Un samur¨¢i entre dinosaurios
La fabulosa historia del doctor Urrutia, uno de los l¨ªderes de la perforaci¨®n del cr¨¢ter Chicxulub
Desde abril hasta junio, en el Golfo de M¨¦xico se est¨¢ perforando un kil¨®metro y medio bajo el lecho marino para descubrir los secretos del meteorito que acab¨® con los dinosaurios. Uno de los jefes del proyecto es el geof¨ªsico Jaime Urrutia Fucugauchi, de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico (UNAM). Ser uno de los mayores expertos en un acontecimiento prehist¨®rico de este calibre y uno de los l¨ªderes de la exploraci¨®n submarina en curso har¨ªa de cualquiera una figura especial. Pero la historia de este sabio mexicano de ojos rasgados no se queda ah¨ª. Podr¨ªamos remontarnos ya a lo m¨¢s antiguo de su linaje, el temible clan samur¨¢i de los Wakisaka, pero dej¨¦moslo para despu¨¦s. Hablemos primero del fin de los dinosaurios.
Urrutia lleva tres d¨¦cadas investigando el cr¨¢ter Chicxulub, un boquete de 200 kil¨®metros de di¨¢metro causado hace 66 millones de a?os por el impacto de un asteroide donde hoy est¨¢ la mexicana Pen¨ªnsula de Yucat¨¢n. Con el tiempo el cr¨¢ter qued¨® enterrado, una mitad bajo la superficie continental yucateca y la otra bajo el lecho del Golfo. Ahora un proyecto del Programa Internacional de Descubrimiento de los Oc¨¦anos del que forma parte Urrutia est¨¢ perforando por vez primera el suelo marino con t¨¦cnicas petroleras para ahondar en los misterios de aquel cataclismo.
Un viernes de abril en la Ciudad de M¨¦xico el profesor se subi¨® a las 6.45 de la ma?ana en un coche conducido por un ch¨®fer, que le corresponde como presidente de la Academia Mexicana de Ciencias. Se dirig¨ªa a Puebla a dar una conferencia sobre el pedrusco c¨®smico que acab¨® con todos los saurios. Abri¨® el WhatsApp para ver qu¨¦ contaban sus colegas de equipo desde la plataforma de perforaci¨®n, m¨¢s de 30 kil¨®metros mar adentro. Sentado en el asiento trasero, absorto en im¨¢genes de roca reci¨¦n extra¨ªda y series gr¨¢ficas de densidades, niveles de neutrones, rayos gamma, resistividades el¨¦ctricas o susceptibilidades magn¨¦ticas, Urrutia chateaba breves frases en ingl¨¦s diciendo cosas como ¡°Interesante muestra¡± o ¡°Habr¨¢ que ver¡±.
Su objeto de estudio no puede ser m¨¢s espectacular, ni el doctor m¨¢s contenido. Urrutia pertenece a la estirpe del hombre de ciencia modesto, y a eso hay que sumarle que fue educado en una familia japonesa. Su madre, Margarita Fucugauchi, es la hija del matrimonio japon¨¦s formado por Yunichi y Asako Fucugauchi. Su abuelo Iunichi se fue de Jap¨®n en busca de fortuna y lleg¨® a M¨¦xico a finales de la Revoluci¨®n. Se estableci¨® en una mina de plata de Chihuahua, donde mont¨® una tienda de abastos, y unos a?os despu¨¦s lleg¨® su mujer. Iunichi se salv¨® por los pelos de ser fusilado en una cacer¨ªa sin¨®foba de las huestes de Pancho Villa, seg¨²n comenta Urrutia, porque la gente de la mina alert¨® a los pistoleros de que no era chino sino japon¨¦s.
El profesor es una eminencia que cuenta an¨¦cdotas suculentas de su carrera como si fueran lo m¨¢s corriente. ¡°En 1993 me acuerdo de que ayud¨¦ a unos arque¨®logos a encontrar una cabeza olmeca con t¨¦cnicas de medici¨®n de campo magn¨¦tico¡±. En la conferencia, exclusiva para cient¨ªficos, lo escucharon con atenci¨®n otras lumbreras como por ejemplo David Blake, el t¨¦cnico de la NASA que teledirigi¨® el env¨ªo del robot Curiosity a Marte.
Urrutia Fucugauchi (Chihuahua, 1952) creci¨® en la mina, hijo de Margarita y del minero de remoto origen vasco Humberto Urrutia. En la mina aprendi¨® a amar los minerales. Su padre le hac¨ªa juguetes con ellos. Los fund¨ªa para extraerles el plomo y hac¨ªa soldaditos. Si se le romp¨ªan, el ni?o los refund¨ªa para recomponerlos. Al entrar en la universidad empez¨® en ingenier¨ªa electr¨®nica, pero al poco tiempo se cambi¨® a los estudios de geof¨ªsica.
Los Fucugauchi sufrieron un golpe horroroso en 1945, la ca¨ªda de la bomba at¨®mica sobre su ciudad de origen, Hiroshima. El doctor no sabe cu¨¢ntos familiares murieron. Dos t¨ªos suyos se salvaron: una ni?a resguardada por un muro de casa que se le derrumb¨® encima y un adolescente que sobrevivi¨® de milagro ¨Cel edificio donde trabajaba explot¨®, ¨¦l cay¨® a un r¨ªo, la corriente lo arrastr¨® al mar y unos pescadores lo recogieron¨C pero despu¨¦s se qued¨® ciego por la radiaci¨®n.
En su charla, Urrutia dio toda clase de detalles asombrosos del impacto de Chicxulub. La colisi¨®n levant¨® en minutos una monta?a de material m¨¢s alta que el Everest, que r¨¢pido se desplom¨®. Caus¨® un terremoto de entre 13 y 15 grados en la escala Richter y tsunamis con olas de 150 metros. El meteorito, de m¨¢s de 10 kil¨®metros de di¨¢metro, se estrell¨® contra la Tierra a una velocidad de m¨¢s de 20 kil¨®metros por segundo.
De vuelta a la Ciudad de M¨¦xico, el doctor coment¨® que en los noventa conoci¨® a Steven Spielberg, que apareci¨® por M¨¦xico al poco de triunfar con su pel¨ªcula Jurassic Park con la intenci¨®n de montar un parque tem¨¢tico sobre Chicxulub. Pero perdi¨® el af¨¢n cuando su intermediario, Eugene Shoemaker, un cient¨ªfico que hab¨ªa logrado la primera observaci¨®n del impacto de un cometa contra un planeta, J¨²piter, se fue a Australia a buscar cr¨¢teres y muri¨® en un accidente de coche; ¡°en una carretera perdida¡±, detalla con misterio, ¡°donde puedes pasar un d¨ªa entero sin ver otro coche¡±.
Todo esto sonar¨ªa inveros¨ªmil si no fuera porque lo cuenta uno de los cient¨ªficos m¨¢s respetados de M¨¦xico, y porque lleva en su linaje la honorable sangre de los samur¨¢is. La madre de su abuela Asako perteneci¨® al clan de los Wakisaka, se?ores de Hiroshima, guerreros de espada victoriosa desde el siglo XVI, pero fue expulsada por su padre por enamorarse de un simple comerciante de arroz. M¨¢s de un siglo despu¨¦s, su bisnieto Jaime busca un secreto antediluviano en el fondo de la Tierra.
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