personaje, una jimadora que cultivaba el agave en el campo, le dec¨ªan La Gaviota, y as¨ª es como se conoce todav¨ªa a la primera dama. La serie fue un ¨¦xito.
¡°Era un culebr¨®n que pa qu¨¦ te digo. La mujer nace pobre y despu¨¦s se hace rica. Se convierte en la mera mera promotora de la industria del tequila. Vamos, como su vida real ahora¡±, cuenta Alicia Rodr¨ªguez, la directora de Turismo del Ayuntamiento de Tequila.
El n¨²mero de visitantes, seg¨²n la responsable municipal, se multiplic¨®. Los mexicanos que siguieron con el coraz¨®n encogido la suerte de La Gaviota quisieron conocer de primera mano el lugar donde ocurr¨ªa todo, como los fans de Breaking Bad que caminan por Albuquerque con la esperanza de encontrar alg¨²n rastro de Walter White. Las mujeres comenzaron a casarse de blanco en las haciendas del pueblo, con sus grandes muros a salvo de miradas indiscretas y los jardines verdes por los que corretean parejas de pavos reales. ¡°La Trinidad de Tequila: el Padre es el volc¨¢n, el Hijo es la ciudad y el Esp¨ªritu Santo es la bebida¡±, dice Rodr¨ªguez a modo de eslogan divertido. Ella estuvo en una ocasi¨®n en Aranjuez, Madrid, en una serie de conferencias, y casi todo el mundo acab¨® pregunt¨¢ndole lo mismo: ¡°?En serio que ese pueblo existe?¡±. Ah¨ª le qued¨® claro que La Gaviota no hab¨ªa sobrevolado el charco.
El pueblo no solo profesa el culto pagano al tequila. A las nueve de la noche suenan las campanas de la iglesia y todos los que est¨¢n en las calles de alrededor se giran para recibir la bendici¨®n. Los vecinos resguardados en sus casas se persignan de inmediato. Las madres con hijos adolescentes enfrascados en debates existenciales los agarran del cogote y les estampan la se?al de la cruz hasta que se les pase el desvar¨ªo. Los m¨¢s mayores apagan la televisi¨®n y la radio en se?al de respeto. Este es un pueblo mocho, como se dice en Jalisco a los que llevan por bandera ser muy creyentes. Guadalajara, la capital, es una ciudad conservadora, de tradici¨®n cat¨®lica muy arraigada. Chicharito Hern¨¢ndez, que fue delantero del Real Madrid, es de esta tierra y honra este legado conservador orando con los brazos extendidos al cielo, en medio del terreno de juego, antes de que d¨¦ comienzo cada partido.
El hombre que trae en la cabeza todo este proyecto de situar la poblaci¨®n de una vez por todas en el mapa es un holand¨¦s llamado Cees Houweling, director de Tequila Esp¨ªritu de M¨¦xico, la secci¨®n tur¨ªstica de la empresa Jos¨¦ Cuervo, la ¨²nica grande del sector con capital 100% mexicano. ¡°Es un pueblo bonito, con historia, con mucho potencial. Es hora de que el turismo internacional lo sepa¡±, explica Houweling mientras corta un filete en el restaurante Cholula, un lugar donde las especialidades est¨¢n regadas ¨Cexacto, adivin¨®¨C con tequila. A unas mesas est¨¢ la actriz espa?ola Victoria Abril tom¨¢ndose algo, aunque desde aqu¨ª no se aprecia si es la bebida local.
Jos¨¦ Cuervo ha arreglado y peatonalizado la calle donde tuvo su primera f¨¢brica, la que es la destiler¨ªa m¨¢s antigua de Am¨¦rica. Est¨¢ abierta al p¨²blico. Hay que ponerse una cofia antes de entrar. Aqu¨ª se producen 65.000 litros de tequila cada d¨ªa. Las pi?as de agave llegadas de los campos de alrededor pasan 36 horas coci¨¦ndose en unos hornos industriales y despu¨¦s se dejan reposar ocho m¨¢s. Unos molinos prensan todo ese agave, extray¨¦ndole el jugo. Ese extracto no contiene ning¨²n grado de alcohol, son az¨²cares naturales (la tierra es rica en ellos gracias al volc¨¢n). El aguamiel resultante hay que fermentarlo en tanques de acero inoxidable agreg¨¢ndole levadura. El l¨ªquido ¨Ccuenta una gu¨ªa¨C comienza a hervir y los vapores se acumulan en un alambique. Ese es el proceso del tequila blanco, la base de los dem¨¢s. A medida que se avanza por cada tramo explicado, caminando entre galer¨ªas, el visitante recibe una prueba para que entienda de qu¨¦ se est¨¢ hablando. Una alemana que no ha rechazado ninguna cata comienza a tener las mejillas sonrosadas y aprovecha una pausa para que le d¨¦ el aire en un patio.
