La tribu de las ¡®zapas¡¯
Viven enganchados a las zapatillas y a su compra-venta compulsiva. Las marcas e Internet alimentan su obsesi¨®n y su autoestima: gana el que consigue el par m¨¢s exclusivo Se les conoce como ¡®sneakerheads¡¯, una tribu urbana global que gana adeptos en Espa?a a toda velocidad
¡°?Te importar¨ªa hacernos una foto?¡±. M¨®nica y sus amigas posan con su mejor sonrisa y los pies en alto en una terraza madrile?a. La noche acaba de empezar, pero hoy es una ocasi¨®n especial y todo tiene que quedar bien retratado y subido a la Red. Es la primera vez que se ven en persona: ¡°Somos amigas de Instagram¡±. Una es medio rocker; otra, un poco pija, y hay tambi¨¦n una hipster. El grupo comparte un ¨²nico inter¨¦s com¨²n: las zapas.
M¨®nica y sus amigas son sneakerheads, tal y como se les conoce a los coleccionistas de zapatillas, y habitan un mundo en el que estas ocupan un peso desmesurado. Tanto como para que los j¨®venes duerman entre cartones durante d¨ªas a las puertas de una tienda con tal de conseguir un modelo exclusivo. En el que se gastan lo que ganan en el bazar global de las zapas nuevas y usadas, donde compran y venden con compulsi¨®n. En el que se fotograf¨ªan con sus adquisiciones y suben las m¨¢genes a Internet para que en ?msterdam o en Kioto, gente como ellos sepa que fue ¨¦l y no otro el que consigui¨® hacerse justo con ese exclusivo par en Madrid.
Forman parte de un fen¨®meno que ha llegado con retraso a Espa?a, pero que se propaga a velocidad mete¨®rica. Las marcas alimentan la ansiedad de los j¨®venes con m¨¢s y m¨¢s lanzamientos exclusivos, sin acabar de comprender el secreto de su ¨¦xito. Los soci¨®logos lo consideran el ejemplo perfecto de uno de los rasgos que definen nuestros d¨ªas: la exhibici¨®n global.
Roberto Falc¨®n llega con una caja de zapatillas reci¨¦n compradas y toma asiento en una terraza en el centro de Madrid. Cada vez que se cruza alguien con zapatillas en los pies, baja la mirada. Los de la tribu se huelen. M¨®nica y su novio, Roberto, se conocieron gracias a las zapas. Ella colg¨® una foto en Instagram de un par que capt¨® la atenci¨®n de ¨¦l. Eso fue hace tres a?os. Desde entonces son pareja, aunque cada uno vive con sus padres.
M¨®nica trabaja, pero invierte buena parte de su sueldo de mileurista en zapatillas. Tiene 29 a?os y reside con su padre, su madre y su hermano en Torrej¨®n de Ardoz, una localidad de la periferia madrile?a, en un piso que ilustra a la perfecci¨®n la desmesura de este mundillo. Es una vivienda modesta, donde vive una madre que no trabaja y un padre que carg¨® durante a?os maletas en aviones de Iberia. La habitaci¨®n de M¨®nica est¨¢ repleta de tesoros. All¨ª, en un espacio de tres por cuatro metros, guarda, debajo de la cama de ni?a que ya no es, unos 150 pares de marca nuevas o seminuevas; un dineral.
M¨®nica se gasta unos 200 euros todos los meses en zapatillas. ¡°Vivo con mis padres y no tengo que pagar nada. Les digo que ser¨ªa much¨ªsimo peor que me lo gastara en drogas¡±. Su padre, Jorge Mart¨ªnez, coincide con ella. Asegura que los mensajeros le tienen mareado con tanto paquete. ¡°Es un gasto muy grande, pero no lo veo mal. Ella trabaja y se lo costea¡±. A su madre, Carmen Rico, este mundillo le hace menos gracia. Piensa que M¨®nica ya tiene edad de independizarse: ¡°La vida son otras cosas, no solo comprar zapatillas caras. Lleva un mont¨®n de a?os trabajando y ya podr¨ªa tener ahorrado para la entrada de un piso¡±.
