Refugiados en su propio pa¨ªs
Esta es la historia de una central hidroel¨¦ctrica, de un paraje natural amenazado y de las contradicciones de un pa¨ªs como Brasil
La saga de Jo?o y Raimunda tiene su apogeo en dos actos de una guerra amaz¨®nica que nadie reconoce. En medio de la selva, estos dos brasile?os buscaron un lugar donde el pobre pod¨ªa hacerse rico, a orillas del Xing¨², uno de los r¨ªos con mayor biodiversidad de la Amazonia. Y se encontraron con un destino represado, como el r¨ªo. Un hombre, una mujer, tan solo dos entre los miles de expulsados por la construcci¨®n de Belo Monte, en el Estado brasile?o de Par¨¢, anunciada como la tercera mayor hidroel¨¦ctrica del planeta. Jo?o y Raimunda se sienten hoy como refugiados en su propio pa¨ªs. Traen inscrita en el cuerpo la huella de una encrucijada hist¨®rica: la de un Brasil que ha llegado al presente, despu¨¦s de tanto ser futuro, y se ha descubierto detenido en el pasado.
Ante la convulsi¨®n de su mundo, Raimunda ha decidido vivir, aunque cargando sus pedazos. Jo?o, en cambio, no sabe c¨®mo. Para ¨¦l, solo tiene sentido el sacrificio de la muerte.
El tercer acto es una incertidumbre.
Acto 1
Jo?o pierde el habla y se le bloquean las piernas de pura rabia
Lunes 23 de marzo de 2015. Jo?o Pereira da Silva estaba ante al representante de Norte Energia, la empresa que gan¨® la subasta de la hidroel¨¦ctrica de Belo Monte. Esperaba recibir una cuant¨ªa justa por su casa y por su finca, en la isla de la que lo estaba expulsando la futura presa. En vez de eso, le dieron una indemnizaci¨®n de 23.000 reales (unos 5.300 euros), insuficiente para comprar un terreno con el que ganarse la vida. Jo?o se dio cuenta all¨ª, a los 63 a?os, de que estaba condenado a la miseria. Jo?o quer¨ªa matar al hombre que ten¨ªa delante.
¨CSi hiciese un da?o a un grande de esos, tal vez ser¨ªa mejor para los dem¨¢s. Yo sacrificar¨ªa mi vida, pero la de los dem¨¢s mejorar¨ªa.
Jo?o no fue capaz de hacer el gesto. Se le trabaron las piernas, se le trab¨® el habla. Tuvieron que sacarlo de all¨ª a cuestas.
¨CSolo echaba espuma por la boca. No es f¨¢cil tener tanta rabia que le trabe a uno el cuerpo.
Desde entonces, Jo?o solo consigue andar algunos pasos y luego necesita sentarse. Cuando sale, se pierde. Hace unos d¨ªas, un amigo llam¨® a Raimunda: ¡°Don Jo?o est¨¢ sentado en medio de la nada, bajo el sol. Va a morir all¨ª¡±.
Si Jo?o hubiera conseguido hablar aquel d¨ªa, ?qu¨¦ habr¨ªa dicho?
¨CMuchas cosas. La primera, que en el pa¨ªs brasile?o no hay justicia. Que aqu¨ª la justicia es el dinero.
Acto 2
Raimunda?descubre que su casa se ha convertido en cenizas
Martes 1 de septiembre de 2015. Raimunda Gomes da Silva, de 56 a?os, hab¨ªa comprado 10 litros de gasolina para el viaje por el r¨ªo hasta su isla, Barriguda. Un d¨ªa antes, hab¨ªan llamado de Norte Energia: ¡°Do?a Raimunda, ?cu¨¢ndo podemos sacar sus residuos all¨¢ de la isla?¡±. ¡°Residuos¡± eran las pertenencias de cocina y de pesca de Raimunda. Qued¨® acordado que las retirar¨ªa el martes temprano.
