La paciencia de los ¡°malos catalanes¡±
De un tiempo a esta parte los independentistas se han autoerigido en representaci¨®n exclusiva y abusiva de los intereses de Catalu?a
El pasado mi¨¦rcoles, 4 de noviembre, aparec¨ªa en El Pa¨ªs mi art¨ªculo Provocaci¨®n y deslealtad, en el que revelaba parte de lo que dijo Jordi S¨¢nchez, presidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), en una cena que tuvo lugar el 5 de octubre en un piso particular de Barcelona. Entre otras cosas, mi art¨ªculo denunciaba la estrategia del independentismo, cuyos l¨ªderes reconocen en privado la evidencia de que no cuentan con el suficiente apoyo popular para proclamar la independencia, pero siguen actuando en p¨²blico como si de hecho la estuvieran proclamando. Su objetivo es provocar una reacci¨®n del Estado que nos lleve a un punto de no retorno, ya sea la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 de la Constituci¨®n o la celebraci¨®n de un refer¨¦ndum de secesi¨®n impuesto por la comunidad internacional ante una situaci¨®n de inestabilidad pol¨ªtica insostenible generada a prop¨®sito por los propios independentistas. Esa es la l¨®gica de la resoluci¨®n aprobada ayer por el Parlament.
Mentir¨ªa si dijera que me sorprendi¨® el revuelo que provoc¨® el art¨ªculo. Por un lado, asumo las cr¨ªticas por publicar algo que se dijo en una tertulia privada, pero tengo la conciencia tranquila porque sigo pensando que el inter¨¦s general debe prevalecer sobre los compromisos individuales, m¨¢xime cuando entre lo que alguien con responsabilidades de gobierno dice en p¨²blico y lo que dice en privado no es que haya diferencias de matiz, sino que existe un abismo de deslealtad y enga?o. Parece que hay quien considera reprobable mi decisi¨®n de hacer p¨²blica la determinaci¨®n constatada de unos representantes pol¨ªticos decididos a malear la opini¨®n p¨²blica y vaciar las instituciones de autogobierno mediante la aprobaci¨®n de resoluciones inaplicables. Supongo que les parecer¨ªa m¨¢s digno que asumiera el papel de mero espectador de la odisea separatista que el gui¨®n del ¡°proc¨¦s¡± reserva a los catalanes no independentistas, y que me resignara a que los independentistas prosigan su traves¨ªa a ?taca sin reparar en que en el barco de Catalu?a viajamos todos los catalanes, independentistas o no.
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S¨¢nchez no es un cualquiera, no es un simple activista pol¨ªtico, sino que es el presidente de una asociaci¨®n que desde el 2012 se ha convertido en una suerte de Gobierno de Catalu?a en la sombra, que ha condicionado sobremanera la pol¨ªtica catalana a pesar de situarse m¨¢s all¨¢ del control de las instituciones democr¨¢ticas. En los ¨²ltimos a?os los catalanes hemos asumido como si nada cosas tan an¨®malas como que el presidente de la Generalitat, Artur Mas, convocara en el Palacio de la Generalitat a la ANC -y a ?mnium Cultural- cada vez que se planteaba la necesidad de tomar decisiones de especial trascendencia, como la convocatoria de elecciones. Sin el benepl¨¢cito de la ANC, no hubiera habido elecciones catalanas el pasado 27 de septiembre. ?Alguien se imagina que el presidente del Gobierno de Espa?a necesitara la aprobaci¨®n de una asociaci¨®n como, por ejemplo, la Fundaci¨®n para la Defensa de la Naci¨®n Espa?ola para convocar elecciones generales? As¨ª pues, no hay duda de que lo que diga el presidente de la ANC tiene inter¨¦s p¨²blico.
Por otro lado, m¨¢s all¨¢ de los aplausos y los silbidos p¨²blicos, he recibido con satisfacci¨®n multitud de llamadas y mensajes de amigos, conocidos y saludados, la mayor¨ªa de los cuales ciudadanos catalanes que me agradecen que haya puesto negro sobre blanco la estrategia independentista. Algunos me dicen que ellos tambi¨¦n han o¨ªdo a otros l¨ªderes independentistas decir cosas parecidas, reconocer en privado que no tienen suficiente apoyo popular para culminar su proyecto rupturista, pero que deben seguir actuando como si lo tuvieran para provocar la reacci¨®n del Estado, seguir pedaleando porque si no, la bicicleta se cae antes de llegar a la siguiente meta volante. Van de farol en su desaf¨ªo al Estado, es cierto, pero no porque no quieran sino porque saben que no pueden y, conscientes de su debilidad relativa, han decidido forzar la m¨¢quina y que salga el sol por Antequera.
De un tiempo a esta parte los independentistas se han autoerigido en representaci¨®n exclusiva y abusiva de los intereses de Catalu?a, y eso es con toda seguridad lo que explica que utilicen impunemente ese doble lenguaje que denunciaba en mi ¨²ltimo art¨ªculo. De ah¨ª, tambi¨¦n, que manifiesten como si tal cosa su voluntad de proclamar la independencia contra la Constituci¨®n y el Estatut ?con el apoyo del 48% de los catalanes!, dejando claro que la desconexi¨®n aprobada ayer no ser¨¢ con el resto de Espa?a, sino directamente con la realidad. Tan convencidos est¨¢n de que Catalu?a les pertenece que se permiten airear su deslealtad para con la mayor¨ªa de sus conciudadanos incluso ante alguien como yo, que llevo desde el inicio de este fatigoso proceso defendiendo en p¨²blico y en privado la concordia entre los catalanes y la uni¨®n entre todos los espa?oles. Pero, cuando llevas tres a?os dividiendo la sociedad catalana entre buenos y malos catalanes y actuando como si los no independentistas no existi¨¦ramos, deber¨ªas contemplar al menos la posibilidad de que a alguno de esos ¡°malos catalanes¡± no independentistas, harto de tanta deslealtad, se le acabe la paciencia y decida asumir los riesgos de romper en alg¨²n momento la espiral del silencio.
Ignacio Mart¨ªn Blanco es periodista y polit¨®logo
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