Est¨¦ticas de la nueva pol¨ªtica
Emergen signos de nuevas maneras de hacer pol¨ªtica y nuevas definiciones de qui¨¦n es apto para hacerla. En estos momentos podr¨ªa hablarse del auge de dos grandes sistemas est¨¦ticos: el alternativo y el de la neo-Transici¨®n
Salvando todas las distancias, el estreno de los diputados emergentes, concretamente los de la izquierda, en el Congreso espa?ol evoca la sensaci¨®n que debi¨® de causar la entrada de los sans-culottes en la Asamblea nacional francesa en el verano de 1792. Aquellos hombres ataviados de sencillos pantalones largos, en lugar de los pantalones hasta la rodilla (culottes) y medias que gastaban la nobleza y la burgues¨ªa, no revolucionaron solo la pol¨ªtica, sino su est¨¦tica. El estilo y los h¨¢bitos del sans-culotte, una vez convertido en ciudadano republicano ideal, sirvieron de modelo social y fuente de inspiraci¨®n para la moda durante los tumultuosos a?os de la Revoluci¨®n Francesa, dejando un importante legado para movimientos revolucionarios posteriores. Pol¨ªtica y est¨¦tica van de la mano. El fil¨®sofo franc¨¦s Jacques Ranci¨¨re habla de la est¨¦tica como el sistema de formas a priori que define la experiencia pol¨ªtica, qui¨¦n est¨¢ capacitado para hacerla y qu¨¦ es posible hacer en ella. Para el fil¨®sofo estadounidense Crispin Sartwell, las ideolog¨ªas, los sistemas y las constituciones pol¨ªticas son, en el fondo, sistemas est¨¦ticos que, alternativamente, movilizan o desmovilizan a la gente, suscitan su lealtad o repugnancia, a trav¨¦s de su imaginer¨ªa, arquitectura, m¨²sica, estilos de actuaci¨®n p¨²blica, vestimenta, mobiliario, grafismo, etc¨¦tera.
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?Se puede hablar de una nueva est¨¦tica pol¨ªtica o est¨¦ticas de la nueva pol¨ªtica en la Espa?a actual? Si bien no completamente in¨¦ditos, el relego de la corbata, el reemplazo de la camisa por la camiseta, la exhibici¨®n de coletas, rastas y piercings, pero quiz¨¢ sobre todo el uso de formas y actitudes de la calle en el discurso institucional como el tuteo y la personalizaci¨®n de los juramentos, el manejo estrat¨¦gico de las redes sociales o la participaci¨®n sistem¨¢tica en tertulias (y programas del coraz¨®n), entre otros, constituyen fen¨®menos y tendencias novedosos en la vida pol¨ªtica. Lejos de ser banales, de acuerdo con el argumento de Ranci¨¨re, constituir¨ªan signos de nuevas formas de hacer pol¨ªtica y nuevas definiciones de qui¨¦n es apto para hacerla.
Parte de la dificultad para negociar un pacto radica en la distancia de los paradigmas est¨¦ticos
Siguiendo la idea de Sartwell, podr¨ªa hablarse del auge de dos grandes sistemas est¨¦ticos en este momento: el alternativo y el de la neo-Transici¨®n. En la vanguardia del primero estar¨ªa la izquierda emergente, aunque sus efectos se notan en todo el espectro pol¨ªtico. ?Acaso no hemos visto un abandono progresivo y generalizado de la corbata ¡ªincluso una preferencia por la combinaci¨®n entre camisa clara y americana oscura¡ª a la Tsipras? El sistema alternativo se surte de un amplio repertorio de recursos est¨¦ticos de la contracultura global y local en todos sus subsistemas (desde el punk hasta el movimiento Rastafari) y sutiles variaciones. No siempre f¨¢ciles de delimitar, y a veces cuestionadas desde dentro por su frivolidad (como sucede con los actuales h¨ªpsters), esta amalgama de influencias comparte su rechazo hacia las convenciones sociales imperantes en cada momento. El v¨ªdeo Piensa sin prejuicios del Partido Popular en la pasada campa?a electoral, en el cual vemos a un supuesto h¨ªpster que piensa votar a ese partido ante la consternaci¨®n de sus amigos, es el reconocimiento expl¨ªcito de la enorme influencia del sistema est¨¦tico alternativo entre los j¨®venes a quienes se atribuye una tendencia natural al voto de izquierda.
