La soledad de Angela Merkel
La canciller abri¨® el verano pasado las fronteras de Alemania a los refugiados y ahora su pol¨ªtica de asilo, agravada por el efecto llamada, le pasa factura tanto en su pa¨ªs como entre sus propios correligionarios
No hace siquiera un a?o que Angela Merkel ocupaba semana tras semana el puesto de figura pol¨ªtica m¨¢s apreciada en las encuestas de su pa¨ªs. Lleg¨® a ser propuesta para el Premio Nobel de la Paz. ?Anunciar p¨²blicamente que volver¨ªa a presentar su candidatura a la canciller¨ªa en las elecciones de 2017? ?Para qu¨¦ si no hay nadie en su partido (ni Wolfgang Sch?uble, metido en a?os, ni la ministra de Defensa, Ursula von der Leyen, su presunta sucesora) que le pueda disputar el cargo con garant¨ªas de triunfo? Esta situaci¨®n favorable a los intereses de la canciller ha sufrido un grave deterioro como consecuencia de la llamada crisis de los refugiados. Angela Merkel es ahora mismo una figura crecientemente cuestionada en Alemania, empezando por sus correligionarios.
No se discuten sus buenas intenciones cuando el verano pasado decidi¨® abrir las fronteras del pa¨ªs a los huidos de los pa¨ªses en guerra, particularmente a los de origen sirio. Se hablaba por entonces de 200.000 personas, muchas de ellas menores de edad; pronto de 400.000. Al final del a?o pasaban del mill¨®n y ni siquiera se conoce la identidad de una parte considerable de dichas personas. No hay un sistema fiable de registro, los tr¨¢mites para la concesi¨®n de asilo se llevan a cabo con lentitud, los centros de acogida son precarios. Menudean en las grandes ciudades las bandas de j¨®venes sin papeles dedicados al robo en gran escala. Los primeros en alzar la voz contra tal estado de cosas fueron r¨¢pidamente tachados de xen¨®fobos. Hoy habr¨ªa que vivir lejos para negar las evidencias.
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Angela Merkel consider¨® que la afluencia masiva de refugiados plantear¨ªa un problema de naturaleza exclusivamente burocr¨¢tica. La financiaci¨®n, dijo, estaba asegurada. Pronunci¨® su c¨¦lebre frase: ¡°Lo vamos a conseguir¡±. Miles de ciudadanos alemanes, imbuidos de un noble esp¨ªritu solidario, acudieron a recibir con ropa, bebida, alimentos, incluso dinero, a los refugiados. Hubo gente que ofreci¨® su casa, docentes dispuestos a ense?ar gratis, antiguos inmigrantes que se prestaron a mediar como int¨¦rpretes. Despu¨¦s sucedi¨® lo de Colonia. No tard¨® en hacerse p¨²blico que, antes de las agresiones sexuales y los robos a mujeres en Nochevieja, hab¨ªa habido en el pa¨ªs multitud de escenarios similares. La extrema derecha, actualmente en auge, encontr¨® el campo abonado.
Consider¨® que la afluencia masiva de refugiados solo ser¨ªa un problema burocr¨¢tico
A mediados de julio de 2015, Angela Merkel explic¨® a una ni?a libanesa, delante de las c¨¢maras, que no era posible dar cobijo en Alemania a los millones de desplazados que se arraciman en el norte de ?frica y en Oriente Pr¨®ximo. La ni?a, como se recordar¨¢, llor¨®. Al instante, las redes sociales de todo el planeta lapidaron a insultos a la canciller, bastante aborrecida ya por muchos a causa del rescate a Grecia.
