¡°La psiquiatr¨ªa est¨¢ en crisis¡±
El periodista norteamericano analiz¨® estudios cient¨ªficos para evidenciar que los trastornos mentales no se deben a alteraciones qu¨ªmicas del cerebro
Todo empez¨® con dos preguntas. ?C¨®mo es posible que los pacientes de esquizofrenia evolucionen mejor en pa¨ªses donde se les medica menos, como India o Nigeria, que en pa¨ªses como Estados Unidos? ?Y c¨®mo se explica, tal y como proclam¨® en 1994 la Facultad de Medicina de Harvard, que la evoluci¨®n de los enfermos de esquizofrenia empeorara con la implantaci¨®n de medicaciones, con respecto a los a?os setenta? Estas dos preguntas inspiraron a Robert Whitaker para escribir una serie de art¨ªculos en el Boston Globe ¡ªfinalista en el Premio Pulitzer al Servicio P¨²blico¡ª y dos pol¨¦micos libros. El segundo, Anatom¨ªa de una epidemia, que ahora edita, actualizado, Capit¨¢n Swing en Espa?a, fue galardonado como mejor libro de investigaci¨®n en 2010 por editores y periodistas norteamericanos.
En el curso de esa indagaci¨®n, una cascada de datos demoledores: en 1955 hab¨ªa 355.000 personas en hospitales con un diagn¨®stico psiqui¨¢trico; en 1987, 1.250.000 recib¨ªan pensiones en EE UU por discapacidad debida a enfermedad mental; en 2007 eran 4 millones. El a?o pasado, 5. ?Qu¨¦ estamos haciendo mal?
Whitaker (Denver, Colorado, 1952) se presenta, humildemente, las manos en los bolsillos, en un hotel de Alcal¨¢ de Henares. Su cruzada contra las pastillas como remedio de las enfermedades mentales no va por mal camino. Prestigiosas escuelas m¨¦dicas ya le invitan a que explique sus trabajos. ¡°El debate est¨¢ abierto en EE UU. La psiquiatr¨ªa est¨¢ entrando en un nuevo periodo de crisis en Norteam¨¦rica porque la historia que nos ha contado desde los ochenta ha colapsado¡±.
Pregunta. ?En qu¨¦ consiste esa historia falsa que, dice usted, nos han contado?
Respuesta. La historia falsa en EE UU y en parte del mundo desarrollado es que la causa de la esquizofrenia y la depresi¨®n es biol¨®gica. Se dijo que se deb¨ªan a desequilibrios qu¨ªmicos en el cerebro; en la esquizofrenia, por exceso de dopamina; en la depresi¨®n, por falta de serotonina. Y nos dijeron que ten¨ªamos f¨¢rmacos que resolv¨ªan el problema como lo hace la insulina con los diab¨¦ticos.
P. En Anatom¨ªa de una epidemia viene a decir que los psiquiatras aceptaron la teor¨ªa del desequilibrio qu¨ªmico porque prescribir pastillas les hac¨ªa parecer m¨¢s m¨¦dicos, los homologaba con el resto de la profesi¨®n.
R. Los psiquiatras, en Estados Unidos y en muchos otros sitios, siempre tuvieron complejo de inferioridad. El resto de m¨¦dicos sol¨ªan mirarlos como si no fueran aut¨¦nticos m¨¦dicos. En los setenta, cuando hac¨ªan sus diagn¨®sticos bas¨¢ndose en ideas freudianas, se les criticaba mucho. ?Y c¨®mo pod¨ªan reconstruir su imagen de cara al p¨²blico? Se pusieron la bata blanca, que les daba autoridad. Y empezaron a llamarse a s¨ª mismos psicofarmac¨®logos cuando empezaron a prescribir pastillas. Mejor¨® su imagen. Aument¨® su poder. En los ochenta empezaron a publicitar su modelo y en los noventa la profesi¨®n ya no prestaba atenci¨®n a sus propios estudios cient¨ªficos. Se creyeron su propia propaganda.
¡°Est¨¢n creando mercado para sus f¨¢rmacos y est¨¢n creando pacientes. Es un ¨¦xito comercial
P. Pero esto es mucho decir, ?no? Es afirmar que los profesionales no tuvieron en cuenta el efecto que esos f¨¢rmacos pod¨ªan tener en la poblaci¨®n.
R. Es una traici¨®n. Fue una historia que mejor¨® la imagen p¨²blica de la psiquiatr¨ªa y ayud¨® a vender f¨¢rmacos. A finales de los ochenta se vend¨ªan 800 millones de d¨®lares al a?o en psicof¨¢rmacos; 20 a?os m¨¢s tarde se gastaban 40.000 millones.
P. Y ahora afirma usted que hay una epidemia de enfermedades mentales creada por los propios f¨¢rmacos.
R. Si se estudia la literatura cient¨ªfica se observa que ya llevamos 50 a?os utiliz¨¢ndolos. En general, lo que hacen es aumentar la cronicidad de estos trastornos.
