Pero Cl¨¦ment Cadou s¨ª existe
Muchos lectores no disfrutan de la mejor literatura debido a su exigencia de que el escritor no invente
Unos a?os atr¨¢s alguien preguntaba en un foro de Internet si cierto personaje de un libro de Enrique Vila-Matas hab¨ªa existido ¡°realmente¡±. No hab¨ªa nada reprochable en la pregunta: Bartleby y compa?¨ªa (el libro en cuesti¨®n) se mueve entre la erudici¨®n y la burla, entre lo real y lo que no lo fue y pudo haber sido; pero s¨ª lo era la respuesta desencantada del lector: despu¨¦s de enterarse de que Cadou no hab¨ªa existido, el libro (dec¨ªa) le parec¨ªa ¡°menos interesante¡±.
?Qu¨¦ lleva a algunos a pensar que si ¡°no le pas¨® al autor¡±, si ¡°no es verdad¡±, lo narrado es menos ¡°interesante¡± que si ese fuera el caso? Muy posiblemente, el exceso de supuesta realidad en ciertos formatos televisivos y el error de pensar que la literatura sirve s¨®lo a la expresi¨®n de una experiencia. Una consecuencia directa de esto es la incapacidad por parte de muchos lectores de reconocer y disfrutar de la mejor literatura debido a su exigencia de que el escritor no invente; pero peor incluso que ello es el error (tambi¨¦n frecuente) de creer posible diferenciar la realidad de lo que no lo es en un momento en que la sobreexposici¨®n a versiones contradictorias provenientes de los medios de comunicaci¨®n tradicionales y las redes sociales hacen esto dificultoso o imposible.
La mejor literatura contempor¨¢nea extrae de esa dificultad toda su fuerza, pero tambi¨¦n pone de manifiesto una verdad esencial: en tanto el producto de la imaginaci¨®n del autor produce efectos reales, esa imaginaci¨®n es tambi¨¦n real. Cl¨¦ment Cadou, el escritor que deviene pintor de sillas en Bartleby y compa?¨ªa, es (por lo tanto) real, o tan real como la existencia de su creador y del lector mismo. Alguien deber¨ªa dec¨ªrselo a ¨¦ste mientras todav¨ªa est¨¦ a tiempo.
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