La otra isla
Madagascar es sin¨®nimo de pel¨ªculas de animaci¨®n, atracciones tur¨ªsticas y fauna espectacular, pero menos se sabe acerca de su situaci¨®n real. Sin importancia geoestrat¨¦gica, no recibe atenci¨®n mundial pese al hambre generalizada, el aumento de la pobreza y las enfermedades infecciosas
Un grito desgarrador, procedente de un peque?o cuarto cerrado por una mosquitera, corta el aire. En el polvoriento patio del hospital Ambovombe, en el sur de Madagascar, todo parece detenerse. Tras intentar tranquilizar a la madre, el doctor Tsivahiny Pauvet sale precipitadamente sacudiendo la cabeza. ¡°Hemos intentado salvarlo, pero su estado era terminal¡±, explica a pocos pasos de la habitaci¨®n donde un ni?o de dos a?os acaba de morir. ¡°Lleg¨® al hospital hace unos d¨ªas. Le dimos el tratamiento necesario, pero la situaci¨®n ya era cr¨ªtica, su cuerpo estaba demasiado d¨¦bil¡±. As¨ª mata el hambre: lentamente. Poco a poco, consume el cuerpo y el sistema inmune. En Madagascar, la alimentaci¨®n deficiente mata. A muchos. El 50% de la poblaci¨®n sufre malnutrici¨®n cr¨®nica (la cuarta tasa m¨¢s alta del mundo), una situaci¨®n agravada por los efectos de El Ni?o, que ha dado lugar al periodo de sequ¨ªa m¨¢s largo de los ¨²ltimos 35 a?os y ha causado la p¨¦rdida de varias cosechas. Las circunstancias son todav¨ªa m¨¢s tr¨¢gicas en el sur del pa¨ªs. Lejos de los complejos tur¨ªsticos del norte, de las playas tropicales de Nosy Be y de los bufets libres, hay un pa¨ªs del que ya no se oye hablar, en el que el 80% de la poblaci¨®n vive por debajo del umbral de la pobreza.
En el pueblo de Ajampaly, en el extremo sur de Madagascar, los habitantes hacen cola cada d¨ªa bajo el ardiente sol para recibir la raci¨®n diaria de arroz repartida por el Programa Mundial de Alimentos. Es su ¨²nica comida porque aqu¨ª no hay nada que llevarse a la boca ni tampoco va a crecer debido a la falta de agua. ¡°Hasta hace algunos a?os, en el pueblo viv¨ªan unas 2.000 personas¡±, explica Voasaotsy, el jefe de la comunidad. ¡°Ahora solo quedamos la mitad. Cada d¨ªa muere alguien, y mucha gente pierde la vida por la falta de alimentos o de la nutrici¨®n inadecuada. Los ni?os son los que m¨¢s sufren. Un cuenco de arroz no les basta¡±.
Efectivamente, no les basta, de la misma manera que las medidas de emergencia no pueden ser la soluci¨®n para los problemas acumulados a lo largo de los a?os, debidos tambi¨¦n a los cambios en el clima. La pol¨ªtica de emergencia hace posible que Lahipinay, un ni?o de tres a?os y medio del Centro de Nutrici¨®n de Ambondro, tome Plumpy¡¯Nut ¡ªuna pasta a base de cacahuete que se administra para compensar la carencia de sustancias nutritivas en casos de malnutrici¨®n severa¡ª durante varias semanas, pero no puede proporcionar a su familia los medios con que solucionar a largo plazo sus problemas de alimentaci¨®n y nutrici¨®n. ¡°La cuesti¨®n de fondo es que a las dificultades relacionadas con el clima, la pobreza extrema y la corrupci¨®n pol¨ªtica hay que a?adir ciertos h¨¢bitos culturales. La tradici¨®n exige que las familias maten a todo su ganado para los banquetes funerarios y que compren l¨¢pidas caras¡±, explica Tsivahiny Paubert. ¡°As¨ª que, adem¨¢s de la ayuda, hay que hacer un trabajo antropol¨®gico, pedag¨®gico y cultural¡±.
