Los guardianes de Al Aqsa
Escondida en las entra?as de Jerusal¨¦n, la comunidad africana vive bajo una doble discriminaci¨®n: ser negros y palestinos
Muhammad Musa Qous ten¨ªa tres hijos y una mujer cuando se fue de casa con dieciocho a?os para cumplir con uno de los cinco pilares del Islam: el hajj, la peregrinaci¨®n a los lugares m¨¢s sagrados. Era el a?o 1936 cuando dej¨® atr¨¢s su pa¨ªs natal, Chad, para emprender el largo viaje hacia Tierra Santa, sin saber que jam¨¢s volver¨ªa a ver a su familia y que el ¨²nico v¨ªnculo que mantendr¨ªa con sus or¨ªgenes ser¨ªa el color de su piel.
Escondida en las entra?as del barrio musulm¨¢n de la Ciudad Vieja de Jerusal¨¦n, la comunidad afro palestina ¡ªactualmente unas 350 personas¡ª custodia una de las entradas principales de la Explanada de las Mezquitas, donde se encuentra el tercer lugar m¨¢s sagrado del islam, la mezquita de Al Aqsa. Esto no es casualidad. Musulmanes devotos de pa¨ªses africanos como Chad, Nigeria, Sud¨¢n o Senegal atravesaron un continente entero, muchos de ellos con camellos y a pie, para cumplir con la peregrinaci¨®n religiosa, que originalmente llegaba primero a la gran mezquita de La Meca y luego a la de Al Aqsa, desde d¨®nde, seg¨²n los versos del Cor¨¢n, Mahoma ascendi¨® al para¨ªso en una visi¨®n. Hoy en d¨ªa, sin embargo, es dif¨ªcil que todos los musulmanes cumplan con este precepto debido a las enormes dificultades de acceso que impone el Estado de Israel.
P¨¦rdida de identidad
Los primeros peregrinos datan del 636 d. C., cuatro a?os despu¨¦s de la muerte del profeta del islam, pero no fue hasta principios del siglo XX que los africanos que emprendieron el viaje con la intenci¨®n de volver a casa se vieron obligados a asumir un estatus permanente en Tierra Santa. Y es que la situaci¨®n que cientos de peregrinos encontraron en Jerusal¨¦n no era la esperada de un lugar sagrado. Como el patriarca de los Qous, muchos peregrinos africanos se unieron a una lucha encarnizada contra el Mandato Brit¨¢nico y el naciente Estado de Israel. ¡°Mi padre se sum¨® a la contienda por la liberaci¨®n de Palestina y no volvi¨® a saber nada m¨¢s de su familia de Chad. De hecho, yo no conozco a mis hermanos de all¨ª, nunca he ido¡±, explica Yasser Qous, uno de los cuatro hijos que Muhammad Musa tuvo con su nueva esposa de origen palestino.
Nuestra piel es negra, pero nuestra sangre es palestina"
La vida de estos africanos arraig¨® en Jerusal¨¦n, y es por eso por lo que muchos se volvieron a casar e iniciaron una nueva vida dejando atr¨¢s su identidad para crear una nueva. ¡°Cuando nos preguntan de d¨®nde somos, porqu¨¦ es evidente que somos diferentes por nuestro color de piel, siempre decimos palestinos. No sabemos nada de nuestras ra¨ªces, hemos vivido totalmente desconectados, incluso mi padre¡±, lamenta Yasser, explicando que pasar¨¢ el pr¨®ximo a?o en Francia para obtener nueva documentaci¨®n y as¨ª poder viajar al pa¨ªs de su padre, ya que con el pasaporte israel¨ª no tiene permitido pisar algunos pa¨ªses ¨¢rabes.
