D¨ªa 1 despu¨¦s de Bowie: "La vida es menos llevadera"
Un fan narra en primera persona c¨®mo se afrontan las primeras 24 horas tras la marcha del ¨ªdolo. Un dolor tan real como su m¨²sica
La ¨²ltima cosa que hice este domingo 10 de enero de 2016, justo antes de retirarme a la cama, fue escuchar el disco de David Bowie The Next Day. La primera cosa que hice al d¨ªa siguiente, nada m¨¢s remitir un correo electr¨®nico al peri¨®dico donde trabajo con algunas previsiones informativas, fue leer una escueta alerta de The Guardian que asomaba con un zumbido por la franja superior del tel¨¦fono: ¡°El m¨²sico David Bowie ha muerto de c¨¢ncer a los 69 a?os¡±. Eran las ocho en punto de la ma?ana y rele¨ª la frase cuatro o cinco veces, como si de una broma pesada se tratase, confiando est¨²pidamente en que me estuviera haciendo un l¨ªo con el ingl¨¦s.
El primer sobre que recib¨ª en mi oficina, un par de horas m¨¢s tarde, luc¨ªa el logo de Sony Music con su inconfundible brochazo de color rojo. Conten¨ªa un ejemplar de Blackstar, el ¨¢lbum que el Duque Blanco hab¨ªa publicado el viernes 8, coincidiendo con su cumplea?os. Las mismas siete canciones que durante el s¨¢bado y el domingo hab¨ªa escuchado compulsivamente, incluso en la franja de la madrugada, a trav¨¦s de Spotify. Lo dijo el productor Tony Visconti y no se me ocurre un resumen m¨¢s estremecedor a estas alturas: hasta de su despedida hizo este hombre una obra de arte.
Llorar a nuestros ¨ªdolos es sano
Hay personas que sienten el fallecimiento del ¨ªdolo con la misma crudeza que la de un familiar o amigo. Los expertos animan a entender al fan. "En ocasiones, hay artistas que son considerados como un miembro m¨¢s de la familia, lo cual aboca al individuo a un proceso de duelo que puede llegar a ser muy similar al que se realiza cuando se pierde a un ser querido", sostiene Laura Garc¨ªa Agust¨ªn, psic¨®loga cl¨ªnica y directora del Grupo Clave Salud.
"Incluso, en casos extremos el seguidor de la estrella podr¨ªa llegar a entrar en depresi¨®n. Aunque que este cuadro es m¨¢s propio de adolescentes que de personas adultas", advierte el psic¨®logo y escritor Miguel Silveira.
Sin embargo, la realidad de los sentimientos no se puede ignorar, y si la tristeza ante la muerte de su ¨ªdolo aflora de forma irremediable, no dude en darse permiso para sentirla, sin cuestionarlo. "Al margen de lo que opinen los dem¨¢s, hablar de lo que se siente siempre es terap¨¦utico y ayuda a integrarlo", aconseja la psic¨®loga.
En este sentido, y haciendo referencia al recientemente fallecido David Bowie, Silveira insta a los fans m¨¢s afectados por su desaparici¨®n a superar este trance "tratando de conocer a trav¨¦s de sus biograf¨ªas publicadas los detalles de su trayectoria personal y musical para recordarlo como el icono musical que fue y por el derroche de creatividad que demostr¨®".
David Bowie me gusta tanto que siempre balbuceo cuando me preguntan cu¨¢l es mi ¨¢lbum favorito de entre los 26 que entreg¨® a la historia. El debate sobre ¡°el mejor disco de¡± es recurrente en cualquier conversaci¨®n mel¨®mana, b¨¢sica o sesuda, pero a m¨ª me provoca disyuntivas irresolubles. Ziggy Stardust siempre constituye una elecci¨®n intachable, pero¡ ?c¨®mo hacer de menos a Hunky Dory o Aladdin Sane, su predecesor y sucesor? ?Es Heroes mejor que Low o Lodger en la imbatible trilog¨ªa berlinesa? ?Cu¨¢ntas veces habr¨¦ le¨ªdo estos ¨²ltimos d¨ªas, acaso con raz¨®n, que Blackstar constitu¨ªa su mejor entrega de los ¨²ltimos 35 a?os? ?Cu¨¢ntas veces escuch¨¦ algo parecido, tres inviernos atr¨¢s, de The Next Day, un disco tan vigorizante y arrollador que se dir¨ªa rubricado por un veintea?ero? Las preguntas se agolpaban en mi cabeza.?
Abrumado e incapaz de darles respuesta, busqu¨¦ por la D en mi ya avejentado iPod Classic y dej¨¦ que el software de Steve Jobs resolviera la ecuaci¨®n imposible de escoger un orden de reproducci¨®n entre trescientas y pico canciones. La m¨¢quina decidi¨® emprender la tarea por Dancing with the big boys, una pieza menor, petarda y probablemente sobreproducida de Tonight (1984), pero muy superior al 99 por ciento de los ¨¦xitos del ¨²ltimo a?o que te vengan a la cabeza. Me pareci¨® bien.
