Tiro a la favela, ?deporte ol¨ªmpico en R¨ªo 2016?
A cien d¨ªas de los Juegos en Brasil, los vecinos de las favelas de R¨ªo de Janeiro sufren el incremento de la violencia policial
A Vitor Santiago Borges, de 30 a?os, le conoc¨ª postrado en su cama, en una habitaci¨®n de dos metros por tres en la que nos api?¨¢bamos su madre (sentada en una silla) y cuatro colegas de Amnist¨ªa Internacional (esparcidos en el poco espacio libre que hab¨ªa en el suelo). Vive con sus padres en una humilde casa de la comunidad de Villa de Pinheiro, perteneciente al conjunto de favelas de Mar¨¦, en R¨ªo de Janeiro, en un primer piso con escalones empinados.
Vitor qued¨® parapl¨¦jico despu¨¦s de que un grupo de soldados de las fuerzas armadas federales que ocupaba Mar¨¦ tiroteara el coche en el que regresaba a su casa, junto a cuatro amigos, el 13 de febrero de 2015. La cama en la que ahora tiene que pasar todo el d¨ªa fue donada por su comunidad. La silla de ruedas, tambi¨¦n. No ha recibido ninguna indemnizaci¨®n del Estado.
Eran las dos de la madrugada y los chicos (uno de ellos militar) regresaban tras ver un partido de f¨²tbol de su equipo, el Flamengo. Los cinco viajaban en un coche que cruz¨® sin problemas un primer puesto de control del ej¨¦rcito. Sigui¨® avanzando y, de pronto, se escucharon los disparos. ¡°No recuerdo nada. S¨®lo el ruido de los tiros. Y el dolor que sent¨ª. Y la sangre, claro. Mucha sangre¡±. No sabe cu¨¢ntas detonaciones se produjeron pero s¨ª que s¨®lo cesaron cuando su amigo, sargento de Aeron¨¢utica, logr¨® identificarse.
A Vitor le alcanzaron al menos dos balas de fusil. Una le dio en la columna vertebral y otra se mantuvo alojada en la parte posterior de su hombro y all¨ª qued¨® durante varios meses despu¨¦s de ser operado y recibir el alta. Su madre nos la muestra envuelta en una bolsita de pl¨¢stico. ?l nos ense?a los orificios de entrada, todav¨ªa visibles en su torso desnudo. Como consecuencia de los disparos, perdi¨® la pierna izquierda y parte del pulm¨®n izquierdo. Cuando lleg¨® al hospital los m¨¦dicos le dieron un 7% de posibilidades de sobrevivir. Lo consigui¨®, pero s¨®lo despu¨¦s de pasar una semana en coma y m¨¢s de tres meses en el hospital.
With #100DaysToGo, killings by police surge and spark fear in favelas ahead of #RioOlympics https://t.co/huljmziTFK pic.twitter.com/dLsW85rfxB
— Amnesty International USA (@amnestyusa) April 27, 2016
Si no le hubieran disparado, al d¨ªa siguiente hubiera ido con su hija Beatriz, que entonces ten¨ªa dos a?os, a la playa. Se lo hab¨ªa prometido, pero no pudo cumplir su promesa. Solo sonr¨ªe cuando habla de ella y nos muestra su fotograf¨ªa, que preside su cama. Apenas puede levantarla desde que est¨¢ en esta situaci¨®n. A Irone, su madre, la llam¨® por tel¨¦fono otro de sus hijos y le inform¨® del tiroteo. ¡°?Por qu¨¦? Mi hijo no es un bandido. ?Por qu¨¦? No es posible. Vitor es un buen chico. Es m¨²sico y muy trabajador. Nunca se ha metido en l¨ªos¡±.
La versi¨®n de las autoridades difiere de la de V¨ªtor. Aseguran que el coche en el que viajaba quiso atropellar a un soldado que intentaba bloquearles el paso. De hecho, han presentado cargos contra el conductor del veh¨ªculo. El amigo militar de Vitor niega esta versi¨®n. Vitor ha pasado de ser v¨ªctima de un tiroteo a ser testigo de un intento de atropello. El mundo al rev¨¦s.
