Los l¨ªmites de las encuestas
Para cometer menos errores, tenemos que hacer predicciones menos rotundas
En estas elecciones, adem¨¢s de las encuestas fallamos los analistas. Entre todos ¡ªperiodistas, polit¨®logos, comentaristas¡ª casi dimos por sentado un resultado, aunque sab¨ªamos, ?por experiencia!, que los sondeos ni son precisos ni son exactos.
Es evidente que las encuestas fallaron. Infraestimaron al Partido Popular y sobrestimaron a Unidos Podemos, que logr¨® cuatro puntos menos de lo presagiado por los sondeos. En el debate p¨²blico se dio el sorpasso casi por seguro, pero en realidad el sorpasso no se produjo.
Pero esos errores no debieron cogernos tan por sorpresa. En 2011, el PSOE mejor¨® los datos de las encuestas en dos o tres puntos. En 2014, Podemos entr¨® en el Parlamento Europeo batiendo a los sondeos por cinco puntos y el PP se qued¨® siete por debajo. En 2015, Podemos obtuvo dos puntos menos de lo previsto en las elecciones andaluzas, y Ciudadanos tres m¨¢s en las catalanas. Unos meses antes, Ada Colau bati¨® a las encuestas por tres puntos y Manuela Carmena casi por diez.
Ocurre igual en otros pa¨ªses. El a?o pasado, en Reino Unido, las encuestas no vieron la distancia de seis puntos que hab¨ªa entre los dos grandes partidos. Hace dos semanas tampoco anticiparon que los brit¨¢nicos votar¨ªan por el Brexit.
Con este repaso no quiero decir que las encuestas sean un desastre, sino recordar que son un ejercicio de aproximaci¨®n.
Quienes participamos del debate p¨²blico no fallamos tanto por hacer malas predicciones del 26-J, sino por hacerlas demasiado rotundas. No transmitimos algo con la fuerza suficiente: la idea de incertidumbre.
Es una idea sencilla, pero escurridiza. Consiste en asumir que somos incapaces de responder con exactitud muchas preguntas. No sabemos anticipar perfectamente el rumbo de la econom¨ªa o el futuro geopol¨ªtico de un continente. Tampoco es f¨¢cil predecir un resultado electoral.
Los sondeos a veces pueden reducir la incertidumbre, pero nunca evaporarla
Los sondeos pueden capturar grandes tendencias, como que el PP marchaba primero o que Ciudadanos ni desaparec¨ªa ni ganaba las elecciones ¡ªy aunque esos pron¨®sticos parecen poca cosa, en un mundo sin encuestas ser¨ªan una inc¨®gnita¡ª. Los sondeos tambi¨¦n pueden ofrecer predicciones probabil¨ªsticas, como hizo Nate Silver hace unos d¨ªas, cuando estim¨® que Donald Trump tiene un 22% de probabilidades de ser elegido presidente de los Estados Unidos. Los sondeos, en definitiva, como los datos y la teor¨ªa, a veces pueden reducir la incertidumbre, pero nunca evaporarla.
Es un reto para el debate p¨²blico comunicar esa incertidumbre. Las personas rechazamos la duda por naturaleza ¡ªseguramente por buenas y biol¨®gicas razones¡ª. En nuestras cabezas act¨²an un mont¨®n de atajos cognitivos contra ella. Las explicaciones simplistas nos resultan m¨¢s convincentes; y somos m¨¢quinas de conectar causas y efectos sin mucho fundamento. Adem¨¢s, tendemos al exceso de confianza: el 93% de los conductores estadounidenses piensa que conduce mejor que la mayor¨ªa.
Si el 26-J dimos por seguro el sorpasso, en parte fue porque ca¨ªmos en una espiral de confianza.
Primero: exageramos el valor del consenso de encuestas. Imaginen una moneda imperfecta que cae en cara el 51% de las veces. Si antes de lanzarla preguntamos a cien expertos, los cien nos dir¨¢n que el resultado m¨¢s probable es que salga cara. Pero la probabilidad de que salga cruz seguir¨¢ siendo del 49%.
Segundo: minoramos las alternativas. Seg¨²n mis c¨¢lculos de antes de las elecciones (basados solo en las encuestas y sus errores hist¨®ricos), el PSOE ten¨ªa un 28% de mantenerse segundo en esca?os. Eso es mucho para ser ignorado.
Tercero: ?y si se produjo un efecto cascada? La confianza en el sorpasso de algunos analistas aliment¨® la confianza de otros, y as¨ª sucesivamente. En el debate p¨²blico, el eco puede hacer que una creencia se refuerce a s¨ª misma.
El 26-J debimos estar m¨¢s en guardia e insistir en que el resultado m¨¢s probable ni se produce siempre ni es siempre muy probable. Debimos recordar tambi¨¦n que no todos los consensos son firmes. Puede ocurrir que el consenso se equivoque, que los indecisos no caigan del lado del statu quo y Reino Unido se despierte sorprendido y fuera de la UE.
Si queremos cometer menos errores, tenemos que hacer predicciones menos rotundas. Y aunque es posible argumentar que las encuestas alimentan nuestro exceso de confianza, yo pienso lo contrario. Creo que necesitamos m¨¢s datos y m¨¢s teor¨ªas, porque como dec¨ªa Montaigne, uno cree m¨¢s firmemente en aquello que menos conoce.
Kiko Llaneras es ingeniero y analista de datos.
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