Sentarse en un Donald Judd
La galer¨ªa Elvira Gonz¨¢lez mostrar¨¢ muebles del escultor minimalista, un trabajo con piezas m¨¢s cercanas a la escultura
¡°Ni alusiones ni ilusiones¡±, as¨ª quer¨ªa su arte el escultor minimalista Donald Judd: libre de interpretaciones. La m¨¢xima de su colega Frank Stella ¡ª¡°Lo que ves es lo que hay¡±¡ª resume tambi¨¦n su ideario. En su trabajo no hab¨ªa espacio para met¨¢foras. La paradoja lleg¨® luego, muerto el norteamericano en 1994, y de la mano de las numerosas versiones que realizaron artistas como el ir¨®nico Rodney Graham. En una perversi¨®n m¨¢xima de la idea original, Graham llen¨® con las obras completas de Freud ¡ªel padre de las interpretaciones subconscientes¡ª estantes c¨²bicos id¨¦nticos a los que Judd hab¨ªa empleado para confeccionar sus esculturas modulares.
Pero m¨¢s all¨¢ de las interpretaciones art¨ªsticas de piezas supuestamente no interpretables, el minimalismo seco y de ferreter¨ªa de Judd, como el de tubos de ne¨®n firmado por su colega Dan Flavin, ha tenido tambi¨¦n un eco entre los arquitectos m¨¢s esencialistas. La potencia formal de las l¨ªneas puras de los muebles de Judd se presta a versiones, adem¨¢s de a interpretaciones. As¨ª, posiblemente sea el brit¨¢nico John Pawson ¡ªautor del inminente Design Museum de Londres y adalid del llamado minimalismo arquitect¨®nico¡ª quien m¨¢s se ha acercado formalmente a Judd, eso s¨ª, contradiciendo su mensaje y suavizando la rigidez del escultor con maderas que templaban su frialdad. El propio Rafael Moneo firm¨® para su Auditori de Barcelona un banco ¡ªde nuevo de madera y, adem¨¢s, esta vez con asiento tapizado¡ª que innegablemente ten¨ªa el orden cartesiano de Judd como referente. El franc¨¦s Jean Nouvel lleg¨® a bautizar una mesa met¨¢lica de producci¨®n industrial con el nombre Less. Less is more, la c¨¦lebre frase del menos es m¨¢s atribuida a Mies van de Rohe, ha pasado a la historia como la s¨ªntesis del minimalismo. Pero no era ni siquiera trabajar con menos lo que pretend¨ªan Judd, Flavin o Sol Lewitt. Solo hay que observar los muebles de Judd ¡ªque se expondr¨¢n en la galer¨ªa madrile?a Elvira Gonz¨¢lez a partir del 6 de abril¡ª para entender que incluso donde no parece haber mucho, podr¨ªan sobrar elementos.
Para empezar, ante muebles c¨²bicos y met¨¢licos, r¨ªgidos y perfectos es dif¨ªcil discernir si son asientos, contenedores o estanter¨ªas. Adem¨¢s, est¨¢n coloreados. Es la contundencia de los colores primarios de las chapas met¨¢licas lo que hace que las piezas asalten al espectador. Luego est¨¢n los tornillos, que siempre deb¨ªan quedar vistos para delatar, no por alusiones sino por pertenencia, su procedencia industrial aunque las piezas estuviesen hechas a mano.
El hecho de que Judd no produjese sus muebles en series limitadas forma parte del mismo ideario que buscaba desacralizar el arte y democratizar el goce art¨ªstico. Judd, que realiz¨® estos dise?os para amueblar su propia vivienda y las cinco plantas del edificio del Soho neoyorquino que restaur¨®, dec¨ªa que una silla o un edificio eran rid¨ªculos si no resultaban funcionales. El escultor, que expuso en vida en el Whitney y dej¨® su legado a la Fundaci¨®n Chinati en Marfa, vive as¨ª la gloria de una eterna paradoja. De la misma manera que muchas de sus esculturas servir¨ªan como estanter¨ªas, la mayor¨ªa de sus muebles piden a gritos una dosis de confort. No son piezas para el cuerpo sino para los ojos y la mente, m¨¢s cercanas a la escultura que, de nuevo parad¨®jicamente, remite al propio trabajo de Judd. Las esculturas de Judd se expusieron en la Tate Modern en 2004. El MoMA de Nueva York ha anunciado que revisar¨¢ su legado en 2017. Puede que el artista no supiera evitar las alusiones, pero sus muebles, como sus esculturas, siguen incomodando a quien necesita que todo cuadre en un mundo cartesiano y perfecto como el que ¨¦l fabric¨®.
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