Psiquiatr¨ªa s¨ª, naturalmente
Los psicof¨¢rmacos han dignificado la vida de los pacientes con trastornos graves. Su uso ha aumentado como en otras disciplinas m¨¦dicas
El domingo pasado le¨ªmos una entrevista publicada en EL PA?S con el periodista estadounidense Robert Whitaker, titulada "La psiquiatr¨ªa est¨¢ en crisis", y quisiera presentar algunas objeciones a sus afirmaciones. Al ¡°falso relato hist¨®rico¡± sobre la psiquiatr¨ªa norteamericana mencionado en la entrevista [el entrevistado sostiene que se ha hecho creer err¨®neamente a Occidente que la causa de la depresi¨®n y la esquizofrenia es biol¨®gica y que se pueden curar con f¨¢rmacos], cabe hacer muchas matizaciones, especialmente en lo referido a los ¡°efectos negativos¡±, como ¨¦l los llama, de la medicalizaci¨®n de la psiquiatr¨ªa.
La llegada a Am¨¦rica en la posguerra de gran n¨²mero de psicoanalistas atenu¨® la barrera entre ¡°lo normal y lo anormal¡± y, como consecuencia, acudieron a sus terapias pacientes con un cierto estatus social. Los pacientes psiqui¨¢tricos graves quedaron relegados a la asistencia p¨²blica.
En estas circunstancias, el descubrimiento de la clorpromazina en Francia (1951) supuso la primera revoluci¨®n psicofarmacol¨®gica e influy¨® de forma neta en la posterior desinstitucionalizaci¨®n del enfermo psiqui¨¢trico, hasta entonces, mayoritariamente recluido en establecimientos asilares. La enfermedad mental se consideraba pr¨¢cticamente inmodificable y la sociedad exclu¨ªa a estos enfermos de por vida. Los antipsic¨®ticos supusieron un avance incontestable. Esto marc¨® una modificaci¨®n radical en la pol¨ªtica asistencial americana y J. F. Kennedy (1962) arbitr¨® cambios legales que permitieron nacer un nuevo modelo: la psiquiatr¨ªa comunitaria, exportada posteriormente a todo el mundo y que supuso la externalizaci¨®n de los enfermos psiqui¨¢tricos m¨¢s graves, el desarrollo de centros de salud mental, de servicios de psiquiatr¨ªa en hospitales generales (comienzo de la medicalizaci¨®n de la psiquiatr¨ªa en los a?os sesenta) y de recursos intermedios que mejoraron el tratamiento del enfermo.
Adem¨¢s, mejor¨® la formaci¨®n de psiquiatras, psic¨®logos, enfermeras, trabajadores sociales¡ La relaci¨®n entre los antipsic¨®ticos y la desinstitucionalizaci¨®n de los enfermos mentales graves en EE UU es innegable. Se pasa de una cifra de 34 personas ingresadas por cada 10.000 americanos en 1955 a 3 personas ingresadas por cada 10.000 en 1994.
La psiquiatr¨ªa continuaba, afortunadamente, su medicalizaci¨®n. El enfermo psiqui¨¢trico empez¨® a ser tratado como el resto de los enfermos. Tom¨® conciencia de su dignidad, de sus derechos. Surgieron las asociaciones de familiares de enfermos psiqui¨¢tricos y asociaciones espec¨ªficas de enfermos, a imagen y semejanza de otras asociaciones de pacientes som¨¢ticos.
El libro que quiere vender el entrevistado en Espa?a alude a la ineficacia de la psiquiatr¨ªa por el aumento progresivo de enfermos psiqui¨¢tricos, lo que no resiste un m¨ªnimo an¨¢lisis racional. El aumento bruto de trastornos mentales en 30-40 a?os con toda probabilidad no es distinto porcentualmente del de c¨¢ncer de p¨¢ncreas o artritis reumatoide en el mismo periodo. Para sustentar sus confusas opiniones, el periodista cita un art¨ªculo publicado en aquella ¨¦poca con claros problemas metodol¨®gicos, como que la medida ¡ª¡°buen resultado¡±¡ª var¨ªa mucho seg¨²n ¨¦poca y sociedades. Por ejemplo, entonces vivir con los padres a los 30 a?os era considerado ¡°mal resultado¡± social en EE UU, cuando en Espa?a resultaba ¡°normal¡±.
Tenemos el dudoso honor de ser la ¨²nica especialidad con un movimiento ¡®anti¡¯
Otro sesgo es el que se refiere a trastornos de ansiedad. La ansiedad es consustancial con el ser humano, pero la ansiedad patol¨®gica no. El periodista no contempla el sufrimiento que presentan muchos enfermos que hasta hace pocas d¨¦cadas no eran tratados, salvo en el restrictivo ¨¢mbito de la psiquiatr¨ªa privada americana. En lo que se refiere al Valium, pocas veces en la historia un medicamento ha beneficiado a tanta gente y de tan diversas patolog¨ªas.
