?Todos a la cama!
Es una de las grandes ilusiones del capitalismo: que el sue?o no cuente y trabajar sin pausas sea lo normal
Si usted duerme nueve horas al d¨ªa y puede pasar sin mirar el m¨®vil una semana, este art¨ªculo no le quitar¨¢ el sue?o y le ayudar¨¢ a continuar con esa rutina. Si su vida cotidiana no se rige por esas pautas, tal vez le venga bien para cerciorarse de que el sue?o, esa placentera necesidad fisiol¨®gica, se est¨¢ convirtiendo en un acto de resistencia natural amenazado.
A estas alturas de siglo XXI, salvo dormir, casi todas las necesidades del ser humano (hambre, sed, sexo, amistad, trabajo) est¨¢n sincronizadas y a expensas del mercado, las pantallas, las redes de informaci¨®n. El neoliberalismo no consigue frenar y le encantan las luces encendidas, los nativos digitales, la disponibilidad que brinda Internet para comprar cualquier cosa desde cualquier lugar a cualquier hora, embotellar el agua potable para atajar su acceso universal y que los domingos sean s¨¢bados. Cada producto nuevo se anuncia como imprescindible y las fronteras entre el tiempo privado y el profesional se desvanecen.
Me enfrento as¨ª al ensayo de Jonathan Crary 24/7. El capitalismo al asalto del sue?o (Ariel) y descubro que desde hace cinco a?os, en la Universidad de Madison (Wisconsin, Estados Unidos), el Departamento de Defensa realiza estudios y experimentos con la actividad cerebral de gorriones de corona blanca ¨Cvariedad de ave que puede estar despierta siete d¨ªas¨C para adquirir conocimientos y, a la larga, poder aplicarlos a seres humanos y reducir su raci¨®n de reposo.
Seg¨²n Crary, ser¨ªa un paso m¨¢s en la implantaci¨®n del modelo 24/7 (24 horas, los 7 d¨ªas de la semana), una de las grandes ilusiones del capitalismo. En esa temporalidad, el sue?o no cuenta y la idea de trabajar sin pausas es normal. Pero el sue?o siempre chocar¨¢ con las exigencias de ese universo. El tiempo que pasamos durmiendo, libres de necesidades ¡°aparentes¡±, pervive como una afrenta a la voracidad del consumo.
As¨ª las cosas, todav¨ªa hay quien cree que dormir es una p¨¦rdida de tiempo y que los f¨¢rmacos permitir¨ªan ¡°vivir al m¨¢ximo¡±. Por eso advierte Crary de que ¡°el ataque al sue?o es inseparable del proceso de desmantelamiento de la protecci¨®n social. Se crean condiciones de insomnio para que el sue?o se compre¡±. Las estad¨ªsticas hablan: a principios del siglo XX, en Estados Unidos se dorm¨ªa una media de 10 horas al d¨ªa. Ahora son 6,5. Cada vez aumenta m¨¢s el n¨²mero de personas que se levantan en mitad de la noche para mirar mensajes (de trabajo). S¨®lo en 2010 se recetaron hipn¨®ticos a 50 millones de estadounidenses.
El sue?o sigue en la linde entre lo social y lo natural, pero la percepci¨®n que se tiene de ¨¦l ha cambiado. Para Cervantes era ¡°el alivio de las miserias para los que las sufren despiertos¡±. Descartes, Hume y Locke lo menospreciaron en el siglo XVII, era una acci¨®n in¨²til que imped¨ªa instruirse en el conocimiento. Nietzsche vio en la recompensa del amanecer ¡°la luz de la raz¨®n¡±. Y ahora, en plena era digital y de veneraci¨®n del confort, parece que el cuidado de su calidad disminuye por motivos ajenos al ocio, al esp¨ªritu de los insomnes y a la bohemia, que tan f¨¦rtiles han sido y seguir¨¢n siendo para la creatividad y para nuestra felicidad.
Desvelado, termino el libro de Crary. Apago la lamparita y me abordan los versos del poema ?s quan dormo que hi veig clar, de J. V. Foix (¡°cuando duermo veo claro, / loco de un dulce veneno, / con perlas en cada mano, / vivo dentro de una c¨¢scara¡±). Y sin remedio vislumbro un pulso entre el sue?o y el mundo 24/7.
Mientras una voz me dice ¡°no duermas, in¨²til, trabaja¡±, otra replica ¡°duerme, lib¨¦rate¡±. Asustado, escribo a mi amiga Laura, m¨¦dico que est¨¢ de guardia, y ella me calma: ¡°Tranquilo, duerme, nunca nos podr¨¢n arrebatar el sue?o. Es imprescindible para la reparaci¨®n neuronal¡±.
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