Chuchepati, donde el tiempo se detiene
M¨¢s de 3.000 desplazados por los terremotos sobreviven en este campamento, situado junto a un hotel de lujo en Katmand¨²
Las lonas que sirven de tejado se amontonan como casitas del Monopoly sobre un tablero de tierra, junto a una carretera bulliciosa. Justo enfrente, la gente entra y sale de unos grandes almacenes con fachada acristalada y dependientes uniformados, El Corte Ingl¨¦s de los nepal¨ªes. Y al lado, uno de los hoteles m¨¢s lujosos del pa¨ªs, cinco estrellas reservadas a cargos pol¨ªticos, grandes empresarios y turistas adinerados. Aunque la suite presidencial no tiene vistas a la monta?a, sino a un paisaje de letrinas y tiendas de campa?a destartaladas, donde cientos de personas hacen fila para conseguir un saco de arroz.
No son refugiados, no huyen de un pa¨ªs en guerra. Sus casas estaban muy cerca de aqu¨ª hasta que un terremoto se las llev¨® por delante hace ocho meses, y no tienen intenci¨®n de emigrar ni los recursos para hacerlo. La ayuda internacional, aunque todav¨ªa es significativa, ha ido desapareciendo junto con la atenci¨®n medi¨¢tica. As¨ª que mientras esperan el subsidio prometido por su Gobierno para reconstruir sus viviendas, sobreviven en esta burbuja en la que se ha convertido el campamento de desplazados de Chuchepati, en plena ciudad de Katmand¨².
¡°No sabemos cu¨¢ndo ser¨¢ el pr¨®ximo reparto, as¨ª que tenemos que hacernos con uno de estos sacos¡±, explica Khem Raj Ghising. Cada familia puede llevarse unos cinco kilos de arroz; una parte lo cocinar¨¢n con bombonas de gas y el resto podr¨¢n intercambiarlo por otros alimentos en el mercado. Ghising lo compartir¨¢ con su madre y otras cinco personas que viven en la misma tienda, un hogar de cuatro metros cuadrados. Aunque es mediod¨ªa, dentro no hay suficiente luz para distinguir el pu?ado de pertenencias que han ido reuniendo desde el terremoto.
Cuando ocurri¨® la cat¨¢strofe, millones de nepal¨ªes abandonaron sus casas en busca de la seguridad de espacios abiertos. La mayor¨ªa volvieron a sus viviendas en pocas semanas, tras el fin de las r¨¦plicas del segundo se¨ªsmo, pero quienes se encontraron sin un lugar al que regresar permanecieron en campamentos como este. Alrededor de un centenar contin¨²an activos, alojando a m¨¢s de 40.000 desplazados, seg¨²n el ¨²ltimo recuento de la Organizaci¨®n Internacional para las Migraciones (OIM). Pero el de Chuchepati es el m¨¢s extenso con diferencia; all¨ª todav¨ªa viven 3.375 personas en casi un millar de tiendas.
Tamang decidi¨® que quer¨ªa mantenerse ocupada ayudando a los dem¨¢s y se uni¨® al programa de formaci¨®n de profesores
Lo que siempre sobra en Chuchepati
En un campo de desplazados hay escasez de muchas cosas. Faltan alimentos y agua potable, falta ropa de abrigo cuando la temperatura cae hasta los cinco grados, faltan medicamentos y sobre todo gas butano para cocinar, m¨¢s ahora que el Gobierno indio ha restringido las exportaciones de suministros b¨¢sicos a Nepal por una disputa pol¨ªtica. Algunos necesitan una bicicleta para moverse por la ciudad, otros andan buscando unos zapatos, o una manta, un utensilio de cocina... Pero hay algo que casi siempre sobra, y Swekshya Tamang se dio cuenta desde el principio: ¡°Mi madre se aburre mucho y est¨¢ triste. El problema en el campo es que no sabemos qu¨¦ hacer con tanto tiempo¡±.