Al poco, un compa?ero con algunos trienios menos en el DNI acert¨® a asomar por el despacho. Tra¨ªa unos papeles, pero se detuvo ante el murmullo de la m¨²sica: ¡°?Ya est¨¢s escuchando a Bowie? ?Te gusta recrearte en la tragedia? ?As¨ª vas a tardar m¨¢s en superarlo!¡±. Solo el aprecio le libr¨® en ese momento de que le mandara a fre¨ªr esp¨¢rragos.
Ignoro si escuchar por en¨¦sima vez al Duque Blanco, embobado ante las dimensiones de una obra celestial, radical y pasmosa, agudiza el sentimiento de p¨¦rdida o lo alivia. Solo puedo atestiguar que el iPod sigui¨® dando cuenta, en modo aleatorio, de temas inconmensurables (Ashes to ashes) y otros que recordaba muy vagamente (Miracle goodnight) y reaparec¨ªan ante mis o¨ªdos como una revelaci¨®n. Y que los saxos esquizofr¨¦nicos de Blackstar, ya en formato f¨ªsico, retumbaron en el sal¨®n a las diez de la noche, a un volumen con el que mis vecinos chinos, consolidados en el negocio de la asadur¨ªa de pollos, seguramente no comulgaban. El d¨ªa 1 d.B. estuvo dedicado por entero a D.B. Igual que lo estar¨¢, sospecho, el d¨ªa 2.?
La vida es, en s¨ªntesis, un camino a menudo agrio, pero tener el privilegio de coincidir en la l¨ªnea del tiempo con David Robert Jones la hac¨ªa indiscutiblemente m¨¢s llevadera. Cuando se nos acaben de marchar los pocos gigantes aut¨¦nticos de la m¨²sica popular que a¨²n mantienen la llama (Dylan, Macca, Van Morrison, Neil Young, Brian Wilson), ya no sabremos bien d¨®nde meternos. Bowie fue el transgresor por el que suspiramos, el genio visionario, el valiente que nunca fuimos. Hace poco coincid¨ª en una presentaci¨®n con Fran Fern¨¢ndez, un coet¨¢neo de trayectoria estimulante (Australian Blonde, La Costa Brava, Francisco Nixon) y conversaci¨®n amen¨ªsima, y nos dio por evocar 1983, a?o en el que a¨²n ¨¦ramos unos pipiolos aturdidos. ¡°La gente lo recuerda por Thriller¡±, me relataba, ¡°pero yo lo asocio siempre con Let¡¯s Dance. Nunca hab¨ªa escuchado antes a Bowie y los entendidos insist¨ªan en que aquel era un disco menor, facil¨®n, poco relevante. Y yo, que a¨²n no conoc¨ªa Heroes ni Changes ni Life on Mars, volv¨ªa a poner Let¡¯s Dance, escuchaba una y otra vez ese bajo brutal, y pensaba: es imposible que este tipo hubiera hecho cosas mejores antes¡¡±. Era la hora de la comida, lo prometo, y compart¨ªamos una inocua Coca-Cola, pero en ese momento sent¨ª que Fran y yo est¨¢bamos articulando simult¨¢neamente la misma frase. Como cuando las hermanas Hurtado se quitan la palabra la una a la otra para completar cualquier afirmaci¨®n.
Cuesta creer que Bowie haya culminado su ¨²ltima transmutaci¨®n, maldita sea, incluso aunque llevara semanas ofreci¨¦ndonos pistas (la estrella negra, L¨¢zaro) que nosotros, incautos, no supimos o quisimos descifrar. El d¨ªa 2 d.B. ser¨¢ a¨²n m¨¢s triste, barrunto. Pero intuyo tambi¨¦n que me vendr¨¢ a la memoria Carlos, mi entra?able antiguo vecino del segundo. Con ¨¦l apenas compart¨ªa un par de rasgos distintivos, pero lo bastante importantes como para sentirnos maravillosamente arropados: la filiaci¨®n futbol¨ªstica y la militancia bowiemaniaca. Antes de los partidos del Canal +, que ¨¦l pod¨ªa permitirse el lujo de pagar, en su casa siempre sonaba The Singles Collection, aquel exitos¨ªsimo doble CD antol¨®gico de 1993. Hoy me habr¨ªa encantado remitirle un guasap de condolencia compartida, por aquello de lamernos las heridas como hac¨ªamos en alguna mala noche frente al eterno rival. L¨¢stima que, ay, sabe Dios qu¨¦ fue de su n¨²mero de tel¨¦fono. La vida es as¨ª de jodidamente evanescente, s¨ª. Pero si est¨¢s leyendo esto, Carlos, recuerda aquellas l¨ªneas de Absolute beginners: ¡°No s¨¦ ad¨®nde ir¨¦ desde aqu¨ª, pero te prometo que no ser¨¢ aburrido¡±. Am¨¦n.
Fernando Neira es periodista y cr¨ªtico musical de El Pa¨ªs desde hace 20 a?os. Y, sobre todas las cosas, un arrebatado fan de David Bowie.
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