Me puse a ordenar la casa como un japon¨¦s y acab¨¦ llamando a mi madre
"La ropa, mejor en filas, que apilada se agobia", dicen los gur¨²s de la mesura. Relato en primera persona de quien quiso creer y no pudo
![](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/DDHADMZBWEU3Y3A72YZLSLQMYY.jpg?auth=5d41c05cf2482b9d89c87c2d6a86d2dbaf7dedf82195e9ebb225df4827361708&width=414)
Me he pasado unos d¨ªas ordenando mi casa para ver si as¨ª ordenaba tambi¨¦n mi vida. Esto tan po¨¦tico no se me ocurri¨® a m¨ª solo, resulta que hay una iglesia de seguidores del orden, pastoreada por la japonesa Marie Kondo. Su libro, La magia del orden, herramientas para ordenar tu casa¡ y tu vida (Aguilar, 2015), te ense?a a tirar todas las cosas que te sobran y a colocar las que te quedas para que ocupen menos. El m¨¦todo que ha creado y que la ha catapultado a la fama se llama KonMari (solo hizo falta darle una vuelta a su nombre) y es un c¨®ctel que mezcla filosof¨ªa oriental, coaching y feng shui, una corriente china basada en la interacci¨®n de las personas con el espacio para conseguir una influencia positiva.
Aunque lleva m¨¢s de 3 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, yo me enter¨¦ de este fen¨®meno gracias a Teresa, una chica de la que llevo secretamente detr¨¢s un tiempo. El caso es que ella, despu¨¦s de leerse el libro, decidi¨® organizar su vivienda de arriba abajo porque dec¨ªa que necesitaba armonizar tambi¨¦n su vida, ¨²ltimamente poco centrada. Se pas¨® m¨¢s de una semana sin salir y cuando al fin lo hizo, sac¨® de ella cuarenta y dos bolsas de basura con todo lo que no sab¨ªa que le robaba el espacio (Mari Kondo tira de media de 100 bolsas en las casas en las que interviene, como consultora de organizaci¨®n).
Teresa me cont¨® todo el proceso unos d¨ªas despu¨¦s, cuando quedamos a tomar unas ca?as para celebrar que al fin hab¨ªa encontrado un trabajo que realmente le gustaba. De regalo, me trajo la obra de marras, sobre cuya materia ya se hab¨ªa escrito antes al respecto, como es el caso de Manual de limpieza de un monje budista, de Keisuke Matsumoto. "La jornada de un monje comienza con la limpieza. Se barre el interior del templo, el jard¨ªn, y se friega el suelo de la sala principal. Pero nosotros no limpiamos porque est¨¦ sucio o desordenado, sino para librar al esp¨ªritu de cualquier sombra que lo nuble", dice el autor, monje budista, licenciado en Filosof¨ªa y m¨¢ster en Administraci¨®n y Direcci¨®n de Empresas.
El m¨¦todo de Kondo es empezar vaciando los armarios, estanter¨ªas y cajones, ver qu¨¦ es lo que te sobra y conservar solo lo fundamental. Es decir, que esos cables que no sabes para qu¨¦ sirven y el libro de instrucciones del microondas, fuera, porque seg¨²n la experta, si escoges lo que realmente quieres que est¨¦ en tu vida y dejas ir lo que no necesitas, te sentir¨¢s libre y tu vida cambiar¨¢ a mejor. Aunque al apelar a lo fundamental, Kondo se est¨¢ refiriendo, sobre todo, a que metas en bolsas de basura esas cosas que ya no te hacen feliz. Para saberlo tienes que cogerlas en las manos (para la japonesa, es imprescindible tocarlo) y pregunt¨¢rtelo en voz alta, literalmente. En mi caso ya empezamos mal, porque la mayor¨ªa de las cosas que a m¨ª me ponen de buen humor se guardan en la nevera o en el mueble bar, y ambas est¨¢n vac¨ªas.