En casa y en la Red. Las zapatillas acompa?an a M¨®nica desde que se levanta y hasta que se acuesta. ¡°Me despierto, cojo el m¨®vil, le doy los buenos d¨ªas a mi novio y me meto en Instagram. Todos los d¨ªas subo fotos de zapatillas¡±. Primero se da un garbeo digital por ocho tiendas de Madrid y luego salta a ?msterdam, donde se encuentra otra de sus favoritas. Luego toca Segundamano, Twitter, Facebook¡
La casa de Roberto es m¨¢s de lo mismo. All¨ª tambi¨¦n viven unos padres medio resignados y medio orgullosos del hobby de su hijo. Para ellos el problema es que Internet pone a su alcance los modelos que salen a la venta en todo el mundo. ¡°Lo ven todo y lo quieren, y eso es un peligro¡±, dice el padre. Como el espacio en la casa familiar es limitado, Roberto compra y vende zapatillas continuamente para dar entrada y salida a algunos pares.
A ¨¦l le gustar¨ªa abrirse camino en el mundo de la fotograf¨ªa y las zapas. De momento, ya tiene 4.500 seguidores en roberayo, su alias de Instagram. Esta semana ha sido muy especial para Roberto. Tanto que dice que desde hace tres d¨ªas le tiembla la mano de los nervios. El m¨¢nager de una marca le envi¨® un correo para saber si estaba interesado en hacer una foto captando la esencia de Madrid para publicarla en una p¨¢gina oficial que cuenta con 155.000 seguidores. No le importa que no le paguen, ¨¦l lo vive como la oportunidad de su vida.
El caso de M¨®nica y de Roberto no pasar¨ªa de ser una curiosidad m¨¢s de no ser porque no est¨¢n solos, sino que forman parte de una marea planetaria. ¡°Est¨¢bamos hartos de ver que en otros pa¨ªses llevaban ya 10 a?os con este tema muy caliente, as¨ª que decidimos traerlo a Espa?a¡±. Habla Reyes Yllera, cofundadora de Dashape, el evento que re¨²ne a los locos de las zapatillas en Espa?a y donde las relaciones virtuales se vuelven de carne y hueso. Este a?o han participado m¨¢s de 5.000 personas. ¡°Esto va a ir a m¨¢s. A Espa?a ha llegado como un hurac¨¢n. Las marcas ven que la gente compra fuera y quieren ofrec¨¦rselo aqu¨ª¡±, explica Yllera.
Cuenta que este a?o ha sido la explosi¨®n, que han nacido grupos de Facebook, de Instagram, blogs y eventos, que la gente ha dado forma a su pasi¨®n. ¡°Antes eran coleccionistas veteranos. Ahora es gente joven, que tienen un consumo m¨¢s r¨¢pido y m¨¢s ansioso. Igual compran hoy, pero revenden la semana que viene, porque lo quieren tener ahora y no pueden esperar. Pero es tambi¨¦n casi un juego. Quien consigue la zapatilla es el m¨¢s guay y, por tanto, gana¡±. Y sigue: ¡°Todo empez¨® con los coleccionistas, pero han entrado las marcas a saco, porque se est¨¢n dando cuenta de lo que est¨¢ pasando y est¨¢n reaccionando. Siembran para que el fen¨®meno crezca. Saben que los sneakerheads marcan tendencia y buscan que su marca sea reconocida¡±, concluye.
Francisco Javier Guti¨¦rrez, delegado de moda de Adidas, coincide en que ¡°el hype este es muy fuerte. Los tres ¨²ltimos a?os han sido a lo bestia. Se ha vuelto muy exagerado¡±. Cree que se ha producido una tormenta perfecta: por un lado, salen al mercado productos muy exclusivos por ser ediciones limitadas, pero est¨¢n a la vez al alcance de casi cualquiera. Por otro, la reventa es tambi¨¦n muy accesible gracias a Internet. Dice Guti¨¦rrez que Adidas no ha cambiado su estrategia de lanzamientos desde hace a?os y que el mercado de las ediciones limitadas es ¨ªnfimo, pero tambi¨¦n muy importante para la marca. ¡°Cuando la gente se pasa cuatro d¨ªas en la calle para conseguir una zapatilla quiere decir que somos una marca deseada¡±.