En aquel momento, el Instituto Brasile?o de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama) hab¨ªa suspendido las ¡°remociones¡± y las demoliciones de las casas de los habitantes de las islas, a ra¨ªz de una serie de denuncias por violaciones de los derechos de esas familias. Raimunda lo sab¨ªa, pero tambi¨¦n sab¨ªa que pese a ello la empresa destruir¨ªa su casa, y trat¨® de salvar lo que pod¨ªa.
Cuando lleg¨®, su casa a¨²n ard¨ªa.
¨CMe baj¨¦ del barco y no sent¨ª el suelo. Me qued¨¦ anestesiada. Nunca imagin¨¦ que iban a prenderle fuego. Es la profec¨ªa del fin del mundo de la que mi padre hablaba, la rueda grande pasando por dentro de la peque?a.
Raimunda canta ante las cenizas.
¨CLa justicia es una leyenda. Ellos dicen que existe, pero los pobres nunca la ven. Canto para que mis plantas sepan que yo jam¨¢s quise que las quemasen. Como ellas no saben hablar, y yo no s¨¦ el lenguaje de las plantas, les canto.
La versi¨®n de la empresa. La empresa Norte Energia sostiene que el incendio de la casa de Raimunda Gomes da Silva es una ¡°versi¨®n fantasiosa y absolutamente distante de la realidad¡±. ¡°Las negociaciones con do?a Raimunda Gomes da Silva hab¨ªan concluido, incluso ya se hab¨ªa realizado el pago de una indemnizaci¨®n. Por lo tanto, no se han incumplido las directrices del organismo que concede las licencias [para la ocupaci¨®n de tierras]¡±, afirma Jorge Herberth, gerente de comunicaci¨®n de Norte Energia. ¡°La casa de la residente no fue quemada, ese no es el m¨¦todo empleado por la empresa; la propiedad fue demolida siguiendo los procedimientos de seguridad, el terreno se limpi¨® y solo una parte de los escombros se quem¨® de forma controlada¡±.
La versi¨®n de Norte Energia queda desmentida por el Ibama. En una resoluci¨®n del 11 de septiembre, este organismo gubernamental dictamin¨®: ¡°Queda demostrado que la demolici¨®n y la quema de la casa de do?a Raimunda Gomes se produjeron durante la vigencia de una orden de la Direcci¨®n de Autorizaci¨®n Ambiental para la suspensi¨®n de la remoci¨®n obligatoria y la demolici¨®n de las casas en las islas¡±. El Ibama subray¨® que ¡°el fuerte simbolismo de una residencia quemada provoca miedo a los vecinos¡± y critic¨® que la ¡°falta de cuidado¡± de la empresa en sus comunicaciones hab¨ªa sembrado la ¡°desconfianza¡± entre los pobladores. Cuatro meses despu¨¦s, Norte Energia fue sancionada por esta ¡°infracci¨®n¡± con una multa de 301.000 reales (unos 69.000 euros).
El antes. Raimunda desfila por el pasillo con sus chanclas de goma. ¡°Mira, mi padre ense?¨® a todos sus hijos a caminar sin hacer ning¨²n ruido para no molestar a los patrones. ?l nunca dej¨® de ser un esclavo¡±. Raimunda comenz¨® a trabajar como empleada dom¨¦stica a los 10 a?os. Aprendi¨® a leer sola, juntando una letra con la otra para ver qu¨¦ pasaba. No conoci¨® la escuela.
En un tiempo en que la dictadura civil-militar (1964-1985) vend¨ªa la selva como ¡°tierra sin hombres para hombres sin tierra¡±, ya que no consideraba gente a los ind¨ªgenas, el padre de Raimunda se llev¨® a toda la familia a cuestas desde el sert?o des¨¦rtico de Maranh?o a las aguas de la Amazonia. Estaba siguiendo el rastro de una tierra dispuesta para los que nada ten¨ªan. No lo consigui¨®, y Raimunda sigui¨® siendo empleada dom¨¦stica.