Sobre el segundo sistema, el de la neo-Transici¨®n, conviene se?alar que la idealizaci¨®n de la est¨¦tica de los primeros a?os de nuestra democracia lleva a?os nutri¨¦ndose a trav¨¦s, notablemente, de series de televisi¨®n como Cu¨¦ntame c¨®mo pas¨® y de peque?os gui?os como el tan discutido montaje y decorado del debate electoral cara a cara entre Pedro S¨¢nchez y Mariano Rajoy. La reciente y repentina recuperaci¨®n del cuadro de Juan Genov¨¦s El abrazo para su exposici¨®n en las Cortes, m¨¢s all¨¢ de lo indiscutiblemente justo de la medida, obedece a esta misma nostalgia por la Transici¨®n. Un tipo de nostalgia que la fallecida catedr¨¢tica de Harvard Svetlana Boym (autora de El futuro de la nostalgia) habr¨ªa definido como nostalgia restauradora. Para este tipo de nostalgia, el pasado no equivale a una duraci¨®n en el tiempo en toda su complejidad, sino a una instant¨¢nea perfecta. El abrazo es para muchos esa instant¨¢nea perfecta, r¨¢pidamente convertida en icono del esp¨ªritu de la Transici¨®n y met¨¢fora del pacto entre opciones ideol¨®gicas antag¨®nicas.
Adem¨¢s de s¨ªmbolo excepcional de unidad nacional ante la adversidad e incertidumbre (probablemente el ¨²nico disponible en nuestra historia moderna y contempor¨¢nea), la Transici¨®n no deja de ser tambi¨¦n nuestro Mayo del 68. Es el hito generacional y referente de liberaci¨®n socio-cultural de los que pertenecen a la ahora llamada vieja pol¨ªtica y de aquellos que se proclaman sus herederos directos. Precisamente porque comienza a existir distancia temporal y generacional suficiente con los inicios de nuestra democracia es posible, tanto la reedici¨®n nost¨¢lgica de la Transici¨®n por la vieja pol¨ªtica, como su apropiaci¨®n con fines regeneradores por un sector de la nueva pol¨ªtica.
La cuesti¨®n no es si el h¨¢bito hace al monje, sino admitir que existen diferentes h¨¢bitos
Parte de la dificultad para negociar un pacto de investidura y de gobierno, as¨ª como para abordar el conflicto con el Gobierno catal¨¢n, resultar¨ªa de la profunda suspicacia y desagrado mutuo que generan entre s¨ª los paradigmas est¨¦ticos de nuestras diferentes familias y grupos pol¨ªticos. Las reacciones de expl¨ªcita repugnancia de algunos diputados de derecha hacia la presencia f¨ªsica de determinados diputados emergentes de izquierda en el hemiciclo y la arrogancia moral e intelectual, a su vez, de algunos de estos hacia los primeros, hacen pensar que subyace en el inconsciente colectivo el mismo odio (miedo) visceral entre se?oritos y pueblo llano que tuvo su apogeo en la Guerra Civil, cost¨® tantas vidas ¡ªmuchas m¨¢s entre el pueblo llano que los se?oritos¡ª y gener¨® algunas de las ret¨®ricas pol¨ªticas m¨¢s abominables de nuestra historia.
Muchos se escandalizan ante el hecho de que los conservadores catalanes hayan podido pactar con un partido antisistema, pero nadie parece observar como algo positivo ¡ªm¨¢s all¨¢ de lo que se opine sobre el proc¨¦s¡ª que familias pol¨ªticas y sistemas est¨¦ticos tan diferentes hayan sido capaces de sentarse f¨ªsicamente en una mesa a negociar. A diferencia de la ¨¦lite pol¨ªtica radicada en Madrid, las ¨¦lites de Barcelona parecen haber hecho suyo el talante vanguardista de la ciudad, aceptando y normalizando la originalidad y diversidad est¨¦tica en el espacio pol¨ªtico. Es dif¨ªcil imaginar en sus representantes la misma extra?eza y rechazo, por ejemplo, que manifestaron algunas personalidades conservadoras madrile?as ante la novedosa cabalgata de Reyes organizada por el Ayuntamiento de la capital de haberse celebrado este espect¨¢culo en Barcelona.
La cuesti¨®n no es si el h¨¢bito hace o no al monje, sino que en nuestra sociedad se confeccionan y coexisten m¨²ltiples h¨¢bitos. Su presencia en la sede de la soberan¨ªa nacional, el espacio p¨²blico por excelencia, sencillamente, no deber¨ªa ser un problema.
Olivia Mu?oz-Rojas es doctora en Sociolog¨ªa por la London School of Economics e investigadora independiente. Su blog es www.oliviamunozrojasblog.com.
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