El hombre que cre¨® a Saint Laurent
TODO lo he hecho por amor. Es mi biograf¨ªa. He puesto el amor por encima de todo. Mi vida ha girado en torno a mis relaciones. Por amor a Yves me convert¨ª en hombre de negocios, como fui marchante de arte por amor al pintor Bernard Buffet. Sin olvidar al paisajista Madison Cox¡ S¨ª, Madison ha sido mi tercer gran amor. El hombre de los jardines. Ha proyectado los de nuestras casas de Marraquech, T¨¢nger y Deauville; nuestra relaci¨®n ha evolucionado. Rompimos en 1987. Somos inteligentes. Supimos transformar una historia pasional en otra cosa.
¨C?Incluye a Fran?ois Mitterrand, presidente de la Rep¨²blica entre 1981 y 1995, entre los hombres de su vida?
¨CMitterrand tuvo una enorme importancia en m¨ª, pero nunca tuve una aventura con ¨¦l¡ si a eso se refiere. No le conoc¨ª en su juventud. Nuestros caminos se cruzaron en 1984. Yo ten¨ªa 54 a?os y ¨¦l 68. Y en el momento de su reelecci¨®n, en 1988, est¨¢bamos muy unidos. Era una relaci¨®n amistosa, fraternal, pol¨ªtica, intelectual. Com¨ªamos los s¨¢bados en peque?os restaurantes y luego pase¨¢bamos por el Sena en busca de libros viejos. Era un gran lector, un gran bibli¨®filo, y yo soy un gran lector y un gran bibli¨®filo. Pas¨¢bamos la Nochevieja en su casita de Latche. Estuve con ¨¦l en la ¨²ltima, la de 1995. Estaba muy enfermo. Hablamos de la casa del escritor ?mile Zola que yo hab¨ªa adquirido para crear el museo del capit¨¢n Dreyfus. Me dijo que le mantuviera informado. Muri¨® 10 d¨ªas despu¨¦s.
¨CMitterrand era un seductor¡
¨CUn gran seductor. Cuando conoc¨ªa a una mujer joven, una mujer bella, una mujer que le gustaba, sus motores de seducci¨®n se pon¨ªan en marcha. Cuando conoc¨ªas a Mitterrand te sent¨ªas atrapado por su inteligencia y su voluntad. Yo creo firmemente en la seducci¨®n, en la capacidad de conquistar tengas la edad que tengas.
pulsa en la fotoImagen de la presentaci¨®n de la colecci¨®n de alta costura primavera-verano de Ives Saint Laurent en enero de 1986. El modista es obligado a salir al escenario para saludar a sus incondicionales. La mano que le empuja es la de su socio, amante y mentor Pierre Berg¨¦, siempre entre bambalinas.Abbas
La primera confesi¨®n de Berg¨¦ es que este dictador de la moda, la cultura y el estilo; mu?idor de candidatos presidenciales y genios de la creaci¨®n; millonario en 'cash', obras de arte y noches locas; acu?ador del mito de la 'gauche caviar'?(la sofisticada izquierda parisiense de los ochenta, en la que conflu¨ªan, entre ministerios y pasarelas, intelectuales, millonarios y socialistas), forj¨® su destino en torno a las necesidades de sus parejas. Puso su talento y su virtuoso manejo de la imagen a su servicio. Y los hizo grandes. ?l manejaba los hilos. ¡°Vender moda nunca fue lo m¨ªo. No sab¨ªa nada de vestidos. Quer¨ªa ser escritor o periodista, montar un peri¨®dico; lo hice en los cuarenta; me interesaba la pol¨ªtica; era amigo de Cocteau y Camus y Genet; era un anarquista, laico y socialista. Lo sigo siendo. Aprend¨ª a cantar La Internacional?con mis padres, que eran protestantes