Inventemos nosotros
ES COSA SABIDA que a los espa?oles nunca se nos ha dado muy bien la ciencia. Quiz¨¢ nuestro temperamento tienda m¨¢s a lo emotivo y virulento y se avenga mal con la rigurosa racionalidad del m¨¦todo cient¨ªfico; pero yo creo que sobre todo es una cuesti¨®n de historia, de circunstancias. Y, en concreto, de la (mala) influencia de la Iglesia cat¨®lica, que control¨® durante muchos a?os las universidades espa?olas. En el siglo XVIII, el pobre padre Feijoo, y digo pobre por su inmensa soledad de ilustrado en mitad de la burricie, se quejaba en sus Cartas eruditas?del abandono de los estudios de f¨ªsica, matem¨¢ticas y ciencias naturales, cosas que ¨¦l atribu¨ªa a ¡°la preocupaci¨®n que reina en Espa?a contra toda novedad¡±, porque se tem¨ªa que causaran perjuicio a la religi¨®n. Y Gerald Brenan dec¨ªa en El laberinto espa?ol:?¡°En 1773, la Universidad de Salamanca ignoraba a¨²n a Descartes, Gassendi y Newton, y en sus cursos de teolog¨ªa se debat¨ªan cuestiones tales como el lenguaje en que hablaban los ¨¢ngeles y si el cielo estaba hecho de metal de campanas o de una mezcla de vino y agua. En la generaci¨®n anterior, la misma universidad se hab¨ªa negado a establecer una c¨¢tedra de matem¨¢ticas propuesta por Felipe V y, uno de sus profesores, el jesuita padre Rivera, declaraba que la ciencia era completamente in¨²til y que sus libros deb¨ªan ser mirados como obra del demonio¡±.
O sea que, medio siglo despu¨¦s de la muerte de Newton, mientras Europa se lanzaba al futuro, nosotros nos dedic¨¢bamos a cultivar la irracionalidad y el primitivismo. De aquellos polvos han venido unos lodos muy espesos, es decir, un arraigado acientifismo del que incluso hacemos gala. Recordemos que alguien de la talla de Unamuno lleg¨® a repetir varias veces esa frase oprobiosa del ¡°?Que inventen ellos!¡±, alardeando de nuestro misticismo frente a la tecnolog¨ªa de los extranjeros. No es de extra?ar que muchos supuestos intelectuales sigan despreciando hoy en d¨ªa la ciencia con desd¨¦n de ignorantes; he participado en m¨¢s de una mesa redonda con escritores que alardeaban de no saber de n¨²meros ¡°y de esas cosas¡±, como si el analfabetismo cient¨ªfico fuera una prueba irrefutable de su excelencia po¨¦tica.
Y si los literatos dicen eso, ?c¨®mo no va a dar la espalda a la ciencia el ciudadano medio? La Fundaci¨®n BBVA public¨® en 2012 un estudio internacional sobre el conocimiento cient¨ªfico en el que se comparaban 11 pa¨ªses, 10 europeos, entre ellos Espa?a, y Estados Unidos. El 46% de los espa?oles no fueron capaces de nombrar a un solo cient¨ªfico de cualquier ¨¦poca o nacionalidad. Ni siquiera a Einstein, que es tan famoso como un rockero. Como es natural, quedamos los ¨²ltimos. La ciencia, en fin, nunca ha sido una prioridad en Espa?a. Nuestro presupuesto para I+D siempre ha estado muy por debajo de la media europea. Nuestros j¨®venes cient¨ªficos emigran y los investigadores est¨¢n tan desesperados que a veces tienen que recurrir a medidas extremas, como esa genetista del CSIC, Mar¨ªa Luisa Botella, que en 2013 se present¨® a un concurso de televisi¨®n para sacar fondos con los que contratar un ayudante. Consigui¨® 15.000 euros. Ser¨ªa de chiste si no fuera de pena.
Pero tambi¨¦n hay buenas noticias. En los ¨²ltimos a?os los cient¨ªficos espa?oles parecen haberse puesto en pie de guerra divulgativa. Quiero decir que hay un movimiento social claro para tender puentes entre las ciencias y las humanidades, para lograr que la sociedad espa?ola vaya siendo menos bruta. Y as¨ª, est¨¢ la Big Van Theory (la teor¨ªa de la gran furgoneta), que son un grupo de locos estupendos que van por los teatros haciendo divertid¨ªsimos mon¨®logos cient¨ªficos. O est¨¢ la revista Paradigma?de la Universidad de M¨¢laga, que se dedica a unir literatura y ciencia. O iniciativas tan maravillosas como la del Instituto de Astrof¨ªsica de Canarias, que este verano va a invitar a varios escritores a visitar el Instituto y los Observatorios del Teide y del Roque para que escriban despu¨¦s un relato relacionado con la astronom¨ªa. Son s¨®lo tres ejemplos dentro de un tumulto de iniciativas semejantes. Se dir¨ªa que algo est¨¢ cambiando de verdad en nuestra sociedad. Es el momento de que inventemos nosotros.
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