¡°Los jueces dictan sentencias distintas dependiendo de la cara del acusado¡±
El investigador argentino advierte de la necesidad de reconocer nuestros prejuicios para cambiarlos o a tener un debate racional sobre el uso de drogas recreativas
¡°Si uno es ge¨®logo y estudia piedras, no se va a encontrar con que la gente tiene expectativas sobre c¨®mo quiere que sean las piedras. Son lo que son. Pero cuando uno estudia gente, se encuentra que todos tenemos anhelos y preconcepciones sobre c¨®mo querr¨ªamos ser y c¨®mo ser¨ªa el mundo si la gente fuese de una manera determinada¡±. Mariano Sigman (Buenos Aires, 1972) lleva toda su vida dedicado al estudio del cerebro y sabe que es imposible tomar sus conclusiones como cualquier otro resultado cient¨ªfico. En neurociencia, todo es personal. Eso, explica, ¡°ha te?ido durante muchos a?os el campo de investigaci¨®n de la psicolog¨ªa humana¡±.
Sigman es fundador y director del Laboratorio de Neurociencia Integrativa de la Universidad de Buenos Aires. Ahora, ha volcado su experiencia en La vida secreta de la mente (editorial Debate) un libro que trata de hacer visibles muchos de los mecanismos ocultos del ¨®rgano que nos hace quienes somos.
Pregunta. En el libro habla de c¨®mo los ni?os nacen con la capacidad para aprender el lenguaje o con el germen de algunos criterios morales. ?Por qu¨¦ cuesta tanto aceptar que ha habido una evoluci¨®n biol¨®gica que nos ha llevado a ser de una determinada manera?
Un beb¨¦ ya nace con predisposiciones de cosas que les parecen buenas o malas
Respuesta. Creo que la pregunta se puede responder en dos partes. En primer lugar, hay algunos elementos de lo que somos, como la moral, el amor o el lenguaje que uno asocia, seas religioso o no, a la espiritualidad, que no parece que pertenezcan a la biolog¨ªa. Y en segundo lugar est¨¢ la cuesti¨®n de si eso es innato o no.
Respecto a la primera pregunta, uno puede tener distintas visiones sobre la naturaleza humana, pero nuestro cuerpo est¨¢ hecho de carne y esa carne constituye c¨®mo caminamos, c¨®mo respiramos, y tambi¨¦n c¨®mo pensamos. Todos vemos que si estamos borrachos cambia nuestra forma de tomar decisiones y que cuando estamos enfermos cambia tambi¨¦n el ¨¢nimo. Creo que es evidente que todo lo que somos tiene una constituci¨®n biol¨®gica.
La gente tiene reticencia a aceptar esto porque creo que se implica que aceptar que algo es biol¨®gico es negar que es cultural. Por supuesto, el lenguaje que utilizamos o c¨®mo nos comportamos con los otros tiene que ver con la experiencia social y cultural de cada uno. Esa experiencia social cambia nuestro cerebro y lo que somos. No hay un determinismo biol¨®gico en lo que somos. Igual que una persona que entrena tiene m¨²sculos desarrollados y una persona que no entrena, no, con el cerebro sucede lo mismo: se desarrolla en un entorno social y cultural. Lo social y lo biol¨®gico no son antag¨®nicos. El cerebro genera una cultura y la cultura cambia el cerebro.
Sobre si lo que somos es innato o no, hay dos ideas distintas. Una es la de la tabula rasa: el cerebro es una hoja en blanco y despu¨¦s de nacer uno puede ser cualquier cosa, est¨¢ todo abierto. Otra idea es que el cerebro tiene un programa de encaje y que hay ciertas cosas que encajan mejor en la forma de procesar del cerebro. Hay much¨ªsima evidencia que muestra que el cerebro no es una tabula rasa. Hay ciertas funciones, como controlar el cuerpo o caminar y una madre sabe que un beb¨¦ nace y tiene ciertos reflejos, como buscar el pez¨®n. La pregunta es hasta d¨®nde llega esto.
Las drogas que hacen que una persona que est¨¢ normal vaya a un lugar mejor siempre han estado condenadas
Con actividades y experimentos sencillos hemos averiguado, quiz¨¢ con cierta sorpresa, porque no es algo intuitivo, que un beb¨¦ nace con un cuerpo de conocimiento mayor del que uno creer¨ªa. En dominios como la moral, un beb¨¦ ya nace con predisposiciones de cosas que les parecen buenas o malas, bastante sofisticadas. Un beb¨¦ tiene incorporados esos razonamientos. Eso es la mejor definici¨®n de innatismo, uno ya sabe comportarse en una situaci¨®n a la que nunca ha estado expuesto.
Hasta los 70 esta idea hubiese sido controversial, en la sociedad general y en la sociedad cient¨ªfica, pero hoy las pruebas nos dicen que para una gran variedad de cosas venimos con un cuerpo de conocimiento dado y estamos muy lejos de la t¨¢bula rasa.
