Acuerdos entre mujeres
En la lucha por la igualdad lo que queda, que es mucho, les corresponde sobre todo ellas. Acabar con el machismo cotidiano
Mientras escribo, est¨¢n tomando un vino a mi vera dos mujeres con las que tengo mucha confianza. Ninguna de las dos pasa, cuando se levanta, miedo a ser apalizada o violada. Eso es fruto de un trabajo colectivo y de muchos a?os protagonizados sobre todo por mujeres. Y, por supuesto, sobre todo por mujeres que han vivido y viven en Europa y Estado Unidos.
Tampoco ya en Estados Unidos arden las f¨¢bricas con obreras dentro, ni se permite ya en los latifundios extreme?os o andaluces, desde hace muchas d¨¦cadas, que alg¨²n se?orito se tome libertades con las obreras. La situaci¨®n ha cambiado de una manera radical en el Occidente pr¨®spero en el que tenemos la suerte de vivir algunos millones.
Sabemos, sin embargo, que en Banglad¨¦s s¨ª pueden arder los talleres repletos de mujeres, que en la India se queman vivas a las mujeres que no respetan el repugnante y estricto c¨®digo ¨¦tico de las familias que tienen una mujer casadera en su oferta de carne fresca. Pero hay todav¨ªa resabios machistas que dan miedo a cualquiera. Sigue habiendo violaciones, sigue habiendo malos tratos y vejaciones. Por fortuna son cada vez menos. Los jueces y los polic¨ªas han tomado conciencia.
Lo que queda, que es mucho, les corresponde sobre todo a las propias mujeres. Acabar con el machismo cotidiano. Y ah¨ª hay algo por lo que podr¨ªan empezar: la brecha salarial, que es hasta del 40% en muchos sectores. La cosa es muy sencilla, y la inventaron los trabajadores, entre los que hab¨ªa muchas mujeres, y consiste en plantarse delante de los patrones y decir que se niegan a admitir esa situaci¨®n humillante.
Habr¨¢ quien diga que arreglar eso llevar¨ªa a sectores enteros a ser inviables. Es un argumento inadmisible, porque no pasa en la Europa m¨¢s desarrollada, ni en Espa?a en muchos sectores.
A m¨ª me gusta que mis amigas no tengan cara de miedo a ser pisoteadas: se les pone un rictus muy feo.
Por eso estoy dispuesto a acompa?arlas a decir que no. Sobre todo a los empresarios que aprovechan otros miedos para establecer diferencias salariales injustificables.
Y a?ado una advertencia: ir¨¦ retirando el saludo a todas mis amigas que traguen sin pelearse por situaciones as¨ª.
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