Malos tiempos para el amor en Afganist¨¢n
Con la econom¨ªa hundida y la violencia en alza las bodas en Kabul est¨¢n en declive
Las bodas en Kabul, la capital afgana, son uno de los mejores term¨®metros del pa¨ªs. Con el estallido de optimismo que sucedi¨® a la ca¨ªda del r¨¦gimen talib¨¢n, en 2001, se convirtieron en uno de los negocios m¨¢s rentables. Hoy, con la econom¨ªa hundida y la violencia en alza, esas celebraciones est¨¢n en declive
"It¡¯s now or neveeer¡¡±. Ahora o nunca. Sayed Najim canta con voz desgarrada el ¨¦xito de Elvis Presley al ritmo de un viejo acorde¨®n. La m¨²sica, dice, es lo que le ha ayudado a salir de la depresi¨®n en que cay¨® cuando regres¨® a Afganist¨¢n, hace un par de meses. A sus 28 a?os, Najim lo tiene todo para triunfar. Licenciado en Psicolog¨ªa por la Universidad de Kabul, un m¨¢ster en Empresariales (MBA) en India, donde ha vivido los dos ¨²ltimos a?os gracias a una beca. Habla ingl¨¦s, es guapo y no canta nada mal. Un partidazo, que dir¨ªa m¨¢s de una madre, afgana o no. Pero Najim no consigue sonre¨ªr. A su edad, en Afganist¨¢n, la mayor¨ªa de los hombres ya han empezado a formar lo que seguramente ser¨¢ una familia numerosa. Sin trabajo a pesar de su alta preparaci¨®n, ni perspectivas de encontrar uno en una econom¨ªa cada vez m¨¢s deprimida, Najim no puede pensar siquiera en dar el primer paso, casarse.
Contraer matrimonio en Kabul no es sencillo. Una boda no es una boda si no acuden al menos 1.500 o 2.000 invitados, aunque los novios no suelen conocer ni a la mitad. Y no merece llamarse boda si no se celebra por todo lo alto en uno de los numerosos y exuberantes salones que iluminan las noches de Kabul hasta hacerla parecer, por momentos, una peque?a Las Vegas. Estos locales surgieron como setas en la ¨²ltima d¨¦cada. Kabul era entonces una ciudad optimista gracias a la fuerte presencia internacional desde 2001, una vez derrocado el r¨¦gimen talib¨¢n. Y cada vez regresaban m¨¢s familias exiliadas en pa¨ªses como Ir¨¢n o Pakist¨¢n, de donde importaron las bodas suntuosas. El precio medio de una celebraci¨®n en estos salones, que paga ¨ªntegramente el novio, llegaba hasta hace no tanto a los 20.000 d¨®lares (m¨¢s de 13.000 euros). Y no solo las clases pudientes se apuntaban a la fiesta. Gente de menores recursos se endeudaba hasta las cejas con tal de celebrar por todo lo alto el inicio de un matrimonio. Esos tiempos empiezan a quedar atr¨¢s.
Pens¨¢bamos que Afganist¨¢n progresar¨ªa a¨²n m¨¢s que europa, cuenta el due?o de unos salones para bodas, hoy casi vac¨ªos
¡°Todo el mundo est¨¢ preocupado. La econom¨ªa va a peor, nadie parece dispuesto a invertir en Afganist¨¢n. No hay trabajo, no hay empleos, todo est¨¢ muy caro. Pareciera que hemos regresado a los a?os noventa¡±. Mawla Mohammad Paiman no sabe c¨®mo salir de esta. Este empresario lo apost¨® todo por su Ciudad de las Estrellas, un impresionante complejo de lujosos salones de bodas en pleno Kabul. Fue hace siete a?os cuando se meti¨® en el entonces floreciente negocio de los enlaces. ¡°Todos pens¨¢bamos que Afganist¨¢n iba a progresar m¨¢s a¨²n que Europa¡±, sonr¨ªe con tristeza. Pero ahora ¡°b¨¢sicamente no hay esperanza¡±.
Mientras habla, un apag¨®n deja a oscuras la inmensa estancia ostentosamente decorada con maderas, dorados y peceras. La luz regresa al cabo de unos minutos. Paiman ni se inmuta. De hecho, no sabe siquiera cu¨¢nto tiempo m¨¢s va a poder seguir pagando los salarios de sus empleados y la cuenta de la luz. Porque, adem¨¢s, nadie conf¨ªa en una mejora de la situaci¨®n econ¨®mica del pa¨ªs.
