La belleza rota de Julia Margaret Cameron
La fot¨®grafa diseccion¨® a los protagonistas de sus im¨¢genes con atm¨®sferas rom¨¢nticas
Julia Margaret Cameron no solo se enfrent¨® al rechazo de los fot¨®grafos de la ¨¦poca victoriana, sino al paternalismo de los puristas de generaciones posteriores, que minimizaron su genio tachando sus im¨¢genes, desenfocadas y manchadas, sus borrosos y quebrados medios y primeros planos, de feliz accidente, del ¨¦xito de un error. Pero muy al contrario, la obra de esta fot¨®grafa no es fruto de la casualidad, sino de un estilo que tuvo el coraje de dar la espalda a las reglas de la reproducci¨®n mec¨¢nica y a los c¨¢nones de la ¨¦poca. Asumiendo la imperfecci¨®n como expresi¨®n art¨ªstica, logr¨® recoger algo que iba m¨¢s all¨¢ de la nitidez de la imagen: el alma de los retratados, sobre todo sus mujeres y ni?as, a las que captur¨® como nadie lo hab¨ªa hecho antes. Melanc¨®licas y vulnerables, de una belleza rom¨¢ntica y enfermiza, pero tambi¨¦n impenetrables y desafiantes, con una profundidad tr¨¢gica que hoy se mantiene imperturbable.
La retrospectiva que el Victoria and Albert Museum dedica a la artista por el bicentenario de su nacimiento (Calcuta, India, 1815) y por los 150 a?os de su primera y ¨²nica exposici¨®n en vida (en el mismo Victoria and Albert, antes South Kensington Museum, en 1865) muestra la fuerza creativa de una mujer que, seg¨²n la estadounidense Marta Weiss, comisaria de la exposici¨®n, ha sufrido la tibieza de la lectura machista de la historia. Pese a que desde muy pronto se reconoci¨® su enorme influencia ¨Cera imposible no hacerlo¨C, se insisti¨® en la idea de los fallos t¨¦cnicos y de la suerte del aficionado frente a la que hoy cobra m¨¢s peso: la obra de Julia Margaret Cameron es fruto del empe?o de una mujer ambiciosa y testaruda que se sab¨ªa artista.
Tuvo su primera c¨¢mara con 48 a?os. En su casa en la isla de Wight, reconvertida en estudio y laboratorio, retrat¨® a familiares, amigas y vecinas
¡°?Errores o experimentos?¡±, se pregunta Weiss insistiendo en el matiz. ¡°Ella comet¨ªa errores, pero desde el momento en que no los corrige y los repite una y otra vez dejan de ser errores para convertirse en un estilo. Dejar huellas del proceso, de las manchas, rasgu?os o efectos borrosos dotaron de enorme modernidad, y humanidad, a su trabajo. Hemos investigado muchos de sus negativos, esas repeticiones, y por eso creo que lo correcto es hablar de experimentos¡±.
A trav¨¦s de la correspondencia que la fot¨®grafa mantuvo con Henry Cole, director del South Kensington Museum, sabemos de la enorme aspiraci¨®n de su trabajo, de sus ansias por exponer, hacerse valer ?y ganar dinero! con sus fotograf¨ªas en un mundo que desde el primer momento la ningune¨® por su mala ortograf¨ªa con la c¨¢mara y el revelado. En un duro art¨ªculo que la Sociedad Fotogr¨¢fica de Londres public¨® en su Photographic Journal quedaba clara la postura acad¨¦mica: ¡°Nos disculpamos por condenar el trabajo de una mujer, pero estar¨ªamos cometiendo una injusticia si dej¨¢semos pasar sus fotograf¨ªas como ejemplo de buen arte o de perfecci¨®n¡±. Cole, por el contrario, no solo crey¨® en ella, sino que la convirti¨® en la primera artista residente del museo. ¡°Mi aspiraci¨®n¡±, escribi¨® ella, ¡°es ennoblecer la fotograf¨ªa y garantizar que se la tenga por un arte con may¨²sculas capaz de combinar lo ideal y lo real sin sacrificar la verdad y desde la m¨¢s completa devoci¨®n hacia la poes¨ªa y la belleza¡±. Sobre las cr¨ªticas vertidas por la Sociedad Fotogr¨¢fica de Londres, mantuvo una envidiable distancia: ¡°De no haber sido capaz de valorar la cr¨ªtica en su justa medida me habr¨ªa desanimado mucho. Era demasiado implacable y manifiestamente injusta como para tenerla en cuenta. El enorme espacio que me fue concedido en sus paredes por los jueces, indulgentes a la vez que exigentes, parec¨ªa invitar a la iron¨ªa y el espl¨ªn de la noticia impresa¡±. Para Marta Weiss su resistencia solo se explica desde su enorme confianza en s¨ª misma y en su proyecto. ¡°Efectivamente, fue una figura controvertida en su ¨¦poca, incluso despu¨¦s de su muerte, pero supo seguir adelante aferr¨¢ndose a lo positivo y a las personas que creyeron en ella¡±.
