Jacarandosos
A?os atr¨¢s la literatura ten¨ªa achaques heroicos y los escritores eran individuos esquivos, al¨¦rgicos a la prensa
Desde la terraza frontera a la catedral de Jaca se divisan bandadas de escritores cernidos sobre la Feria del Libro. Son abundantes, de buena calidad y casi todos amigos, tanto entre s¨ª como de m¨ª. Los escritores actuales cada d¨ªa nos parecemos m¨¢s a los filat¨¦licos o a los taxidermistas. Nos conocemos todos, compartimos aficiones, nos caemos bien, competimos, pero de un modo humano porque hay poco que ganar. El oficio ha ido derivando hacia una artesan¨ªa de calidad, como la bisuter¨ªa fina en la que caben grandes firmas, qu¨¦ s¨¦ yo, Bulgari, y tambi¨¦n peque?os talleres p¨²beres e ingeniosos. Yo me alegro de formar parte de esta secci¨®n de la noble artesan¨ªa, tan amable como digna de cari?o. A?os atr¨¢s la literatura ten¨ªa achaques heroicos y los escritores (que no interesaban a nadie) eran individuos esquivos, al¨¦rgicos a la prensa, reclusos, secretos. Trabajaban en sus cubiles como alquimistas, sentados sobre enormes diccionarios, asfixiados en la niebla del lenguaje y el tabaco, los humos de la invenci¨®n y la inminente explosi¨®n dips¨®mana.
Estos d¨ªas entre colegas he rele¨ªdo, gracias a las gentiles bibliotecarias jacetanas, uno de los textos b¨ªblicos sobre El Escritor. Determin¨® de modo fulminante a muchos de mis compa?eros de generaci¨®n. Era el sinuoso pr¨®logo de Faux Pas en el que Blanchot analizaba la soledad del escritor para concluir que era imposible si no estaba muerto. El escritor viv¨ªa abducido por sus precursores y ara?aba los confines del lenguaje para que entrara la luz. Aquel era el escritor heroico, el caballero de la fe que abr¨ªa el verbo a dentelladas, el que mor¨ªa cegado por la lumbre de una gram¨¢tica sat¨¢nica.
Mejor estamos ahora con nuestros buitres, ?no es cierto, Ler¨ªn?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.