Hoy, abuela de 15 nietos, advierte:
Jo?o tuvo delante al agente de la empresa y quiso matarlo. Pero se le trabaron las piernas y el habla. Desde entonces solo es capaz de andar unos pocos pasos
¨CLa esclavitud no ha terminado, solo se ha camuflado. Ser esclava es no tener derechos. ?Ves lo que me ha pasado a m¨ª y a miles de otros con Belo Monte? As¨ª que soy una esclava.
Jo?o tambi¨¦n naci¨® en Maranh?o, uno de los Estados m¨¢s pobres de Brasil. Pero su padre sufri¨® una fiebre m¨¢s fuerte que la malaria y que dura mucho m¨¢s tiempo. Y que a veces tambi¨¦n mata. La del oro. Bamburrar, encontrar tanto oro que la pobreza ser¨¢ solo una fotograf¨ªa polvorienta del pasado, es lo que hace latir el coraz¨®n de miles, tal vez millones, de hombres en todo Brasil. El padre de Jo?o era uno de esos hombres febriles, que abandon¨® a su familia y tambi¨¦n a ese hijo peque?o para consumirse en su Eldorado particular.
Jo?o trabaj¨® primero en la finca de unos parientes. A los 12 a?os se descarri¨®. Fue caminando por el mapa de Brasil, desempe?ando un trabajo aqu¨ª, otro all¨¢, hasta hacerse adulto. Entre los destinos de los brasile?os pobres, opt¨® por convertirse en barrageiro, un obrero que va siguiendo la estela de los grandes proyectos de presas (en portugu¨¦s, barragens) del Gobierno. Cuando no hay ninguna central que construir, el barrageiro se alista en obras fuera del pa¨ªs gestionadas por los gigantes del sector de la construcci¨®n.
En los a?os cincuenta, las compa?¨ªas construyeron la Brasilia modernista de Oscar Niemeyer y Lucio Costa, y ya nunca m¨¢s dejaron el centro del poder pol¨ªtico. Despu¨¦s, crecieron y multiplicaron sus beneficios en grandes proyectos de la dictadura, con ¨¦nfasis en las obras megal¨®manas en la Amazonia. Seguir el dinero de las grandes contratistas es contar por lo menos 60 a?os de la historia de Brasil, un periodo que va desde la segunda mitad del siglo XX hasta hoy, cuando varios propietarios de constructoras est¨¢n detenidos por corrupci¨®n en obras p¨²blicas.
La primera gran hidroel¨¦ctrica de Jo?o fue Itaipu, la obra binacional, entre Brasil y Paraguay, que hundi¨® una de las maravillas del mundo, los saltos del Guaira, conocidos como las Siete Ca¨ªdas. Pero hasta trabajar en otra hidroel¨¦ctrica, Tucuru¨ª, Jo?o no se dio cuenta de su papel en un juego que tiene por tablero la Amazonia y Brasil.
La boda. Raimunda ten¨ªa 16 a?os cuando conoci¨® a Jo?o en un baile. ¡°Lo mir¨¦, ¨¦l miroam¨ª¡±, dice ella. Enseguida le advirti¨®: ¡°No soy de la tradici¨®n de la gente que se junta. Si quieres, dame una alianza y tu apellido, y haremos historia¡±. La hicieron. De inmediato reunieron una ristra de hijas, un total de siete mujeres, todas con nombre que empieza por la letra l:
¨CDe libertad. Yo quer¨ªa que mis hijas fuesen libres para ser lo que quisieran en la vida.
Un d¨ªa Jo?o apareci¨® anunciando:
¡°El r¨ªo era nuestro banco, nuestra tarjeta de cr¨¦dito, nuestro supermercado, nuestra farmacia, nuestra tienda. Todo lo que tenemos vino de dentro del r¨ªo Xing¨²¡±
¨CEst¨¢n contratando en Tucuru¨ª.
