Negocio y espect¨¢culo en la cima
El tipo duro, el hombre elegante, el chico t¨ªmido. LeBron James, Kobe Bryant y Kevin Durant Tres formas de ver el mundo desde la cumbre. Un encuentro en Barcelona con las estrellas del baloncesto mundial. Genios en la cancha. Reyes del ¡®showbusiness¡¯
LeBron James mide 2,03 metros,pesa 114 kilos y la musculatura de sus brazos recuerda a una cordillera volc¨¢nica. Su cabeza parece un peque?o globo enganchado a una viga y su rostro posee el aire amenazante de un gran simio antes de la batalla, con el belfo prominente, la mirada oscura y una perilla en la que se podr¨ªa encender un paquete de cerillas. Para quienes no lo sepan o no lo hayan intuido por las im¨¢genes, este estadounidense de 27 a?os juega al baloncesto, pero no en el sentido en que usted o yo podemos hacerlo. LeBron James posee la capacidad de destrozar lo que encuentre a su paso en su trayectoria hacia la canasta, igual que lo har¨ªa un tren en marcha. Los analistas de la NBA ¨CMagic Johnson, por usar un ejemplo de renombre¨C suelen decir que se trata de un jugador ¡°dominante¡±, adjetivo reservado a los iconos como Michael Jordan o el propio Magic, lo cual equivale a decir que se trata del macho alfa de la manada, el gorila que se golpea el pecho con los pu?os y al que le basta ese gesto para que el resto baje la mirada. Es, digamos, el hombre que dirige la orquesta. El tipo al que pasar¨ªas la bola para meter la ¨²ltima canasta. Siguiendo la jerga americana, LeBron ¡°domina¡± la pista, ¡°domina¡± su equipo y ha empezado a ¡°dominar¡± una ¨¦poca de la Liga m¨¢s competitiva del mundo, la NBA. Lo que a¨²n no sab¨ªamos es que tambi¨¦n ¡°domina¡± el cara a cara. Solo su presencia f¨ªsica produce cierto efecto en la garganta similar al de un hueso de aceituna atragantado.
La sala en la que nos han recluido para esperarle se encuentra vac¨ªa. Hay una nevera apagada, dos sillas frente a unphoto-call de Nike y un maniqu¨ª vestido con un ch¨¢ndal de Nike y zapatillas de Nike. Queda claro qui¨¦n patrocina el evento. LeBron James no se manifiesta de golpe. Primero se oye un rumor ah¨ª fuera. Se abre y se cierra la puerta como un pesta?eo. Una cabeza se asoma y desaparece. Luego, se abate de forma solemne. La figura imponente atraviesa el marco con andar arrastrado. Se detiene. Un gigante de basalto anclado al suelo por unas deportivas rojas (adivinen la marca), grandes como dos buques de mercanc¨ªas. Estudia la sala y a sus moradores, que han de parecerle diminutos. Analiza la escena sin decir una palabra y sin retirar de sus orejas unos auriculares gruesos (dise?o suyo, se venden a 150 d¨®lares), como si viniera de operar con un martillo hidr¨¢ulico. El reportero se acerca a tenderle la mano. James no mueve un m¨²sculo y clava la mirada con ese gesto impasible que le hace a uno no solo bajar la mano, sino esconderla en el bolsillo y sentirse una pulga inc¨®moda que podr¨ªa ser apartada de unatoba.Cierra la secuencia una esbelta mujer de melena rubia. ¡°?Todo el mundo fuera de la sala!¡±, exige en ingl¨¦s. Al parecer, no se le puede saludar as¨ª como as¨ª. Hay ciertos protocolos que han de observarse cuando se trata con este hombre hipertatuado. King James lo llaman en Estados Unidos. El cuarto deportista que m¨¢s dinero factura del mundo, 43 millones de euros al a?o, seg¨²nForbes.Solo por detr¨¢s de los boxeadores Mayweather y Pacquiao y del golfista Tiger Woods. A los 18 a?os, antes de jugar un minuto en la NBA, ya hab¨ªa firmado con Nike un contrato de 73 millones de euros. Un rostro, una figura y una pose muy rentables. Cada cent¨ªmetro de su cuerpo es un soporte publicitario. ¡°?Todo el mundo fuera!¡±, traduce alguien. Desaparecemos en d¨¦cimas de segundo.
