?Y si en vez de refugiados sirios fuesen jud¨ªos europeos?
"?D¨®nde se fueel anillooo?". Foto: Kusi News.
El Parlamento dan¨¦s aprobabaanoche las enmiendas a la pol¨¦mica reforma legislativa que endurecer¨¢ las condiciones de acceso y estancia de los refugiados en el pa¨ªs. La medida m¨¢s conocida es la confiscaci¨®n de cualquier cantidad u objetos con un valor superior a las 10.000 coronas danesas (unos 1.340 euros). Pero, como recuerda Amnist¨ªa Internacional (AI) en una nota de prensa, esta es solo una parte de un paquete m¨¢s amplio. La reforma incluye m¨¢s restricciones en los requisitos para obtener la residencia permanente, reducciones en la duraci¨®n de los permisos de residencia y la introducci¨®n de tarifas para las solicitudes de reunificaci¨®n familiar (unos 900 euros por solicitud), as¨ª como el cobro de los gastos de viaje hasta Dinamarca de los familiares.
La votaci¨®n final tendr¨¢ lugar el pr¨®ximo martes 26 de enero y todo hace pensar que el grueso de estas medidas saldr¨¢ adelante con el apoyo del partido conservador en el gobierno y de la oposici¨®n socialdem¨®crata, entre otros.
Gauri van Gulik, subdirector de AI para Europa y Asia Central, ha declarado a Al Jazeera que ¡°estas medidas (¡) son parte del objetivo declarado del Gobierno por hacer de Dinamarca un lugar menos atractivo para los solicitantes de asilo¡±. En realidad, esta afirmaci¨®n es un amable eufemismo. Lo que Dinamarca est¨¢ haciendo, en el mejor de los casos, es volar por los aires 70 a?os de construcci¨®n de una Europa basada en los derechos humanos y en la capacidad de ponerse en el lugar del otro. En el peor, est¨¢n incumpliendo varias normas internacionales, incluyendo la Convenci¨®n sobre Refugiados, la Convenci¨®n de Derechos del Ni?o y la Convenci¨®n Europea sobre Derechos Humanos, como han advertido diferentesorganizaciones internacionales.
El movimiento del Gobierno dan¨¦s es una versi¨®n particularmente repugnante de un fen¨®meno que se repite a lo largo y ancho de Europa, con la excepci¨®n heroica(y fr¨¢gil) de pa¨ªses como Alemania. Ampar¨¢ndose en una supuesta amenaza para nuestra identidad y nuestro bienestar, y encaramados sobre la actitud criminal de un pu?ado de extranjeros en nuestras ciudades, algunosEstados de la UE est¨¢n dispuestos a cruzar cualquier l¨ªnea roja. Lugares como Melilla y Calais (y pronto Copenhague) se han convertido en verdaderos estados de excepci¨®n ante la mirada c¨®mplice o indiferente de las mismas autoridades que est¨¢n obligadas a garantizarla protecci¨®n de quienes llegan a nuestras fronteras huyendo de la guerra.
Para entender la magnitud moral de este asunto basta considerar la posibilidad de que en vez de tratarse de refugiados sirios y africanos, las v¨ªctimas de este atropello fuesen jud¨ªos europeos, precisamente la situaci¨®n que se plante¨® en Dinamarca entre 1940 y 1945. ?Se imaginan a los sofisticados pol¨ªticos de Borgen discutiendo animadamente durante la ocupaci¨®n nazi sobre la necesidad de confiscar los bienes de los jud¨ªos para costearsu atenci¨®n social? Porque eso es exactamente lo que est¨¢n haciendo: responsabilizar a la v¨ªctima de su situaci¨®n y endosarle la factura. El hecho de que los socialdem¨®cratas se hayan prestado a apoyar este asunto (su gran victoria fue elevar ligeramente la cantidad que pueden retener los refugiados y excluir objetos de valor sentimental como anillos de casados) solo demuestra hasta qu¨¦ punto este temaescapa el ¨¢mbito estrecho de las ideolog¨ªas para situar a los ciudadanos europeos ante una verdadera encrucijada ¨¦tica.
La batalla por los derechos de los refugiados nos definir¨¢ como sociedades mucho m¨¢s all¨¢ de estos a?os. Lo que el Primer Ministro franc¨¦s ha descrito en Davos como "la mayor amenaza de ruptura" de la UE no se deriva de la llegada de solicitantes de asilo, sino de la bochornosa respuesta de Europa.Cuanto antes recordemos de d¨®nde venimos, antes encontraremos el camino de vuelta.
Comentarios
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.