Es un proceso que hay que hacer del tir¨®n, porque como vayas poco a poco no acabas nunca. Y conviene mantener alejados a los padres y dem¨¢s familiares
Kondo asegura tambi¨¦n que este tr¨¢mite ha de hacerse del tir¨®n, porque de ir poco a poco es f¨¢cil encontrar razones para no deshacerse de nada. Tambi¨¦n que es necesaria soledad: hay que mantener alejados a los padres y familiares; la raz¨®n es que tendr¨¢s que deshacerte de muchas cosas con valor sentimental y ellos te pondr¨¢n trabas.
Para no sentirme pat¨¦tico por creerme a la primera lo que dice la amiga Marie, hago un poco de investigaci¨®n antes de empezar: resulta que no es la ¨²nica que apoya el estilo de vida austero, ordenado y limpio, existen muchas corrientes que lo defienden. Por ejemplo, como ya he comentado, en el Budismo se utiliza la limpieza y el orden como m¨¦todo de meditaci¨®n para purificar el esp¨ªritu. Pero yo no busco alcanzar el Nirvana (objetivo ¨²ltimo de esta filosof¨ªa oriental), y con los que de verdad me he sentido identificado son unos treinta?eros que han revolucionado Am¨¦rica. Se llaman Joshua y Ryan y se apodan 'The minimalists¡¯. En su web cuentan c¨®mo lleg¨® un momento de su vida, justo al cumplir 30, en que se agobiaron al mirar alrededor y ver que ten¨ªan demasiadas cosas: trabajaban de 70 a 80 horas semanales (como yo), ten¨ªan coches de lujo, casas de 500 metros cuadrados (en esto quiz¨¢s somos un poco diferentes), y no se sent¨ªan realizados. As¨ª que decidieron dejarlo todo y comenzar una nueva vida minimalista siendo escritores y mentores (?Tambi¨¦n como yo! Creo estoy en el buen camino). Despu¨¦s de leer sobre sus vidas de pobres treinta?eros ricos, he tomado la decisi¨®n de seguir su ejemplo y el de Marie: deshacerme de lo superfluo e intentar poner orden en mi casa¡ y en mi vida.
Cuando empiezo a vaciar mi casa
Una de las claves que da KonMarie es empezar la reorganizaci¨®n por categor¨ªas y no por estancias. Ella recomienda poner orden primero a lo m¨¢s sencillo e ir aumentando en complejidad, seg¨²n tu relaci¨®n con esos objetos. La jerarqu¨ªa, seg¨²n la japonesa, ser¨ªa la siguiente: ropa, libros, documentos, resto de objetos ¨²tiles y, por ¨²ltimo, cosas con valor sentimental: ¡°Al empezar con las cosas f¨¢ciles y dejar las m¨¢s dif¨ªciles para el final podr¨¢s afinar poco a poco tus habilidades para tomar decisiones, y as¨ª acabar¨¢ por parecerte sencillo¡±, cont¨® la autora a Verne.?
Decido empezar por el armario, ser¨¢ f¨¢cil ordenarlo, tampoco es que sea bloguera de moda. No tardo mucho en sacar las perchas, aunque en los cajones ten¨ªa m¨¢s cosas de las que pensaba y en el altillo hay una bolsa con camisetas de conciertos que hace a?os que se me quedaron peque?as y que seguro que este verano, cuando me centre en comer gazpacho, me vuelven a quedar fenomenal.
Cuando mi cama ya es una monta?a de ropa como la de las mesas del Primark, empiezo a seleccionar lo que me quedo y lo que no. Aunque mi criterio no es el de si la ropa me hace feliz, sino el de si tiene agujeros, manchas que no salen o si la lav¨¦ con agua fr¨ªa y encogi¨®. El problema es que este algoritmo reduce mi armario dr¨¢sticamente. Lo de ir de compras me da toda la pereza y, adem¨¢s, no estoy siguiendo la estrategia de Marie, que dice en el libro que hay que colocarla en fila, y no apilarla, "porque la ropa se agobia". El agobio lo tengo yo ya con tanto trapo, as¨ª que decido centrarme en las cosas que tengo por el sal¨®n.
