Laberintos y trampas y arcanos
Antiguamente, si uno iba a un hotel bueno, esperaba estar mejor que en su casa y gozar de ventajas y comodidades de las que normalmente carecemos
La vida de hotel ya no es lo que era, con alguna excepci¨®n rara. Habl¨¦ de ello hace unos a?os, coincidiendo con una racha de viajes que hab¨ªa tenido. Antiguamente, si uno iba a un hotel bueno, esperaba estar mejor que en su casa y gozar de ventajas y comodidades de las que normalmente carecemos. Pero ya casi nunca es as¨ª. Para los fumadores se han convertido en lugares peligrosos y restrictivos. La mayor¨ªa, en muchos pa¨ªses, han decidido ser espacios ¡°libres de humo¡±, y ni siquiera ofrecen unos pocos cuartos ¨Clos peores¨C para que una considerable parte de la poblaci¨®n mundial consuma su tabaco sin trabas. (Nadie impide que se pinche uno hero¨ªna o que viole a un ni?o, pero s¨ª que se eche un pitillo.) En una reciente estancia en Colonia, se me dijo que en el hotel asignado podr¨ªa fumar ¡°en el balc¨®n¡±. Menos mal que, como suelo, contest¨¦ que ni hablar y ped¨ª que me trasladaran a otro, porque cuando llegu¨¦ a la ciudad hac¨ªa un fr¨ªo invernal y diluviaba, y en el balc¨®n permisivo habr¨ªa pillado una pulmon¨ªa. En el segundo establecimiento pude fumar, pero me encontr¨¦ ¨Ccomo tambi¨¦n empieza a ser costumbre¨C con que no hab¨ªa ba?era, sino tan s¨®lo una extra?a ducha, compuesta de una baldosa a ras de suelo y limitada por unas rendijas por las que supuse que se ir¨ªa el agua seg¨²n fuera cayendo. Es decir, ni siquiera cab¨ªa la posibilidad de ¡°llenar¡± un poco aquello y darme un simulacro de ba?o, lo ¨²nico que me hace revivir por las ma?anas. Busqu¨¦ en todo caso los grifos, pero no hab¨ªa, ni ninguna palanca que pudiera hacer sus funciones. Largo rato, como un imb¨¦cil, mir¨¦ aquella ¡°alcachofa¡± colgada que no hab¨ªa manera de poner en marcha. Hasta que por fin, muy oculto y enigm¨¢tico, vi un panel met¨¢lico con unas chapas tambi¨¦n met¨¢licas y unos dibujitos incomprensibles. Tal vez el uso generalizado de ¡°emoticonos¡± ha convencido a los hoteleros de que nadie necesita letras ni iniciales: antes, en los honrados grifos, sol¨ªa haber una C para caliente y una F para fr¨ªo, o lo que tocara en cada lengua; claro que cada vez es m¨¢s infrecuente la existencia de dos grifos. Bien, apret¨¦ un bot¨®n y sali¨® agua hirviente. Apret¨¦ otro y sali¨® helada. Apret¨¦ un tercero y no era templada. Hab¨ªa dos o tres m¨¢s, pero prefer¨ª no averiguar, porque tal vez la baldosa se habr¨ªa hundido bajo mis pies, qui¨¦n sabe, como si fuera una trampilla. Ducha escocesa, a eso me oblig¨® la brutal alternancia, aunque estuviera en Alemania.
Uno se pregunta por qu¨¦ roba gente a la que los billetes le salen por las orejas. Algunos muy ricos lo son por eso
Fechas antes, en Berl¨ªn, tambi¨¦n el ba?o me jug¨® malas pasadas. Hab¨ªa un pitorro (llam¨¦moslo as¨ª) que parec¨ªa poder regular la modalidad de ducha o de ba?o, pero no funcionaba, y estaba fijo en la primera. Llam¨¦ a intendencia por si era torpeza m¨ªa (nunca descartable), pero cuando vino el t¨¦cnico comprob¨® con perplejidad que tampoco ¨¦l sab¨ªa activar aquel pitorro. Acumular un poco de agua con la ¡°alcachofa¡±, descolgada para no empapar, no es tarea f¨¢cil, pero no me qued¨® sino recurrir a ello. Una semana despu¨¦s estaba en Tur¨ªn, y en Italia no han sucumbido enteramente a las ¡°modernidades¡± inc¨®modas o arcanas, todo parec¨ªa comprensible y en su sitio. Pero all¨ª, como en Espa?a, hay otra plaga: cuando a¨²n aturdido me dispuse a llenar la ba?era, descubr¨ª que no hab¨ªa tap¨®n. Busqu¨¦ por doquier, no fuera a salir como un resorte al apretar un azulejo, algo ¡°contempor¨¢neo¡± o ¡°egipcio¡±, pero nada. Llam¨¦ pues a intendencia y el mec¨¢nico apareci¨® con un caj¨®n lleno de tapones de diferentes tama?os, en la esperanza de que alguno encajara. Pero el desaparecido era met¨¢lico y con pitorro (ya ven qu¨¦ palabra m¨¢s socorrida), y los que ¨¦l tra¨ªa eran de goma. Unos demasiado grandes y otros peque?os, y s¨®lo uno val¨ªa a medias. ¡°Va a perder agua¡±, dictamin¨®, ¡°pero mejor perder algo que perderla toda. Luego, con m¨¢s tiempo, buscar¨¦ uno adecuado¡±. Y al mostrar yo mi extra?eza por la desaparici¨®n de esa pieza, el hombre a?adi¨®: ¡°La gente lo roba todo¡±. ¡°?Un tap¨®n met¨¢lico con pitorro?¡±, dije yo. ¡°Es casi imposible que encaje en ninguna casa¡±. ¡°Da lo mismo¡±, respondi¨®. ¡°No es tanto la utilidad como el gusto de hurtar algo. Hasta roban el papel higi¨¦nico, y las perchas, no digamos los calzadores y las bolsas de lona para la ropa sucia; albornoces y toallas no queda ni uno¡±. La verdad es que era un hotel agradabil¨ªsimo y nada barato, y eso me hizo acordarme de lo que me contaba una amiga que trabaj¨® varios a?os en el Ritz de Madrid, donde los hu¨¦spedes se gastaban fortunas pero luego arramblaban hasta con las bombillas y las alfombras. Uno se pregunta por qu¨¦ roba gente a la que los billetes le salen por las orejas, y s¨®lo llega a la vieja conclusi¨®n archisabida de que algunos muy ricos lo son por eso: porque rapi?an todo lo que pueden a la vez que hacen sus gastos. Y el que venga detr¨¢s, que arree. (?Por qu¨¦ Rato necesitaba m¨¢s dinero del que ya ten¨ªa, seg¨²n parece? ?Por qu¨¦ meterse en problemas? Y quien dice Rato dice Pujol u otros mil nombres.) En suma, cuando hoy va uno a un hotel, no importa lo bueno que sea, ya no sabe qu¨¦ carencias y expolios y jerogl¨ªficos lo esperan, a diferencia de lo que suced¨ªa en el pasado. Entre los dise?adores ¡°originales¡± y los ladrones masivos o globales, los han convertido en laberintos y trampas abominables. Conviene llevar de todo en la maleta, hasta un surtido de tapones variados.
elpaissemanal@elpais.es
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.