El poder de El Bosco re¨²ne a cinco reyes en Madrid
Don Felipe, do?a Letizia y la princesa de Beatriz de Holanda, juntos en El Prado antes de almorzar en La Zarzuela con don Juan Carlos y do?a Sof¨ªa
Quien tuvo, retuvo y guard¨® para la vejez. Dicen los decretos y el protocolo que, desde que abdic¨® en su hijo Guillermo, Beatriz de Orange ya no es reina, sino princesa real de los holandeses. Pero la majestad ni se compra ni se vende ni se extingue de un d¨ªa para otro. Por eso, la figura de la anciana soberana ha sido la m¨¢s majestuosa de la inauguraci¨®n esta ma?ana de la magn¨ªfica exposici¨®n conmemorativa del quinto centenario de El Bosco en el museo del Prado de Madrid. Al lado de la legendaria Beatriz de los Pa¨ªses Bajos, a la que todos los presentes han visto durante d¨¦cadas derramando se?or¨ªo en las revistas, los reyes de Espa?a, Felipe y Letizia, y la habitual corte de autoridades y se?ores principales de las grandes ocasiones, de la vicepresidenta Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa para abajo, parec¨ªan lo que son, tan dignos y leg¨ªtimos en su papel, como reci¨¦n llegados a sus respectivos cargos.
Es como un cable invisible que te agarra del cuello y te petrifica delante del cuadro, cualquiera de ellos, de El Jard¨ªn de las Delicias a Las tentaciones de San Antonio, hasta que algo, o alguien, te obliga a pasar al siguiente bajo riesgo de quedarte eternamente hechizado por tama?o espect¨¢culo. Ese ha sido siempre el poder de El Bosco. Hipnotizar al que mira con su alucinante parada de dioses y monstruos y santos y bellas y bestias y ¨¢ngeles y demonios. Se supone que tal tir¨®n, que acredita al maestro de Brabante como el pintor con m¨¢s colas de El Prado, que ya es decir mucho, surti¨® su efecto ante tan escogida comitiva. Se supone, digo, porque la visita fue restringida a miradas supuestamente indiscretas, y los informadores fuimos cort¨¦smente pastoreados media hora antes al trote cochinero por delante de tales maravillas para no disturbar a los notables del reino.
Vimos, eso s¨ª, a la reina, perd¨®n, princesa real Beatriz, llegar envuelta en evanescentes gasas pardas y el cardado capilar gris matizado por un plis rubio desva¨ªdo pidiendo a gritos una corona en lo alto de la regia coronilla. Escolt¨¢ndola con el cari?o reservado a las abuelas, Felipe y Letizia de Espa?a, conjuntados en azul tinta. ?l con entradas cada vez m¨¢s amplias, ella con melena larga rizada. Los dos, con la sonrisa tatuada en el rostro y las espaldas m¨¢s derecha que una vela. Al acabar el besamanos final, con la presidenta de la comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes y la alcaldesa, Manuela Carmena, encantadas de ejercer de anfitrionas de la muestra, el consabido desfile de cochazos oficiales enfil¨® rumbo al Palacio de La Zarzuela. All¨ª se iba a producir el aut¨¦ntico rep¨®quer de Reyes de la jornada. Los reyes padres, Juan Carlos y Sof¨ªa, y los reyes titulares, Felipe y Letizia, invitaban a almorzar a la exreina holandesa. Lo que El Bosco une no lo separa las contingencias de los hombres ni del tiempo. Su poder sigue intacto.
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