y de izquierdas¡±. Pero todo cambi¨® en 1960, en el hospital de Val-de-Gr?ce de Par¨ªs, donde Yves Saint Laurent estaba ingresado por trastornos psiqui¨¢tricos (era un maniaco depresivo) tras su alistamiento en el Ej¨¦rcito franc¨¦s. ¡°Yves, que ya hab¨ªa realizado seis colecciones para Christian Dior antes de ser despedido y solo ten¨ªa 25 a?os, me dijo: ¡®Vamos a crear una casa de alta costura m¨¢s grande que Dior. Yo dise?ar¨¦ y t¨² la dirigir¨¢s¡¯. Llev¨¢bamos dos a?os viviendo juntos. Ten¨ªamos un apartamento en la plaza Dauphine. Yo hab¨ªa abandonado a Bernard Buffet en cuanto conoc¨ª a Yves, en 1958. Nuestra relaci¨®n era muy fuerte, con una sexualidad muy intensa. El sexo era nuestro centro de gravedad. Fue as¨ª durante mucho tiempo. Y no tengo m¨¢s que explicarle. Sentado en su cama de aquel sanatorio, promet¨ª no abandonarle. No ten¨ªa ni idea de c¨®mo se montaba un negocio de moda. No ten¨ªa un franco. Pero no me pod¨ªa echar atr¨¢s. El amor es as¨ª¡ En minutos me convert¨ª en 'businessman'. Y no lo hice mal. Al a?o siguiente estaba funcionando nuestra casa de modas. Y el 89 fuimos la primera firma del sector en cotizar en bolsa. Pero nunca me gust¨® ese papel¡±.
¨C?No se detiene ante nada?
¨CNunca he tenido miedo a nada. Llegu¨¦ a Par¨ªs con 18 a?os, desde La Rochelle, con los bolsillos vac¨ªos. Era 1948. Estaba solo. Desde entonces no he rendido cuentas a nadie. No debo nada a nadie. No temo ni a la muerte. No creo en el futuro, en el alma, en el cielo. Cuando morimos todo se acaba. Por eso hay que hacer muchas cosas. Lo he intentado. Y el d¨ªa que est¨¦ mal, me marchar¨¦ a alg¨²n pa¨ªs donde tenga la posibilidad de acabar con todo. Ir¨¦ a Suiza, tomar¨¦ una poci¨®n y punto final. S¨ª, en Suiza todo va bien. Hasta la muerte.
Pierre Berg¨¦ es un duro de coraz¨®n blando. Un solitario: ¡°A condici¨®n de no estar solo¡±. Un eterno indignado: ¡°Cuando haya dejado de estarlo, habr¨¦ empezado a envejecer¡±. Alguien poco proclive a mirar atr¨¢s: ¡°Odio la nostalgia; prefiero transformarla en proyectos¡±. Su leyenda afirma que ha tenido m¨¢s enemigos que amigos. En los a?os dorados de aquella pareja irresistible de la moda y el 'glamour',?cuando reinaban en las discotecas m¨¢s canallas y en los grandes salones de la Rep¨²blica, a Berg¨¦ le apodaron (a media voz), ¡°el pitbull de la alta costura¡±. Rico, poderoso y despiadado. Con un estricto sentido de la lealtad. Con ¨¦l o contra ¨¦l. Y una habilidad innata para convertir en oro todo lo que tocaba, una marca o una persona. Hoy dice con gesto de fastidio que no fue para tanto. ¡°No me venga con caricaturas¡±. ¡°Odio los estereotipos¡±. ¡°Tengo pocos amigos, pero los que tengo son muy j¨®venes, as¨ª morir¨¦ antes que ellos y no lo pasar¨¦ mal¡±. Pierre Berg¨¦ abre sus sentimientos, pero no baja la guardia. No se niega a ninguna pregunta, ni siquiera en torno a la sexualidad a los 85 a?os (¡°no es como antes¡, no le voy a enga?ar, pero existen unas pildoritas¡±), pero conserva amartillada su mort¨ªfera lengua para cuando considera necesaria una respuesta contundente.