La infraestructura hotelera del pueblo todav¨ªa est¨¢ en desarrollo. Frente a la plaza principal se est¨¢ levantando El Solar de las ?nimas, un hotel de lujo de aspecto colonial. Una cuadrilla de obreros con casco y chaleco ultima la construcci¨®n de un proyecto que ronda los 60 millones de d¨®lares (52 millones de euros). Tendr¨¢ 93 habitaciones, entre ellas varias suites. Desde la azotea, donde habr¨¢ una piscina y un bar especializado en c¨®cteles, se aprecia en todo su esplendor el volc¨¢n que, seg¨²n dicen todos por aqu¨ª con cara de rigor hist¨®rico, entr¨® en erupci¨®n hace 2.000 a?os.
Esta es la dolce vita que ofrece Tequila, pero a las cinco de la madrugada, a unos kil¨®metros de aqu¨ª, hay un pu?ado de hombres de manos ¨¢speras que ya est¨¢n en pie. Son los jimadores, campesinos dedicados a cosechar agave. Se les llama as¨ª porque durante el acto de cortar la planta, por el esfuerzo, emiten un gemido. En un principio se les dec¨ªa gemidores, pero la connotaci¨®n sexual del t¨¦rmino incomodaba a los m¨¢s mojigatos. As¨ª fue como se lleg¨® al nombre de jimador, o al menos eso cuenta Ismael Gama, un campesino de 53 a?os. Basta teclear su nombre en Google o YouTube para comprobar que ha sido entrevistado en m¨¢s ocasiones que Don Johnson.
Gama aparece en esta historia al final, aunque es a quien primero hay que visitar. Preferiblemente, a primera hora de la ma?ana, antes de que el calor vuelva insoportable el paseo. Los autobuses llenos de turistas recorren las v¨ªas de tierra que dejan a los lados los plant¨ªos de agave. Es el mismo paisaje que se ve¨ªa a trav¨¦s de la ventanilla del tren. El jimador, de bigote y sombrero blanco, hace una demostraci¨®n de c¨®mo se corta la planta con un machete. La operaci¨®n la puede repetir 3.000 veces en una jornada de recolecci¨®n.
Es un trabajo duro, muy duro. Los campesinos se alimentan con frijoles, nopales (un tipo de cacto com¨²n en la cocina mexicana) y lagartijas, que acaban as¨¢ndose en una fogata. Algunos escuchan m¨²sica en el tel¨¦fono m¨®vil, otros ¡°a la sordera se la llevan¡±. Los novatos llevan espinilleras por si se les escapan el machete y la azada. No es extra?o que al jimador le falte alg¨²n dedo en los pies o en las manos. ¡°Vienen chamacos a trabajar que solo duran el primer d¨ªa o huyen a mitad de la ma?ana. Como cobardes, como se?oritas. ¡®No huyas, culero¡¯, les grito¡±, dice Gama, que empez¨® a los cuatro a?os transportando pi?as al pueblo.
Una ma?ana, unos japoneses vestidos de traje se presentaron en el sembrad¨ªo con una m¨¢quina que ven¨ªa a reemplazar el arduo trabajo milenario en los campos de agave. La activaron, y unas cuchillas, desplegadas como las patas de una cucaracha, comenzaron a desbrozar la planta de forma mec¨¢nica y obsesa. El artilugio, ideado en alg¨²n laboratorio por ingenieros, cortaba demasiado por un lado, dejando calvas, y erraba en el lado contrario, cercenando muy poco.
Gama observ¨® la escena recostado en un ¨¢rbol, a la sombra, con esa sabidur¨ªa silenciosa que solo puede tener la gente de campo. ¡°El tequila, amigos m¨ªos, es cosa de hombres¡±, se limit¨® a decirles a los oficinistas, que a esas horas ya empezaban a sudar la gota gorda. El volc¨¢n fue testigo de esta ins¨®lita conversaci¨®n.
elpaissemanal@elpais.es
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