Bandas latinas, como nosotros
Ese adjetivo apunta al origen ¨¦tnico de un acto violento, pese a que se refiere a un pueblo cuya mayor¨ªa absoluta es pac¨ªfica
No resulta nada f¨¢cil a?adir adjetivos a palabras como ¡°violencia¡±, ¡°terrorismo¡± o ¡°banda¡±.
A veces, s¨ª, esos aditivos acotan bien el valor del nombre com¨²n, por ejemplo si hablamos de ¡°violencia machista¡±. Este calificativo no se proyecta sobre una colectividad entera (no se dice ¡°violencia masculina¡±), sino sobre una actitud de algunos individuos de esa colectividad.
Pero en otras ocasiones el adjetivo excede el ¨¢mbito de una actitud concreta, y con ¨¦l se evocan todo un pueblo o toda una cultura formados en su mayor¨ªa absoluta por individuos pac¨ªficos. As¨ª ocurr¨ªa, por ejemplo, cuando se mencionaba la expresi¨®n ¡°terrorismo vasco¡± (en vez de ¡°terrorismo etarra¡±); o las m¨¢s actuales ¡°terrorismo ¨¢rabe¡± o ¡°terrorismo isl¨¢mico¡± (en lugar de ¡°terrorismo yihadista¡±).
Lo mismo sucede con la expresi¨®n ¡°bandas latinas¡±, cuyo uso se ha intensificado en la prensa a ra¨ªz del asesinato de un muchacho de 15 a?os en Madrid el pasado 5 de marzo. Se trata de los grupos llamados Dominican Don¡¯t Play, los Trinitarios, los Forty Two, los Latin King o los ?etas.
Cabe cuestionar que las palabras de la violencia se modifiquen con adjetivos que refieren la etnia o el origen
En la mayor¨ªa de los casos, tanto los nombres como el adjetivo que se les aplica proceden de sus acciones delictivas en Estados Unidos. Para una mentalidad anglosajona excluyente, pod¨ªa tener sentido pr¨¢ctico llamar ¡°latinos¡± a los que pertenecen a familias relacionadas con la emigraci¨®n desde el Sur, pues de all¨¢ procede la latinidad para un norteamericano de toda la vida. Sin embargo, para un espa?ol el t¨¦rmino ¡°latino¡± no puede servir como adjetivo que nombra a alguien diferente, pues latinos somos los espa?oles tambi¨¦n.
El m¨¢s preciso adjetivo ¡°latinoamericano¡± tampoco constituye una alternativa preferible. A mi entender, con ese calificativo caer¨ªamos de nuevo en el indeseado efecto de manchar a muchas m¨¢s personas de las que se pretende se?alar.
Por otro lado, la mayor¨ªa de estos ¡°latinos¡± a los que se representa como inmigrantes violentos han nacido en Espa?a, y son fruto de la pobreza y la marginaci¨®n de sus comunidades, no de las comunidades mismas. No hay aqu¨ª bandas de franceses, ni de alemanes, ni de belgas, pero eso no se debe a la pureza del origen, sino al bolsillo.
Por ello, cabe cuestionar que las palabras de la violencia se modifiquen con adjetivos que refieren la etnia, la raza o el origen. Quiz¨¢s fuera m¨¢s conveniente hablar de bandas de marginados, de pobres, de desarraigados. O a¨²n mejor: en vez de ¡°bandas latinas¡±, podemos decir ¡°bandas violentas¡±; para evitar distinciones irrelevantes y diferenciarlas as¨ª de las bandas formadas por m¨²sicos. Porque en este ¨²ltimo caso s¨ª deber¨ªamos nombrar sin problema a las bandas latinas, muestras representativas de una cultura alegre, rica y pac¨ªfica.
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