Filosof¨ªa contra el desperdicio de comida
UNA PRUEBA m¨¢s de la picard¨ªa parisiense para llevar la contraria es el reciente Freegan Pony, el (anti) comedor popular que tiene a la escena underground cautivada. Se puede fumar, se permite entrar con animales, se ubica en un garaje bajo un tramo del bulevar perif¨¦rico y, adem¨¢s, es gratis.
Aladdini Charni, okupa?de 32 a?os y exestudiante de moda, tuvo la idea de convencer a chefs para cocinar platos gourmet?con sobras y reivindicar as¨ª una filosof¨ªa contra el desperdicio de comida.
Un s¨¢bado por la tarde tomo la l¨ªnea 7 y, convencido de que las emociones m¨¢s baratas son las mejores, me acerco hasta Porte de la Villette. Tras m¨¢s vueltas de las previstas, doy con el lugar. Mientras hago cola leo un flyer:?Freegan Pony es el restaurante cooperativo en el que se cocinan frutas y verduras que no han sido vendidas del mercado de Rungis (el gran pol¨ªgono parisiense de distribuci¨®n alimentaria). Free?(libre), vegan?(vegano, que no consume alimentos de origen animal), a favor del freeganismo?(movimiento anticonsumista que combate la idea de que una sociedad deseche comida y destruya el medio ambiente). El logotipo es elocuente: un poni da una coz a un cubo de basura del que salen disparadas las sobras. Me rodean grupos de hipsters,?chicos que cuentan monedas y vagabundos. Ni un guiri. Mobiliario de rastro y gusto franc¨¦s componen la sala. La iluminaci¨®n es escasa. Mejor no quitarse chaqueta. Sobre las mesas, velas y jarras de agua.
Tras media hora de espera, leo en la pizarra el men¨²: Crema de apio con alcachofas y nata de finas hierbas / trinchado de verduras y patatas fritas caseras / torrija de manzana.
Cuando llega mi turno, una chica me pide los datos y me invita a sentarme hasta que me llamen. A la salida, si quiero, podr¨¦ dejar la voluntad. A mi izquierda se sirve lo ¨²nico que, si se consume, se paga: cerveza y vino a tres y cinco euros. Tras la barra observo la cocina: chefs con toque?y ayudantes voluntarios que decoran platos entre bombonas de butano y mucha complicidad. Aladdin no pierde ojo. ¡°Se trata de demostrar que con productos destinados a la basura podemos crear una cocina rica y verdadera. La idea es congregar a todo tipo de gente, desde el bobo?(bohemio burgu¨¦s) al sin techo¡±.
Seg¨²n cifras de la Uni¨®n Europea, 179 kilos de comida por persona se desperdician al a?o. Francia es el primer pa¨ªs del mundo en prohibir legalmente el desperdicio de alimentos. Los supermercados no pueden destruir la comida que no se venda. Deben donarla.
Me toca cenar con dos j¨®venes que beben agua y un hombre llamado Thierry. Dice que una vez fue a Figueras y vio a Dal¨ª en un pasillo de su museo. Tambi¨¦n estuvo en Cartagena, ¡°creo que hab¨ªa un submarino¡±. Bebe cerveza y fuma. 67 a?os. Es su primera visita. Prueba la crema y a?ade: ¡°Delicioso¡±.
Nuestros vecinos, Bilal y B¨¦reng¨¨re, 20 a?os, estudian periodismo en Sciences Po. Elogiamos la comida y, tras el postre, retiramos los platos. Los chicos y yo dejamos algo en una cesta con varios billetes de cinco euros y nos vamos satisfechos. No ha sido en vano.
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