Refugiados invisibles de un conflicto inexistente
Malawi y las agencias se afanan en acoger a miles de mozambique?os que huyen de la violencia
El olor a humo se extiende por el campamento y pica en la garganta. El sol empieza a esconderse, y los refugiados de Luwani encienden fuegos para preparar la cena. Mientras, la temperatura afloja en el c¨¢lido invierno de esta zona del sudeste de Malawi, a algo m¨¢s de 50 kil¨®metros de la frontera con Mozambique. Hace unos meses, en casa de Oskar, al otro lado de la l¨ªnea imaginaria que divide ambos pa¨ªses, tambi¨¦n acababan de hacer la comida. Este chico de 21 a?os y mirada vac¨ªa almorzaba con sus padres y sus dos hermanos cuando un grupo de soldados que identifica como "de Frelimo" (el partido izquierdista que ha gobernado Mozambique desde su independencia en 1975) apareci¨® y les hizo entrar en la vivienda. "Sent¨ª que corr¨ªamos peligro", recuerda. As¨ª que abri¨® una ventana y sali¨® corriendo en busca de ayuda. Minutos despu¨¦s el humo le hizo volver la cabeza. Su casa ard¨ªa con su familia dentro.
En Luwani, un campo de refugiados que llevaba cerrado desde 2007, se escuchan decenas de historias similares: hogares reducidos a cenizas, tiroteos, soldados buscando a partidarios de "los otros" para "hablar con ellos"... Las atrocidades propias de una guerra civil como la que desangr¨® a Mozambique entre 1975 y 1992. Tras la instauraci¨®n de elecciones multipartidistas, el fin del conflicto parec¨ªa certificado y en los ¨²ltimos a?os la antigua colonia portuguesa ha sido la joya de la cooperaci¨®n internacional y uno de los pa¨ªses con mayor crecimiento de ?frica. Pero "unos" y "otros", siguen siendo los mismos. Frelimo, y Renamo (el partido conservador que lucha por el poder desde entonces).
¡°No imaginas c¨®mo es volver a sentirse seguro. Este lugar me da esa sensaci¨®n¡±
Tras las presidenciales de 2014, el derrotado l¨ªder de Renamo, Afonso Dhlakama, denunci¨® fraude electoral aunque su partido hab¨ªa crecido en representaci¨®n. Y en marzo del a?o pasado anunci¨® su intenci¨®n de gobernar en las seis provincias del centro y el norte del pa¨ªs donde reclama legitimidad. Habitantes de esas ¨¢reas que han huido de sus tierras por los enfrentamientos entre ambas fuerzas acusan ¡ªsobre todo a los de Frelimo¡ª de dejar un rastro de muerte y destrucci¨®n en su persecuci¨®n contra los opositores.
Ilidio, un anciano que no recuerda su edad, a¨²n tiembla al recordar la ma?ana que fue a visitar a sus nietos y a medio camino vio una nube de humo que ascend¨ªa desde su pueblo. "Intent¨¦ volver a casa, pero escuch¨¦ tiros. Un amigo me dijo que uno de esos disparos hab¨ªa matado a mi mujer". Ese temor es el que ha llevado a varios miles mozambique?os a dejarlo todo (cuando quedaba algo que dejar) y escapar con lo puesto, a pie durante varios d¨ªas, para cruzar la frontera y buscar refugio en Malawi.
A tres kil¨®metros de la aldea malau¨ª de Kapise II, el l¨ªmite entre ambos pa¨ªses es un camino de tierra en el que solo un moj¨®n de piedra indica que cambias de territorio. A este pueblo empezaron a llegar hace justo un a?o cientos de mozambique?os aterrorizados. Los vecinos de la comunidad los recibieron con los brazos abiertos y les cedieron terreno para que levantaran sus refugios. El hecho de que la mayor¨ªa de los que llegaban compartieran etnia y lengua (el chichewa) con la poblaci¨®n local facilit¨® las cosas. "A algunos ya les conoc¨ªamos porque cruz¨¢bamos de un lado a otro para comerciar", explica William Matiwe, el jefe local. El Ejecutivo de Malawi tambi¨¦n los admiti¨®.
