Querido Luis
EMILY Dickinson dice en una carta que de nuestras mejores acciones no llegamos a enterarnos. Afortunadamente t¨² y yo volvimos a vernos 20 a?os despu¨¦s de que yo dejara la escuela en la que hab¨ªa sido alumno tuyo, y tuve la oportunidad de recordarte y agradecerte algo que hiciste por m¨ª, y que pod¨ªas haber olvidado. Volvimos a vernos cuando yo acababa de publicar mi primera novela. En ella hay una escena que ten¨ªa mucho que ver contigo. En torno a 1910, el padre del protagonista, un hortelano, va a la escuela para avisarle al maestro de que su hijo ya no volver¨¢ m¨¢s. El ni?o ya tiene 11 o 12 a?os, y a esa edad ya hace falta que se ponga a trabajar junto a su padre en el campo. El maestro le pide que no lo haga, al menos todav¨ªa, que lo deje seguir estudiando. El padre accede, quiz¨¢s m¨¢s por falta de car¨¢cter ante la autoridad que por convicci¨®n, y eso hace que la vida de su hijo cambie de direcci¨®n para siempre.
Cuando le¨ªste esa escena en la novela te acordaste de la visita de mi padre a tu escuela, en la Sagrada Familia de ?beda. Mi padre fue a decirte que yo iba a dejarla para ponerme a trabajar a su lado en la huerta. Era lo normal en esa ¨¦poca: los hijos de los trabajadores se buscaban un oficio o se pon¨ªan a ayudar a sus padres en cuanto llegaban a los 11 o 12 a?os. Mi padre hab¨ªa comprado con mucho esfuerzo y mucha ilusi¨®n aquella huerta que era su vida, y que pod¨ªa ser tambi¨¦n la m¨ªa cuando yo fuera haci¨¦ndome mayor. Era una huerta con buena tierra y mucha agua, y cada d¨ªa sac¨¢bamos de ella una gran carga de hortaliza que luego mi padre vend¨ªa en el mercado. Ten¨ªamos un cobertizo con un par de vacas, unos cuantos cerdos, una yegua. Mi padre hab¨ªa conocido de ni?o el hambre de la posguerra: la huerta era para ¨¦l una garant¨ªa de que si trabaj¨¢bamos mucho no nos faltar¨ªa de nada.
T¨² le aseguraste a mi padre que yo ¡°val¨ªa para estudiar¡±, y que podr¨ªa conseguir becas. ?l te hizo caso. Te prometi¨® que al menos me dejar¨ªa estudiar unos a?os, a ver qu¨¦ pasaba. Y as¨ª cambi¨® mi vida. Estaban empezando a cambiar poco a poco los tiempos en Espa?a, de una manera confusa y gradual, s¨ªntomas de lo que iba a estallar colectivamente despu¨¦s del fin de la dictadura. Pero cada vida es ¨²nica, y est¨¢ gobernada por azares irrepetibles. Si yo no dej¨¦ la escuela a los 11 a?os fue gracias a ti, y al respeto que te ten¨ªa mi padre. El mundo en el que vivimos ahora no tiene nada que ver con el de entonces, como si nos separaran de ¨¦l no d¨¦cadas, sino siglos. Es f¨¢cil mirar o imaginar el pasado con un sentimentalismo que encubre la condescendencia, quiz¨¢s con el exotismo de lo pintoresco. Pero t¨² sabes mejor que yo lo que significaba una escuela en la que los hijos de los trabajadores ¨¦ramos tratados exactamente igual que los dem¨¢s, y en la que a pesar de los pesares ¨Clos himnos patri¨®ticos, la misa, el rosario¨C gente como t¨² se las arreglaba para contagiarnos el amor por el conocimiento y la lectura.
El tiempo se va tan r¨¢pido que no conviene postergar nunca los agradecimientos. El m¨ªo hacia ti me durar¨¢ mientras viva.
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