Kondo recomienda poner orden primero en lo m¨¢s sencillo e ir aumentando en complejidad, seg¨²n tu relaci¨®n con esos objetos
Vac¨ªo las estanter¨ªas y muebles que tengo llenos de discos, libros y pel¨ªculas. Empiezo a hacer monta?as con los CD y vinilos, que compro bastantes porque pertenezco a esa generaci¨®n que se apunt¨® a la obsesi¨®n masculina de coleccionar m¨²sica despu¨¦s de leer de adolescente Alta Fidelidad. Me alegra comprobar que en estos a?os he hecho buenas compras: Morrissey, The Kinks, Otis Redding¡ Aqu¨ª no hay nada que tirar. Bueno, este de Roxette igual puede ir a la bolsa de basura, aunque me da apuro porque seguro que se lo dej¨® alguien en mi casa. Quiz¨¢s fue la misma persona que se olvid¨® el de Rick Astley y este de Justin Timberlake, que ten¨ªa un par de temazos¡
Con los libros me pasa lo mismo. Ya lo vaticin¨® Kondo, cuanto m¨¢s lo pienso, menos cosas jubilar¨¦. Me da cosa tirar los que tengo en el fondo de la estanter¨ªa, detr¨¢s de los de Paul Auster y Kerouak, como El C¨®digo Da Vinci y las obras completas de Paulo Coelho. Es que me los regalaron (no recuerdo ahora qui¨¦n) y estar¨ªa feo tirarlos¡ Tampoco pienso meter en bolsas de basura los DVD, que la mayor¨ªa son de la Filmoteca Fnac. Bueno, el de Colega, d¨®nde est¨¢ mi coche la compr¨¦ barat¨ªsimo en una tienda de segunda mano, igual que la de Dos Chalados muy fumados y El del Diario de Noa¡ ?Esta es de mi ex! Igual que la de Tres metros sobre el cielo. Las voy a vender en Wallapop, en plan venganza, y los libros de Paulo Coelho tambi¨¦n, que ahora que estoy ordenando mi vida no los necesitar¨¦ y estar¨ªa bien recuperar el dineral que me cost¨® la edici¨®n ilustrada de El Alquimista. ?A bajarme la aplicaci¨®n!
Cuando lleno mi casa de m¨¢s cosas que me sobran
?Esto de la compraventa entre desconocidos es la bomba! No solo he conseguido vender todo lo que ya no usaba, sino que me he hecho con unas cuantas cosas que necesitaba por dos duros: camisetas de conciertos de mi talla, el DVD de Tengo ganas de ti (para ver c¨®mo acababa la historia, luego volver¨¦ a venderla) y hasta una tabla de surf, que en Madrid no hay playa, pero Carmena a¨²n nos puede dar una alegr¨ªa.
Ha llegado el momento de colocarlo todo de nuevo en su sitio, que mi casa empieza a parecer un campo de minas. En solo unas horitas, ya tengo todos los muebles llenos con los chismes que llevaban d¨ªas por el suelo. El problema es que me quedan la mitad por colocar... ?C¨®mo narices es posible que haya pasado esto? Vale que no lo he puesto todo en vertical, y que la colecci¨®n de figuras de acci¨®n y naves de Star Wars que me compr¨¦ en Wallapop ocupa un par de estantes. Y quiz¨¢s deber¨ªa haber vendido los Episodios nacionales de Gald¨®s que llevo diciendo que me voy a leer desde los a?os noventa¡ Intento ver el lado positivo y hago una visita a Ikea para comprar un par de estanter¨ªas con las que rellenar las paredes que ten¨ªa vac¨ªas en casa; tarde o temprano ten¨ªa que hacer la inversi¨®n. ?Ahora s¨ª que lo voy a tener todo ordenado!