Pero la grabadora se queda dentro. Seg¨²n la reconstrucci¨®n posterior, en la sala primero hay silencio, despu¨¦s se oye un ritmo agudo y machac¨®n, de m¨²sicahip-hop(este debe de ser el momento en el que James se quita los cascos). La voz de una mujer (probablemente, la rubia) le explica lo que va a suceder: ¡°Van a ser cuatro entrevistas, de 15, 10, 10 y 5 minutos, as¨ª que deber¨ªa ir r¨¢pido. Empiezas con una revista¡± (esos somos nosotros). No hay respuesta. Hasta que una voz parece salir de la gruta m¨¢s profunda de la tierra: ¡°?Cuatro?¡±. Ese pozo es LeBron James. ¡°?Cuatro entrevistas?¡±.
Se muestra hosco, y no parece saber ad¨®nde va ni para qu¨¦. Se encuentra en Barcelona, unos d¨ªas antes de la inauguraci¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos. Una ciudad ic¨®nica para la selecci¨®n estadounidense de baloncesto, con la que viaja. Aqu¨ª, hace 20 a?os, jug¨® el Dream Team, aquel batall¨®n en el que desfilaron Michael Jordan, Larry Bird y Magic Jonson. No perdieron ni un partido en Barcelona 92. En su victoria m¨¢s ajustada le metieron 33 puntos de diferencia al rival. Como aquellas glorias, la selecci¨®n estadounidense ha venido a lucirse en un par de partidos amistosos contra Argentina y Espa?a en un evento llamado el World Basketball Festival (Estados Unidos gan¨® a ambos con holgura). ?ltima parada antes de la exhibici¨®n de Londres 2012. James es el hombre del momento. Hasta hace poco arrastraba la losa del gran perdedor. Pero en junio gan¨® su primer campeonato de la NBA con los Heat de Miami. Ahora se le compara con Michael Jordan, la vara de medir en el Olimpo, y los expertos en mercadotecnia se preguntan si ser¨¢ capaz de generar unefecto LeBronsimilar al del escolta de los Chicago Bulls: durante su reinado,Air Jordan influy¨® en la decisi¨®n de gasto de cerca de 10.000 millones de d¨®lares. Zapatillas, gorras, camisetas. Con logotipo propio. Hasta hizo pel¨ªculas. De momento, James es el deportista mejor pagado de los Juegos de Londres. Aunque el asunto est¨¢ muy repartido. En la lista de los cinco ol¨ªmpicos mejor pagados, se cuelan otros dos compa?eros de equipo: Kobe Bryant y Kevin Durant. El veterano y la promesa. La cima del baloncesto mundial. Los tres acuden a esta cita con la prensa. A dejarse ver. A lucir marca y camiseta de USA. A contar m¨¢s bien poco. ¡°Deber¨ªa ir r¨¢pido¡±, se oye a la mujer en la grabadora. Cada uno aguarda en una sala, mientras les explican qu¨¦ medios, cu¨¢ntos minutos y en qu¨¦ orden. Se abre la puerta. V¨ªa libre.
LeBron James espera sentado en una silla alta, m¨¢s asequible a los mortales, con la misma mueca inescrutable. Esta vez tiende la mano del modo en que lo har¨ªa un mu?eco de Playmobil. Ni dura ni blanda. R¨ªgida y holgada. Inmensa. Tampoco sonr¨ªe. Un par de personas de su s¨¦quito habitual han tomado asiento frente a ¨¦l y seguir¨¢n la entrevista. Se oye el ruido del obturador de c¨¢maras fotogr¨¢ficas cada pocos segundos. Otra c¨¢mara de v¨ªdeo graba cada detalle. Y por ah¨ª revolotean los relaciones p¨²blicas y la gente de prensa de la marca. La situaci¨®n se encuentra a a?os luz de un momento ¨ªntimo. Cuando le preguntamos por las cosas que suele hacer cuando los focos se apagan, dice: ¡°Siempre estoy delante de una c¨¢mara. 24 horas al d¨ªa. Mi agenda est¨¢ bastante ajustada. Ni siquiera viajo mucho. Entre el baloncesto y el resto¡ Pero s¨ª que me gusta re¨ªrme y bromear y decir cosas que no puedo decir ante las c¨¢maras. Eso escool¡±.No lo dice de corrido. Para arrancarle cuatro frases hay que hacer cuatro preguntas. Remar para que su historia avance. El Rey James, el deportista con m¨¢s seguidores en Twitter del planeta (5,6 millones), apenas dice nada en las distancias cortas. Se parece m¨¢s bien a un jugador de pimp¨®n. Evasivo y monosil¨¢bico desde el principio:
¨C?Qu¨¦ tal su viaje?