Cameron tuvo su primera c¨¢mara con 48 a?os, una de sus hijas se la regal¨® para ocupar sus solitarias horas en su casa de Freshwater Bay, en la isla de Wight, donde pasaba el tiempo lejos de su marido, el abogado Charles Hay Cameron, y de sus seis hijos. Fue en esa casa, reconvertida en ajetreado estudio y sucio laboratorio, donde empez¨® a retratar a sus criadas, hermanas, familiares, amigas y vecinas. Entre ellas estaba la joven Alice Pleasance Liddell, la Alicia de Lewis Carroll, y su sobrina Julia Jackson, madre de Virginia Woolf. Carroll despreciaba los retratos de Cameron por imperfectos y la autora de Al faro tampoco demostr¨® demasiada simpat¨ªa por su t¨ªa abuela. Un desd¨¦n in¨²til: Cameron cambi¨® la forma de mirar a las mujeres y a las ni?as al retratarlas despeinadas, medio vestidas, con aire somnoliento, de andar por casa. Se alej¨® de la rigidez victoriana para acercarse a su propia naturaleza femenina. ¡°Su luz y su forma de encuadrar eran de una enorme modernidad, dotaba a su trabajo de una energ¨ªa muy dram¨¢tica¡±, afirma la comisaria, que recuerda la exposici¨®n de 1999 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA), dedicada solo a los retratos femeninos y mucho menos exhaustiva que la de ahora (57 frente a 120 im¨¢genes). La muestra del Victoria and Albert, itinerante, viajar¨¢ del 17 marzo al 15 de mayo de 2016 a la Fundaci¨®n Mapfre de Madrid, acompa?ada de una serie de fotograf¨ªas de la ¨¦poca que servir¨¢n de contexto.
Su obra asumi¨® la imperfecci¨®n como expresi¨®n art¨ªstica. Recogi¨® algo que iba m¨¢s all¨¢ de la nitidez de la imagen: el alma de los retratados
Para el director de cultura de la fundaci¨®n, Pablo Jim¨¦nez Burillo, el rechazo a Cameron hay que situarlo dentro de las peculiaridades de la sociedad brit¨¢nica de entonces, ¡°esa mirada conservadora no se hubiera dado ni en el continente ni en Estados Unidos, donde eran m¨¢s abiertos a la modernidad, mientras que la sociedad inglesa, entonces mucho m¨¢s replegada hacia atr¨¢s, era negativa a todo lo moderno. Cualquier experimentaci¨®n estaba fuera de lugar¡±. Para Jim¨¦nez Burillo, las im¨¢genes de Cameron son dif¨ªciles de olvidar cuando se descubren. ¡°Recuerdo una exposici¨®n suya a finales de los a?os ochenta en la Juan March de Madrid. No existe un fot¨®grafo con su intensidad. Me atrae su personalidad y su calidad, su t¨¦cnica estaba ajustada a la perfecci¨®n a lo que ella quer¨ªa contar, que era algo muy intenso, de sentimientos ocultos, no hablados. Miraba al pasado, a la pintura, pero al mismo tiempo a algo nuevo y diferente. Con las fotograf¨ªas de Julia Margaret Cameron no sabes qu¨¦ ocurre pero sabes que algo est¨¢ ocurriendo. Y eso es el arte¡±.
Un art¨ªculo de Sarah Burton, actual dise?adora de Alexander McQueen, publicado en el diario Financial Times ahonda en ese lado inescrutable de Cameron. Burton recuerda c¨®mo sus mujeres y ni?as han colgado de las paredes del taller de McQueen desde siempre. ¡°Creo que Cameron resuena en McQueen porque ella demuestra con qu¨¦ naturalidad pueden coexistir belleza y tragedia. Vivi¨® en un tiempo donde la gente estaba obsesionada por la vida y la muerte, donde la muerte no era tan tab¨². Conviv¨ªa con la muerte, y eso es algo que tiene mucho que ver con el estado an¨ªmico de McQueen. Esa misma melancol¨ªa victoriana nos ha hablado a nosotros y por eso ella siempre ha estado ah¨ª. Miramos sus fotograf¨ªas. Yo miro sus fotograf¨ªas. Buscando la misma autenticidad en mis mujeres, la misma suavidad de esp¨ªritu¡±. Esa esencia que ha obsesionado a generaciones de amantes de la belleza rota, atrapadas por el grito insondable de estas silenciosas fotos.
elpaissemanal@elpais.es
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