A medida que m¨¢s y m¨¢s personas arribaban a Kapise y otros puntos, el Gobierno y las organizaciones internacionales declararon una emergencia. Se pas¨® de unas 700 personas en todo julio hasta un goteo de casi 300 al d¨ªa a mediados de febrero de este a?o, hasta superar con creces la barrera de los 10.000. Bajo la supervisi¨®n del Ejecutivo malau¨ª y la coordinaci¨®n de Acnur (el alto comisionado de la ONU para los refugiados), M¨¦dicos sin Fronteras, Acci¨®n contra el Hambre, Plan International y otras agencias y ONG acudieron a dotar a los refugiados y solicitantes de asilo de letrinas, pozos de agua, material para refugios, atenci¨®n m¨¦dica y hasta una escuela.
¡°Intent¨¦ volver a casa, pero escuch¨¦ tiros. Un amigo me dijo que uno de esos disparos hab¨ªa matado a mi mujer¡±
En estas colinas de tierra rojiza, fr¨ªas en esta ¨¦poca, decenas de inestables y min¨²sculas chozas de madera y paja se arraciman sin apenas dejar espacio con las construcciones locales mientras le comen terreno al bosque. La situaci¨®n se torn¨® insostenible por la previsi¨®n de nuevas llegadas y, sobre todo, por la sensaci¨®n de inseguridad. A solo dos minutos de la frontera, muchos se sent¨ªan desamparados. "En Kapise estaba muerto de miedo", recuerda el anciano Ilidio. M¨¢s a¨²n cuando entre abril y mayo se avistaron soldados de Frelimo en una loma visible desde all¨ª. Tampoco ayud¨® que miembros del Gobierno mozambique?o insistieran en que se les dejara reunirse con los refugiados ¡ªy algunos llegaran a acercarse all¨ª¡ª para animarles a volver, como si no pasara nada.
Porque ese es el drama. Si los refugiados y desplazados del continente africano ya cuentan poco para la comunidad internacional, es todav¨ªa m¨¢s complicado aceptar tu situaci¨®n cuando la lucha de la que huyes, en teor¨ªa, no existe. Las autoridades de Maputo se resisten a reconocer los enfrentamientos y solo admiten ataques de por parte de Renamo mientras desmienten noticias como la aparici¨®n de fosas comunes, aunque despu¨¦s se encuentren evidencias que sugieran su existencia. Y la opini¨®n p¨²blica mundial es pr¨¢cticamente ajena a todo esto.
Para acoger a todos en condiciones, las autoridades malau¨ªs decidieron reabrir el viejo campo de Luwani, donde ya se cobijaron en su d¨ªa miles de mozambique?os junto con otros tantos ruandeses, a m¨¢s de 50 kil¨®metros de la frontera. "No imaginas c¨®mo es volver a sentirse seguro. Este lugar me da esa sensaci¨®n", asegura Thomas, un profesor que cuenta que huy¨® tras esconderse entre los conejos de la casa de su hermano cuando los hombres de Frelimo fueron a buscarle all¨ª. Le acusaban de colaborar con Renamo.
Los trabajos de reacondicionamiento en Luwani avanzan a marchas forzadas por la falta de recursos. "Tenemos que tirar de imaginaci¨®n y aprovechar todo lo que nos llega", explica Fadela Novak-Irons, responsable de Acnur para la emergencia. "Eso requiere un enorme trabajo de coordinaci¨®n entre todas las agencias que trabajamos aqu¨ª". Porque todo ha sucedido de improviso. "Esta crisis no estaba en el radar de nadie", reconoce Novak-Jones. Los t¨¦cnicos de Acnur se afanan en demarcar zonas para levantar nuevas viviendas, cada una con su zona de cultivo (para que los habitantes del campo puedan intentar generar sus propios ingresos o alimentos), construir letrinas y zonas comunes para ni?os o mujeres. Ya han instalado pozos de agua, rehabilitado el centro m¨¦dico y reforzado la escuela local. Las labores contin¨²an, pero "todo depende de los fondos", se?ala la responsable de Acnur.
