Innovaci¨®n farmac¨¦utica: esto no es sano
[Esta entrada se publica de forma conjunta en el blog de ISGlobal Health is Global.]
Durante el mes de diciembre de 2014 el brote de ¨¦bola en ?frica occidental hab¨ªa superado los 20.000 infectados y los 8.000 muertos, en una batalla peleada a partes iguales con recursos paliativos y hero¨ªsmo personal. Al mismo tiempo, en decenas de ciudades europeas, miles de enfermos de hepatitis C se movilizaban para exigir el acceso a una nueva generaci¨®n de medicamentos que permite su curaci¨®n completa en muchos de los casos.
Estos dos grupos de pacientes se desenvuelven en entornos econ¨®micos y sanitarios diametralmente diferentes. Sin embargo, tienen algo en com¨²n: los tratamientos que podr¨ªan salvar sus vidas dependen de un sistema de innovaci¨®n y acceso a medicamentos construido de espalda a sus intereses. Para ellos -y para otros centenares de millones de individuos sin recursos tanto en los pa¨ªses pobres como en los m¨¢s desarrollados- la reforma de este modelo constituye una cuesti¨®n de vida o muerte. Para todos nosotros, un reto p¨²blico de primer orden.
El problema se resume de forma simple: a pesar de la monumental inversi¨®n p¨²blica en compra de f¨¢rmacos e investigaci¨®n (solo el NIH estadounidense gasta en I+D m¨¢s de 30.000 millones de d¨®lares anuales), una parte creciente de los pacientes carece de los tratamientos que necesita. En ocasiones, el problema es el precio de los medicamentos (en el caso de la hepatitis C hasta 1.000 d¨®lares por p¨ªldora diaria; m¨¢s de 100.000 d¨®lares al a?o para algunos c¨¢nceres). En otros casos los tratamientos ni siquiera est¨¢n disponibles porque su desarrollo carece de atractivo comercial para el sector farmac¨¦utico (Chagas, ¨¦bola, nuevos antibi¨®ticos o tuberculosis multi-resistente, entre otros muchos).
Las razones de esta disfunci¨®n son m¨²ltiples, y todas apuntalan el sorprendente grado de impunidad con el que operan las compa?¨ªas farmac¨¦uticas:
¡¤ La posici¨®n de fuerza que les otorga el sistema de propiedad intelectual: el recurso temprano y recurrente a las patentes impide durante d¨¦cadas la competencia que reducir¨ªa los precios. El fen¨®meno del ¡®reverdecimiento¡¯ de las patentes permite mantener el monopolio de manera indefinida sobre la base de una innovaci¨®n cuestionable o sencillamente inexistente.
¡¤ La pasmosa opacidad con la que opera un sector en el que hay presencia abundante de dinero p¨²blico: desde los resultados de los ensayos cl¨ªnicos a los precios que se negocian con los sistemas p¨²blicos de salud, la derrota del Estado en este ¨¢mbito es casi absoluta y esconde informaciones tan b¨¢sicas como el verdadero coste de producci¨®n de un medicamento, que determinar¨ªa en teor¨ªa el precio final tras un beneficio ¡®razonable¡¯. Mientras la industria establece el coste medio de producci¨®n de cada nueva mol¨¦cula en una cantidad entre 1.000 y 3.000 millones de d¨®lares, iniciativas de investigaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro como el DnDI han reducido esta cantidad a un rango de entre 50 y 200 millones.
¡¤ La orientaci¨®n al accionista (y solo a este): por un lado, una cantidad no determinada -pero muy abundante- de investigaci¨®n queda aparcada por sus escasas posibilidades comerciales. Por otro, la ¡®h¨ªper-financiarizaci¨®n¡¯ de un mercado en el que la posibilidad de una inversi¨®n estrella infla los precios de compra de los laboratorios y limita el esfuerzo de las compa?¨ªas a la comercializaci¨®n de los productos y las operaciones de ingenier¨ªa financiera con sus propias acciones.
Cada uno de estos problemas se ha ido intensificando a lo largo de los ¨²ltimos veinte a?os, forzando la caricatura de un sector empresarial que ha perdido el sentido de su valor social y responde a los incentivos de corto plazo. Las posibilidades de reformarlo son cada vez m¨¢s escasas, porque las compa?¨ªas controlan un ecosistema que incluye a sociedades m¨¦dicas, revistas cient¨ªficas, profesionales individuales y donaciones a partidos y medios de comunicaci¨®n. Dicho de forma simple, todo el que podr¨ªa exigir cuentas est¨¢ en n¨®mina.
?Qu¨¦ podemos hacer entonces? Esta es exactamente la pregunta que se nos ha planteado en la reuni¨®n organizada esta semana en Nueva York por la Open Society Foundations (fundada por George Soros), que incluye este asunto entre las prioridades de su agenda de trabajo. Desde ISGlobal nos unimos a economistas, activistas y expertos en salud p¨²blica para discutir aspectos como el concepto de innovaci¨®n, las herramientas para medir el ¡®valor social¡¯ de un medicamento, el potencial del ¡®open data¡¯ aplicado a este sector o la posibilidad de establecer cortafuegos entre las decisiones p¨²blicas y los intereses de las compa?¨ªas. Se trata de un reto en el que la firmeza y la inversi¨®n del Estado ser¨¢n tan relevantes como la creatividad para concebir nuevos modelos de innovaci¨®n y desarrollo de medicamentos en los que todos -tambi¨¦n las compa?¨ªas- compartan riesgos y oportunidades.
Mi sensaci¨®n es que nada diferente de una lenta revoluci¨®n pol¨ªtica e institucional va a permitirnos revertir esta situaci¨®n, cuyas consecuencias crecen cada d¨ªa y en ning¨²n caso se limitan a los pa¨ªses pobres. Como se?ala la campa?a NO ES SANO ¨Cuna coalici¨®n orientada a las pr¨®ximas elecciones generales- el punto de partida pasa por garantizar la transparencia y los criterios de inter¨¦s p¨²blico en todas las iniciativas de innovaci¨®n en las que est¨¦ involucrado el dinero p¨²blico de una u otra manera. Tambi¨¦n por establecer una categor¨ªa de medicamentos esenciales que queden aislados de las normas por las que se ha regido hasta ahora este sector. No se trata de destruir al sector farmac¨¦utico, sino de embridarlo y garantizar que su modelo de negocio es compatible con el inter¨¦s p¨²blico. Ninguna locura, como ven.
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