Ser chica Almod¨®var
"Las calles se llenaron de j¨®venes que emulaban con su vida esos personajes que tan intensamente experimentaban el amor, el desamor, el desamparo"
Lo que en los a?os ochenta, d¨¦cada que qued¨® solemnemente inaugurada con el estreno de la pel¨ªcula Pepi, Luci, Bom y otras chicas del mont¨®n, vino a significar ser una chica Almod¨®var no es algo que pueda explicarse en un art¨ªculo, m¨¢s bien merecer¨ªa un ensayo que podr¨ªa escribir en primera persona cualquiera de aquellas j¨®venes que, de pronto, vieron en las mujeres almodovarianas un ejemplo a seguir. La palabra ¡°ejemplo¡± es, sin duda, chocante porque si por algo nos seduc¨ªan los personajes que encarnaban las actrices de Pedro Almod¨®var era por representar el antiejemplo de la buena chica. Cada una de ellas ajustaba su credo a las necesidades m¨¢s perentorias y justificaba sus actos, cualesquiera que fuesen, desde amar al hombre que la rapta a matar al marido, por obedecer las reglas de la pasi¨®n y no de la sensatez.
Las chicas Almod¨®var no eran sensatas, su h¨¢bitat natural era el urbano; la calle y los bares, su hogar. Hab¨ªan dejado atr¨¢s la est¨¦tica progre para abrazar un estilo punky, pop o retro, todo menos quedarse ancladas en el uniforme de la chica concienciada de los a?os setenta. Las chicas Almod¨®var llenaron de colores el cine espa?ol. Ellas no eran especialmente guapas, ni distinguidas, ni elegantes. Su sello era la originalidad, la libertad extrema, la sinceridad, la falta de prejuicios. Las chicas Almod¨®var eran temerarias, apasionadas, tozudas, irreflexivas, algo salvajes. Su atractivo resid¨ªa en la libertad de acci¨®n y de pensamiento. Antes de Almod¨®var, ning¨²n otro director se hab¨ªa ocupado con tanto empecinamiento de que sus personajes femeninos fueran libres de manera tan radical. ?C¨®mo no desear ser una hero¨ªna como las suyas? Su estilo fue contagioso aunque las chicas de la calle no fu¨¦ramos muy conscientes de ello.
Miro las fotograf¨ªas de aquella ¨¦poca, de los ochenta, de la chica de la radio que yo era, y ahora percibo claramente el influjo que sobre m¨ª, sobre mis compa?eras de redacci¨®n, ejerci¨® la impronta almodovariana. Pero no se trataba s¨®lo de una renovaci¨®n est¨¦tica, tambi¨¦n al hablar imit¨¢bamos el tono entre ingenuo y descarado de los personajes, su arrojo, un habla callejera trufada con las expresiones rurales que hab¨ªamos escuchado a las abuelas y que a¨²n no hab¨ªamos perdido del todo. Las chicas Almod¨®var rompieron tab¨²es que en los ambientes de compromiso antifranquista no hab¨ªan entrado en consideraci¨®n. Eran due?as de su cuerpo aunque propensas a sufrir al l¨ªmite por males de amor.
Ser chica Almod¨®var no era un privilegio exclusivo de las actrices que aparec¨ªan en sus pel¨ªculas. La ficci¨®n hab¨ªa calado de tal manera en la realidad que las calles de las ciudades espa?olas se llenaron de chicas que trataban de emular con su misma vida a esos personajes que tan intensamente experimentaban el amor, el desamor, el desamparo o la solidaridad entre mujeres. Est¨¢ claro que el director manchego no ten¨ªa por qu¨¦ hacerse responsable de los modelos de mujer que ¨¦l hab¨ªa creado, y s¨¦ que en alguna ocasi¨®n se mostr¨® sorprendido o espantado al ver c¨®mo se relacionaba a sus chicas, en las que ¨¦l med¨ªa con mimo el nivel de absurdo o disparate, con cualquier tipa estramb¨®tica que nada ten¨ªa que ver con el esp¨ªritu en el fondo angelical de sus creaciones. Pero el artista no puede ser el guardi¨¢n de su influjo, sobre todo, cuando algo que inventa entra a formar parte de la cultura popular y es modificado y utilizado como al p¨²blico le viene en gana.
Las mujeres de Pedro Almod¨®var fueron cambiando con el curso de los a?os, se aguaparon, se sofisticaron, pero aun as¨ª siguieron preservando algunos aspectos que siempre las definir¨¢n: coraje, sinceridad, ingenuidad y astucia a partes iguales. Por las manos del realizador han pasado algunas de las mejores int¨¦rpretes espa?olas y, tambi¨¦n hay que recordarlo, el director ha sido un maestro en la elecci¨®n de c¨®micas geniales para los papeles secundarios, que suelen estar m¨¢s ligados a la realidad y, por tanto, aquellos de los que el espectador repite expresiones hasta convertirlas en moneda com¨²n.
Debiera sentirse el director orgulloso por haber inspirado un cambio social desde sus pel¨ªculas. A las chicas que quer¨ªamos ser libres y modernas nos ofreci¨® una plantilla que a¨²n seguimos con tozudez: tiernas y libres, apasionadas y propensas al disparate. Chicas Almod¨®var.
Gracias, Pedro, por la parte que te toca en la conquista de nuestra libertad.
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