El cerebro corrupto
La corrupci¨®n no es exclusiva de la especie humana, ni tampoco del poder pol¨ªtico y empresarial sino tambi¨¦n de la sociedad que a su medida, la ejerce o, al menos, tolera

La corrupci¨®n podr¨ªa definirse, en un sentido social, como una creencia compartida, expandida y tolerada de que el uso de la funci¨®n p¨²blica es para el beneficio de uno mismo, de la propia familia y de amigos. Pero no es una novedad de estos tiempos. Como bien describe el World Development Report de 2015, la corrupci¨®n ha sido la norma social por defecto en la mayor parte de la historia. El principio de que todas las personas son iguales ante la ley ha surgido progresivamente en la historia y en muchos pa¨ªses es todav¨ªa una tarea pendiente. La corrupci¨®n no es exclusiva de la especie humana (se han evidenciado conductas corruptas en chimpanc¨¦s, abejas y hormigas). Entre los seres humanos, tampoco es exclusiva del poder pol¨ªtico (aunque la hay) ni de los empresarios prebendarios (aunque los hay) sino tambi¨¦n de la sociedad que a su medida, la ejerce o, al menos, tolera.
El tema de la corrupci¨®n se ha estudiado desde la sociolog¨ªa y las ciencias pol¨ªticas, desde la historia y el derecho. Pero es importante tener en cuenta que un comportamiento humano puede tener causas al mismo tiempo biol¨®gicas, psicol¨®gicas, culturales y sociales, las cuales interact¨²an para influir y no son necesariamente disyuntivas. En 2014, la revista cient¨ªfica Frontiers in Behavioral Neuroscience public¨® el resultado de un experimento en el cual se midi¨® la conductancia de la piel, que es una medida de variaci¨®n emocional general, al ofrecer un soborno, recibirlo o esperar para ver si se hab¨ªa descubierto el hecho de corrupci¨®n en el que se estaba implicado. Se simul¨® una subasta y se les daba a las personas la posibilidad de sobornar al subastador para obtener beneficios. Las primeras veces, pod¨ªan sobornar libremente pero, luego, el perdedor pod¨ªa exigir inspeccionar la operaci¨®n. Entre los resultados se encontr¨® que tanto subastadores como sobornadores eran menos corruptos cuando sab¨ªan que pod¨ªan ser observados. Adem¨¢s, la actividad electrod¨¦rmica aument¨® cuando la persona decidi¨® de forma positiva, honesta y prosocial. La mirada del otro (o la posible mirada del otro) es la que sanciona el oportunismo.
Tanto subastadores como sobornadores eran menos corruptos cuando sab¨ªan que pod¨ªan ser observados
Es tambi¨¦n la que genera en los participantes de la experiencia el miedo a ser descubiertos y la ansiedad. Por supuesto que existe otra mirada del otro posible: una mirada c¨®mplice o complaciente, de una persona o de la sociedad que justifica la acci¨®n. Si no hay sanci¨®n social, se pierde el mecanismo de premios y castigos, se naturaliza el delito. Mediante el estudio de nuestro comportamiento evolutivo y la resoluci¨®n de dilemas morales, se observ¨® que, sin importar cultura, edad, clase social o religi¨®n, el hombre es corrupto por naturaleza: piensa primero en el bien propio y luego considera reglas morales y sociales; sus castigos y sus percepciones. No realizar actos de corrupci¨®n implica una actitud prosocial frente a una actitud exclusivamente en pos del bien individual. La ley y la mirada social influyen positivamente en nuestra conducta.
La corrupci¨®n es una condici¨®n ya que, si bien es una decisi¨®n individual cometer actos de este tipo, en realidad no se trata solo de una conducta singular desviada. En otras palabras, no hay seres humanos corruptos sino una sociedad corrupta en la cual los seres humanos (dispuestos a la corrupci¨®n) act¨²an. En un estudio que realiz¨® el investigador Dan Ariely, se observ¨® que un peque?o soborno puede tomar una influencia dram¨¢tica en el comportamiento moral de un individuo. En este experimento, los participantes que recibieron un peque?o soborno pasaron luego a enga?ar y robar en tareas posteriores. Ese hallazgo podr¨ªa tener consecuencias importantes para la comprensi¨®n de las normas sociales que conducen a la corrupci¨®n generalizada en los gobiernos, las instituciones o la sociedad. Todos los pa¨ªses tienen corrupci¨®n y seres humanos corruptos. La diferencia, en parte, radica en cu¨¢n tolerada es la corrupci¨®n en esa sociedad. Entrevistas cualitativas realizadas a expertos en corrupci¨®n y en distintas ¨¢reas (pol¨ªtica, comercio exterior, industria farmac¨¦utica y de la construcci¨®n, y el deporte), pueden arrojar una tendencia com¨²n de las organizaciones corruptas. Esto hicieron dos psic¨®logos y concluyeron en que las organizaciones corruptas se suelen autopercibir como en medio de una guerra que los hace mantener la actitud de que los fines justifican los medios. Esto tiene implicaciones en los valores generales de la organizaci¨®n: racionalizar la falta de ¨¦tica y castigar a los que no son corruptos. Pero no, esta ¡°guerra¡± es solo una coartada del corrupto.