¨CBien.
Todo lo que haces en la vida has de ir ah¨ª fuera y gan¨¢rtelo" LeBron James
¨C?Preparado?
¨CS¨ª.
¨CCreo que viaja siempre con su s¨¦quito¡
¨CS¨ª.
Es duro obsesionarte con ser el mejor de la historia Kobe Bryant
¨CMe gustar¨ªa saber sobre ellos, sobre la gente que le rodea¡
¨C?Qu¨¦ quieres saber?
Hay que tragar saliva.La sala mide unos 30 metros cuadrados. Su voz de tenor reverbera como un violonchelo ronco. Igual que en la cancha, su fachada hostil se le va metiendo al oponente en la cabeza. Va minando la moral. Marcando territorio. Al final, cuenta algo de su s¨¦quito: ¡°Mi gente lleva conmigo mucho tiempo. Son amigos de la infancia. Me mantienen con los pies en la tierra. Concentrado. Me acompa?an a un mont¨®n de sitios¡±. Punto. Su reflexi¨®n m¨¢s extensa se refiere a la masacre del cine en Colorado, ¡°un acto est¨²pido y ego¨ªsta¡±, reciente en ese momento. Pero la mayor¨ªa de sus respuestas parecen haber nacido en un laboratorio publicitario. Con su timbre y su calma resuenan como un eslogan: ¡°Todo lo que haces en la vida. Todo lo que consigues. Tienes que ir ah¨ª fuera y gan¨¢rtelo. No te lo van a dar. O sales y te lo llevas o has de encontrar la forma de lograrlo¡±, dice por ejemplo. De asuntos personales, ni palabra:
¨CCreo que creci¨® usted sin padre¡
¨CUuh.?Me puede hacer otra pregunta?
Es un estado mental. Sales pensando que nadie puede pararte" Kevin Durant
James gener¨® en 2010 un incidente medi¨¢tico de grandes proporciones en Estados Unidos. Durante siete temporadas hab¨ªa brillado en un equipo modesto, Cleveland Cavaliers, gui¨¢ndolo por primera vez a una final. Lo adoraban. Pero cuando termin¨® su contrato se dej¨® querer por varias franquicias y, finalmente, anunci¨® su destino en un programa televisado en directo llamadoThe decission.Puro espect¨¢culo. ¡°He decidido llevar mis talentos a South Beach¡±, dijo altisonante. Es decir, a Miami. A los Heat. Sediento de t¨ªtulos, rebaj¨® su sueldo para que el equipo fichara a otros grandes. Lo cual tampoco le supuso un problema: el 75% de sus ingresos brotan de fuentes no salariales, seg¨²n Forbes.Ese a?o alcanzaron la final, pero cayeron ante Dallas Mavericks, y en el ¨²ltimo cuarto de los ¨²ltimos partidos, el momento decisivo, James se borr¨®. Desaparecieron sus ¡°talentos¡±. La gran decisi¨®n pareci¨® volv¨¦rsele en contra y se convirti¨® en uno de los deportistas m¨¢s detestados. Lo m¨ªnimo que se dijo de ¨¦l es que estaba ¡°sobrevalorado¡±. Durante dos semanas se enclaustr¨® en casa. Perdi¨® contacto con el mundo. Ni siquiera encend¨ªa la televisi¨®n. En todas partes se hablaba de ¨¦l. Todo esto lo cont¨® en una entrevista conSports Illustrated,mientras sorb¨ªa t¨¦ de camomila. ¡°Hay jugadores a los que eso le afecta¡±, dice en la sala. ¡°Pero no me afecta a m¨ª. Me encerr¨¦ despu¨¦s de la serie contra Dallas. Para encontrar la forma de mejorar. Otro camino. Algo distinto. Ten¨ªa que ser m¨¢s duro. Seguir adelante¡±. La f¨¢bula del ni?o precoz al que abandon¨® su padre, criado por una madre soltera en Akron (Ohio); la del adolescente que se vio obligado a asumir muchas responsabilidades; la del h¨¦roe sediento que se volvi¨® un villano¡ Termin¨® con final feliz. LeBron se deshizo de su armadura y acab¨® llorando cuando gan¨® su primera final de la NBA con estad¨ªsticas estratosf¨¦ricas.
