Tras las vallas de Zaatari, tierra de nadie entre la vida y la guerra
Miles de familias sirias cumplen en julio cuatro a?os en Zaatari, el campo de refugiados m¨¢s grande de Jordania, en condiciones precarias
Decenas de hombres caminan por la carretera con bolsas al hombro. Al fondo, un muro coronado con un alambre de espino. Es el campo de refugiados de Za¡¯atari, en Jordania, un espacio en mitad de la nada, donde hasta el reloj pierde el sentido del tiempo. M¨¢s de 120.000 personas viven all¨ª a la espera del fin de un conflicto por el que no dejan de llover bombas sobre Siria. S¨®lo 80.000 est¨¢n registrados. En julio, Za¨¢tari cumplir¨¢ cuatro a?os, como decenas de los ni?os y ni?as que hoy corretean por este desierto poblado.
Traspasados los controles de entrada, una inmensa sucesi¨®n de contenedores de mercanc¨ªas parecen desperdigados por la inmensa llanura. Como las piezas de un domin¨® revueltas sobre una mesa. Tan s¨®lo algunas est¨¢n en ordenadas filas, haciendo calles por las que transitan carros con burros y bicicletas. ¡°A esta la llamamos los Campos El¨ªseos¡±, me cuentan. Pero no se ve un ¨¢rbol en kil¨®metros, ni m¨¢s coches que los de alguna ONG o agencia internacional.
A punto de cumplirse los cuatro a?os del que es el segundo campo de refugiados m¨¢s grande del mundo, se hace un nudo en la garganta cuando se respira la desolaci¨®n de Za¡¯atari. Dicen que ya no llegan m¨¢s familias refugiadas sirias porque est¨¢ lleno, pero tambi¨¦n que continuamente cruzan la frontera ambulancias que traen heridos de la guerra. Al otro lado de la frontera, a unos 10 kil¨®metros, pr¨¢cticamente no queda un hospital en pie.
En Alianza por la Solidaridad queremos conocer el trabajo en el campo del socio jordano Instituto de Salud Familiar (IFH), con el que tenemos varias cl¨ªnicas abiertas para refugiadas en tres ciudades del pa¨ªs (M¨¢daba, Ajloum y Jerash). ¡°No haga fotos hasta que le indique¡±, es la primera recomendaci¨®n que me hacen nada m¨¢s traspasar el acceso al campo que gestiona ACNUR.
Enseguida me entero de Zaatari era el nombre de la familia que pose¨ªa esta tierra en 2011, antes del conflicto, y que significa ¡°tomillo¡±. Esta primavera no llega su aroma. ¡°Los hombres que llegan cargados son refugiados que salen a trabajar del campo cada d¨ªa. Son los que tienen permiso¡±, me cuentan los compa?eros de IFH.
Dentro el campo, 42 ONG internacionales tienen su propio espacio, un mini-barrio de contenedores con sus oficinas. Al otro lado, una ciudad ficticia con colegios y hospitales, maternidades, fruter¨ªas y hasta tiendas de trajes de novia. ¡°Son ya casi cuatro a?os aqu¨ª y la vida sigue. Todos desean regresar a Siria, por ello se quedan tan cerca de su tierra y se agarran a la supervivencia pura y dura¡±, comenta Baha, del IFH.
Este instituto gestiona en Zaatari varios centros de apoyo a las mujeres en salud y en casos de violencia de g¨¦nero y abusos, que tambi¨¦n los hay. Tambi¨¦n ofrece atenci¨®n a los discapacitados mentales. ¡°Tenemos cinco equipos en el recinto con ginec¨®logos, trabajadores sociales, psic¨®logos y adem¨¢s muchas voluntarias que son refugiadas y quieren colaborar¡±.
En uno de estos centros compruebo que utilizan los talleres de artesan¨ªa para transmitirles informaci¨®n necesaria sobre higiene, nutrici¨®n o salud sexual mientras hacen flores de pl¨¢stico, pulseritas, tapetes de ganchillo¡ No nos entendemos con palabras, pero siguiendo la norma ¨¢rabe de la hospitalidad me atrapan con sus sonrisas y no me dejan salir hasta que no me llevo un regalo.
En un peque?o habit¨¢culo, tras una puerta, me encuentro con Munira Shaban, la comadrona m¨¢s famosa de Jordania. Est¨¢ con una paciente embarazada, explic¨¢ndola c¨®mo nacer¨¢ su hijo con un mu?eco. ¡°No quise jubilarme, y me vine a Zaatari para trabajar con Naciones Unidas. Las refugiadas me necesitan en los partos, en la planificaci¨®n familiar. Y soy feliz cuando me llaman ¡®mam¨¢ Munira' cada d¨ªa¡±, me dice. Mam¨¢ Munira inunda con su energ¨ªa el peque?o espacio que tiene por consulta. ¡°M¨¢s de mil ni?os nacieron aqu¨ª¡±, asegura. Vi¨¦ndola trajinar con lo poco que tiene, me lo creo porque entre frase y frase, atiende a la mujer, rellena una documento y ausculta a un beb¨¦. Todo sin dejar de sonre¨ªr un momento.
Lo que m¨¢s temen las madres refugiadas es a las ratas, que muerden a los cr¨ªos
Mam¨¢ Munira cuenta que lo que m¨¢s temen las madres refugiadas es a las ratas, que muerden a los cr¨ªos, y a las enfermedades que el viento cargado de polvo pasea de un lado a otro. ¡°Esto es muy duro, hay zonas donde la luz s¨®lo funciona por la ma?ana, los colegios est¨¢n lejos y el agua de los camiones cisterna tarda en llegar. Muchas familias vivimos en tiendas porque la ¨²ltima distribuci¨®n de contenedores de ACNUR fue hace dos a?os. Y pasamos fr¨ªo en invierno y calor en verano. Adem¨¢s, desde los recortes en ayuda humanitaria s¨®lo disponemos de siete dinares para alimentos al mes¡±, me explican algunas de las mujeres.
Para dejar el campo de refugiados y poder vivir a una ciudad jordana, necesitan un patrocinador, alguien que disponga de recursos para responsabilizarse fuera de las vallas de su subsistencia. ¡°Muchos logran salir, pero fuera tampoco la situaci¨®n es mejor, pues no pueden trabajar y tienen muchos gastos que aqu¨ª se cubren, aunque se sienten m¨¢s seguros¡±, reconocen las voluntarias.
Alianza es fuera de estas vallas donde colabora, apoyando cl¨ªnicas que no s¨®lo ofrecen atenci¨®n sanitaria gratuita a las mujeres, sino que act¨²an como centros de detecci¨®n de violencia de g¨¦nero y de terapia psicol¨®gica en este ecosistema de traumas sin resolver que est¨¢ dentro y est¨¢ fuera de las alambradas, donde sus necesidades son menos visibles, donde hay menos apoyo internacional.
Dejamos a Mam¨¢ Munira. Me pierdo entre las tiendas y los m¨®dulos de obra decorados con ¨¢rboles, camellos, flores, obras de artistas an¨®nimos que quieren colores en sus vidas. Y me lleno de ese polvo infinitesimal que llena los pulmones mientras veo a grupos de hombres en cuclillas, pasando una vida que les toc¨® en la acera de la guerra. A otros refugiados les da por criar palomas, quiz¨¢s porque son el s¨ªmbolo de la paz ?Un llamamiento a la paz o es sol¨® por hambre?
Rosa M. Trist¨¢n es periodista y pertenece al ¨¢rea de Comunicaci¨®n de Alianza por la Solidaridad
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