Si antes andaba de obra en obra, ahora Jo?o ten¨ªa una familia y necesitaba echar ra¨ªces. Mientras, una de las presas m¨¢s devastadoras de la dictadura se materializaba en el r¨ªo Tocantins, en el centro del pa¨ªs, tambi¨¦n con su intervenci¨®n, Jo?o y Raimunda se asentaron y construyeron su casa. Al final, descubrieron lo que suced¨ªa cuando se represan las aguas, la selva se inunda y un pedazo de la Amazonia acaba:
¨CMi Jo?o se dio cuenta de que estaba como un palomo. Porque el palomo hace el nido y, el d¨ªa que pone el huevo, comienza a desmantelar el nido. El d¨ªa que acaba de quitar la ¨²ltima ramita, el hijo ya se ha ido. Y Jo?o estaba haciendo lo mismo. Porque trabaj¨®, compr¨® un terreno y una casa con el dinero de la presa que constru¨ªa, y esa misma presa inund¨® todo lo que era nuestro. Agarramos a los hijos peque?os y nos fuimos a Marab¨¢, junto a la Transamaz¨®nica. No funcion¨®. Llegamos entonces a la ciudad de Altamira, a orillas del r¨ªo Xing¨².
El giro. Jo?o y Raimunda fueron acogidos por una de las m¨²ltiples islas del r¨ªo. Aprendieron a encontrar el alimento en la selva, a sembrar sin violentar a la tierra, a pescar y a navegar por el Xing¨². Adoptaron la vida de los ribere?os, que viven en una casa doble: una en la calle y la otra en la isla, a orillas del r¨ªo.
Calle es como la gente que vive en la selva le llama a la ciudad. La casa en la calle es para la venta de los productos en la feria, para resolver las oficialidades de la burocracia, que son siempre muchas, para buscar tratamientos a las enfermedades m¨¢s complicadas, para los estudios de los hijos. La casa en la isla, a orillas del r¨ªo, es donde se gana la vida y se vive libre. Por primera vez, Jo?o y Raimunda sintieron que ten¨ªan un lugar. El hambre era ya pasado.
¨CNuestra vida era un vaiv¨¦n. Cuando vives en el r¨ªo, entiendes al r¨ªo como ¨¦l te entiende a ti. T¨² respetas su l¨ªmite, ¨¦l respeta el tuyo. Es una alianza entre t¨² y las aguas.
Jo?o y Raimunda compraron primero un palafito en las zonas bajas de Altamira, despu¨¦s construyeron una casa de alba?iler¨ªa. No pod¨ªan saber que otra hidroel¨¦ctrica inundar¨ªa su isla y tambi¨¦n esta casa en la calle.
¨CEl r¨ªo era nuestro banco, nuestra tarjeta de cr¨¦dito, nuestro supermercado, nuestra farmacia, nuestra tienda. Todo lo que tenemos hoy vino de dentro del Xing¨².
Ya no eran emigrantes en busca de un lugar dentro del propio pa¨ªs. Jo?o y Raimunda finalmente hab¨ªan arribado. Raimunda entonces se meti¨® en las luchas de la Amazonia. La de las mujeres, la de la tierra, la del medio ambiente. Se afili¨® al Partido de los Trabajadores (PT).
Raimunda era del partido de los trabajadores. Vot¨® primero a Lula y luego a Dilma Rousseff. ¡°Pero no vuelvo a votar nunca m¨¢s¡±, confiesa ahora. ¡°Nos han traicionado¡±
Cuando Luiz In¨¢cio Lula da Silva (PT) asumi¨® el poder por primera vez, en 2003, con el apoyo de la mayor¨ªa de los movimientos sociales de la Amazonia, los l¨ªderes de la regi¨®n de Xing¨² creyeron que el proyecto de la hidroel¨¦ctrica de Belo Monte quedar¨ªa sepultado para siempre. Cre¨ªan que una hidroel¨¦ctrica en el Xing¨² causar¨ªa destrucci¨®n ambiental en una regi¨®n estrat¨¦gica para la regulaci¨®n del clima, en un momento en que el planeta se enfrenta al calentamiento global, y afectar¨ªa el modo de vida de poblaciones tradicionales, como ind¨ªgenas y ribere?os. Para los movimientos del Xing¨², una hidroel¨¦ctrica en la selva amaz¨®nica no podr¨ªa considerarse ¡°energ¨ªa limpia y sostenible¡±. Pero, desde la d¨¦cada de 1970, la central en el Xing¨² era una amenaza que resurg¨ªa con cada Gobierno. Con Lula, todos, y tambi¨¦n Raimunda, creyeron que la paz finalmente hab¨ªa llegado.