Acaba la entrevista y un enjambre de agentes y relaciones p¨²blicas nos saca de la sala y abre otra puerta. Al otro lado hay otro tipo sonriente, de rostro afable y apepinado, sentado en otra silla, silueteado por otrophoto-call. M¨¢s esbelto, escurridizo. Vestido de la misma marca. Capaz de hablar as¨ª sin inmutarse: ¡°Es duro obsesionarte con ser el mejor de la historia. Lo que tienes que hacer es dominar una era. Y luego, cuando te retires, aspirar a que la gente te involucre en las conversaciones sobre qui¨¦n ha sido el mejor de la historia. Es todo lo que puedes hacer. Pero es dif¨ªcil comparar generaciones, ?sabes? Oscar Robertson, Michael Jordan, yo mismo. No puedes compararlo. Todos jugamos en eras diferentes. Con responsabilidades diferentes. Has de intentar ganar lo m¨¢ximo posible. En tu generaci¨®n¡±.
Este hombre que se incluye en una frase con los elegidos se llama Kobe Bryant, y ha conquistado cinco anillos de la NBA con Los ?ngeles Lakers, donde juega desde 1996. Los anillos no son una met¨¢fora. Se le entrega uno a cada jugador cuando alcanzan el t¨ªtulo. Pero ¨¦l, dice, nunca los ha visto juntos. Ni los mira, ni se los pone. Gana uno, lo guarda ¡°en un lugar seguro¡± y espera al siguiente. La entrevista discurre por un r¨ªo apacible. Bryant apenas tiene seguidores en Twitter, ni genera tantos billetes como LeBron. No alcanza los dos metros, ni cuenta con una voz demoledora. Pero lleg¨® a anotar 81 puntos en un partido de la NBA, la segunda mejor marca de todos los tiempos; es el quinto m¨¢ximo anotador de la historia; gan¨® junto a James la medalla de oro en los Juegos de Pek¨ªn, contra Espa?a, y ha sido nombrado el mejor jugador de la pasada d¨¦cada por algunos medios especializados. Sabe que su nombre suele entrar enesetipo de conversaciones. Sobre todo ahora que su era parece extinguirse. A punto de cumplir 34, dice: ¡°No s¨¦ cu¨¢ndo voy a retirarme. Ganar el sexto anillo es ahora mi mayor obsesi¨®n. Primero, los juegos; despu¨¦s, el anillo¡±.