P. Otro de los hallazgos de la neurociencia que resulta inc¨®modo es el que muestra inclinaci¨®n a rechazar o a juzgar de forma negativa a los que consideramos diferentes.
R. La evidencia nos muestra que juzgamos distinto a quienes consideramos diferentes desde el d¨ªa en que nacemos. Un chico reacciona de manera muy distinta a un acento que le es conocido que a uno que le es extra?o o a rasgos faciales familiares o distintos. Pero tambi¨¦n un juez. Sabemos que dictan sentencias distintas seg¨²n la cara del acusado o de la v¨ªctima. Una persona es mala si hace cosas malas, no por tener cara de mala, sin embargo, todos vemos una pel¨ªcula y sabemos qui¨¦n es el malo por la cara. Todos tenemos prejuicios sobre c¨®mo creemos que es la bondad.
Frente a esta evidencia de nuestros prejuicios uno puede hacer muchas cosas. Negar la evidencia como se hizo durante mucho tiempo intentando mantener la ficci¨®n de que somos puros, o reconocer nuestros vicios e intentar superarlos. Que un chico reci¨¦n nacido tenga m¨¢s desconfianza por un acento extranjero que por uno propio no es manera de justificar el racismo diciendo que tiene una fundaci¨®n biol¨®gica. Todo lo contrario. El racismo es abominable, pero la manera de combatirlo no es negar que existen ciertos prejuicios racistas que son constitutivos sino reconocerlos y entender que requiere cierto esfuerzo poder desligarse de ellos.
Nosotros como sociedad tenemos que mantener la idea de que cada uno es responsable de las acciones que tomamos. Sea una ilusi¨®n o no
Esto aplica a muchas otras cosas que hacemos que no son sanas. A m¨ª me gustar¨ªa no ponerme triste por cosas que no merecen la pena. Me gustar¨ªa no ofuscarme durante d¨ªas porque romp¨ª una relaci¨®n que me parece insignificante. Me gustar¨ªa no ser celoso, no tener sentimientos de odio, pero los tengo. Para m¨ª lo m¨¢s interesante es reconocerlo y saber que puedo hacer un esfuerzo para superarlo.
El progresismo pol¨ªtico creo que durante mucho tiempo ha tenido una posici¨®n equivocada. Ha querido presuponer que las personas son mucho mejores de lo que son, en lugar de presuponer que somos lo que somos con bondades y mezquindades, pero que tenemos la capacidad de obrar sobre estas tendencias para construir un mundo mejor.
P. Los prejuicios son negativos desde el punto de vista social, pero tienen una utilidad, porque el cerebro es una m¨¢quina limitada y necesita tomar atajos. ?C¨®mo podemos controlar nuestros prejuicios sin caer en un exceso de introspecci¨®n que nos mutile una capacidad ¨²til?
R. Muchas de nuestras intuiciones funcionan bien. Cuando uno decide hacerse amigo de alguien no hace un an¨¢lisis exhaustivo de las virtudes y defectos de esa persona sino que tiene una percepci¨®n infundada de que alguien le va a hacer bien en la vida. Tratar de pensar no es ¨²til en esos casos. Si tienes que elegir un equipo para baloncesto entre desconocidos, elegir a los m¨¢s altos puede ser efectivo, pero eso lo hacemos tambi¨¦n en el trabajo. Uno elige a los que tienen caras de m¨¢s competentes, pero la cara de competencia no tiene por qu¨¦ relacionar con la competencia. Ese atajo no es ¨²til y sin embargo es muy frecuente. Un estudio de Alexander Todorov observ¨® que si se mostraba a un grupo de gente las fotograf¨ªas de candidatos a unas elecciones, en el 70% de los casos acertaban el ganador solo mirando la cara. Esto es una intuici¨®n natural, pero que no es ¨²til.
Adem¨¢s, muchas intuiciones, como las que permiten a los tenistas adivinar d¨®nde va a lanzar su contrincante la pelota, tienen que ver con un aprendizaje inconsciente que viene de la pr¨¢ctica.
El racismo es abominable, pero la manera de combatirlo no es negar que existen ciertos prejuicios racistas sino reconocerlos
P. Tambi¨¦n nos cuesta aceptar hasta qu¨¦ punto nuestras decisiones son inconscientes. Cuenta en el libro que se puede predecir con hasta diez segundos de antelaci¨®n la decisi¨®n que va a tomar una persona.
R. ?Qui¨¦n es uno, qui¨¦n toma las decisiones? Es un gran problema de la filosof¨ªa. Mucha gente tiene una visi¨®n del universo como algo determinista salvo para uno mismo. Nuestas decisiones est¨¢n decididas por un inconsciente que no reconocemos y cuando esas decisiones se ejecutan somos espectadores y les asignamos razones a esas decisiones.