El alcalde de Ambondro no hace mucho pesaba 90 kilos y que ahora pesa 63
A Damy Miarovala, alcalde de Ambondro, no le averg¨¹enza admitir que no hace mucho pesaba 90 kilos y que ahora pesa 63, como reconociendo que all¨ª todos sufren. Dos recientes crisis pol¨ªticas han sumido a Madagascar en una incertidumbre a¨²n mayor y han causado el colapso definitivo de un sistema sanitario ya muy d¨¦bil. Se han reducido los recursos y solo el 5% del presupuesto nacional se dedica a atenci¨®n sanitaria. En un pa¨ªs con una tasa de malnutrici¨®n tan elevada y semejante nivel de pobreza, esto es como empezar a escribir el epitafio de una isla con maravillosos recursos naturales en la que el turismo no es m¨¢s que una peque?a parte de una realidad mucho m¨¢s cruda.
Basta con darse una vuelta por la capital, Antananarivo, para ver la otra cara de Madagascar. Tan pronto se pone el sol, el centro de la ciudad se vac¨ªa y la oscuridad inunda las calles. La ¨²nica luz irradia de las hogueras que las prostitutas encienden en las esquinas. Las fogatas jalonan la zona central de Antananarivo. Son la se?al de que hay sexo barato a disposici¨®n de los turistas y de los nativos con algunos ariarys para gastar. Parece el rodaje de Blade Runner.
Nina, Leyla y Fran?oise (nombres ficticios) est¨¢n sentadas alrededor de una de las hogueras. Llevan minifaldas, las piernas al aire y chaquetas. Son j¨®venes ¡ªla mayor tiene 21 a?os¡ª y esperan a los clientes charlando y ri¨¦ndose. Todas tienen la misma historia que contar; una historia de pobreza y marginaci¨®n. ¡°Empec¨¦ a prostituirme a los 16 a?os. No ten¨ªa dinero para comprar comida¡±, cuenta Leyla. ¡°Nac¨ª en el sur del pa¨ªs, pero me vine aqu¨ª porque es m¨¢s f¨¢cil encontrar clientes en la capital¡±. No le asusta la oscuridad de Antananarivo, pero le preocupan las infecciones y las enfermedades. ¡°Muchos clientes no me pagan si no acepto tener relaciones sin protecci¨®n. Normalmente me niego, pero tengo que comer, as¨ª que a veces no me queda m¨¢s remedio que aceptar¡±, afirma. Por eso, cada semana va con sus compa?eras y amigas a la comisar¨ªa de polic¨ªa, donde, en una habitaci¨®n, la ONG PSI hace pruebas del sida a todas las prostitutas que lo solicitan.
Solo el 1% de los seropositivos tiene realmente acceso al tratamiento antirretroviral
Oficialmente, en Madagascar la tasa de sida es bastante baja, y el 0,3% afecta a personas de entre 15 y 49 a?os. Sin embargo, hablando con algunos funcionarios que desean permanecer en el anonimato, da la impresi¨®n de que los datos pueden estar muy lejos de la realidad, dado que el ¨²ltimo censo se elabor¨® en 1993 y tan solo el 1% de los seropositivos tiene acceso al tratamiento antirretroviral.
En este pa¨ªs, los sustitutos del Gobierno son personas como la hermana Immacolata, que, en su peque?o centro de salud de Tsihombe, donde lleva m¨¢s o menos dos d¨¦cadas trabajando sola, ha curado casi 100 casos de tuberculosis en el ¨²ltimo a?o. ¡°Cada a?o aumenta el n¨²mero de enfermos. La gente no tiene acceso a los tratamientos, y los hospitales est¨¢n demasiado lejos. Yo no soy m¨¦dica, pero hago lo que puedo¡±, afirma. No utiliza mascarillas protectoras porque, dice medio en serio, que es inmune. "Llevo tres d¨¦cadas tratando con la tuberculosis, la lepra, la malaria, la fiebre amarilla, y muchas cosas m¨¢s, y nunca me he puesto enferma¡±. Muchos estar¨ªan encantados de tener sus ¡°superpoderes¡± en esta isla, un para¨ªso olvidado por la comunidad internacional debido a su posici¨®n geogr¨¢fica no demasiado estrat¨¦gica y a su lugar a la cola de todas las listas de desarrollo social.
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