Juguetes que hablan, lo peor para el desarrollo del lenguaje en la infancia
Los libros, bloques y otros juguetes tradicionales son mejores que los aparatos electr¨®nicos que emiten sonidos
Como bien saben madres y padres, las conversaciones con sus beb¨¦s comienzan mucho antes de que sepan decir palabras. Se suceden di¨¢logos, m¨¢s o menos elaborados, durante el ba?o, en la comida y jugando. Estos turnos de palabra son esenciales en el desarrollo del beb¨¦, sobre todo en el del lenguaje, y los juguetes electr¨®nicos podr¨ªan estar siendo de poca ayuda. Un estudio que acaba de publicarse insiste en la sospecha que hab¨ªan despertado otros trabajos anteriores: si el juguete habla, cr¨ªos y progenitores callan.
Los m¨¢s peque?os aprenden jugando y entre ellos, sus padres y el juguete se forma un tri¨¢ngulo que debe fomentar la interacci¨®n: el mu?eco es un conejito, la madre lo verbaliza y su beb¨¦ lo asimila, tratando de repitirlo o respondiendo. Pero los juguetes que emiten luces, voces y sonidos generan tanta actividad e inter¨¦s que rompen ese tri¨¢ngulo de aprendizaje: el aparato act¨²a mientras padres e hijos miran. La diferencia con respecto a otros juguetes tradicionales?¡ªanal¨®gicos¡ª es tan sustancial que incluso se hace notable estudiando a grupos peque?os.
Si el juguete habla, cr¨ªos y progenitores callan. Padres y madres usan menos palabras, generan menos conversaciones y menos respuestas de los ni?os
Es el caso del trabajo reci¨¦n publicado por Anna Sosa, especialista en desarrollo infantil del lenguaje: mientras jugaban con juguetes electr¨®nicos que hablan, padres y madres usan menos palabras, generan menos conversaciones y menos respuestas de sus hijos e hijas que al jugar con bloques de madera, figuritas o libros, que provocan mucha m¨¢s interacci¨®n verbal. "Los resultados de este trabajo constituyen una base para desalentar la compra de juguetes electr¨®nicos y fomentar el juego con libros y juguetes tradicionales", se?ala Sosa.
"No esperaba que los resultados fueran tan claros dado que la recogida de datos se realiz¨® en los hogares de los participantes con las distracciones cotidianas normales", asegura Sosa, que al plantear el estudio supon¨ªa que la mayor¨ªa de los padres hablaran y respondieran algo menos con los juguetes electr¨®nicos, pero no un resultado tan notable para una muestra corta.
El estudio, publicado en JAMA Pediatrics, se realiz¨® durante a?o y medio con 26 parejas de hijos de entre 10 y 16 meses y madres (s¨®lo un padre), dejando que jugaran con tres tipos de elementos. Al jugar en casa se propiciaba una interacci¨®n m¨¢s realista, que quedaba grabada para ser procesada por un software espec¨ªfico. Se compar¨® la conversaci¨®n que surg¨ªa del uso de juguetes electr¨®nicos (port¨¢tiles y m¨®viles de juguete y una granja que emite sonidos) con juguetes cl¨¢sicos (granja con fichas de animales de madera, bloques de goma y piezas de distintas formas para encajar) y con la lectura de libros infantiles.
Con los electr¨®nicos, las madres usaron en promedio 40 palabras por minuto, en comparaci¨®n con las 56 palabras empleadas con juguetes tradicionales y las 67 con los libros. La diferencia result¨® mucho m¨¢s notable en el an¨¢lisis de las interacciones entre madre e hijo, las vocalizaciones espont¨¢neas de los cr¨ªos, las respuestas y los turnos de conversaci¨®n entre ambos, que fueron mucho m¨¢s ricas en juegos sin pilas. El uso de palabras de contenido espec¨ªfico del juego (animales de la granja, por ejemplo) se reduce a la mitad en cacharros electr¨®nicos frente a bloques y mu?ecos. "Me sorprendi¨® que los juguetes tradicionales crearan una interacci¨®n comunicativa de tanta calidad como jugar con libros", reconoce Sosa, investigadora de la Universidad de Northern Arizona.
Los juguetes enchufados desenchufan a los padres. Ya se sab¨ªa que aparatos como la televisi¨®n desplazan el uso del lenguaje, al contrario que el juego f¨ªsico con otros ni?os o los libros, pero todav¨ªa hay pocas evidencias sobre el papel que los juguetes est¨¢n desempe?ando en el desarrollo del habla, m¨¢s todav¨ªa con los nuevos aparatos electr¨®nicos que cada vez son m¨¢s protagonistas en las casas.
Pero los primeros datos, como este estudio, dan algunas malas se?ales: los beb¨¦s aprenden a hablar y a relacionarse escuchando a sus mayores y no hay evidencia de que puedan hacerlo escuchando m¨¢quinas. Entablar turnos de conversaci¨®n durante el juego no solo ense?a lenguaje y sienta las bases para la alfabetizaci¨®n; adem¨¢s, ayuda a aprender habilidades sociales, a interpretar roles y a aceptar el papel de los dem¨¢s, escuchando, a trav¨¦s de la empat¨ªa.
Ya hay estudios que han mostrado c¨®mo se reduce la adquisici¨®n de vocabulario con libros interactivos y cada vez son m¨¢s los especialistas que alertan sobre las posibles trabas al desarrollo infantil cuando los menores se entregan a m¨®viles y tabletas. Estos aparatos distraen de tal manera a los m¨¢s peque?os que cada vez m¨¢s padres y madres los usan como sonajero 2.0, hasta el punto de dejarles solos us¨¢ndolos incluso a edades muy tempranas.
Es importante que los ni?os no se queden atrapados en el bucle del juguete-aplicaci¨®n hasta quedarse excluidos de la participaci¨®n en el mundo real", advierte el editorial
Si el uso de la tabletas y smartphones est¨¢ ocupando el lugar de otro tipo de interacciones sociales que sabemos que son beneficiosas para el lenguaje y el desarrollo social, advierte Sosa, sin duda podr¨ªa tener un impacto negativo en estas ¨¢reas. "Creo que es importante que los padres entiendan que estos juguetes electr¨®nicos, aplicaciones y juegos, incluso los comercializados como educativos, son un entretenimiento para los ni?os y no una herramienta para su desarrollo", asegura la especialista.
"Es importante que los ni?os no se queden atrapados en el bucle del juguete-aplicaci¨®n hasta quedarse excluidos de la participaci¨®n en el mundo real", advierte un editorial en la misma revista en que se publica el estudio de Sosa. En este editorial se recuerda un estudio de hace una d¨¦cada que descubri¨® que los preescolares criados en familias con pocos recursos escuchaban 30 millones de palabras menos en sus primeros cuatro a?os de vida que los ni?os de familias acomodadas, una diferencia abismal en el fomento del lenguaje que podr¨ªa estar igual¨¢ndose por abajo con la llegada de estos aparatos. De ah¨ª que el art¨ªculo reclame que la industria se esfuerce por desarrollar aplicaciones y herramientas que, en lugar de mermar, fortalezca el tri¨¢ngulo comunicativo que se forma entre madres y padres, sus hijos y los juegos que les ayudan a desarrollarse.
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