Alg¨²n elemento novedoso debi¨® de colarse mientras tanto en las convicciones de Angela Merkel. El caso es que un mes m¨¢s tarde, a finales de agosto, proclam¨® lo contrario de lo que hab¨ªa defendido ante la ni?a libanesa. De manos a boca, sostuvo que Alemania estaba en condiciones de recibir con los brazos abiertos a los desplazados de la guerra. El efecto llamada desat¨® un ¨¦xodo multitudinario, no acordado ni coordinado por el Gobierno alem¨¢n con el de los pa¨ªses de paso. A la marcha se agregaron numerosos ciudadanos del Magreb y, ya en Europa, albanos y kosovares; en fin, gente en modo alguno oriunda de zonas en guerra, muchos de ellos provistos de un pasaporte sirio comprado por el camino a los traficantes.
Los desencuentros con sus socios dan p¨¢bulo a rumores sobre un final abrupto de la coalici¨®n
Una soluci¨®n razonable al problema habr¨ªa consistido en distribuir la muchedumbre migratoria entre los distintos pa¨ªses de la Uni¨®n Europea. La propuesta alemana de establecer cuotas de acogida fue contestada con alambradas, cierre de fronteras, expulsiones e intervenci¨®n de las fuerzas antidisturbios contra personas en situaci¨®n de desamparo y sin posibilidad ninguna de retorno. Hungr¨ªa, Eslovaquia, Polonia se encastillaron. Austria, que introduc¨ªa a los refugiados en autobuses para descargarlos cuanto antes en la frontera con Alemania, tambi¨¦n ha cerrado la puerta. Dinamarca acaba de aprobar una ley que autoriza la confiscaci¨®n de bienes a los refugiados. Grecia recibe dinero para financiar un sistema de registro de cuantos llegan en fr¨¢giles embarcaciones a sus costas, tarea cumplida de manera a todas luces insatisfactoria. Turqu¨ªa cobra su parte por detener la afluencia de huidos, pero el hecho es que cada d¨ªa llegan (y eso en invierno) obra de 3.000 a las islas griegas, a veces con las consecuencias tr¨¢gicas que muestran los telediarios con im¨¢genes escalofriantes.
Dentro de Alemania, la mayor oposici¨®n a la pol¨ªtica de puertas abiertas propugnada por Angela Merkel ha venido de la mano del partido filial, el CSU de Baviera, presidido por Horst Seehofer, hombre de talante inequ¨ªvocamente conservador. Los desencuentros entre ambos han sido continuos en los ¨²ltimos meses, lo que ha dado p¨¢bulo a rumores sobre un posible final abrupto del Gobierno de coalici¨®n. El CSU reclama un tope de refugiados que Angela Merkel primeramente rechaz¨® y ahora parece aceptar, aunque sin atarse a un compromiso sobre un n¨²mero concreto, mientras los d¨ªas pasan y la riada de refugiados contin¨²a.
Tampoco le faltan a la canciller voces discrepantes dentro de su partido. El propio ministro de Finanzas, Wolfgang Sch?uble, se permiti¨® semanas atr¨¢s una humorada al afirmar que la pol¨ªtica en materia de inmigraci¨®n de Angela Merkel hab¨ªa provocado un alud. Otros diputados del CDU han exigido en sus discursos parlamentarios un mayor control de las fronteras, lo que dar¨ªa al traste con el Acuerdo de Schengen. Y no son pocos los profetas que auguran en elecciones venideras un corrimiento masivo del voto democristiano hacia la Alternativa para Alemania (AfD) y otras opciones pol¨ªticas populistas y xen¨®fobas.
La raz¨®n, claro est¨¢, se cifra en el miedo y la sensaci¨®n de inseguridad que han cundido en la poblaci¨®n, reavivados a diario con noticias de asaltos y agresiones, de peleas y destrozos en los refugios. A todo ello se suman los ataques de grupos ultraderechistas contra las instalaciones para refugiados y sus inquilinos. Se le piden soluciones a Angela Merkel. Ella se enroca en la defensa de los valores cristianos y democr¨¢ticos. Lo cierto es que la canciller da la impresi¨®n de estar sola dentro y fuera de Alemania con su pol¨ªtica de asilo, a la que se sigue aferrando con una firmeza rayana en la obstinaci¨®n.
Fernando Aramburu es escritor.
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