Consejos en imperativo
¡°Cinco libros imprescindibles¡±, ¡°lo que no te puedes perder¡±¡ Se extiende un nuevo lenguaje period¨ªstico que no sugiere, sino que ordena
Los periodistas siempre han intentado decirles a los Gobiernos lo que, a su juicio, deb¨ªan hacer en cada momento. Pero ahora se abre paso en algunos medios (sobre todo en los digitales) un lenguaje asertivo que comunica con gran seguridad no ya lo que tiene que hacer el Gobierno, sino cada uno de nosotros en su casa.
As¨ª, encontramos titulares muy parecidos a ¨¦stos: ¡°Diez se?ales que indican que debes cambiar de frigor¨ªfico¡±, ¡°los libros imprescindibles para este verano¡±, ¡°cinco pel¨ªculas que no te puedes perder¡±, ¡°qu¨¦ decoraci¨®n te conviene para tu apartamento¡±, ¡°lo que hay que hacer si viajas a Par¨ªs¡±¡
A lo mejor algunos padres les hablan as¨ª ahora a sus hijos: ¡°Los seis objetos que no puedes olvidar cuando vas al colegio¡±, ¡°c¨®mo has de tumbarte en la cama para tener un sue?o duradero¡±, ¡°lo que debes decir para encontrar amiguitos¡±. Pero cuesta imaginar que ese tipo de lenguaje se dirija a lectores adultos. Sobre todo si hace ya algunos decenios que dejaron de recibir tantas instrucciones juntas sobre asuntos que s¨®lo a ellos conciernen.
Los autores buscan sin duda una comunicaci¨®n directa y efectiva con el lector, facilitarle la vida; pero eso se podr¨ªa intentar tambi¨¦n con t¨¦rminos m¨¢s relacionados con la sugerencia que con el mandato
Los autores buscan sin duda una comunicaci¨®n directa y efectiva con el lector, facilitarle la vida y guiarle por el buen camino; pero eso se podr¨ªa intentar tambi¨¦n con t¨¦rminos m¨¢s relacionados con la sugerencia que con el mandato, y sin plantear acciones ineludibles que, de no seguirse, har¨¢n que el receptor se imagine excluido del mundo donde se hace lo que se debe hacer.
Cada vez que tropiezo con esas conminaciones, me doy un paseo por las cr¨ªticas tradicionales de cine, de teatro, de libros o de arte en las que un especialista expresa su visi¨®n personal (basada en experiencias y conocimientos contrastados) mediante un lenguaje que respeta el espacio intelectual del lector y no le asedia con ¨®rdenes militares. Es un alivio. Adem¨¢s, en esos textos se sabe que uno est¨¢ frente a la opini¨®n de otro, sin que ¨¦sta se confunda con la informaci¨®n ni con la obligaci¨®n.
Todos podemos expresarnos con mucha seguridad sobre aquello que pensamos. Porque sobre aquello que uno piensa, nadie sabe m¨¢s que uno mismo. Y se entiende que en el debate de las ideas cualquiera manifieste lo que a su juicio mejor proceda; y que acepte luego que se le contradiga con la misma intensidad¡ y respeto. Pero este lenguaje reciente de tono imperativo me hace recordar como contrapeso una jota de cierto aire ¨¢crata que le¨ª en el libro Folklore burgal¨¦s, de Domingo Hergueta, publicado en 1934:
¡°En el cielo manda Dios.
En mi pueblo, el alcalde.
En la iglesia manda el cura.
Pero en m¨ª no manda nadie¡±.
Es una de las 50 letrillas populares que usted debe conocer.
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