El informe Mente, Sociedad y Conducta elaborado por el Banco Mundial menciona que en pa¨ªses adonde la corrupci¨®n es una norma aceptada y no hay castigo ni sanci¨®n social para esta conducta, se puede llegar al extremo de que parte de la sociedad no respete e incluso se burle del funcionario honesto. A su vez, muchas de esas personas, que en forma privada critican la corrupci¨®n, no se rebelan contra el sistema para no ser aislados y tildados como ¡°diferentes¡±. Hay situaciones adonde incluso polic¨ªas fueron castigados (por sus colegas y por su entorno social) por no aceptar sobornos, ser honestos y violar la norma establecida. En ese mismo informe se describe c¨®mo personas de pa¨ªses con alto ¨ªndice de corrupci¨®n que tienen inmunidad diplom¨¢tica en Nueva York, y por esta situaci¨®n no deben pagar por multas de tr¨¢nsito, tienen m¨¢s infracciones que diplom¨¢ticos que provienen de pa¨ªses con menor ¨ªndice. Esto aporta evidencia a la idea de que la corrupci¨®n, en parte, es influenciada por normas sociales internalizadas.
El hombre es corrupto por naturaleza: piensa primero en el bien propio y luego considera reglas morales y sociales; sus castigos y sus percepciones
Se han hecho diversos experimentos para mostrar bajo qu¨¦ circunstancias las personas se muestran mejor predispuestas a actuar en beneficio del bien com¨²n (como, por ejemplo, cuando pagan los impuestos) y bajo qu¨¦ circunstancias act¨²an de modo m¨¢s ego¨ªsta. Un tipo de tarea experimental que se usa es el ¡°juego de los bienes p¨²blicos¡±. Un ejemplo de este juego ser¨ªa que personas en un grupo reciban 100 euros cada uno y pueden decidir cu¨¢nto quieren poner secretamente en un pozo com¨²n que ser¨¢ duplicado por el administrador. Es decir, si hay diez jugadores y todos ponen 100, el total ser¨¢ 1.000, se duplicar¨¢ (2.000) y cada uno recibir¨¢ 200. Sin embargo, si una persona no pone nada al pozo com¨²n y el resto pone sus 100, esta persona recibir¨¢ m¨¢s dinero (sus 100 originales sumado a la repartici¨®n del doble de lo que puso el resto). Cuando se juega m¨¢s de una ronda, los jugadores empiezan a ver que no todos est¨¢n poniendo lo que podr¨ªan poner y se est¨¢n beneficiando a costa del resto (ya que la repartici¨®n final podr¨ªa ser mayor). Por lo tanto, ellos mismos dejan de aportar tanto.
El resultado es que la actitud ego¨ªsta de pocos contagia a los que originalmente m¨¢s cooperaban. La cooperaci¨®n se suele dar cuando las personas sienten que si ayudan, van a recibir algo a cambio, aunque sea en un futuro lejano (concepto clave para el pago de impuestos en relaci¨®n con los beneficios en salud, educaci¨®n, seguridad, etc.). Tambi¨¦n se da cuando las personas se sienten observadas. Esto sucede hasta con una foto de unos ojos, que en una plaza muestran aumentar la cantidad de recolecci¨®n de desechos de los perros; en una oficina, hace aumentar la cantidad de donaciones para el caf¨¦ de todos; en un laboratorio; reduce la cantidad de acciones tramposas. Nuestro cerebro responde autom¨¢ticamente a la mirada del otro, sea real o artificial, producto de la evoluci¨®n. Que nos reconozcan por una actitud altruista nos hace sentir bien a nosotros, pero tambi¨¦n trae beneficios a todos.
La corrupci¨®n no es un detalle ni una desviaci¨®n que solo impacta en la moral social. Tambi¨¦n en la vida de las personas. En un comentario de la prestigiosa revista cient¨ªfica Nature en 2011, se publicaron estad¨ªsticas que calculaban que el 83% de todas las muertes como resultado de derrumbes de edificios durante los ¨²ltimos treinta a?os ocurrieron en pa¨ªses que padecen, seg¨²n los indicadores, los sistemas m¨¢s corruptos. Todo esto no es inevitable ni los seres humanos somos as¨ª fatalmente. Pero sin castigo, ejemplos y sanci¨®n social la corrupci¨®n puede convertirse en norma establecida. No hay excusas ni tiempos que la apa?en. Debemos estar convencidos y convencer porque la corrupci¨®n tambi¨¦n es un crimen.
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