Es el 'patr¨®n', aunque la casa de alta costura Yves Saint Laurent cerr¨® tras la retirada del modista en 2002 (fallecer¨ªa en 2008 de un tumor cerebral tras su descenso al infierno desde mediados de los setenta entre coca¨ªna, vodka y amantes de pago). La segunda pata de la firma, la propietaria de los perfumes, la piedra filosofal del 'holding' que hizo muy rica a la pareja Berg¨¦-Saint Laurent, y que lleg¨® a facturar 3.000 millones de euros al a?o, pertenece desde 2008 al grupo L¡¯Or¨¦al. Y la tercera, el 'pr¨ºt-¨¤-porter',?que Berg¨¦ extendi¨® por todo el mundo a trav¨¦s de una compleja red de tiendas propias, licencias y franquicias, es propiedad desde 1999 del magnate franc¨¦s Fran?ois-Henri Pinault, due?o del imperio del lujo Kering (accionista mayoritario de ?Gucci, Balenciaga o Bottega Veneta). Berg¨¦ ya no gobierna el universo de la moda desde Par¨ªs, pero sigue desplegando su autoridad desde su trono del exclusivo distrito XVI, desde la Fundaci¨®n Pierre Berg¨¦-Yves Saint Laurent, financiando candidatos socialistas a la presidencia (la ¨²ltima, S¨¦gol¨¨ne Royal, como antes hizo con Laurent Fabius o el propio Mitterrand, al que apoy¨® comprando un semanario, 'Globe', para favorecer su reelecci¨®n en 1988), adquiriendo medios de comunicaci¨®n (es el m¨¢ximo accionista de 'Le Monde'?y 'Le Nouvel Observateur'), paseando famosos en su reactor Falcon 50, capitaneando el 'lobby'?gay en Francia, poseyendo los derechos legales de la memoria del artista Jean Cocteu (alguien que le ense?¨® a vivir su homosexualidad sin pisar el armario) o regalando un 'goya'?al Louvre. Su fortuna se estima en 180 millones de euros. Los fondos propios (procedentes de su bolsillo) de su fundaci¨®n y de las distintas iniciativas que encabeza contra el sida, el racismo y por la igualdad de derechos de los gais superan los 500 millones de euros. Berg¨¦ no tiene herederos.
Unos minutos antes de comenzar la entrevista, Berg¨¦ ha puesto en escena uno de sus legendarios ataques de ira. Las tres plantas del silencioso palacete estilo segundo imperio de la avenida Marceau de Par¨ªs, decorado con dorados y espejos hasta el techo, poblado por una veintena de et¨¦reos empleados que se comunican bisbiseando y caminan sin ruido por las tupidas alfombras entre ubicuos retratos en blanco y negro de la m¨ªtica pareja Berg¨¦-Saint Laurent, se han llenado con los ecos de las col¨¦ricas voces de este atildado anciano de cr¨¢neo reluciente, inmensa nariz, bast¨®n de ¨¦bano, traje de 'tweed'?de Arnys, su sastre de siempre (en cuya solapa refulge la Legi¨®n de Honor), y car¨ªsimos zapatos a medida de Weston, disparando 'in crescendo'?la palabra ¡°no¡± a un colaborador. Ante el periodista, por fin llega la calma. Los calcetines, de un morado cardenalicio, van conjuntados con su camisa y corbata. Su voz es clara y firme en un elegante franc¨¦s parisiense con dejes literarios. Sus manos son bellas y en¨¦rgicas. No sus piernas, que mueve de forma desmadejada. Padece una miopat¨ªa, una enfermedad muscular degenerativa. Su respuesta ante la ceremonial pregunta de c¨®mo se encuentra es un ¨¢spero: ¡°'?a va mal'. ?No lo ve usted?¡±. Despu¨¦s aligera la presi¨®n: ¡°No tengo dolores, pero me complica la vida. No puedo andar solo por la calle; no puedo subir escaleras y menos bajarlas. A veces me caigo. Tengo a una persona que duerme en mi casa. Y he hecho rebajar los escalones. Para subir a mi helic¨®ptero me han puesto una escalerilla especial, y puedo seguir pilotando¡, pero siempre de copiloto (es un poco humillante)¡±. Es cierto, a los mandos de su Augusta AW109, Berg¨¦ a¨²n sobrevuela el curso del Sena desde Par¨ªs hasta su desembocadura, en el Atl¨¢ntico. Despu¨¦s conduce su Jaguar XK120 descapotable de 1952 con 'Echo', su perro shiba inu, hasta la vieja dacha que comparti¨® con Yves en Deauville. Es uno de sus ¨²ltimos grandes placeres.