Hay muchos ejemplos que muestran que es posible inducir desde el inconsciente ciertas decisiones, luego te pregunto por qu¨¦ has tomado esa decisi¨®n y la conciencia construye una narraci¨®n posible. En experimentos con magos, uno hace que el otro elija una cosa distinta de la que quer¨ªa. Quer¨ªas A, te doy B, te pregunto por qu¨¦ elegiste B y en vez de decir: no, yo quer¨ªa A, buscas razones para justificar haber elegido B.
Es un lugar inc¨®modo para todos nosotros, que linda con la idea de la responsabilidad. Si no hay libre albedr¨ªo, qu¨¦ hacemos con la justicia. En cualquier juicio, lo que una persona se pregunta es si el delito es premeditado o no, si podr¨ªa haber actuado de otra manera o no. El juicio que hacemos es distinto en cada caso. Si uno niega el libre albedr¨ªo, y uno dice que todas las decisiones que tomo est¨¢n ya tomadas, entonces no hay juicio posible, porque no hay oportunidad de cambiar nada. Esto es una paradoja hist¨®rica de dif¨ªcil resoluci¨®n. En el libro hablo de una idea de que la conciencia no tiene voto, pero tiene veto. Funciona como una especie de observador que mira el devenir de las acciones y tiene capacidad de frenarlas.
Ahora podemos predecir la decisi¨®n que una persona va a tomar mucho antes de que esa persona reconozca que va a tomar esas decisiones. ?Qu¨¦ hacemos entonces con la responsabilidad? Nosotros como sociedad tenemos que mantener la idea de que cada uno es responsable de las acciones que tomamos. Sea una ilusi¨®n o no, tenemos que actuar como si existiese libre albedr¨ªo.
P. ?La neurociencia tambi¨¦n se puede ocupar de c¨®mo hacernos m¨¢s felices?
R. En psicolog¨ªa se ha hecho un mayor esfuerzo en buscar la forma de alejarnos de la tristeza que de tomar a gente que vive en un estado de normalidad y hacer que esa normalidad sea un poquito mejor. Eso mismo se da en el dominio de las drogas. Hay una gran aceptaci¨®n social de drogas que ayudan a gente que est¨¢ mal, con dolor, por ejemplo. Pero las drogas que hacen que una persona que est¨¢ normal vaya a un lugar en el que, seg¨²n su propia experiencia es un lugar mejor, m¨¢s interesante, m¨¢s divertido, de una percepci¨®n m¨¢s colorida, sea lo que sea lo que una persona busca para encontrar su propia realizaci¨®n subjetiva, ha sido mucho m¨¢s condenado hist¨®ricamente.
Yo hablo de la idea de una farmacolog¨ªa positiva. La ciencia tambi¨¦n se tiene que ocupar de eso. Hay que hacer un debate racional sobre la fisiolog¨ªa y la ciencia de las drogas. Respecto a las drogas todo el mundo tiene premisas muy fuertes, en los dos lados. Gente que piensa que las drogas recreativas, cannabis, coca¨ªna, MDMA, alcohol, caf¨¦... son adictivas, malas, que generan un mal social y hay gente que piensa que el cannabis u otras drogas nos van a librar de todos los males.
Yo pienso que no es ni una ni otra, que depende de la dosis, de para qui¨¦n, de la situaci¨®n. Estar¨ªa bien preguntarnos, por ejemplo, sobre el cannabis, qu¨¦ hace realmente y qu¨¦ no hace, pero no bas¨¢ndonos en prejuicios sino como en cualquier otro dominio, con una observaci¨®n f¨¢ctica de la realidad. Que preguntemos no solo sobre los posibles riesgos de una droga sino tambi¨¦n sobre los posibles beneficios. ?Genera gente m¨¢s amorosa o no? ?Genera v¨ªnculos sociales m¨¢s afectivos? Y con todas estas consideraciones sobre lo que hace bien, para un transcurso mejor de la vida propia, tomar decisiones informadas.
Una discusi¨®n racional, que est¨¦ basada en la evidencia y que no est¨¦ sesgada solo a los riesgos o a los beneficios. Esto es lo que pasa con el caf¨¦, te despierta, te gusta, te hace sentir bien, pero tambi¨¦n te da dolor de est¨®mago o te pone nervioso. El alcohol es igual, a m¨ª me divierte, pero tambi¨¦n me hace tomar decisiones que no quiero tomar. Riesgos y beneficios. Creo que ser¨ªa muy sensato hacer esto con otras drogas como la coca¨ªna o el ¨¦xtasis y es el momento de hacerlo. Hay que tener esa discusi¨®n y en la mesa de pol¨ªticos tomando estas decisiones tendr¨ªa que haber gente inform¨¢ndoles de qu¨¦ es lo que hace y qu¨¦ no, porque muchas veces no lo conocen.
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