Hablo a mis padres de que angustia un poco eso de hacerse mayor de verdad y darse cuenta de que ahora tienes que ordenar tu vida solo
?D¨®nde van los cinco tornillos que me sobran despu¨¦s de haber montado la estanter¨ªa Billy? Si no queda ni un solo agujero por rellenar¡ Aunque tampoco parec¨ªa que faltara nada en la torre de los CD que me qued¨® torcida y se vino abajo despu¨¦s de llenarla hasta arriba. No s¨¦ cu¨¢ntos d¨ªas llevo en casa montando muebles y ordenando trastos, a cu¨¢ntos planes con amigos he faltado, ni con cu¨¢ntos trabajos voy tarde porque llevo d¨ªas sin encontrar el port¨¢til entre las monta?as de cosas que, con el paso del tiempo, se han convertido en la Cordillera Pirenaica. La ropa sigue sobre la cama, tiro unas cuantas cosas al suelo por las noches para hacerme hueco y poder dormir, pero a¨²n no he encontrado las fuerzas para hacer la selecci¨®n. Y en la cocina la situaci¨®n no es mejor: me dio por vaciar los armarios para hacer recuento de platos y cacharros y ahora me toca desayunar, comer y cenar fuera.
Llamo a la editorial que ha publicado el libro de la japonesa para pedirles un modo de comunicarme con ella, que quiero montarle un buen pollo por desordenar mi vida, digo, mi casa. Me dicen que, si eso, le env¨ªe un mensaje a trav¨¦s de su p¨¢gina web. En lugar de hacer eso, marco otro n¨²mero en el tel¨¦fono. Es el de la casa en la que est¨¢n las personas que conozco desde que empec¨¦ a acumular todas estas cosas entre las que ahora estoy enterrado: mis padres.
Cuando mi familia me ayuda a ordenar mi vida, digo, mi casa
Mi madre cuelga antes de que termine de contarle la que tengo montada en casa. Unos minutos despu¨¦s, se presenta en la puerta con mi padre y se ponen al l¨ªo sin hacer preguntas. Un rato m¨¢s tarde, llega tambi¨¦n mi hermana que es buen¨ªsima con esto de los muebles de Ikea porque tuvo un novio sueco. En solo un vistazo, ella encuentra los huecos de los tornillos que faltaban por colocar y vuelve a montar la torre de CD sin que esta vez quede torcida. Nos dividimos la casa por zonas y trabajamos en equipo. Escucho las opiniones de mi familia sobre lo que debo tirar y lo que no, aunque respetan que la decisi¨®n final sea m¨ªa. Bueno, menos con la ropa: mi madre tira directamente a la basura todo lo que est¨¢ agujereado y me dice que el fin de semana me lleva de compras, me guste o no.
Por la noche, ya est¨¢ todo despejado y podemos sentarnos los cuatro a cenar una pizza en mi nueva mesa plegable (se me fue un poco de las manos la visitilla a Ikea). Entre porci¨®n y porci¨®n, les confieso los motivos por los que me met¨ª en este l¨ªo, lo de mi historia con Teresa y que igual me ven¨ªa bien ordenar mi casa para colocar, de paso, mi vida. Les cuento c¨®mo me van las cosas en el trabajo, pero sin disimular, como hago siempre, y tambi¨¦n les hablo con la boca peque?a de que angustia un poco eso de hacerse mayor de verdad y darse cuenta de que ahora tienes que ordenar tu vida solo.
Para cuando llegamos al postre, ya hemos encontrado, entre todos, unas cuantas soluciones. Antes de meterme en la cama, por primera vez en d¨ªas sin tener que compartir el colch¨®n con camisetas de conciertos, entro en la web de Marie Kondo y le env¨ªo un mensaje: ¡°Gracias por ayudarme a desordenar mi casa para darme cuenta de que no puedo ordenar mi vida solo¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.