¨C?Se puede ser millonario y de izquierdas?
¨CNo veo la relaci¨®n entre el dinero y las opiniones, yo no dir¨ªa pol¨ªticas, yo dir¨ªa sociales. S¨ª, he ganado mucho dinero, pero nunca he dejado de ser de izquierdas.
¨C?Y qu¨¦ es ser de izquierdas?
¨CSer de izquierdas es poner a la persona en el centro, no al mercado. Y reducir las desigualdades. Ser de izquierdas es luchar para que la desigualdad entre ricos y pobres se cierre todo lo posible y lo antes posible. Prefiero los errores de la izquierda que las victorias de la derecha.
¨C?A qui¨¦n apoyar¨¢ en las pr¨®ximas presidenciales?
¨CA Hollande. Desde luego, no a Sarkozy.
El ¨²nico t¨ªtulo enmarcado en su despacho es ese permiso de piloto de helic¨®pteros que obtuvo en 1978. Nunca los necesit¨®. Nunca pis¨® una universidad. A esa edad rastreaba muy de ma?ana libros raros entre los 'bouquinistes'?del Sena que por la tarde vend¨ªa 10 veces m¨¢s caros en las librer¨ªas del centro. Siempre fue por libre. La intelectualidad francesa se lo pag¨® impidiendo su ingreso en la Academia en 2008. Lo m¨¢s parecido a un diploma que tiene es la invitaci¨®n del presidente de la Rep¨²blica para la cena con Isabel II de Inglaterra, en junio de 2014, y el pergamino de la Legi¨®n de Honor. Mientras el fot¨®grafo prepara las luces y rompe el orden inmaculado de su coto privado para retratarle, se abre la veda para curiosear en su mundo.
Cuando la pareja se hizo con este palacete en 1974, en el apogeo de su poder, Berg¨¦ se apropi¨® del mejor espacio del regio inmueble napole¨®nico como despacho. En las paredes, cubiertas de madera de casta?o y con un inmenso espejo y una chimenea 'art nouveau', un retrato de Saint Laurent realizado por su amigo Andy Warhol y una pintura firmada por su otra m¨ªtica pareja, Bernard Buffet. Ante la ventana, un bell¨ªsimo escritorio 'd¨¦co'?del tama?o de un barco de recreo con pocos papeles, un Mac y un peque?o martillo de plata de subastador (es propietario de la casa de subastas de arte Pierre Berg¨¦ & Associ¨¦s). Estrat¨¦gicamente repartidos por la estancia, cartas, fotograf¨ªas, dibujos y reliquias de Gen¨¦, Breton, Colette, Chateaubriand y Cocteau; una maqueta de su 'jet'?privado; otra del futuro museo Saint Laurent de Marraquech, en m¨¢rmol color arena, y una bolsa de Loro Piana con un car¨ªsimo fular de cachemira dentro.
