El vivero del doctor Mara?¨®n
La finca del Cigarral, en Toledo, acogi¨® a Unamuno, Lorca, Aza?a, Ortega, Marie Curie, Juan Belmonte, Charles de Gaulle o Alexander Fleming Un espacio de convivencia y de reflexi¨®n que fue testigo de la historia de Espa?a, un punto de encuentro de intelectuales humanistas
El doctor Mara?¨®n (1887-1960) podr¨ªa haberse marchado ayer o podr¨ªa llegar en cualquier momento. Su despacho permanece encapsulado en el espacio y en el tiempo. Un habit¨¢culo de saberes antiguos y de ideas por venir que su nieto, Gregorio Mara?¨®n Bertr¨¢n de Lis, parece haber convertido en el templo sagrado del Cigarral, quintaesencia de una actitud ante la vida que consiste m¨¢s en escuchar que en hablar, y en cuyo frontispicio imaginario podr¨ªa levantarse un aforismo de Montaigne: la palabra es mitad de quien la pronuncia y mitad de quien la recibe.
El Cigarral identifica una finca que est¨¢ dentro y fuera de Toledo a la vez. Un monasterio de la tolerancia cuya rusticidad es enga?osa, como es enga?osa la sobriedad de un riad hasta que sobreviene la estupefacci¨®n de los sentidos. Y el doctor Mara?¨®n cultivaba m¨¢s que ning¨²n otro el sentido com¨²n. Porque ten¨ªa ojo cl¨ªnico para las personas y para las almas, en la salud y en la enfermedad, en la ¨¦tica y en la est¨¦tica.
El doctor Mara?¨®n cultivaba m¨¢s que ning¨²n otro el sentido com¨²n. Ten¨ªa ojo cl¨ªnico para las personas y para las almas
Aqu¨ª ech¨® sus ra¨ªces porque Toledo hab¨ªa sido la ciudad de la convivencia entre cristianos, musulmanes y jud¨ªos. Y porque la sobriedad del paisaje y la declamaci¨®n de las cigarras incitaban a la reflexi¨®n. La propia y la ajena, toda vez que el carisma, la personalidad, el saber y la tolerancia del doctor Mara?¨®n hicieron del Cigarral un vivero del humanismo.
Abruman las personalidades que lo visitaron ¨CUnamuno, Lorca, Aza?a, Ortega, Marie Curie, Juan Belmonte¡¨C y estremece la angustia que supuso para Mara?¨®n la fractura de la Guerra Civil. Porque nunca la crey¨® posible. Porque forz¨® su exilio. Y porque el regreso al Cigarral signific¨® despu¨¦s una dolorosa terapia de reanimaci¨®n truncada por su muerte en 1960.
Fue su nieto, Gregorio Mara?¨®n Bertr¨¢n de Lis, quien asumi¨® la responsabilidad de preservar el esp¨ªritu, la memoria y divulgarla. Lo hizo como nuevo propietario del Cigarral en 1977, aunque el prosa¨ªsmo de las escrituras reviste un valor anecd¨®tico respecto a los matices sentimentales y personales. Aqu¨ª transcurri¨® parte de su infancia. Y asumi¨® como cotidiano subirse a las piernas del doctor Fleming o estrechar la mano del general Charles de Gaulle.
Se explica as¨ª la conveniencia de hacer un inventario. Unas Memorias del Cigarral (editorial Taurus) que se remontan a la fundaci¨®n de la gran casa por iniciativa de Jer¨®nimo de Miranda (1597) y que se prolongan durante cinco siglos como una metacr¨®nica de la historia de Espa?a.
Gregorio Mara?¨®n Bertr¨¢n de Lis la redacta con la porosidad de quien la ha vivido, con la devoci¨®n incondicional al patriarca ¨Cah¨ª est¨¢ el despacho del doctor en sus connotaciones at¨®micas¨C y con el compromiso de mantener encendida esa llama del humanismo que hizo de su abuelo un fil¨®sofo presocr¨¢tico, un pr¨ªncipe renacentista, un parisiense ilustrado y un esp¨ªritu tolerante intemporal. ¡°No he querido ser un guardi¨¢n del pasado¡±, explica Mara?¨®n, ¡°sino abrir el Cigarral a los problemas y las preocupaciones de nuestro tiempo, preserv¨¢ndolo como un lugar donde las ideas fertilizan¡±.
elpaissemanal@elpais.es
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