En ese momento Raimunda pudo permitirse incluso tener una mu?eca. Le cost¨® cinco reales. Negra como ella, la llam¨® Sofia. Se convirti¨® en su m¨¢s ¨ªntima compa?era. La primera mu?eca de su vida la acompa?¨® a la Marcha de las Margaritas, de las trabajadoras rurales, a Rio+20, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible. Raimunda explica:
¨CYo no fui ni?a, porque trabaj¨¦ mucho. Tampoco tuve juventud. Por eso mi vejez no se la doy a nadie.
Interrupci¨®n. Tuvieron que pasar a?os para que Raimunda y tantos otros activistas entendiesen que era un desencuentro m¨¢s entre brasiles. El proyecto para la Amazonia del Gobierno de Lula se revel¨® semejante al de la dictadura, que consideraba la regi¨®n un asunto de seguridad nacional, un desierto de gente y un cuerpo para explotar materias primas. La ¨²nica voz en el Gobierno y en el PT con fuerza suficiente para oponerse a esa visi¨®n era Marina Silva, una socioambientalista que creci¨® en las explotaciones de caucho de Acre y tuvo como uno de sus mentores al l¨ªder Chico Mendes, asesinado en 1988 por su lucha por la selva amaz¨®nica. Marina solo soport¨® la presi¨®n hasta 2008, cuando dej¨® el Ministerio de Medio Ambiente y, poco despu¨¦s, el PT.
Dilma Rousseff, a quien Lula eligi¨® como sucesora, nunca escondi¨® su aprecio por las grandes infraestructuras ni su escasa paciencia para escuchar a los movimientos sociales. Belo Monte comenz¨® a dejar de ser solo un plan cuando ella era ministra de Minas y Energ¨ªa. La ingenier¨ªa capaz de materializar la obra tiene como base pol¨ªtico-econ¨®mica una alianza entre los grupos que vienen del pasado y los que han ascendido en el presente. Los contratistas son el tercer elemento. Belo Monte se convirti¨® en un hecho consumado, con un coste estimado de m¨¢s de 30.000 millones de reales (unos 6.900 millones de euros), a pesar de las 24 demandas en las que la Fiscal¨ªa Federal denunciaba que la obra contraven¨ªa la Constituci¨®n.
El PT, para Raimunda, como para tantos, no significaba un partido m¨¢s en el poder, sino un proyecto pol¨ªtico que se confund¨ªa con su b¨²squeda de un lugar en el pa¨ªs, y con la creencia de que ese lugar exist¨ªa. Belo Monte fue el ¡°monstruo¡± que revel¨® las contradicciones del partido que cre¨ªa suyo y que min¨® la resistencia del otrora s¨®lido movimiento social del Xing¨²:
¨CVot¨¦ a Lula y vot¨¦ a Dilma. Y nos traicionaron. Yo no voto nunca m¨¢s.