A trav¨¦s de un angosto pasillo, el despacho de Berg¨¦ se comunica con el antiguo estudio de Yves Saint-Laurent, que permanece cerrado desde que muri¨® el modista. El joven empleado que nos precede accede a ¨¦l con veneraci¨®n. Est¨¢ congelado. Tal como lo dej¨® en 2002. Pintado de blanco. Sin adornos. Repleto de telas, prototipos de vestidos y complementos. Destaca un peque?o retrato de Saint Laurent en 1958 dibujado por Buffet (antes de la ruptura del tri¨¢ngulo amoroso). Su mesa de trabajo es de una sencillez monacal: un par de borriquetas y una plancha de cristal sobre la que reposan viejos bocetos, un tarro con sus l¨¢pices favoritos, los Staedtler 2B bien afilados, y las m¨ªticas gafas de carey de Yves. En las plantas superiores del palacete se conservan, en c¨¢maras blindadas y refrigeradas y a cargo de un pu?ado de conservadoras (provenientes de los grandes museos franceses), los 6.000 vestidos de alta costura creados por Saint Laurent (incluso los que formaron parte de sus seis colecciones para Dior), 15.000 complementos y miles de croquis, apuntes, fotograf¨ªas, art¨ªculos de prensa, albaranes y facturas perfectamente clasificados. Durante los 40 a?os de existencia de la casa de alta costura, la pareja Berg¨¦-Saint Laurent nunca se deshizo de nada. Trabajaron con un sorprendente sentido de la trascendencia. Hoy constituyen los fondos de los dos museos dedicados a Yves Saint Laurent que Berg¨¦ inaugurar¨¢ en 2017: uno, aqu¨ª, en este 'h?tel particulier'?de la avenida Marceau; el segundo, en Marraquech, el escenario de su mutua pasi¨®n por el sol, el sexo y la cultura ¨¢rabe. ¡°Decidimos conservar todo desde el primer d¨ªa; nunca tiramos nada¡±, explica Berg¨¦, ¡°no se explicarle por qu¨¦, fue as¨ª, un sinsentido¡±.
¨CQuiz¨¢ por su adicci¨®n a controlar todo¡
¨CEs cierto, tengo la enfermedad del control. Lo chequeo todo. Y suelo tener raz¨®n. Si no controlas, lo lamentas.
¨CEs usted profundamente posesivo¡
¨CEs verdad. Pero he aprendido a serlo menos. Sabe, yo ten¨ªa muchos defectos, todav¨ªa los tengo, pero antes ten¨ªa m¨¢s: era muy celoso, muy posesivo, quer¨ªa controlarlo todo, quer¨ªa controlar a mis parejas. Ten¨ªamos grandes peleas¡ He intentado arreglarlo, no puedo decir que sea perfecto.
¨CDicen que no beb¨ªa ni se drogaba, al contrario que Saint Laurent, para no perder nunca el control¡
¨CPosiblemente. Nunca me he drogado. Bebo habitualmente, pero tengo ¨¦pocas abstemias. Ahora llevo una ¨¦poca sin beber; casi dos meses. No me agrada perder el control.