Un s¨¢bado de finales de noviembre fue la fecha elegida para el lanzamiento de unas Adidas Yeezy, una colaboraci¨®n con Kanye West que trae de cabeza a los sneakerheads de medio mundo y de las que el rapero entreg¨® un par al mism¨ªsimo Barack Obama. Cinco d¨ªas antes, a las once de la ma?ana, Hamlet Inductivo y sus compa?eros de cola ya hab¨ªan instalado sus sillas plegables a las puertas de Sivasdescalzo, la tienda de Madrid elegida para el lanzamiento de ocho exclusivos pares. Por orden de llegada, se apuntan en una lista que custodiar¨¢ el primero en presentarse, en este caso Hamlet, de 31 a?os y encargado de un restaurante, que se declara ¡°un flipao de las zapatillas¡±. Ha venido con su cu?ado, filipino como ¨¦l y que va a emplear en la cola una semana de su quincena de vacaciones de un call center de Manila. Por la noche, amigos y hermanos les traer¨¢n sacos de dormir y tiendas de campa?a.
En la fila est¨¢ tambi¨¦n Jos¨¦ Luis ?lvarez, de 21 a?os, que se dedica a mover coches en una empresa de alquiler. Su hermana y un amigo hacen cola para ¨¦l. As¨ª conseguir¨¢ tres pares. ¡°La ¨²nica forma de asegurarte uno es acudir y aguantar¡±, informa. Jos¨¦ Luis estudia un grado superior de automoci¨®n y dice que se ha sacado los estudios hincando los codos en las colas. Su idea es quedarse con un par y revender los otros dos. A mitad de semana ya hab¨ªa apalabrado la venta de uno por 650 euros. ?l las comprar¨¢ por 200. Hay otro chico, estudiante de veterinaria, que hace la cola solo para sacarse un dinerillo. Le pagan 50 ?euros al d¨ªa, unos dos euros la hora.
El jueves siguen en formaci¨®n. En lo que va de semana ha habido de todo. Uno de los chicos tir¨® la toalla el segundo d¨ªa a las seis de la ma?ana. Dijo que no pod¨ªa m¨¢s, que eso era muy duro. Otro d¨ªa apareci¨® uno medio despistado que ven¨ªa desde Francia a por las Yeezy, y tambi¨¦n, seg¨²n Jos¨¦ Luis, ¡°alg¨²n colgao con ganas de bronca¡± que reivindicaba su derecho a hacerse con un par salt¨¢ndose la lista sagrada de los ocho elegidos. Y como sucede en estas ocasiones, tampoco faltaron los j¨®venes chinos, dispuestos a pagar el doble o el triple a los que estaban en la fila para revenderlas despu¨¦s en su pa¨ªs a precio de diamante.
El viernes hay algo m¨¢s de nervios. El camarero del bar junto al que hacen guardia sale con la escoba. ¡°Chicos, que no pueden ni entrar los clientes¡±. Los j¨®venes piden disculpas y mueven el campamento medio metro. Todo transcurre con un cierto buen rollo, que por momentos hace que la locura parezca hasta medio normal. Ma?ana es el gran d¨ªa. Se calzar¨¢n un par de zapas chulas para el lanzamiento. ¡°Viene todo el mundo, es una ocasi¨®n para lucirse¡±, anuncia Jos¨¦ Luis.
Varias calles m¨¢s all¨¢, en pleno centro de Madrid, un grupo de j¨®venes ha quedado en Coffee and Kicks, la primera cafeter¨ªa dedicada al mundo de las zapas. La abri¨® Guillermo Lasalle el pasado junio. En las vitrinas del bar exhibe modelos exclusivos para admiraci¨®n de los entendidos. ?l tambi¨¦n vende y posee ciento y pico pares. ¡°Esto es un locura. Ahora para comprar unas limitadas hay que dormir en la calle¡±, se queja. ¡°Las marcas se han dado cuenta del fil¨®n de las limitadas y lanzan cada vez m¨¢s modelos y colaboraciones con tiendas y grupos de m¨²sica¡±. Guille no recuerda un mes en los ¨²ltimos seis a?os en los que no haya comprado un par.
Hoy se ha dejado caer por el bar un chico que llega directamente de Sevilla. Ha o¨ªdo rumores de que van a sacar el modelo de Regreso al futuro coincidiendo con el aniversario de la pel¨ªcula y quiere hacer cola donde sea. No son m¨¢s que eso, rumores, pero ¨¦l va preguntando de tienda en tienda por el centro de Madrid por si acaso.