¡°La econom¨ªa est¨¢ cayendo continuamente desde el a?o pasado y empeorando cada d¨ªa¡±, confirma Younus Negah, investigador de la C¨¢mara de Comercio e Industrias de Afganist¨¢n (ACCI). Aunque hablar de cifras y datos es siempre aventurado en Afganist¨¢n, las encuestas que realiza de forma regular la ACCI entre el empresariado afgano confirman el pesimismo. ¡°Las inversiones han descendido a un ritmo sin precedentes en los ¨²ltimos a?os. No hab¨ªamos experimentado tal bajada desde el r¨¦gimen talib¨¢n¡±, se?ala Negah.
El presidente afgano, Ashraf Ghani, lleg¨® al Gobierno prometiendo mejorar la econom¨ªa. Sus credenciales: su experiencia en organismos internacionales ¨Cfue alto funcionario del Banco Mundial¨C y como ministro de Finanzas en el Gobierno de Hamid Karzai. Pero ha pasado ya un a?o de un Gobierno de unidad nacional en el que comparte poder ¨Cy rivalidad¨C con su n¨²mero dos, Abdullah Abdullah, un ¡°matrimonio infeliz¡±, seg¨²n lo describen algunos analistas, y los avances est¨¢n a¨²n por verse. A ello se unen la sempiterna corrupci¨®n y la creciente sensaci¨®n de inseguridad tras los avances talibanes y la irrupci¨®n, adem¨¢s, del autoproclamado Estado Isl¨¢mico (ISIS). Hay que darle tiempo al Gobierno para que pueda demostrar resultados, dicen portavoces del Ejecutivo como Sediq Sediqqi, del Ministerio del Interior. Pero Younus Negah, como muchos empresarios del pa¨ªs, hace tiempo que perdi¨® la fe en un Gobierno que dedica m¨¢s tiempo ¡°a resolver disputas internas que a los temas que interesan a los inversores y a la poblaci¨®n¡±.
Paiman, el propietario del sal¨®n Ciudad de las Estrellas, lo ha intentado todo. De 20.000 d¨®lares, ha bajado el precio a 4.000 por festejo de matrimonio. No ha sido suficiente. De las 100 bodas al mes que se sol¨ªan celebrar en su espacio, uno de las decenas que abundan en Kabul bajo nombres ex¨®ticos como Kabul Par¨ªs Sal¨®n de Bodas o Palacio Uranos, ha pasado a hacer, con suerte, 20 o 25 al mes. Y a precio de saldo, subraya. Tambi¨¦n la lista de invitados ha adelgazado ostensiblemente. Antes, las bodas eran de 2.000 a 3.000 invitados, ahora con suerte los novios invitan a 600. ¡°Si lo llego a saber, jam¨¢s me meto en esto¡±, suspira.
Nooridin Jami comparte la desesperaci¨®n de Paiman. Director desde hace una d¨¦cada de otro popular sal¨®n de bodas de Kabul, el Shar-e Naw Wedding Hall, confirma un descenso del negocio de hasta el 80% en el ¨²ltimo a?o. Y los que siguen anim¨¢ndose a casarse, tratan de reducir costes como sea. ¡°De 100 personas, 99 intentan regatear porque no tienen dinero. Y muchos luego de todas maneras no pueden pagarlo todo¡±, se exaspera.
Mi salario y el de mi marido se van en pagar los pr¨¦stamos de la boda de mi hijo. No lo volver¨ªa hacer
En esas est¨¢ Majan, que, como muchos afganos, no usa apellido. Para casar por todo lo alto a uno de sus hijos, hace seis meses, esta mujer pidi¨® un pr¨¦stamo a la oficina internacional donde trabaja limpiando las instalaciones y cocinando, as¨ª como a varios familiares. Tambi¨¦n vendi¨® algunas de las joyas de la familia. La boda, 1.200 invitados en el sal¨®n que dirige Jami, cost¨® casi 10.000 d¨®lares. ¡°Ahora no lo volver¨ªa a hacer¡±, reconoce. Tiene otros dos hijos en edad de casarse, pero no pueden hacerlo porque ni siquiera han logrado pagar a¨²n la primera. Algunos de sus hijos, como el reci¨¦n casado, est¨¢n en paro. Otros apenas ganan para cubrir sus gastos. ¡°Mi salario y el de mi marido se van en pagar la boda¡±, se lamenta.