La defensa del proyecto. La hidroel¨¦ctrica de Belo Monte podr¨¢ alcanzar una potencia de 11.233 megavatios. Sin embargo, el pico solo podr¨¢ lograrse cuando el Xing¨² est¨¦ en sus caudales m¨¢ximos y bajar¨¢ de modo dr¨¢stico en la estaci¨®n seca. Como promedio, la previsi¨®n es que Belo Monte garantice 4.571 MW, un 41% de su capacidad instalada, lo que la sit¨²a entre las hidroel¨¦ctricas menos productivas. Tanto Norte Energia como el Gobierno brasile?o defienden que la presa es fundamental para la planificaci¨®n energ¨¦tica del pa¨ªs. ¡°Belo Monte es el resultado de estudios y debates que han contado con una intensa y amplia participaci¨®n de la sociedad brasile?a durante 35 a?os. La producci¨®n promedio de energ¨ªa justifica el proyecto, porque beneficia directamente a 18 millones de unidades de consumo en 17 Estados de Brasil. Aproximadamente 60 millones de personas, lo que equivale a la poblaci¨®n de un pa¨ªs como Francia¡±, afirma Jorge Herberth, gerente de comunicaci¨®n de Norte Energia. ¡°Brasil necesita aumentar cerca de un 5% al a?o su capacidad instalada de generaci¨®n de energ¨ªa el¨¦ctrica. Son cerca de 7.000 MW de potencia que necesitan estar disponibles cada a?o para sostener el desarrollo econ¨®mico y social del pa¨ªs¡±.
Acto 3
El bloqueo
Raimunda recogi¨® 3.500 ladrillos del ¨¢rea demolida de Altamira para construir una casa nueva en los suburbios de la ciudad:
¨CMe qued¨¦ quemada por dentro, como mi isla, pero me renuevo. Quiero vivir.
Jo?o responde:
¨CPero yo no. Cuando perd¨ª la isla, perd¨ª mi vida. Solo veo oscuridad. Estoy dentro de esta casa ahora, pero, en realidad, no tengo casa. No s¨¦ d¨®nde estoy. Me quedo aqu¨ª, mirando al mundo, en busca de m¨ª mismo. Estoy peor que Dilma, porque ella ha perdido el rumbo del pa¨ªs, pero yo he perdido el rumbo de casa.
El 4 de septiembre de 2015, Jo?o llam¨® a la familia para ir a la isla quemada.
¨C?l quer¨ªa matarse all¨¢, como protesta ¨C dice Raimunda¨C. Le dije que yo no iba ni le dejaba ir a ¨¦l. Por eso le quit¨¦ la canoa. A cualquier parte del r¨ªo va remando. Pero en la calle se pierde.
Jo?o termina su narraci¨®n brutal:
¨CQuiero que el mundo sepa que Belo Monte me ha matado.
Ep¨ªlogo. La hidroel¨¦ctrica recibi¨® la licencia el 24 de noviembre. Al firmarla, Marilene Ramos, presidenta del Instituto Brasile?o de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables, dijo: ¡°Postergarla ser¨ªa castigar a Brasil¡±. El presidente de Norte Energia, Du¨ªlio Diniz de Figueiredo, celebr¨®: ¡°Es un orgullo para Brasil ver c¨®mo Belo Monte se hace realidad¡±. El 7 de diciembre, Raimunda y Jo?o firmaron un acuerdo extrajudicial con Norte Energia para recibir 108.000 reales (25.000 euros), siempre que aceptaran no ir a los tribunales. La empresa fue a buscar a la pareja poco despu¨¦s de la publicaci¨®n de un reportaje sobre este asunto en la edici¨®n brasile?a de EL PA?S. La Defensora del Pueblo alert¨® a Raimunda de que con una demanda judicial por da?os morales podr¨ªa obtener m¨¢s indemnizaci¨®n. Pero el juicio se demorar¨ªa 10 a?os, y Raimunda, condenada como tantos otros pobres de la periferia de Altamira, no sab¨ªa si Jo?o resistir¨ªa hasta entonces. Con parte del dinero pod¨ªa buscar tratamientos para curar la par¨¢lisis de su marido. ¡°Era una elecci¨®n perversa¡±, asegur¨® la defensora, Mariana Carrasco. Raimunda firm¨®.
elpaissemanal@elpais.es
Traducci¨®n de ?scar Curros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.