Hay un ejercicio apasionante en torno a la pareja Berg¨¦-Saint Laurent, recorrer los escenarios de sus andanzas parisienses. No solo los exquisitos enclaves del imperio YSL en ambas orillas del Sena, sino los lugares de su historia amorosa, sus juergas, su vertiginoso ascenso social (el de dos provincianos a la conquista de la capital del mundo) y sus infidelidades. Sobre todo el d¨²plex de 900 metros cuadrados de principios del siglo XX con jard¨ªn privado en el n¨²mero 55 de la Rue de Babylone, donde convivieron desde 1971 y reunieron una formidable colecci¨®n de arte, antes de que rompieran en 1976. En esa ¨¦poca, Saint Laurent estaba en la cima de sus adicciones junto a su amante Jacques de Bascher (unido tambi¨¦n al modista Karl Lagerfeld, y que morir¨ªa v¨ªctima del sida en 1989), y Berg¨¦, por su parte, iba a dar un golpe de tim¨®n a su vida junto al entonces jovenc¨ªsimo paisajista californiano Madison Cox (que ha llegado a tener en su cartera de clientes a los Agnelli, Bloomberg o Sting). Tras la separaci¨®n de la pareja, Berg¨¦ se trasladar¨ªa solo unos centenares de metros hasta la 'suite'?608 del hotel Lutetia y m¨¢s tarde a un palacete en el n¨²mero 5 de la Rue Bonaparte, donde a¨²n reside. Sin embargo, nunca dej¨® de tener llave del apartamento de Babylone, una casa que siempre consider¨® la suya y donde la pareja almorzaba ritualmente cada s¨¢bado entre obras de Brancusi, Matisse y De Chirico. Bascher y Cox se evaporaron a finales de los ochenta de sus vidas amorosas. Y Saint Laurent y Berg¨¦ jam¨¢s rompieron. Compartieron hasta el final sus vacaciones marroqu¨ªes, sus car¨ªsimos gustos, su amor por la ¨®pera y el teatro, su adicci¨®n a las subastas de arte y su estrecho c¨ªrculo de amistades, entre los que estaban Catherine Deneuve, Jacques Lang, Paloma Picasso, Warhol, Bernard-Henri L¨¦vy o Carla Bruni. Berg¨¦ confiesa que siempre fue fiel a Saint Laurent¡, ¡°fiel de coraz¨®n¡±, aclara. Y remite a un p¨¢rrafo de su ¨²ltimo libro, 'Cartas a Yves?(2010), para explicar su relaci¨®n: ¡°Desde el primer d¨ªa, t¨² y yo supimos que aquello era ¡®para siempre¡¯. S¨ª, atravesamos tormentas y vivimos naufragios, pero nunca dudamos de aquel ¡®para siempre¡¯, al que fui fiel a pesar de que algunas veces el precio que pagu¨¦ por ello fue muy elevado¡±. En otro pasaje de esas mismas confesiones da otra clave de aquella historia de amor perenne: ¡°Fue la sexualidad lo que presidi¨® nuestro encuentro, lo que nos reconcili¨® cuando fue necesario, y fue su recuerdo, que evocamos tan a menudo, lo que nos uni¨® hasta el final¡±.
El ¨²ltimo cap¨ªtulo de aquella historia de medio siglo de amor tuvo lugar tambi¨¦n en este apartamento de Rue de Babylone unos d¨ªas antes de la muerte de Saint Laurent. En mayo de 2008, la pareja se dio el s¨ª quiero en un pacto civil de solidaridad, el precedente administrativo franc¨¦s al matrimonio entre personas del mismo sexo (que no se aprob¨® en Francia hasta 2013).
¨C?Por qu¨¦ lo hicieron en secreto?
¨CTampoco hac¨ªa falta cont¨¢rselo a todo el mundo.
¨C?Lo celebraron?
¨CPara nada. Detesto esas historias. No creo en el matrimonio, habr¨ªa que suprimirlo; estoy en contra de las instituciones burguesas; estoy en contra del matrimonio de los heterosexuales, pero cuando vi que los homosexuales gritaban ¡°?Igualdad, igualdad, igualdad!¡±, comprend¨ª que no pod¨ªa hacer otra cosa. Para m¨ª la igualdad es esencial. Y los gais que se manifestaban ten¨ªan raz¨®n. Mientras el matrimonio no sea eliminado, los homosexuales tienen raz¨®n exigiendo igualdad. En ese momento cre¨ª que me ten¨ªa que involucrar a fondo. Y nos unimos civilmente.
¨CEs usted un militante gay con ideas propias. Est¨¢ en contra de las celebraciones y los barrios homosexuales¡
¨CNo podr¨ªa vivir en guetos. No me gustar¨ªa un barrio donde el carnicero es homosexual, el panadero, el de la tintorer¨ªa¡, qu¨¦ aburrimiento. Yo quiero ser muy preciso sobre mi homosexualidad: no pido un derecho a la diferencia, no quiero que se reconozca mi diferencia, pido la indiferencia.