La crisis del negocio de las bodas, anta?o un s¨ªmbolo del optimismo reinante en un pa¨ªs que cre¨ªa poder salir de d¨¦cadas de guerra, se extiende a todos los niveles. En Flower Street, la calle de las flores de Kabul, el des¨¢nimo es compartido. Hace siete a?os que Mohammed Asef tiene su florister¨ªa en esta popular calle en el centro de Kabul. Las bodas eran una de sus principales fuentes de ingresos. El negocio lleg¨® a ir tan bien, dice, que tuvo incluso dos locales. Esos tiempos quedaron atr¨¢s. ¡°Hay algunas bodas, pero ya no es como antes¡±, dice. Tambi¨¦n ¨¦l ha tenido que bajar los precios, y ni con esas. Antes, explica, le daba para pagar los 1.000 d¨®lares de alquiler del local y hasta pod¨ªa hacer otros 1.000 en ganancia neta. Ahora, ni siquiera llega a veces a reunir lo suficiente para el alquiler. Algunos de sus clientes m¨¢s pudientes, cuenta, le han confesado que est¨¢n sacando el dinero de Afganist¨¢n. Negah, de la C¨¢mara de Comercio, corrobora que el dinero o no se mueve o huye. ¡°La gente se ha retirado del mercado, algunos esperan fuera a ver qu¨¦ pasa con el pa¨ªs¡±.
La desesperanza y la frustraci¨®n crecen. Hace siete a?os que Abdul Rahim abri¨® su peque?o taller de sastre en un s¨®tano de un centro comercial de Kabul. Con su vieja m¨¢quina de coser, modelo indio de edad imprecisa, se especializ¨® en vestidos para bodas, el gran negocio de la ¨¦poca. Desde hace un a?o sufre una ca¨ªda del 70% en los pedidos, y eso que ¨¦l tambi¨¦n ha bajado los precios. ¡°Y los que peor lo pasan son los pobres¡±, subraya.
¡°El presidente dice que est¨¢ teniendo ¨¦xito con sus planes, pero lo que est¨¢ haciendo con los m¨¢s humildes no es bueno, no impone impuestos a los ricos, solo a los que menos tienen¡±, se queja. Asegura que sus tributos se han triplicado. Hace un a?o pagaba 3.000 afganis, ahora son 10.000 (133,82 euros). Tambi¨¦n la cuenta de la luz ha subido. ¡°Nos preocupa el futuro porque la situaci¨®n empeora cada d¨ªa. Nunca hab¨ªa visto tantos mendigos en la ciudad¡±.
Preguntado sobre si tiene esperanzas para el futuro, Asef, el florista, se encomienda a Al¨¢. ¡°Dios es misericordioso, confiamos en ¨¦l¡±, dice. ?Y en Ghani? ¡°No¡±. ¡°Ghani parece una buena persona, pero nadie en su gabinete lo escucha. No veo esperanza¡±, coincide Jami, el director del sal¨®n de bodas. ¡°La gente no conecta con el Gobierno y este no parece interesarse por la gente¡±, acota Negah desde la C¨¢mara de Comercio. En este ambiente, reconoce que no hay ganas de invertir en nuevos negocios o de contratar a m¨¢s gente.
Menos a¨²n con la creciente sensaci¨®n de inseguridad que domina un pa¨ªs que no logra sacudirse el miedo que provoc¨® la toma talib¨¢n de Kunduz a finales de septiembre. ¡°La gente ha perdido la confianza; tras Kunduz, Afganist¨¢n est¨¢ roto¡±, sentencia, sombr¨ªo, Paiman. Los continuos ataques registrados desde entonces incluso en el coraz¨®n de Kabul, como el perpetrado en diciembre contra la Embajada espa?ola, que caus¨® la muerte de dos polic¨ªas, o el atentado suicida contra Le Jardin, uno de los ¨²ltimos restaurantes frecuentados por extranjeros y miembros del Gobierno, el 1 de enero, han multiplicado los miedos.
Sayed Najim, el licenciado sin empleo, se siente cansado. Cada vez que acude a una empresa, la respuesta es la misma: ¡°No puedo contratar ahora, espera, ya te llamaremos¡±. Pero su tel¨¦fono sigue sin sonar. ¡°He cumplido todos los deseos de mi familia. Ahora es tiempo de empezar a cumplir los m¨ªos, pero esta sociedad, este Gobierno, no me dejan¡±, se desespera. ¡°Estoy pas¨¢ndolo mal, intentando encontrar un trabajo, y somos muchos en la misma situaci¨®n¡±, subraya.
Najim vuelve a empu?ar el acorde¨®n, ahora para entonar una cancioncilla de amor. ¡°Tras la oscura noche, llega la ma?ana¡±, canta. Al acabar, suspira. Dice que va a intentarlo un tiempo m¨¢s. Pero tiene claro que no puede dejar su vida en pausa para siempre. ¡°Si no encuentro un trabajo, quiz¨¢ me vaya del pa¨ªs¡±. Jami tampoco lo descarta. Desde su sill¨®n en su despacho en el sal¨®n de bodas, recuerda que en sus 40 a?os de vida casi no ha conocido otra cosa que la guerra. ¡°Y no quiero que mis hijos tengan que vivir otros 40 a?os igual¡±.
elpaissemanal@elpais.es
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