Por eso, Tamang decidi¨® que quer¨ªa mantenerse ocupada ayudando a los dem¨¢s y se uni¨® al programa de formaci¨®n de profesores How to teach que Hugging Nepal ha desarrollado en Chuchepati. Apenas es mayor de edad, pero se desenvuelve con la soltura de una profesora experimentada, repasando las preposiciones frente a la pizarra. Ense?a ingl¨¦s a otras mujeres que viven en el campamento y recibe un sueldo de la organizaci¨®n que le permite ser m¨¢s independiente. ¡°Encontrar un empleo en Nepal es muy dif¨ªcil en estos momentos; me siento muy afortunada¡±, asegura.
Mar¨ªa Vives y ?lvaro Quintana son los responsables de HuggingNepal, una de las muchas y peque?as ONG espa?olas que contin¨²an trabajando junto a las v¨ªctimas del se¨ªsmo. Sus proyectos no se anuncian en televisi¨®n, ni cuentan con reclutadores de socios a pie de calle. Se quedaron en la esencia de lo que significa ser una organizaci¨®n solidaria: personas que ayudan a otras personas, en la medida de sus posibilidades. ¡°La situaci¨®n en Chuchepati es una l¨¢stima. Empieza a hacer mucho fr¨ªo y la gente lo est¨¢ pasando mal¡±, cuenta Quintana. ¡°Pero por eso lo hacemos; de alg¨²n modo este lugar tiene una magia que nos motiva a seguir con ellos¡±.
En uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo, es dif¨ªcil saber qui¨¦n ha perdido su casa por una cat¨¢strofe natural y qui¨¦n no la ha tenido nunca
Construyeron una escuela provisional en el campamento, donde los ni?os juegan cada tarde hasta olvidarse del lugar en el que viven. Muchos son tan peque?os que probablemente ni siquiera recuerdan que un d¨ªa tuvieron una casa de verdad. El aro es uno de los juguetes preferidos, y viendo c¨®mo algunos lo hacen girar alrededor de sus cinturas, es evidente que les sobra tiempo para practicar. Tambi¨¦n pueden jugar al cuatro en raya, dibujar o hacer puzles, pero adem¨¢s, para muchos ese colegio con paredes de lona y vigas de bamb¨² es el ¨²nico sitio en el que alguien les ense?a a leer y escribir. Porque aunque la escolarizaci¨®n es obligatoria, no todos los padres pueden asumir el coste de los uniformes, los libros o el trasporte hasta los centros educativos.
La categorizaci¨®n de las v¨ªctimas
Tara Khadka, jubilado del distrito vecino de Dolakha, sostiene entre las manos una de sus pertenencias m¨¢s valiosas: la tarjeta que le acredita como v¨ªctima del terremoto y residente del campo de Chuchepati, su carn¨¦ de acceso a cualquier tipo de ayuda. En la foto aparece con la misma ropa que ahora lleva puesta, o que quiz¨¢ ha llevado todos los d¨ªas desde que perdi¨® su casa; como una se?al m¨¢s de que el tiempo no avanza en esta burbuja.
No en todos los campamentos existen estas tarjetas, pero en Chuchepati llegaron a vivir m¨¢s de 8.000 personas y era necesario organizarlas. El supervisor de Unicef en el campo, Dawa Sherpa, explica que mucha gente ha conseguido ese documento sin ser en realidad una v¨ªctima de los se¨ªsmos: ¡°Aqu¨ª tenemos agua y refugio, ofrecemos un servicio m¨¦dico y cada cierto tiempo repartimos alimentos. Hay muchas familias que jam¨¢s han tenido acceso a algo as¨ª, independientemente de los terremotos".
En uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo, es dif¨ªcil saber qui¨¦n ha perdido su casa por una cat¨¢strofe natural y qui¨¦n no la ha tenido nunca. Y ese es el argumento que emplea el Gobierno de Nepal para justificar el retraso en las ayudas prometidas. Cada familia cuya vivienda haya quedado destrozada tiene derecho a recibir 200.000 rupias (unos 1.700 euros), pero la Oficina Central de Estad¨ªsticas lleva meses evaluando los da?os y todav¨ªa no tiene un veredicto. En el campo de Chuchepati, mientras tanto, ya nadie distingue a las v¨ªctimas regulares de las irregulares. Al fin y al cabo, el tiempo se hace eterno para quienes esperan un subsidio, pero m¨¢s todav¨ªa para aquellos que requieren una soluci¨®n mucho m¨¢s compleja.
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