Al margen de sus tormentas personales, de las ca¨ªdas en picado del modista y los complejos manejos pol¨ªticos del patr¨®n, cada uno hizo bien su trabajo. Durante tres d¨¦cadas, Saint Laurent reinvent¨® la moda del siglo XX e invent¨® el 'pr¨ºt-¨¤-porter'.?Por su parte, Berg¨¦ cre¨® un imperio del lujo. Fueron los reyes, hasta que se acab¨® su tiempo. En los noventa, Saint Laurent, cada vez m¨¢s 'enganchado', no daba m¨¢s de s¨ª creativamente y el manejo del negocio por parte de Pierre Berg¨¦, basado en el empleo patol¨®gico de las franquicias y las licencias, demostr¨® ser pan para hoy y hambre para ma?ana. En 1993 (coincidiendo con el ocaso del reinado de Mitterrand, que le hab¨ªa nombrado presidente de las ¨®peras de Par¨ªs), Berg¨¦ demostr¨® sus reflejos y vendi¨® 'in extremis'?la compa?¨ªa de ambos a una empresa p¨²blica francesa (ELF-Sanofi), presidida por otro miembro del clan del presidente de la Rep¨²blica, por unos 200 millones de euros. La pareja volvi¨® a hacer caja, 60 millones m¨¢s, en 1999, cuando la compa?¨ªa pas¨® a manos de su amigo el millonario Fran?ois Pinault, adem¨¢s de conseguir un tanto por ciento por la venta de los perfumes y el uso del nombre de Yves Saint Laurent, que algunas fuentes cifran entre 5 y 10 millones de euros al a?o hasta 2016. En 2002 Saint Laurent se retiraba de la moda y en junio de 2008 fallec¨ªa en soledad. Berg¨¦ le cerr¨® los ojos. Y llor¨®.
La larga decadencia y ca¨ªda de Saint Laurent no supuso la de Berg¨¦, cada vez m¨¢s rico, influyente, ubicuo. Nueve meses despu¨¦s de la muerte de su pareja, daba la campanada mundial sacando a subasta las obras maestras de la colecci¨®n de arte que ambos hab¨ªan reunido desde los sesenta, cuyos beneficios ir¨ªan a su fundaci¨®n. El 'matisse' fue adjudicado en 36 millones de euros; el 'mondrian', en 21,5 millones; el 'gericault', en 9 millones; la escultura de Brancusi, en 30 millones. Y suma y sigue. En los meses siguientes se iba a deshacer sin que le temblara el pulso de su apartamento en el hotel Pierre de Nueva York (7,5 millones de euros), el d¨²plex de la Rue de Babylone (23 millones), el 'ch?teau'?Gabriel, en Deauville (9 millones), su colecci¨®n de arte ¨¢rabe (1,5 millones) y parte de su colecci¨®n de libros (12 millones). En total, 430 millones de euros de los que no tiene que rendir cuentas a nadie: ¡°Lo de Yves era m¨ªo. Nunca doy explicaciones de mi dinero. Punto¡±.
Cuando le pregunto a Berg¨¦ por qu¨¦ ha subastado sus recuerdos, por qu¨¦ ha borrado las huellas de su pasado, remite a su vieja obsesi¨®n por controlar todo, por dejar todo arreglado, y su necesidad de conjurar el pasado. Afirma que nunca fue feliz acumulando arte, ¡°era una enfermedad¡±. ¡°Me quiero marchar con las manos vac¨ªas. No me quiero anclar en los recuerdos. Y menos a¨²n en los objetos. El hoy es mejor que el ayer. No quiero acumular nada. Estoy curado de esa enfermedad. ?Si la gente supiera que el verdadero motor de Yves y m¨ªo fue la sexualidad! Y eso no tiene precio¡±.
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