Encarcelados desde el Imperio otomano
Zuhra Al Qadi o Um Ahmad, como es conocida en el barrio, pasa las horas sentada en la puerta de la antigua prisi¨®n otomana Ribat al-Mansuri, contigua a las puertas de Al Aqsa. Ella es la matriarca de la comunidad afro palestina de Jerusal¨¦n, tiene 76 a?os y es viuda desde hace m¨¢s de una d¨¦cada. Su padre, de origen sudan¨¦s, se cas¨® con una palestina, y siguiendo la saga familiar ella se cas¨® con un hajj reci¨¦n llegado de Nigeria. ¡°?Es la m¨¢s sabia!¡±, asegura Yasser mientras ella lo mira de reojo con una peque?a sonrisa que delata su complicidad.
Con los a?os, la comunidad afro palestina ha creado fuertes v¨ªnculos sociales y territoriales en Jerusal¨¦n. Los primeros peregrinos se establecieron en dos albergues sim¨¦tricos construidos por los mamelucos (siglo XIII) y que durante las revueltas ¨¢rabes de principios del siglo XX el Imperio otomano reconvirti¨® en dos prisiones ¡ªRibat Al Mansuri y Ribat Al Baseri¡ª adyacentes a las puertas de la mezquita de Al Aqsa, motivo por el cual a¨²n se les define como los guardianes de Al Aqsa. Los barrotes de las puertas de entrada y la distribuci¨®n de las casas dentro de estos dos recintos, a¨²n hoy en d¨ªa hacen visible los vestigios de aquellas dos prisiones. Casas de entre 30 y 50 metros cuadrados para familias de siete u ocho miembros. ¡°Vivir en el coraz¨®n de Jerusal¨¦n resulta muy caro y, adem¨¢s, el estado no nos da permisos para construir ni peque?as habitaciones anexas¡±, explica el menor de los Qous. Las nuevas generaciones afro palestinas se ven obligadas a dejar la comunidad por cuestiones econ¨®micas y de espacio. A pesar de no poder construir nuevas edificaciones, el Banco Isl¨¢mico ha invertido de ¡°forma desinteresada¡± en la rehabilitaci¨®n de estos dos espacios.
Negros y palestinos
¡°Nuestra piel es negra, pero nuestra sangre es palestina", justifica Yasser lo que mucha gente cuestiona cuando los ve paseando por las calles de la Ciudad Vieja, y es que no solo son los turistas los que se preguntan por su identidad. Hace a?os algunos palestinos se refer¨ªan a ellos como abid, que literalmente significa esclavos, pero hoy en d¨ªa se ha reducido a una minor¨ªa. ¡°Yo me siento m¨¢s discriminado por los israel¨ªes, ya que soy doblemente inferior para ellos, primero por ser negro y segundo por ser palestino¡±.
Los afro palestinos han sido una comunidad muy castigada por Israel. Muchos de ellos han pasado largos periodos en prisi¨®n, con acusaciones fundamentadas y sin fundamentar, simplemente por prevenci¨®n, debido al car¨¢cter determinante de las detenciones administrativas. ¡°En mi familia somos cuatro hermanos y durante la Primera Intifada nos encarcelaron a todos¡±, explica Yasser asegurando que no recuerda cu¨¢ntas veces lo han detenido. ¡°Lo juro, no las cuento porque no vale la pena, pero seguro que han sido m¨¢s de 100¡±. La ¨²ltima vez que Yasser pis¨® un centro de detenci¨®n fue en 2006 y estuvo un a?o entero. Ahora su vida ha cambiado: ¡°He dejado de ser activista pol¨ªtico para ser activista social¡±. Actualmente es el director de la African Community Society, un centro social que realiza actividades de todo tipo para cambiar el futuro de todo un pueblo. ¡°Trabajamos con ni?os, j¨®venes y mujeres para hacerles ver que todos tienen un gran futuro dentro de nuestra sociedad¡±, detalla. Un futuro tejido con hilos del pasado, como los adoquines de una ciudad que perdura en el tiempo desde hace m¨¢s de 2.000 a?os.
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