El d¨ªa en que conoc¨ª a Francis Crick
El neur¨®logo y escritor brit¨¢nico Oliver Sacks falleci¨® en agosto a los 82 a?os. Poco antes de su diagn¨®stico de c¨¢ncer public¨® en ingl¨¦s ¡®En movimiento¡¯, sus memorias. Ofrecemos un extracto
En 1953, mientras yo estaba en Oxford, lei? la famosa carta sobre la ¡°doble he?lice¡± [que se encuentra en el origen del descubrimiento del ADN] de [James D.] Watson y [Francis] Crick cuando se publico? en [la revista] Nature. Me gustari?a decir que comprendi? de inmediato su tremenda importancia, pero no fue ese el caso, y lo mismo le ocurrio? a casi todo el mundo.
So?lo en 1962, cuando Crick fue a San Francisco y pronuncio? una conferencia en el Hospital Monte Sio?n, comence? a comprender las enormes implicaciones de la doble he?lice. La charla de Crick no trato? de la configuracio?n del ADN, sino del trabajo que habi?a llevado a cabo con el bio?logo molecular Sydney Brenner para determinar co?mo la secuencia de las bases del ADN podi?a especificar la secuencia de aminoa?cidos de las protei?nas. Despue?s de cuatro an?os de intenso trabajo acababan de demostrar que en ese proceso interveni?a un co?digo de tres nucleo?tidos, lo cual, en si? mismo, era un descubrimiento no menos importante que el de la doble he?lice.
Pero estaba claro que Crick habi?a pasado a otras cosas.
En su charla insinuo? que habi?a dos grandes empresas cuya exploracio?n se llevari?a a cabo en el futuro: comprender el origen y la naturaleza de la vida, y comprender la relacio?n entre el cerebro y la mente, y en concreto, la base biolo?gica de la conciencia. ?Teni?a la menor idea, cuando nos hablo? en 1962, que esos seri?an los mismi?simos temas que e?l abordari?a en an?os futuros, en cuanto ¡°se hubiera ocupado¡± de la biologi?a molecular, o al menos la hubiera llevado a una fase en la que pudiera delegarla en otros?
En su charla insinuo? que habi?a dos grandes empresas cuya exploracio?n se llevari?a a cabo en el futuro: comprender el origen y la naturaleza de la vida, y comprender la relacio?n entre el cerebro y la mente
En 1979 Crick publico?, en Scientific American, Pensando en el cerebro, un arti?culo en el que, en cierto sentido, legitimaba el estudio de la conciencia en te?rminos neurocienti?ficos; antes de ello, la cuestio?n de la conciencia se consideraba algo irremediablemente subjetivo, y por tanto ajeno a la investigacio?n cienti?fica.
Unos an?os ma?s tarde lo vi en un congreso celebrado en 1986 en San Diego. Habi?a muchi?sima gente, y estaba lleno de neurocienti?ficos, pero a la hora de cenar me identifico?, me agarro? por los hombros, me hizo sentarme a su lado y me dijo: ¡°?Cue?nteme historias!¡± En concreto, queri?a que le contara historias de co?mo la visio?n podi?a verse alterada por el dan?o o la enfermedad cerebral.
No recuerdo que? comimos, ni nada ma?s de la cena, so?lo que le conte? historias de muchos de mis pacientes, y que cada una de ellas le provoco? numerosas hipo?tesis y sugerencias para posteriores investigaciones. Unos di?as ma?s tarde le escribi? una carta y le confese? que la experiencia habi?a sido ¡°parecida a sentarse junto a un reactor nuclear intelectual. (...) Nunca habi?a experimentado tanta incandescencia¡±. Se quedo? fascinado cuando le hable? del sen?or I., y tambie?n cuando le conte? que algunos de mis pacientes habi?an experimentado, en los pocos minutos de un aura de migran?a, un parpadeo de ima?genes esta?ticas, ¡°congeladas¡±, en lugar de su percepcio?n visual normal y continua. Me pregunto? si esa ¡°visio?n cinema?tica¡±, tal como yo la llamaba, era siempre un estado permanente o se podi?a provocar de un modo predecible y que pudiera ser investigado.
Le conteste? que no lo sabi?a.
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