P. ?Qu¨¦ le dice usted a la gente que est¨¢ medic¨¢ndose? Algunos tal vez no la necesiten, pero otros tal vez s¨ª. Este mensaje, mal entendido, puede ser peligroso.
R. S¨ª, es verdad, puede ser peligroso. Bueno, si la medicaci¨®n le va bien, fenomenal, hay gente a la que le sienta bien. Adem¨¢s, el cerebro se adapta a las pastillas, con lo cual retirarla puede tener efectos severos. De lo que hablamos en el libro es del resultado en general. Yo no soy m¨¦dico, soy periodista. El libro no es de consejos m¨¦dicos, no es para uso individual, es para que la sociedad se pregunte: ?hemos organizado la atenci¨®n psiqui¨¢trica en torno a una historia que es cient¨ªficamente cierta o no?
El recorrido de Whitaker no ha sido f¨¢cil. Aunque su libro est¨¦ altamente documentado, aunque fuera multipremiado, desafi¨® los criterios de la Asociaci¨®n de Psiquiatr¨ªa Americana (APA) y los intereses de la industria farmac¨¦utica.
Pero, a estas alturas, se siente recompensado. En 2010, sus postulados eran vistos, dice, como una ¡°herej¨ªa¡±. Desde entonces, nuevos estudios han ido en la direcci¨®n que ¨¦l apuntaba ¡ªcita a los psiquiatras Martin Harrow o Lex Wunderink; y apunta que el prestigioso British Journal of Psychiatry ya asume que hay que repensar el uso de los f¨¢rmacos¡ª. ¡°Las pastillas pueden servir para esconder el malestar, para esconder la angustia, pero no son curativas, no producen un estado de felicidad¡±.
P. ?Vivimos en una sociedad en la que necesitamos pensar que las pastillas pueden resolverlo todo?
R. Nos han alentado a que lo pensemos. En los cincuenta se produjeron incre¨ªbles avances m¨¦dicos, como los antibi¨®ticos. Y en los sesenta, la sociedad norteamericana empez¨® a pensar que hab¨ªa balas m¨¢gicas para curar muchos problemas. En los ochenta se promocion¨® la idea de que si estabas deprimido, no era por el contexto de tu vida, sino porque ten¨ªas una enfermedad mental, era cuesti¨®n qu¨ªmica, y hab¨ªa un f¨¢rmaco que te har¨ªa sentir mejor. Lo que se promocion¨®, en realidad, en Estados Unidos, fue una nueva forma de vivir, que se export¨® al resto del mundo. La nueva filosof¨ªa era: debes ser feliz todo el tiempo, y, si no lo eres, tenemos una p¨ªldora. Pero lo que sabemos es que crecer es dif¨ªcil, se sienten todo tipo de emociones y hay que aprender a organizar el comportamiento.
P. Buscamos el confort y el mundo se va pareciendo al que describi¨® Aldous Huxley en Un mundo feliz¡
R. Desde luego. Hemos perdido la filosof¨ªa de que el sufrimiento es parte de la vida, de que a veces es muy dif¨ªcil controlar tu mente; las emociones que sientes hoy pueden ser muy distintas de las de la semana o el a?o que viene. Y nos han hecho estar alerta todo el rato con respecto a nuestras emociones.
P. Demasiado centrados en nosotros mismos¡
R. Exacto. Si nos sentimos infelices, pensamos que algo nos pasa. Antes la gente sab¨ªa que hab¨ªa que luchar en la vida; y no se le induc¨ªa tanto a pensar en su estado emocional. Con los ni?os, si no se portan bien en el cole o no tienen ¨¦xito, se les diagnostica d¨¦ficit de atenci¨®n y se dice que hay que tratarlos.
P. ?La industria o la APA est¨¢n creando nuevas enfermedades que en realidad no existen?
R. Est¨¢n creando mercado para sus f¨¢rmacos y est¨¢n creando pacientes. As¨ª que, si se mira desde el punto de vista comercial, el suyo es un ¨¦xito extraordinario. Tenemos pastillas para la felicidad, para la ansiedad, para que tu hijo lo haga mejor en el colegio. El trastorno por d¨¦ficit de atenci¨®n e hiperactividad es una entelequia. Antes de los noventa no exist¨ªa.
P. ?La ansiedad no es algo que puede desembocar en enfermedad?
R. La ansiedad y la depresi¨®n no est¨¢n tan lejos la una de la otra. Hay gente que experimenta estados avanzados de ansiedad, pero estar vivo es muchas veces estar ansioso. Todo empez¨® a cambiar con la introducci¨®n de las benzodiacepinas, con el Valium. La ansiedad pas¨® de ser un estado normal de la vida a presentarse como un problema biol¨®gico. En los ochenta, la APA coge este amplio concepto de ansiedad y neurosis, que es un concepto freudiano, y empieza a asociarle enfermedades como el trastorno de estr¨¦s postraum¨¢tico. Pero no hay ciencia detr¨¢s de estos cambios.
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