As¨ª son las cosas en Mar¨¦. A diferencia de otras favelas, no se encuentra en una colina, sino que est¨¢ a pie de calle y se asemeja a cualquier barriada marginal de cualquier otra gran ciudad latinoamericana. Sin embargo, es uno de los mayores conjuntos de favelas de R¨ªo de Janeiro donde viven unas 140.000 personas con pocos recursos y escaso acceso a servicios b¨¢sicos repartidas en 16 comunidades. Sus calles y accesos est¨¢n controladas por bandas de traficantes, fuerzas de seguridad o paramilitares organizados en ¡°milicias¡±. La mayor¨ªa de la poblaci¨®n sobrevive como puede a esta situaci¨®n. Hay un clima estremecedor de violencia y droga a plena luz del d¨ªa.
Este entramado de infraviviendas se sit¨²a al norte, junto a la principal v¨ªa de acceso al centro desde el aeropuerto internacional. Fue ocupado en abril de 2014 por unos 2.700 soldados de las fuerzas armadas federales. Llegaron ¡°para garantizar la ley y el orden¡± poco antes de la celebraci¨®n del Mundial de F¨²tbol en el verano de 2014. El Mundial dur¨® un mes. Los militares permanecieron all¨ª un a?o y dos meses.
Le pod¨ªa haber pasado a cualquiera. Pero me pas¨® a m¨ª. Y me destrozaron la vida
Adem¨¢s de las fuerzas armadas y de la polic¨ªa militar, existe un cuerpo espec¨ªfico para recuperar el control del Estado de territorios donde el narcotr¨¢fico o los paramilitares dictan sus normas en paralelo a las instituciones. Se trata de las Unidades de Polic¨ªa Pacificadora y forman parte del paisaje de decenas de favelas de R¨ªo desde 2008. Sin embargo, para los residentes, sus resultados no son alentadores. Las operaciones policiales para pacificar zonas de elevada delincuencia s¨®lo se justifican si pueden garantizar los derechos de todos los ciudadanos, comenzando por los residentes de la barriada marginal, algo que no ha ocurrido.
Organizaciones de derechos humanos como Amnist¨ªa Internacional critican la permanencia del ej¨¦rcito y de la polic¨ªa militar en las favelas. Lo que ha conseguido es aumentar las violaciones de derechos humanos y militarizar la vida cotidiana en algunas de las comunidades m¨¢s pobres. Las fuerzas armadas no cuentan con formaci¨®n adecuada para este tipo de operaciones y tienen poca experiencia en dialogar con la sociedad civil.
Brasil tiene una de las cifras de homicidios m¨¢s altas del mundo. Quiz¨¢ por eso la madre de Vitor considera que su hijo tuvo suerte. Entre 2005 y 2014 se registraron 5.132 casos de homicidios cometidos por agentes que estaban de servicio en R¨ªo. En 2015, fueron al menos 307 las personas que murieron a manos de los agentes en operaciones policiales. En lo que va de 2016, los homicidios resultantes de intervenciones policiales en la ciudad han aumentado un 10% y estamos a solo 100 d¨ªas de que se inauguren los Juegos Ol¨ªmpicos. Aunque no es posible relacionar directamente este aumento de los homicidios policiales con los preparativos de este mega evento deportivo, los datos estad¨ªsticos ponen de manifiesto un patr¨®n inequ¨ªvoco de uso excesivo de la fuerza, violencia e impunidad que empa?a la labor de las instituciones de seguridad p¨²blica.
¡°Quienes vivimos aqu¨ª somos todos sospechosos. Eso no es justo. Le pod¨ªa haber pasado a cualquiera. Pero me pas¨® a m¨ª. Y me destrozaron la vida¡±, se lamenta Vitor.
?ngel Gonzalo es periodista de Amnist¨ªa Internacional en Espa?a. En marzo de 2016 particip¨®, junto a un equipo de la organizaci¨®n, en una visita a algunas favelas de R¨ªo de Janeiro. All¨ª se entrevist¨® con asociaciones de derechos humanos y v¨ªctimas de violencia a manos de las fuerzas de seguridad.
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