Plantea este se?or que la enfermedad mental no es una enfermedad cerebral. Cree al parecer que el cerebro es el ¨²nico ¨®rgano del cuerpo que nunca se pone enfermo y siempre presenta un perfecto funcionamiento. Y que las enfermedades mentales se curan con palmaditas en el hombro. ?Desde cu¨¢ndo la actividad mental no est¨¢ determinada por el cerebro? Diremos m¨¢s, pr¨¢cticamente todos los tratamientos psicosociales que se aplican en psiquiatr¨ªa hoy se basan en pruebas de eficacia que descansan en modelos procedentes de la neurociencia cognitiva, que postula que el cerebro humano tiene capacidad de neurog¨¦nesis y plasticidad neuronal hasta su muerte, lo que le permite adquirir y consolidar nuevos h¨¢bitos que compensan funciones perdidas por la enfermedad mental. Y esto es algo m¨¢s que ¡°pastillas¡±. Es la parte nuclear de la psiquiatr¨ªa moderna basada en modelos antit¨¦ticos a los que se proponen en esa entrevista.
Los psiquiatras no somos los ¨²nicos m¨¦dicos que tratamos s¨ªntomas mentales: el dolor o el llamado mal estado general es tan mental como la ansiedad, la tristeza o el delirio. Pr¨¢cticamente nadie discute que el dolor debe ser tratado y suprimido como sea. Ah¨ª est¨¢n las modernas unidades del dolor. Sin embargo, la ansiedad patol¨®gica no. Esta discrepancia es acient¨ªfica.
El entrevistado considera que hay un ¡°excesivo¡± consumo de psicof¨¢rmacos. Efectivamente, ha habido un aumento global del uso de psicof¨¢rmacos, aunque en EE UU esto se produce en menor medida en poblaci¨®n negra e hispana. Poblaciones que cuando enferman tienen m¨¢s probabilidades que los anglosajones de suicidarse o acabar en una prisi¨®n que ir al hospital o a la consulta privada de un psiquiatra. Las cifras son sobrecogedoras. Esto no parece importarle al se?or Whitaker. Los enfermos ricos toman medicaciones y los pobres son excluidos socialmente, a la c¨¢rcel o al cementerio.
Los psicof¨¢rmacos han permitido el desarrollo de terapias no coercitivas, no farmacol¨®gicas, destinadas a aliviar los d¨¦ficits sociales de los enfermos as¨ª como a controlar sus s¨ªntomas m¨¢s disyuntivos.
La tendencia al aumento de consumo de f¨¢rmacos es un fen¨®meno global: la farmacoterapia analg¨¦sica sigue parecida evoluci¨®n (y nadie hace un movimiento ideol¨®gico en contra de tratar el dolor con qu¨ªmica). En EE UU, el porcentaje de usuarios de analg¨¦sicos m¨¢s potentes que la morfina pas¨® del 17% al 37%, y lo mismo pasa con los antibi¨®ticos, cuyo consumo aument¨® un 36% en la d¨¦cada de los a?os 2000. Ocurre lo mismo con hipocolesterol¨¦micos, antihipertensivos, antidiab¨¦ticos y antineopl¨¢sicos. Han aumentado las intervenciones de cataratas, de cirug¨ªa digestiva, los trasplantes y en general toda la actividad m¨¦dica.
Esta tendencia global se relaciona con el acceso a mejores servicios m¨¦dicos. ?Hay que corregir esto? Es posible, pero afecta de manera transversal a todas las especialidades m¨¦dicas. Focalizar el discurso en exclusiva sobre la psiquiatr¨ªa no es otra cosa que contribuir a perpetuar su rechazo social y los prejuicios antipsiqui¨¢tricos. ?Qu¨¦ otra especialidad m¨¦dica ve tan cuestionada la validez cient¨ªfica de su disciplina? Tenemos el dudoso honor de ser la ¨²nica especialidad m¨¦dica con un movimiento anti. Hay un movimiento contra la psiquiatr¨ªa. Ustedes nunca oir¨¢n hablar de un movimiento anticardiolog¨ªa o de un movimiento antidermatolog¨ªa. Entrevistas como esta contribuyen a la estigmatizaci¨®n de la psiquiatr¨ªa y a la exclusi¨®n de muchos enfermos. Presentar la ciencia m¨¦dica adecuadamente para un p¨²blico informado debe ser una exigencia ajena al oportunismo.
Miguel Guti¨¦rrez Fraile es presidente de la Sociedad Espa?ola de Psiquiatr¨ªa y catedr¨¢tico de Psiquiatr¨ªa de la Universidad del Pa¨ªs Vasco.
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