Un a?o despu¨¦s de la muerte de 800 inmigrantes, Europa sigue batiendo r¨¦cords
El 18 de abril de 2015 un barco cargado de refugiados e inmigrantes que hac¨ªa la ruta entre Libia e Italia naufrag¨® dejando 28 supervivientes y al menos 800 muertos, entre los cu¨¢les se encontraba un importante grupo de ni?os. La tragedia de Lampedusa marc¨® un nuevo hito en la cronolog¨ªa de la crisis y provoc¨® la habitual cumbre apresurada de ministros del interior, indignados por la actividad de unas mafias cuyo negocio deber¨ªa pagar royalties a las instituciones europeas.
Un a?o despu¨¦s, seguimos batiendo r¨¦cords. Hace pocos d¨ªas,varios centenares de refugiados e inmigrantes fueron rechazados en la localidad fronteriza de Idomenei (Grecia) por fuerzas policiales macedonias que hicieron uso de gases lacrim¨®genos, pelotas de goma y bombas aturdidoras. El recurso al material pesado de antidisturbios contra una poblaci¨®n inerme de mujeres, hombres y ni?os que escapan de la guerra y la persecuci¨®n constituye la ¨²ltima de una colecci¨®n de decisiones en la que pa¨ªses europeos -dentro y fuera de la UE- han cruzado l¨ªneas rojas que ignoran sus obligaciones legales y humanitarias. Desde el goteo constante de muertes en el mar a la violaci¨®n casi estructural de los derechos de los ni?os a lo largo de su tr¨¢nsito, las excepciones han dejado de serlo para convertirse en parte consustancial a la norma del modelo migratorio europeo.
El reto de la gesti¨®n global del movimiento de seres humanos no es ajeno a las posiciones ideol¨®gicas de los actores sociales, incluyendo su leg¨ªtima interpretaci¨®n de las caracter¨ªsticas que definen la identidad de Europa. Pero, como en cualquier otro asunto p¨²blico, este debate comienza donde terminan las leyes y las obligaciones internacionales. Ignorarlas en este caso supone debilitar la legitimidad y la credibilidad del proyecto europeo en otros muchos ¨¢mbitos de la gesti¨®n global donde las necesitamos desesperadamente. Supone olvidar todas las lecciones que Europa y el resto del mundo han aprendido de forma dolorosa en tragedias previas como la guerra civil espa?ola y mundial, la crisis de los balseros vietnamitas o los conflictos ¨¦tnicos de Ruanda y Balcanes. El hecho de que algunos l¨ªderes europeos en pa¨ªses como Alemania y Suecia hayan actuado en consecuencia con estas lecciones demuestra que no lo so?amos y sugiereuna reflexi¨®n inquietante acerca de la UE misma: ?hubi¨¦semos respondidomejor por separado?
Una vez m¨¢s, necesitamos recordarnoslos hechos que deber¨ªan constituir el punto de partida de cualquier debatesobre este asunto:
- Lo que a menudo denominamos poblaciones ¡°masivas¡± de refugiados e inmigrantes en las fronteras de Europa constituye en realidad una peque?a fracci¨®n de quienes se desplazan de manera forzosa en el conjunto del planeta. De acuerdo con los datos de ACNUR, solo 1 de cada 20 desplazados forzosos se encuentra en suelo europeo.
- La experiencia de esta y otras crisis de refugiados es que los ¡°sellados¡± de las fronteras tienen efectos pr¨¢cticos escasos y temporales, porque los incentivos de la movilidad son m¨¢s poderosos que la capacidad de los Estados de destino para detenerlos. Tras el acuerdo con Turqu¨ªa y el comienzo de las repatriaciones desde Grecia, los flujos migratorios se han ido adaptando y ya es posible identificar una revitalizaci¨®n de las rutas a trav¨¦s del Mediterr¨¢neo central y occidental, incluyendo el Estrecho de Gibraltar.El establecimiento de v¨ªas seguras contin¨²a siendo la soluci¨®n m¨¢s pr¨¢ctica y ¨¦tica a este problema.
- En la gesti¨®n de esta crisis las autoridades europeas est¨¢n sujetas a las obligaciones derivadas de las normas internacionales, incluyendo la Convenci¨®n sobre el Estatuto de los Refugiados y la Convenci¨®n de los Derechos del Ni?o.El acuerdo con Turqu¨ªa circunvalaestas obligaciones; la posibilidad de replicarlo en el Estado semi-fallido de Libia, como piden ahora algunos miembrosde la UE, es un mal chiste.
- Existen alternativas creativas y eficaces al enfoque actual, basadas en la experiencia de m¨¢s de medio siglo de gesti¨®n de flujos de refugiados y migrantes. Todas ellas pasan, sin embargo, por un sistema de definici¨®n y reparto de cuotas radicalmente m¨¢s generoso y equilibrado del que la Uni¨®n Europea ha sido capaz de concebir hasta ahora. Solo rompiendo la regla del m¨ªnimo com¨²n denominador Europa podr¨¢ hacer frente a este reto.
Cuando dentro de algunos a?os echemos la vista atr¨¢s y nos preguntemos en qu¨¦ momento debimos haber actuado para paliar la cat¨¢strofe que se desencadena a las puertas de nuestros pueblos y ciudades, la respuesta es hoy. Hoy estamos a tiempo de reconsiderar una deriva cuestionable desde el punto de vista ¨¦tico, legal y pr¨¢ctico. No se trata de proponer una pol¨ªtica de puertas abiertas o de cargar sobre nuestras espaldas una responsabilidad mayor de la que nuestros Estados pueden soportar. Pero antes de llegar a ese punto es posible tomar una serie de decisiones basadas en hechos que multipliquen el compromiso de Europa en esta crisis, eleven la respuesta a la altura de sus capacidades y devuelvan a sus gobiernos y ciudadanos el sentimiento de decencia que muchos hemos perdido.
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