Y el principal problema, una vez m¨¢s, es la comida. "Estamos contentos con la educaci¨®n de los ni?os, pero la comida no alcanza", cuenta Hilario, de 36 a?os, mientras protege con una mano enorme a uno de sus cinco hijos del humo que desprende la fogata en la que su mujer prepara la cena tirando de inventiva. Hilario es de los que tuvo que huir por la amenaza de los opositores de Renamo, que se llevaron a su padre, un jefe local con los consiguientes v¨ªnculos con el Gobierno. "Me dicen que a¨²n me andan buscando".
A mediados de abril empezaron los traslados al campo reabierto desde el asentamiento de Kapise, que Malawi quiere despejar para que sea solo un centro de tr¨¢nsito para los reci¨¦n llegados. Pero muchos se han negado a cambiar de lugar. Las razones son variadas. Algunas l¨®gicas, como las de quienes esperan la llegada de familiares o conocidos antes de alejarse de su pa¨ªs de origen. Otras no est¨¢n tan claras. Parece que gente que viv¨ªa cerca de la frontera se uni¨® en la huida a los que proced¨ªan del interior, por miedo a que la violencia les alcanzara. Muchos de estos ¨²ltimos han regresado. "Hemos visto que algunos van y vienen, otros se quedan all¨ª. Tambi¨¦n hay quien va a cuidar sus cultivos al otro lado", explica Elsie Mills Tettey, responsable de campo de Acnur. En cualquier caso, varios rumores extendidos por Kapise ¡ªdesde que en Luwani hubo brotes de c¨®lera en el pasado hasta que los traslados son tretas para lanzar a los refugiados a los cocodrilos¡ª alimentan la resistencia de quienes lo perdieron todo y fueron perseguidos.
Iris, una mujer casi en la cincuentena que est¨¢ aqu¨ª con su marido Hidayat, ciego y bastantes a?os mayor que ella, tampoco quiere cambiar de lugar. La excusa que ofrece al personal del campo es que acaba de hacer la colada y no quiere mudarse con la ropa mojada. Aunque al final acepta que no le quedar¨¢ otra, porque en Kapise ¡ªdonde en el ¨²ltimo recuento a finales de junio quedaban casi 800 personas¡ª se dejar¨¢ de prestar asistencia. "Iremos porque es la ¨²nica opci¨®n que tenemos: no podemos volver a casa". Algunos que van y vuelven les cuentan que la lucha contin¨²a. All¨ª, en Mozambique este matrimonio ten¨ªa una casa de ladrillo, animales y una granja con gente que trabajaba para ellos. Los soldados de Renamo acamparon en los alrededores y cuando llegaron los de Frelimo comenzaron los disparos. "Quemaron nuestras casas y graneros, y no pudimos traer nada".
Sus vidas, como las de Oskar, Ilidio o la de Ilario y su familia, transcurr¨ªan con tranquilidad en unos casos y con dificultades en otras, pero en paz, hasta que un d¨ªa todo qued¨® consumido por las brasas. Ahora se dejan llevar, con la esperanza de encontrar un quehacer o tener al menos una peque?a parcela que cultivar para no depender totalmente de la asistencia. "Tal vez en Luwani nos den un trozo de terreno", suspira Iris.
El olor del humo, probablemente grabado a fuego en las pesadillas de todos estos refugiados, se hace m¨¢s fuerte a medida que cae el sol. Aunque no tienen harina suficiente, Ilario, su familia y sus cinco hijos, invitan a los periodistas a cenar con ellos. Conf¨ªan en que todo mejore. Y como la mayor¨ªa de los m¨¢s de 1.800 nuevos vecinos de Luwani ponen de su parte para adaptarse a su nueva vida. Oskar, el chico que perdi¨® a toda su familia, no puede ni pensar en volver. "Mozambique est¨¢ lleno de matanzas, siempre hay enfrentamientos y la gente es asesinada y traicionada", escupe con rabia. "He prometido que nunca regresar¨¦ a mi pa¨ªs. Las experiencias que viv¨ª no me lo permiten. Har¨¦ de Malawi mi casa".
Se han asignado nombres ficticios a los entrevistados para proteger su identidad.
Este reportaje se ha realizado con la colaboraci¨®n del Comit¨¦ Espa?ol de Acnur (www.eacnur.org).
El momento de actuar
Acnur, la agencia de la ONU para los refugiados, es la principal agencia que coordina las actividades humanitarias en Luwani. Colabora en www.eacnur.org o en el tfno.: 902 218 218
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