Toma tambi¨¦n caf¨¦ en el bar de Guille un grupo de aficionados al sneaker shoot, a hacerse fotos con zapatillas y subirlas a la Red. Se conocen por el alias de Instagram. Hay una estudiante de maquillaje, Isthegat, que dice que en Espa?a empieza a haber m¨¢s chicas en esto, pero todav¨ªa minor¨ªa. ¡°Parece como si solo pudi¨¦ramos llevar tacones, aunque las marcas se dan cuenta de que cada vez compramos m¨¢s¡±. Explica que en agosto del a?o pasado se compr¨® diez pares y pens¨®: ¡°Me he pasado. Se me ha ido de las manos¡±. Est¨¢ tambi¨¦n Monikiki86, la chica de Torrej¨®n. A su lado, Fernando, que reconoce que tiene un punto adictivo: ¡°Me tir¨¦ dos meses sin comprar y me picaba todo el cuerpo¡±. Est¨¢ tambi¨¦n Juanma, fot¨®grafo de 25 gramos, un conocido blog de zapas: ¡°Acabo de vender las Asics Foot Patrol por 250 euros¡±. ¡°No jodas, yo te daba 300 ahora mismo¡±. ¡°?Qu¨¦ tal estuvo el evento de Diadora?¡±. Este es el tipo de conversaciones que se escuchan por aqu¨ª.
Hacer publicidad gratis a las marcas no les preocupa. Se sienten orgullosos de establecer esa relaci¨®n unilateral con los fabricantes, quienes conocen y aprecian a unos fans cuya frescura preservan deliberadamente. ¡°Las firmas queremos que sean reales y cre¨ªbles. Si les metemos en n¨®mina, pierden la credibilidad. No queremos convertirlos en anuncios ambulantes¡±, explica Guti¨¦rrez, de Adidas.
Publicar en una red social una zapa que acaba de salir proporciona muchos likes y seguidores. Es un potente reconocimiento social capaz de llegar desde cualquier rinc¨®n del planeta para alimentarte la autoestima. ¡°Las culturas juveniles ahora son globales. Ya no es un consumo privado. No basta con que te vean los compa?eros de clase. Ahora la oferta es global y la exhibici¨®n tambi¨¦n. Las referencias son marcas y mercados mundiales¡±, interpreta Carles Feixa, catedr¨¢tico de Antropolog¨ªa Social de la Universidad de Lleida y experto en culturas juveniles. Estamos ante ¡°una cultura muy exhibicionista¡±. Juan Mar¨ªa Gonz¨¢lez-Anleo, autor de Consumidores consumidos (Ediciones Khaf 2014), lo enmarca en el concepto de sociedad del espect¨¢culo que elabor¨® Guy Debord. ¡°Solo que ahora todos queremos ser protagonistas¡±. ¡°Ahora todos somos anuncios de nosotros mismos, es el personal marketing. Hay una necesidad de estatus que tiene que ver con lo que tienen los dem¨¢s¡±.
Es s¨¢bado por la ma?ana y falta media hora para que Sivasdescalzo suba la persiana de hierro. Los chicos miran compulsivamente las pantallas de sus m¨®viles. Acaba de salir la venta online y lo intentan tambi¨¦n por ah¨ª, no sea que al final haya alg¨²n problema en la tienda. Tambi¨¦n llega un sneakerhead alem¨¢n que est¨¢ de paso por Madrid y decide probar suerte, lo que, claro, provoca la carcajada de los que llevan cuatro d¨ªas y sus correspondientes noches haciendo cola.
Suena el motor de la persiana, que anuncia que ya es cuesti¨®n de segundos. Hamlet lleva hoy unas zapatillas superlimitadas y entra el primero. Le atienden a ¨¦l solo, con la ceremonia que requiere la ocasi¨®n, y le entregan una caja de cart¨®n marr¨®n a cambio de dos billetes de cien euros que coloca encima de la mesa. Abre la caja, saca las zapatillas y las observa. ¡°Son justo como las imaginaba¡±. Sale henchido por la puerta. Fuera le esperan sus compa?eros de cola, que ir¨¢n entrando uno a uno y que ahora le acribillan a fotos con el m¨®vil para subirlas a Internet. ¡°Enhorabuena, t¨ªo¡±. Ha sido otro gran d¨ªa para los sneakerheads.
elpaissemanal@elpais.es
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