Habla italiano y algo de espa?ol. Y los usa. Presume de ser amigo de Pau Gasol, compa?ero de glorias y fatigas en los Lakers. Admira, dice, ¡°su alto cociente intelectual en la pista, no hay nadie igual¡±, y le gusta fuera de ella, ¡°como persona¡±. Se muestra atento, incluso entretenido, con el circo a su alrededor en Barcelona. Posa si alg¨²n fan le pide una foto en un momento de despiste del apabullante despliegue de seguridad a su alrededor, 100 hombres rotundos, vestidos de negro, tatuados. Es el ¨²nico de los tres jugadores que no pone mala cara cuando se le solicita un minuto m¨¢s para rematar las im¨¢genes exclusivas de este reportaje. Al contrario, reclama a LeBron y a Durant cuando tratan de escabullirse. Quiz¨¢ sea otra fachada, distinta de la del anterior gigante, igual de efectiva. M¨¢s elegante. Primero finta con una respuesta graciosa, se r¨ªe, y luego traza un reverso calculado, con tono grave, al recordar unas palabras de su padre, Joe Bryant, un jugador retirado que pas¨® por la NBA y luego se busc¨® la vida en la Liga italiana: ¡°Usa el juego. No dejes que el juego te use a ti¡±. Suena mejor en ingl¨¦s y saliendo de su boca. ¡°Quiere decir: no te dejes consumir por el dinero. Recuerda siempre por qu¨¦ empezaste a jugar. Porque amas el baloncesto. No por el resto de cosas que lo acompa?an. Si te agarras a esto, si no lo pierdes nunca, no te perder¨¢s a ti mismo en el proceso¡±. La ¨²nica mancha en su expediente tuvo que ver con una denuncia por agresi¨®n sexual en 2003. Acab¨® en acuerdo prejudicial. Bryant pidi¨® perd¨®n en p¨²blico. Dijo que nunca pens¨® que aquello podr¨ªa considerarse una agresi¨®n, pero que entend¨ªa la postura de la otra persona. La camiseta con su n¨²mero se cay¨® en unos meses deltop 10de ventas al puesto 92?, seg¨²n Fox News. Se cancelaron varios de sus contratos publicitarios. Pero cuando se le pregunta si alguna vez se vio al borde de ser consumido por todo lo que rodea al juego, responde: ¡°No. He logrado tomar perspectiva, porque amo tanto el baloncesto¡ Es lo que hago, es lo que soy. Nunca me ha sido dif¨ªcil recordar de d¨®nde viene todo¡±.
Unos minutos m¨¢s tarde,en la sesi¨®n de fotos, muestra la misma confianza en qui¨¦n es y en lo que hace. Toma el centro. Asume la posici¨®n de l¨ªder. LeBron, a su derecha, llega sonriente, de bromear con su s¨¦quito. Cruza los brazos. Que se vean los tatuajes y los m¨²sculos. Cambia de expresi¨®n. Se muerde el labio, saca la careta de tipo duro. A la izquierda, un tipo delgaducho se pelea con su cuerpo. Es el m¨¢s alto de los tres. El m¨¢s joven. Se fija mucho en los otros. Cuando James cruza los brazos, ¨¦l cruza los brazos. Si Bryant sonr¨ªe, ¨¦l sonr¨ªe. Como si no hubiera encontrado su sitio. En ello anda.
Para las entrevistas lo han recluido en la ¨²ltima sala. M¨¢s all¨¢ de Bryant. Un cuerpo muy largo hecho un nudo en una silla muy peque?a. No hay rastro de tatuajes. ¡°Los prefiero en el pecho y en la espalda, y no en los brazos para que la gente me los vea¡±. Humilde y retra¨ªdo, Kevin Durant, con 23 a?os, se ha llevado ya tres veces el t¨ªtulo de m¨¢ximo anotador de la NBA. Acab¨® 2012 con una media de 28 puntos por partido, por encima de Bryant. Alcanz¨® la final con los Oklahoma City Thunder. Perdi¨® contra LeBron, pero anot¨® m¨¢s que ¨¦l en la serie final. Antes de saltar a la cancha suele pasar ¡°10 o 15 minutos¡± rezando en una capilla. ¡°Hay una en cada estadio, salvo en Dallas¡±, cuenta. Su madre asiste a todos sus partidos. ¡°Si no la veo me pongo nervioso. Pero siempre llega en el momento justo. Tenemos una conexi¨®n. Ha estado viniendo desde que tengo ocho a?os¡±. Tampoco hay que confundirse. Cuando habla de un partido dice que marcha ¡°a la guerra¡±. No muestra los dientes, pero los tiene. El encuentro es breve. Con el tercero de la lista, cada minuto empieza a sumar d¨®lares. ¡°?ltima pregunta¡±, murmura alguien. Le pedimos que explique esa obsesi¨®n del jugadordominante.Durant improvisa: ¡°Hay muy buenos jugadores. Esto es diferente. Un estado mental. Sales ah¨ª fuera pensando que nadie puede pararte. Y que eres capaz de guiar a tu equipo a la victoria¡±. Luego se palpa el pecho y dice que algunas personas lo llevan dentro. Otras no. As¨ª se ve el mundo desde la cima.
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